miércoles, 1 de septiembre de 2010

Lo nuestro es rodar y rodar

Los días son sensiblemente más cortos. Sobre todo por que trabajar entretiene mucho, quizás demasiado.
El volver a la actividad cotidiana reactiva la velocidad de los relojes. Acelera tus pasos por la ciudad. Te obliga a divorciarte temporalmente de las bermudas, que tan agradables momentos han compartido contigo. Devuelve el bostezo a tu imaginario facial de cada mañana. No se necesitan gafas de sol a las 7,45 de la madrugada. Que lástima.

Con los últimos coletazos del verano todo comienza a acortarse. Los días, el tiempo libre, las sonrisas, las ausencias, las temperaturas, etc... También se acortan las voluntades, los buenos propósitos, las decisiones de cambio, para caer, en breve, como las hojas muertas en otoño.

Todo empieza a tornarse en  ese tono sepia de lo rutinario, del más de lo mismo, del esto no cambiará nunca. Pero no lo hace por el mero hecho de la estacionalidad, si no por la debilidad para despertar, contra natura, primaveras en nuestra voluntad. Nos dejamos llevar por el declive en el calendario con la única intención de rodar, rodar, y rodar hasta las uvas de Fin de Año. Y así, con alguna copa de más, formular nuevos deseos de renovación, promesas de fortaleza de ánimo y compromisos de blindaje emocional frente a los pisotones de la vida.

Y es que nos atrae el destino tragicómico de las grandes estrellas del cine en blanco y negro. Nos envolvemos en ese falso glamour de ser victimas del destino, en vez de responsables de nuestra cobardía vital.




Casi siempre tardamos el mismo tiempo para desinflarnos en los propósitos de cambio del rumbo de nuestro hastío que emplea Belén Esteban en dejar de parecer que acabo la EGB cuando abre la boca. Y es que parece que vencer nuestros propios monstruos ante el cruel destino no es una de nuestras virtudes como especie animal.

Será que nuestro destino es rodar y rodar, como en el corrido mexicano. Dejarnos llevar por el cruel sino de los tiempos. Pero claro, siempre hay dos maneras de rodar. Y en este caso no una sube y otra baja, sino que una baja y otra arrastra.

Uno se puede dejar llevar cuesta abajo por la falta de fuerzas, por no creer en nada o en uno mismo, por desidia o por cansancio, por no creerse capacitado para cambiar el rumbo de las cosas, en fin por debilidad. Como las hojas secas, flotamos inertes en los torrentes de las otoñales lluvias (vaya cursilada, pero que descriptiva)

Pero también hay una serie de incapaces de la vida, que ante la insoportable certeza de descubrirse inútiles, deciden arrasar a los demás para que no sea tan evidente su ineptitud. Es cierto que para poder ejercer este tipo de devastación mongola es necesario estar en un escalón social, personal o profesional superior al de sus victimas. ¿Habrá algo más satisfactorio para un inútil que arrasar con la obra de sus súbditos aventajados? A la historia me remito. Cuantos visionarios acabaron carbonizados ante el temor de sus gobernantes de tener que asumir su escasa capacitación en otros menesteres que no fueran los del derecho de pernada.

Claro, que estamos suponiendo que el sujeto en cuestión arrasa como movimiento defensivo. Existe el caso, y yo creo que es el más común, que el lerdo en cuestión no arrasa para seguir flotando como una mierda en una piscina bien, si no que arrolla toda vida física o intelectual como ejercicio de salvación de sus vasallos incapaces. ¿Hay algo peor que un tonto que se cree listo? Es incluso peligroso.

Que panorama de precipicios lúgubres nos presenta este entramado de cuestabajos. Si no ruedas por desidia, corres el peligro de ser arrollado por un tonto, lúcido o incapaz. Con lo cual, creo que, lo inteligente es sacar fuerzas de flaqueza, clavar los talones en la rodera de la vida y retomar todos aquellos propósitos que nos prometimos, bajo la euforia del alcohol y campanadas. Nada cambiará si no somos capaces de creer en nuestra capacidad de generar el cambio.

Y aunque una piedra en el camino te diga que tu destino era rodar y rodar, nunca olvides que sigues siendo el Rey.

1 comentario:

  1. Pero cómo me ha gustado y cúanta verdad!!!;)
    Sigue escribiendo, que cada vez lo haces mejor Pascual...besitos miles rey moro!!!:)

    ResponderEliminar