martes, 21 de diciembre de 2010

las botellas vacías sonríen, yo también

Una a una voy apagando las velas. Unas con olor a higuera, otras a vainilla, otras, las más pequeñas, a bayas del monte, algunas de lavanda... y el humo de su fin de jornada se mezcla con el gesto inconsciente de mi sonrisa. El árbol parpadea entre adornos de cristal y sus perros de peluche, que hoy han descubierto algún que otro secreto nuevo. Tiritan las últimas velas sobre la mesa llena de restos de la fiesta, como si de un naufragio se tratara. Hoy me siento feliz.

Las botellas de champagne vacías están, alineadas en el suelo como una ejercito de cristal verde, contándose, entre ellas, las anécdotas de la noche. Dulces navideños, restos del brazo de gitano más bueno del mundo y gominolas descansan, en sus recipientes, satisfechos por haber formado parte de una noche especial. El aire flota denso de felicidad. Es una sensación difícil de describir, ya que no cuesta respirar.

Mientras recojo las copas, recuerdo la sucesión de brindis, de sonrisas, la sensación de pararse el mundo tras la corona que decora el llamador de mi puerta. Durante unas horas, todo han sido miradas luminosas, reencuentros, cruces de gente impensables hace 24 horas. Todos con un único nexo de unión. Leer la Resaca del Champagne.

Cada uno pertenece a una órbita de este microcosmos en el que nos movemos, pero ninguno, en la soledad de nuestra pantalla, al destripar cada entrega de este blog, era capaz de adivinar lo fácil que es que las mismas se entrecrucen aleatoriamente al capricho de los guionistas o de los dioses, bien sean griegos o egipcios.


Cada uno ha llegado por una parte distinta de los múltiples caminos de mi vida. Casi todos han tenido sus líneas de complicidad en algún post. Y casi todos resultaban haberse cruzado en algún momento de sus vidas, bien tangencialmente, compartiendo senda o en caminos paralelos, ajenos ambos a participar de una misma dirreción, destino y tiempo.

Realmente, al levantar la tapa de mi cubo de basura rojo para tirar los últimos restos, hago balance de si esta locura ha merecido la pena. Mezclar a gente que a priori no se conoce de nada y que su único punto de encuentro es leer asiduamente los relatos de este blog. La vida nos da sorpresas, y esta ha sido, como decía Forrest Gump, como una caja de bombones. Dulce, con distintos matices en el paladar, con la intensidad de los distintos chocolates y sus rellenos, que nos hacen a cada uno diferentes  y a la vez tan iguales.



Cierro el cubo con satisfacción, por ver todo recogido y por haber decidido, esa tarde de agosto, que tenía algo que contar y que no sabía si era la mejor forma, pero que me apetecía hacerlo, que lo necesitaba. 4 meses después, las más de 4200 entradas a los 48 posts publicados me hacen sentirme bien, ser feliz. Hoy, al apagar las luces de mi árbol de navidad, soy consciente de que él y los 10 perritos han vivido una de esas noches inolvidables que dan sentido a su vida, que formará parte de esa historia que se entrelaza en sus ramas sintéticas, que se adhiere a sus bolas negras de cristal.

Hoy he comprendido que todo esto merecía la pena sólo por el hecho de que haya personas que sean capaces de parar el mundo y brindar por que no se acaben las Resacas. Gracias a todos...casi me corrijo, a todas y algún todo. Hacéis que esto sea realmente especial cuando coséis los retales de vuestros sentimientos, vivencias o anhelos a este pachtwork escrito que me hace crecer día a día para ser yo mismo de una vez por todas.

Gracias.

P.D. El que ha robado el belén, tiene un dispositivo que se autodestruirá al oír la tercera repetición del número agraciado con el Gordo por el niño/niña de San Ildefonso encargado de cantarlo. No se puede ir de fino y ser un chorizo sin haberse presentado a unas elecciones antes, joder!!!

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