viernes, 31 de diciembre de 2010

Otra vez el Champagne, y las uvas y el alquitrán...

Aunque intentes esconderte detrás de una cortina, a la vuelta de la esquina, tras un periódico que sujetas al revés, el día 31 acaba tocándote el hombro y diciéndote "Otro año más, o aún peor, otro año menos". Tu dejas caer tus brazos, como si fueran de un chimpancé, al sentir el peso del último día del año sobre tu clavícula y te encojes pensando " el año que viene no me pilla".

Y es que cada vez que termina un año, irremediablemente, en algún momento de ese postrero día te entran unas ganas absurdas y apresuradas por hacer balance. Y sin darte cuenta todos le ponemos una misma banda sonora a ese momento. La mítica canción de Mecano de la Puerta del Sol. Y empezamos a pensar en los que se han ido, los que han venido. En los nuevos amores y en los antiguos que nunca se marchan. En la rutina de la misma oficina, el mismo jefe y las mismas ganas de no volver, o incluso más. En ese viaje que te descubrió una parte de ti que ni conocías. En los 5 goles del Barça y el gol de Iniesta. En todo aquello que deberías haber hecho y no has podido, sencillamente, no has querido. En aquel arroz al horno y risas sinceras con amigos de verdad. En todo aquello que debes hacer por que se lo debes a alguien, aunque sea a ti mismo. Vamos, lo que viene siendo un balance


Poco a poco deshilachas el calendario cadáver para extraer, uno a uno, esos acontecimientos que han trasformado tu vida durante los últimos 365 días. Recuerdas caricias, decepciones, promesas que te haces a ti mismo en voz alta sabiendo que vas a incumplir en voz baja, éxitos, fracasos, momentos en los que se para el mundo y eres capaz de ser tu mismo y sonreír sin motivo aparente. Una música, un sabor, el tacto de una prenda que te encanta en ese momento en que eres grande, y sólo tu lo sabes. El sonido de tus propios pasos por Central Park y la ausencia del tiempo mientras atardece en NYC. Las grandes frases de mi sobrino Manuel y los grandes silencios de Augusto. Mi primer Camp Nou. Esa sensación agridulce entre la agotamiento y el trabajo bien hecho. Un Mai Tai en el Del Diego. La brisa del mar mediterráneo una tarde de agosto. Esa Maldita Pared, rebujito, calor, persianas de esparto y risas. Un cupcake en Las Manolitas. Sentirse español sin negárselo a otros. La barbacoa del Black y la pizza cool del Home Slice, en Texas. Barcelona, siempre fascinante. Volver a montar en bicicleta. El discreto encanto de Milano. Las Hogueras con amigos de hoy, de ayer y de siempre. Respirar mil veces y seguir adelante. El primer día ante la pantalla en blanco de este blog. Leer. El sabor de un Late Tall con vainilla y cacao mientras nieva en la Gran Vía. La pizza en el sofá de Maribel y Fernando. Funerales, esa gran fuente de humor negro. Añorar Caleao. La soledad. Risas nuevas con viejos conocidos. Redescubrirse mientras tecleas.

Y no puedes evitar pensar si te has equivocado, si has corrido por la calle correcta antes de llegar a esta meta temporal. Yo, que tengo por fea costumbre no arrepentirme de nada, creo que de todo lo que hacemos, por absurdo que parezca, se puede extraer una lectura positiva y edificante para uno mismo.

El arrepentimiento de los actos propios no es más que una autocastración de nuestra libertad, una negación de nuestra naturaleza humana y de nuestra capacidad de experimentar con la vida para aprender de la misma. La obsesión por la actuación perfecta, por la conducta irreprochable y la custodia de la inexistencia del error no es más que una tormentosa tortura de la propia voluntad y deseos. Y es que no hay peor carcelero que uno mismo.

Y mientras en la televisión nos bombardean con especiales de las mejores imágenes, canciones, caídas, vestidos, noticias, goles, difuntos, catástrofes, caras de Belén Esteban, etc, etc y etc, yo me como una magdalena del Mercado, bálsamo mágico para nostalgias y puntos moñas, y pienso que no ha estado del todo mal, para lo que se cuece fuera.

Mientras la lluvia dibuja trazos caprichosos sobre mi ventana y yo escribo mi último post de este año, mi memoria realiza una especie de anuario de instituto americano donde almacena las fotos, de medio lado y sonriendo, levemente inclinados hacia adelante, de todos aquellos que han tenido un papel fundamental en mi vida durante 2010, los que han tenido algún papel secundario, los extras y figurantes y algún Guest Starring que ha dado mucho que hablar, incluso creo que seguirá haciéndolo en un futuro no muy lejano.

Y tarareo, de una forma inconsciente y dulce, los acordes de la canción de los hermanos Cano y Ana Torroja, mientras el reloj agoniza resignado para volver a nacer de nuevo, abriéndonos las páginas en blanco de un nuevo capítulo de nuestras vidas por escribir. Allí nos veremos dentro de unas horas, con todo por hacer y descubrir. Sé que así será.

Muchas Resacas para 2011. Y muchas gracias por estar ahí.

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