jueves, 13 de enero de 2011

El portugués errante

La vida, y sobre todo, mis guionistas se empeñan en hacerme extrañas piruetas del destino con el único fin de desconcertarme y conseguir que ponga esa cara de idiota con sonrisita dulce que se te queda cuando eres sorprendido de verdad.

Después de los años locos de La Destilería, ese local de la calle del Cid, decidí montar un negocio con los socios erróneos. Siempre en mi afán de darle una vuelta de rosca más lo habitual, decidimos abrir una brecha en la oferta comercial y de ocio de esta ciudad. En otras ciudades del mundo se comenzaba a hablar de las multilicencias, establecimientos que desarrollaban varias actividades comerciales y de servicios a la misma vez, algo muy común hoy en día. Desde luego, no lo era en el Alicante de 1993. Una ciudad en declive y a las puertas de una crisis. Mal momento y lugar para empezar nada.

Apostamos por una formula nueva que permitiera rentabilizar el máximo número de horas el local que habíamos elegido. El número 5 de la Plaza de Gabriel Miró. Y montamos una tienda de moda joven que se convertía en pub. La Provisional, Compañía de ropa y copas, casa fundada en 1993.

El Ayuntamiento no lo comprendía, mis padres tampoco y mucha gente dudo. Pero lo abrimos tras una larga sangría de dinero y meses. Un local peculiar para un público peculiar. Moda de calidad y diferente y Copas con otro punto de vista.

Desde estas líneas, un recuerdo a todos los que hicieron posible este proyecto y a los que confiaron en él.

Pero no era el tema de este post La Provisional, a la cual ya le dedicaremos su tiempo. Decíamos que mis guionistas se relamen haciendo cabriolas sorprendentes con los sucedidos de mi vida.

Una mañana de primavera, mientras estaba contemplando la plaza desde la puerta de mi tienda, apareció un chaval, de apenas 17 años, sucio, desaliñado, como perdido y asustado. Apenas era capaz de expresarse en español aunque pude entender que buscaba ayuda. Mi primera impresión fue desconcertante. Aquel chico de piel morena, rasgos muy marcados, extremadamente delgado y mirada penetrante temblaba como un animalillo acechado por un depredador.


Cuando conseguí reconstruir de una manera coherente su historia descubrí a un lusitano, menor de edad, que se había escapado de una granja de desintoxicación, de la cual contaba verdaderas barbaridades, sin un duro y con ganas de volver con su familia. Por aquel entonces yo todavía vivía en casa de mis padres. No se qué fue, pero algo abrió mi corazón. Algo golpeó mi intuición para despertarme. Solamente pedía ayuda y no me podía negar a dársela. Sabía que me podía meter en un follón importante. Extranjero, sin papeles, menor de edad y ex toxicómano. El perfil era como para fiarse. Pero yo me fié.

Lié a mis amigos, le dimos de comer, le dejamos ropa. Lo lleve a casa de mi hermano, con la colaboración de mi cuñada de entonces, y algo más que mi hermana siempre, Cuca. Lo duchamos, lo dejamos descansar y le organizamos un plan. Localizamos a su familia en Portugal y le ayudamos a volver hacia su casa al día siguiente. Esa noche dormimos en Castaños. A saber los días que hacía que no dormía en una cama y se duchaba.

Una vez camino de su casa, reflexionamos de nuestro exceso de vocación samaritana y de confianza. Podríamos haber sido victimas de un engaño, de un asalto y incluso de algo más fuerte y tétrico. Pero yo siempre me he fiado de mi primera impresión y de mi intuición. Nunca me ha fallado. Llegó a su destino y nuestra aventura concluyó, o así parecía.

A los meses regreso de visita, para agradecernos nuestra ayuda y pasar unos días en Alicante. Fue un periodo menos intenso y emocionante. Regresó a Portugal y nunca más supe de él.

Hoy , 17 años después, tras una jornada dura de trabajo y bien entrada ya la noche, me he sentado frente a mi portátil, mientras cenaba algo, a revisar mi correo personal. 23 mensajes. Publicidad, más publicidad, ofertas de vuelos, sugerencias de Facebook. Ricardo ----- quiere ser tu amigo. Me suena este nombre pero no lo encajo en ninguna de las carpetas de mi vida. ¿Amigo de amigos? ¿Trabajo? ¿Familia?... no consigo ubicarlo.

Hay algo que me dice acéptalo. Sigo fiándome de mi intuición. Pulso el botón de Agregar a mis amigos. Entro en su perfil y no me suena su historial pero en su mirada hay algo familiar. De pronto, se abre una ventana del chat. Ricardo ----- dice:
-Hola, ¿qué tal estás?
Yo contesto, intrigado:
-Te conozco, no te recuerdo....
Salta otra línea junto a su foto y dice:
-Claro que me conoces, soy un chico al que hace 17 años ayudaste a volver a casa....

Me quedo callado, casi petrificado. Pasan unos breves segundo que me parecen horas. Es cierto, recuerdo esa historia como si fuera hoy. Él, temblando, perdido. Yo, confiado, con la mano extendida.

Me responde a mi interés por saber como le ha ido todo en la vida:
- Todo bien, vivo en Lisboa, tengo una empresa de transportes y ya no hago tonterías...
- Me alegro mucho. Esto ha sido una gran sorpresa- Acierto a decir yo sin dejar de buscar mi sitio en esta conversación.

-Sólo quería darte de nuevo las gracias.

Gracias a ti, por la memoria. Por buscarme en el caralibro y recordarme. Gracias a mis guionistas por estas piruetas espectaculares de mi vida. Gracias por haberme devuelto la sonrisa en un día complicado. Gracias por haberme devuelto por un momento a mi mismo. O a ese yo que era entonces. Más confiado. Más idealista. Mejor persona.
Gracias

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