domingo, 19 de junio de 2011

La noche del eclipse

Hay noches que, aún siendo esperadas, no dejan a nadie indiferente. Desde hace siglos, por no decir milenios, los sucesos astronómicos se predicen con anticipación y siempre han generado en la población una dosís de curiosidad, al cincuenta por ciento entre la fascinación y el temor bíblico.

Antiguamente se les atribuía poder sobre las catástrofe, plagas y otras desgracias. En algunos casos sobre cambios históricos y sucesos que convulsionarían a la sociedad de la época. Por lo visto algo hay de cierto en todas estas teorias o supersticiones. Esta es una noche de eclipse.

Siempre hay algo bello en lo trágico, y si no que se lo digan a Shakespeare. Algo que emociona en esa tormenta de dolor y destrucción que desencadenan los hitos históricos.Nada será igual al día siguiente ni nadie será el mismo al segundo inmediato. Ni mejor ni peor, pero nunca más igual.

La proximidad a la política nunca me ha resultado algo indiferente. Al principio, cuando en la juventud descubres los conceptos utopía, ideales, sociedad, etc..., te fascina poder luchar por un mundo mejor en la defensa de unos principios y colaborando para alcanzar una sociedad mejor y más igualitaria donde se garanticen las oportunidades por igual y se proteja al más débil.

Luego cuando vas haciendote mayor y la vida te lleva a las cercanías de la vida política, realmente la decepción lo rodea todo, junto a un cierto tufo a podrido que en ocasiones resulta insoportable. Le pierdes el respeto y desaparece la idealización de la causa común y de la lucha altruista por la utopía.

Al contrario, te parecen más cercanos los bajos fondos de Gotham Town, rodeado de villanos, y gente oscura con oscuros objetivos y más oscuros intereses.Buscas a toda costa al super héroe de cuento que solucione esta inquietante viñeta en la que te ves sumerjido. 360 grados y nada. En este mundo no existen buenos y malos. Esa dualidad se encuentra directamente en cada uno de ellos, en cada uno de nosotros.

El aire se hace dificil de respirar. Está viciado, es denso y agridulce. Cuesta tragar.

También es cierto, que en estos ambientes, descubres personas que te permiten sobrevivir. Detrás de esa piel de balanza entre el bien y el mal, encuentras seres humanos de carne y hueso, con sus filias y sus fobias, con sus miedos y sus momentos de gloria. Gente que te tiende la mano y confia en ti. Que te da una oportunidad para demostrar lo que vales. Gente que te proteje en los momentos dificiles y que no vuelve la cara ante el primer revés.

Y por imposible que parezca nace el aprecio y, en ocasiones, la amistad. De este lodazal nacen extrañas y bellas flores. Flores que da lástima ver pisotear por los hombres oscuros, de más oscuras intenciones, borrachos de poder y de venganza, en una de esas noches en que la luna se torna negra por unos minutos.


Y esa noche te quedas ahí, mirando bajo el eclipse como agonizan los tallos quebarados del árbol que te protegió y te dió cobijo. Y ves como se cae esa armudura de roidos metales y pestilentes heridas, y por primera vez, ves a la persona, desnuda, derrotada y que de nuevo te tiende la mano. Esta vez no te ofrece ayuda ni confianza, pero la tiende. Y dejas caer la utopía y las ideas, y te encuentras, persona contra persona, y no eres capaz de mediar palabra. Solamente un abrazo o un apretón de manos que es una declaración de intenciones, y una mirada sincera que dice gracias en dos direcciones.

De pequeño me enseñaron que de bien nacido es ser agradecido. Nunca lo he olvidado. Es dificil porque la memoria para mí es un estilo de vida, y parte de mi escala ética. Para bien y para mal.

Y mientras la luna se torna oscura, veo partir un coche que destila aromas de viaje sin retorno. Mi mano derecha se alza diciendo adios, y en mis ojos asoma, sin saber muy bien por qué, un dolor liquido que dice gracias.

Aquí, en esta explanada nueva y solitaria que me depara la vida, he comprendido la grandeza de la tragedia y la sombra larga y tenebrosa que tienen los hechos acontecidos una noche de eclipse.

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