domingo, 24 de julio de 2011

Ser del montón, esa bendición

La Vida no siempre es fácil, y menos si tienes el extraño reto de ser alguien en ella. Nos empeñamos en marcarnos metas, conseguir escalones dentro del escalafón social y profesional, en crearnos una imagen y un nombre. ¿Y todo eso para qué? ¿De qué nos sirve? Lo único que se me ocurre es la busqueda de alimento para el ego personal, disfrazado de superación y triunfo.

A veces veo esos triunfadores de la vida, perfectamente acicalados, de movimientos perfectamente estudiados y formas encorsetadas y contenidas, como se mueven por el mundo con ese aire de superioridad impostado y cierta mueca de sacrificio que se atisba en el fondo de su mirada, cuando se dignan a cruzarla con la tuya directamente.

Pienso, entonces, en lo duro de su sacrificio constante. Reparo en la tortura de la perfección autoimpuesta. Observo detenidamente su trayectoria, como quien observa un experimento de laboratorio, y saco mis conclusiones detenidamente. Realizo comparaciones inevitables entre su rutina y la de la vulgaridad.

Con lo bonito y lo fácil que resulta ser del montón. Es una decisión totalmente liberadora. Una actitud de vida que desprende energía positiva con la misma eficacia que una central nuclear desprende mal rollo en la costa de Japón. Ser vulgar es una apuesta segura por la libertad de pensamiento y acción. Garantiza cuotas de felicidad imposibles de alcanzar mediante el autocontrol y la superación personal en pos del éxito personal y social.

Analicemos punto por punto en lo que me baso para pensar de esta manera.

Por ejemplo, la indumentaria y la imagen personal. Todo aquel que pretende ser algo o alguien en la vida vive, desde pequeño, torturado por los dictados de la moda y de lo políticamente correcto. Siempre pendiente frente al espejo por si las texturas y colores de las prendas, que eligen diariamente para enfrentarse a la trinchera de la calle, combinan adecuadamente y te pueden alzar a los altares de la elegancia.
El del montón no sufre esta presión ni este tipo de conflictos. Puede utilizar perfectamente la camiseta de su equipo de fútbol preferido para cualquier actividad de su vida cotidiana. Bajar la basura, acompañandola de un pantalón corto de pijama, raído y más bien cagaero (dicese de esa prenda que cuelga por debajo de la parte donde la espalda pierde su noble nombre, como si te hubieras jugado y perdido a las cartas ese trozo de anatomía. Más propio de los varones casados y sedentarios. Suele ser adquirida por la madre del varón para desespero de la cónyuge). También la puede utilizar para salir un fin de semana con los amigos de copas, incluso en presencia de novias y esposas, pintadas como loros y encaramadas a piezas de calzado blanco de polipiel de dudosa procedencia. Puede ser utilizada para tirarse en el sofá, mientras se sincroniza la visión de eventos deportivos y los rozamientos rítmicos y sonoros, por encima del pantalón del pijama, de los genitales.


El vulgar no distingue entre ropa de mañana tarde y noche. Simplemente clasifica las prendas por su utilización vinculada con la climatología. Calor es igual a bermudas y frío a forro polar. Igual que no le da importancia a la procedencia de la prenda. Una camiseta de publicidad es igual de válida como prenda de vestir que un polo de marca. Las dos tienen manga corta. Los colores tampoco son importantes. Todo se puede poner con todo siempre y cuando no genere descargas eléctricas o reacciones químicas impredecibles.

Otro punto es el ocio y el entretenimiento. Mientras el que aspira en la vida a un puesto en la memoria o el respeto colectivo debe seleccionar detenida y minuciosamente su menú, el chungo no necesita de este tipo de tamices. Todo vale y cuanto menos hay que pensar más interesante es. No necesita de documentales culturales ni sobre naturaleza. Sus películas de culto no deben aspirar a que su guión compita en calidad con grandes obras literarias. Solamente debe acumular artefactos tecnológicos que puedan provocar grandes desgracias, catástrofes naturales, siliconadas con escotes de vértigo y ciclados capaces de repartir leña a diestro y siniestro, siendo capaces de repetir con cierta coherencia cuatro lineas de texto. También sirven las películas de pandilleros, tetas, alcohol y humor escatológico.

En cuanto. La televisión, pan y circo es su dieta. La cadena amiga nutre durante toda su parrilla de carnicerías en directo, degradaciones de la autoestima y la ética previo paso por caja y realities donde elevar a los altares a los mejores del club de la mediocridad. En este punto, los chungos coronados corren un gran riesgo. Querer ser alguien entre el montón. En ese momento se quiebra el equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza y nace Aida Nizar. Desde ese instante todo por lo que hemos luchado y hemos conseguido comienza a resquebrajarse. No es la crisis mundial el peligro. El verdadero temor lo debemos tener a los chungos que quieren ser alguien de repente. No voy a citar más ejemplos pero todos tenemos algunos en mente dentro y fuera de nuestras fronteras.

Como último punto de análisis tomaremos la alimentación y la cultura gastronómica. Para uno del montón, cultura gastronómica es el número de take aways que es capaz de recordar, así como los tiempos necesarios para calentar en el micro las distintas marca de precocinados. Las sensaciones que cuentan para ellos es la de saciedad y el indice de grasa por centímetro cúbico. Lo importante es el más es más. La calidad no cuenta si hay cantidad. Eso libera de mucha presión sobre la idoneidad de los ingredientes, la elaboración y el fascinante mundo de la presentación. Qué necesidad hay de perderse en unos Aromas de mar sobre arena de tuétano de buey y reducción de mollejas y chistorra pudiendo pedir el nuevo XXL del burguer de moda. A la parrilla.

Visto lo visto, no sé en que momento decidimos someternos al autocalvario de la superación y el cultivo de la mente y el alma. Qué nesesidad había de querer salir del barrio para ser alguien con lo bien que se vivía, sin preocupaciones ni aspiraciones, siendo el hijo pequeño de los de la tienda de comestibles. En qué desafortunado momento se atraviesa la barrera, se decide dejar de ser del montón, uno más, para someterte a este castigo divino, a esta constante lucha con uno mismo y con tus instintos primarios. ¿Por qué quien no tiene una camiseta vieja, de propaganda, que es su preferida para estar por casa, llena de agujeros y desbocada por todas sus aberturas? ¿ A quién no se le han alzado las comisuras, en algún momento, ante un comentario hiriente de un tertuliano o presentador del Sálvame? ¿Quién no ha bajado nunca a la vía pública en pijama?

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

1 comentario:

  1. ¿Quien no se ha comido un menú chino en casita viendo las cornada de Paquirri en TV? ; )

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