lunes, 7 de noviembre de 2011

El suave sabor de las manzanas en Otoño

Uno de mis placeres favoritos en los primeros días de otoño es despertarme envuelto en el edredón, mientras escucho las noticias en la radio. Mientras tanto el sol juguetea tímido, desde el patio interior, con mi visillo de dimensiones teatrales. Adquiero conciencia lentamente conforme se despierta el lunes. Le robo aroma a café y tostadas a algún vecino que disfruta del fresco matinal mientras desayuna. Nada me resulta más placentero que un día laboral sin horario predeterminado. Me gusta la diferencia.

Mientras me cuelgo de recuerdos de otras mañanas en Bilbao, troceo firme y un tanto melancólico, las preciosas manzanas rojas que me consiguió Ana. Perfectas, sensuales, a mitad de camino entre el pecado y el cuento de hadas. Sencillamente bellas.

El cuchillo sueco de mal oficio y excelente precio las convierte en cuatro trozos similares a los que les sustraigo la correspondiente porción de corazón. Qué fácil resulta extirparlo cuando no hay nada en juego. Tres manzanas, doce trozos que albergan el sabor con el que deseo comenzar esta semana.

Desenrollo el cable que, en algún momento ya lejano, fue blanco plástico. Lo enchufo mientras acerco uno de mis vasos suecos de mejor oficio y precio que el cuchillo. Introduzco los trozos del delito, uno a uno, en el orificio superior de la licuadora y subo el interruptor sin compasión. Desaparecen bajo la presión del embolo, uno tras otros, convirtiéndose en pulpa y zumo, las cuales siguen caminos diferentes y también distintas suertes.


El sonido intenso y  agresivo me devuelve a aquella cocina de Santutxu donde recuerdo haber sido feliz. Uno de los pocos sitios donde recuerdo esa sensación, recién levantado, sin importarme nada más allá que un zumo para dos. En aquellas mañanas eran manzanas, apio y zanahorias para combatir las secuelas del orujo de hierbas de la noche anterior.

Se detiene el ruido y la memoria a la vez. El vaso está lleno de un zumo rojizo y muy apetecible, como los recuerdos. Le doy un trago grande, con la absurda idea de disolver el sabor agridulce de los fracasos. Pienso, a la vez, que la vagancia me priva tantas veces de estos placeres. Los del zumo y los que generan estos recuerdos que me devuelve el sonido de la licuadora bicolor, con cierto aire retro y amable.

La vagancia profesional la tengo relativamente controlada. Digamos que soy un vago muy disciplinado. Cuento también con la ventaja de disfrutar de mi trabajo. Soy uno de esos pocos afortunados que, casi siempre, ha hecho lo que ha querido y lo que le ha gustado. No me pasa lo mismo con la vagancia emocional.

Las cicatrices de antiguas derrotas y batallas se han transformado en oxidada armadura. Me han convertido en un ser dejado y receloso en estas materias. Ni perdono ni me perdono a mí mismo, en el fondo. No sé como gestionar esta incapacidad de gestionar tiempos y emociones, de cultivar con paciencia y generosidad las esperanzas para que florezcan en posibilidades. Quizás duelan, aún, demasiado las espinas de otras cosechas infructuosas. Fracasos que han convertido mis manos en insensibles y llenas de durezas, al igual que un corazón que se está volviendo maduro, casi sin haberse desecho de su envoltorio protector.

El sabor de esas manzanas diluye cierto sabor agridulce del pasado, confirmando que cada pieza de fruta contiene su propio tesoro. Líquido, sensual, sorprendente la primera vez y deseado las siguientes. Esta percepción castiga mi modus operandi al trocearlas, sin compasión, sin duda. En ningún momento pasó por mi cabeza que querría ser esa manzana cuando crecía en su árbol. Solamente tuve en cuenta mi deseo por ingerir su jugo, con ansia y de un solo trago, sin apreciar su verdadero sabor. Sólo quería borrar antiguos reflujos que te envía la Memoria cuando bajas las defensas sin tener presente la posibilidad de disfrutar un momento único, especial entre ellas y yo.

Y yo perdido en el sonido de mi licuadora.

2 comentarios:

  1. Buenaaas cavanga! Preciosa la forma de relatar algo tan cotidiano como levantarse por la mañana y hacerse un zumo de manzana para desayunar.

    Un saludo, a partir de ahora seguiré tu blog, porque me ha gustado mucho la forma como escribes.

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  2. muchas gracias, Jorge!!!!
    un placer tenerte por aqui

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