jueves, 15 de marzo de 2012

La noche de mi Gitana

Son las 22,30 y me voy a la cama. La Champions y Tele5 lo han conseguido. Aparte del cansancio propio de una jornada laboral de mitad de semana.

No es suficiente que se retransmita el fútbol en un sola cadena. Le sumamos una infinidad de sucedáneos de cadenas que reproducen programaciones pasadas y series repetidas como un mantra tibetano. Y luego Tele5 y el novedoso vicio de los biopics. No puedo comprender esta afición por producir y programar micro series de dudosa factura y discutible elenco, basadas en las vidas "interesantísimas" de personajes de medio pelo del reino del papel cuché.

Pero el colmo de esta nueva afición es La noche de mi Gitana. Esa amalgama de programas entorno a la TVmovie sobre Isabel Pantoja y sus amistades peligrosas. Es un verdadero ejercicio de retroalimentación en un estercolero de un grupo de hienas que destrozan la historia personal de muertos y vivos para tener contenidos con los que continuar su circo mediático. No tienen suficiente con realizar esa especie de telenovela biografiada del personaje popular, si no que se permiten realizar programas paralelos donde juzgar y escarbar en las heridas, unas cerradas y otras no, unas privadas y otras no, de las personas en que se inspiran los personajes.

Y para terminar, durante toda la semana, pasan el tamiz de los todopoderosos contertulios del Sálvame y similares escorias televisivas. Esta especie de cortesanas de la comunicación, que por un sueldo bastante indigno e inmerecido, se destapan, se arengan como perras violentas, se insultan, faltan al respetos de todo bicho viviente y se permiten poner en duda, difamar y crear bulos de cualquiera por tener una silla bajo los focos. Le han perdido el respeto a los personajes, al público e, incluso, a ellos mismos por dinero. Cual ave de rapiña por un trozo de audiencia o por propio ego ensangrentado y con aromas de odio y rabia.

No entiendo en qué momento nos hemos permitido poder destrozar públicamente a nadie, ponerlo a los pies de los caballos y juzgar su vida privada por un contrato o por conseguir audiencia u otros oscuros objetivos. ¿Qué estamos haciendo mal? No todo vale.


Y que conste en acta que esto no es una defensa del personaje público, al cual no le profeso ninguna admiración especial. Pero no deja de ser una persona, con sus glorias y miserias, sus virtudes y defectos. Una persona con una faceta pública y otra privada que debería serlo siempre. Privada. A la cual nadie tiene derecho a entrar con los caballos, airearla y divulgarla, especulando, atribuyendo conductas y acciones no probadas y sentenciandola en tribuna pública, sin ninguna posibilidad de defensa. En el patíbulo televisivo, todo reo es presuntamente culpable mientras no demuestres lo contrario. Y la voz de la alimaña periodística suele ser palabra del Dios catódico. Y difama que algo quedará y crecerá la audiencia. Y si te demandan, seguramente los réditos son superiores al castigo.

Algún día debería la Ley hacer responsable a las cadenas de los contenidos y de las opiniones e informaciones que se vierten desde sus platós. Deberían recibir castigos ejemplarizantes, marcando claramente cuales son las líneas rojas que no se deben atravesar. Ni por Kikos ni por Cocos.

Hay que reconocer que los personajes bordean en ocasiones la línea roja desde el otro lado, aireando sus miserias por rentabilizarlas en el papel cuché o en el prime time. Es como enseñarle la herida sangrante al león y querer que no te muerda. Claro que si no hubiera quien pagará para emitir miserias ni quien lo hiciera para verlas o leerlas, otro gallo nos cantaría.

Reconozco que en momentos de debilidad, caigo en contemplar este circo repugnante. Me hipnotiza, como la serpiente del Libro de la Selva, hasta que las arcadas me devuelven la conciencia. Y en esos momentos es cuando decido perderme en un libro, una buena película o en un profundo sueño reparador. Y la Gitana que se pierda por soleares....

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