lunes, 17 de diciembre de 2012

Mirar al mar

Me retuerzo bajo el edredón. Hace frío con desgana. En la radio llueve una cadente letanía de desgracias y desafortunadas decisiones gubernamentales. La Justicia le planta cara a los desalmados y le pone puertas al campo de los desmanes capitalistas.

Parece que el día amanece un poco mejor. Pero sin excesos. La mancha gris del pesimismo nos sigue aplanando el ánimo a todos.

Llevaba meses mudo de letras sobre este ciberpapel. No sé muy bien porqué en un momento dado perdí la palabra. Supongo que dejándome llevar por la marea de los acontecimientos y la vorágine de los tiempos me sumergí en otros mares más oscuros y amenos que los de mis relatos.

Me senté en una playa desierta a ver la vida pasar, las nubes, las noches, los días. No podía dejar de mirar sin moverme de la arena, con las manos entrelazadas por delante de mis rodillas. El tiempo también pasaba, la gente, las alegrías y tantas penas, que dejaron huella en mi rostro como el salitre de la brisa marina. Esa que te acaricia y te desgasta por igual.

Y una tarde me di cuenta que tenía frío. Mis Bermudas y esa camisa de lino azul desgastado que me encanta ya no son protección suficiente para estos tiempos. Enterré mis pies desnudos en la arena buscando calor mientras me envolvía en un pareo y seguía mirando el mar. Y este me recuerda que no se puede estar eternamente esperando que las olas te devuelvan la respuesta. En ocasiones, hay que darle la espalda al gran azul y buscarla tierra adentro.

Hoy me despierto en mi reino interior con ese frío disidente y anecdótico, con la luz que tamizan mis persianas de bambú. Huele a Navidad y abeto, a tintineo de bolas rojas de cristal increíblemente fino y bello, a pastas caseras y reencuentros. Pienso en las cosas que tocan en un día como hoy... Trabajo, amigos, cortinas, bancos y facturas.... Quiero perderme un rato en el mercado, y si me da tiempo también a mirar la vida desde mi balcón.

Hoy me he despertado, por fin, retorciendome bajo el edredón, en mi reino interior y mirando la vida pasar sin esperar que me la devuelva ninguna ola de cresta blanca y efímera.

He decidido levantarme y disolver el salitre que me cubre en una ducha caliente y reconfortante, mientras ordeno mi agenda mentalmente. Queda tanto que hacer, queda tanto por lo que levantarse y andar, aunque sea para decir no, aquí me paro.

Buenos días y no se olviden de mirar al mar, aunque sea de soslayo, para saber donde está la tierra que pisamos.


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