domingo, 20 de enero de 2013

El retorno a ninguna parte

El traqueteo del tren quiebra la noche oscura por la Mancha. El interior del vagón, repleto e irrespirable, se refleja en las ventanas con esa luz amarillenta que vuelve enferma la cara más sana.

Una vez más volviendo de Madrid a casa. Una vez más sin muchas ganas de volver a la cruda realidad. Me cuesta asumir la rutina y me resisto a ello dentro de este jersey de lana gris de corte moderno y tacto atemporal.

Llevamos 20 días del nuevo año y la realidad oscurece más si cabe cualquier funesto presagio para el primer 13 de este milenio. Y mientras tanto yo me pregunto. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Esta claro que parte de la culpa es nuestra, por permitir el imperio del desmán durante los años de bonanza y por mirar hacia otro lado mientras los contrabandistas se hacían cargo del futuro de nuestra civilización. Nosotros les firmamos, les votamos, los enriquecemos y les permitimos campar a sus anchas, mientras no se ha puesto en duda nuestro modelo de vida de falsa opulencia primermundista.

Pero también hay que responsabilizar a estos bucaneros, carentes de ética y principios, que no sean propiamente los que fomenten el enriquecimiento personal. A estos que han tomado por asalto las instituciones, la banca pública, las grandes empresas y ahora pretenden apropiarse y desmantelar los reductos del estado del bienestar. Educación y sanidad.

Mientras el tren avanza y veo la foto de las huestes de Mariano el breve en las fotos de la prensa me pregunto de donde sacan las agallas para sonreír en público y evitar pedir perdón y marcharse por la puerta de atrás, con un mínimo de decencia torera. Millones en cuentas suizas contra millones de parados, miles de desatendidos en la sanidad, cientos de servicios públicos colapsados y más millones de ojipláticos españoles que contemplan la putrefacción de su país en mano de esta tribu de carroñeros con corbatas de seda, botox y bolsos de marca a cargo del presupuesto público.

Cuando giras la cabeza hacia la izquierda tampoco ves que ninguno se rompa la camisa como Camarón ante el espectáculo. ¿ Por qué callan? No huele bien. Miedo, corporativismo o complicidad. Ninguna opción me parece buena.

La prudencia tampoco me la parece cuando ves que la mendicidad se ha multiplicado exponencialmente, ocupando sus filas miembros de la hasta ahora sociedad civil activa ( o de bien, como dicen los rancios). No está bien cuando los que pueden reparten comidas voluntariamente a los que no tienen en las plazas ante la ausencia de decoro de los estamentos públicos, que siguen derrochando caudales en exposiciones de belenes, y campañas publicitarias de todo aquello que no hacen.

Mientras el tren quiebra en dos la Meseta me sigo preguntando cuanto más estamos dispuestos a aguantar y cuanto más están dispuesto a seguir defenestrando en pro de ellos mismos y los suyos. Me cuesta creer que esto está pasando realmente y no es una absurda pesadilla.

Sigo pensando que cada vez me cuesta volver más porque soy incapaz de reconocer a donde vuelvo. A lo mejor ha llegado el momento de partir para no retornar.

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