martes, 5 de marzo de 2013

El momento justo

Este año el invierno ha decidido hacerse pesado. Carece de la educación que se le supone a aquel que es capaz de adivinar el hastío que provoca su presencia en la mirada de los otros. Frío, lluvia y viento a primeros de marzo. Nieves cerca de la playa cuando los almendros ya han florecido. Evidentemente no ha sabido retirarse en un su momento justo.

Debe haberse convertido en una constante en nuestra sociedad actual. Ni los políticos, ni las parejas rotas, ni las amistades muertas saben retirarse en el momento justo para cerrar su libro y dar paso a un futuro incierto en otras aventuras u otros brazos.

En algunos casos supongo que el ansia de poder y control nos aferran al sillón, en otras la cobardía nos impide tomar decisiones valientes y quebrar la tabla y comenzar un nuevo retrato de la realidad. El egoísmo también puede ser el motivo para no renunciar a una realidad, tan confortable como carcomida, en busca de una nueva realidad, incierta y fascinante a partes iguales.

También es cierto que soy incapaz de asignar ninguna de estas razones a ningún caso concreto. ¿Por qué es diferente el político corrupto que se niega a renunciar a su situación privilegiada del amante que se refugia en el confortable hogar destrozado de la relación muerta? ¿Por egoísmo, por cobardía, por perder capacidad de control, por falta de ética?

Nunca me deja de sorprenderme la capacidad del ser humano, en las distintas facetas de su vida, para justificar lo injustificable, renunciar a la propia dignidad o aferrarse a un clavo ardiendo. Y no seré yo el que tire la primera piedra, puesto que en incontables ocasiones me he aferrado a relaciones muertas, a amistades inconvenientes o ideales traicionados.

Cierto es, que el género humano tiene desarrollada una capacidad increíble para ver y juzgar, con la misma velocidad, la paja en el ojo ajeno sentados, eso sí, en su propia viga. Y es que lo nuestro nunca es lo que parece y posiblemente el resto no sepan de la misa la media, ni que la procesión va por dentro. Por dentro de nuestro propio ateísmo ético, el cual no seremos capaces ni de reconocernos a nosotros mismos, esa mañana gris en la cual no podemos con la vida, al mirarnos, frente al espejo, a los ojos y sin disfraces.

Dicen que este mundo es de los valientes, pero seguramente no se referían a saltar d ningún puente con una goma elástica que nos oprima los genitales. Quizás se referían a saber en que momento cerrar determinadas puertas y no tener miedo a buscar nuevas ventanas. Solamente es cuestión de encontrar el momento justo.



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