martes, 16 de julio de 2013

No soy de ninguna parte

De nuevo vuelvo a escribir desde el traqueteo del tren, cada vez más suave gracias a la tecnología y a millones de euros. Pasan cadentes paisajes de verano mientras mi columna se adhiere al asiento como un tapizado eventual y extraño. Pienso casi a la misma velocidad que el viaje desgrana postes, molinos y terrenos aparentemente yermos. Mi cabeza ya no sabe bien se va o si viene. Mi corazón ya no tiene filiación ni patria.

Este año está siendo convulso..., como todos los últimos, pienso mientras escribo. 6 meses, tres ciudades, tres mundos distintos. Uno del que huyo, por higiene mental y supervivencia. Las historias son finitas, tienen comienzo y fin. Y el fin de la mía con esta ciudad hacia tiempo que estaba cerrada.

Mi vida se ha tejido entre sus confines, con la mirada puesta siempre en abandonarlos. Esta tierra tranquila, bañada por el mar se ha convertido en una celda para mis ansias de aventuras, para mi fagocitaria necesidad de nuevas experiencias. Demasiada paz para un alma inquieta y algo atormentada.

Los meses en Toronto me demostraron la capacidad para nadar en mares grandes, la necesidad de recibir gran cantidad de estímulos para alimentar el ansia por vivir, por conocer, por crear. Para desarrollar mi propia escena en este mundo.

Dicen que correr es de cobardes, y puede que tengan razón. Quizás yo huyo de mi mismo y de mi propia realidad buscando una en la que me sienta más cómodo, más yo mismo. Es cierto que en este trasiego de trenes, aviones y carreteras, he dejado olvidado, en la barra de algún área de servicio, quien soy y mi filiación.

Viajo veloz, de nuevo, a mi destino. Ya llevo un mes en Madrid y no tengo conciencia del cambio, como algo agresivo o quirúrgico. No siento que me hayan extirpado nada, ni h nadie. Solamente sé que por primera vez desde hace mucho tiempo, me siento libre, con ganas de nuevas metas, de construir un nuevo espacio.... Pero de momento sólo son ganas. Mi piel sigue adherida al pasado y al asiento de este tren, viajando de un punto a otro, sin patria ni filiación.

Mientras el sol refleja en este gusano metálico, yo busco mi origen y mi destino, entre estas líneas y mis pensamientos. En mitad de La Mancha extensa y cereal, no soy de ninguna parte. Ni sé bien de donde vengo ni hacia donde voy. Sólo me siento como mi propia patria y bandera. Sin raíces ni equipajes sobre este traqueteo suave del eterno tren.


2 comentarios:

  1. Creo, que no seguro, que sentirse en el aire, sin atarse y sin ser atado por nadie y nada es un escalón que tarde o termprano hay que pasar y que aporta más de lo que muchos pensamos.

    Un saludo Mr!

    ResponderEliminar
  2. NO CORRES NI HUYES.......SOLO VIVES. CADA DIA ESTOY MAS SEGURA DE QUE LA EPOCA DE LOS 45 A LOS 50 ES LA ULTIMA QUE NOS DA LA VIDA PARA, YA DESDE LA MADUREZ (O LA INMADUREZ QUE ME GUSTA MÁS, DAR EL ÚLTIMO GIRO A NUESTRAS VIDAS. ÉSTE PUEDE SER DE LOS GRADOS QUE NECESITES, QUIERAS O TE ATREVAS.....Y, AMIGO, HAY ALGUNOS QUE NACIMOS VALIENTES.
    P.D.: dentro de 3 años, recurdame esto, pero cambiale la década....porque algunos no cambiaremos nunca de forma de ver la vida.
    TE QUIERO

    ResponderEliminar