jueves, 12 de enero de 2017

Propósitos de Año Nuevo para no cumplir

Un año nuevo, 365 días nuevos, a estrenar. Un mundo entero a descubrir que no negaré que siempre me provoca cierto vértigo. 

Cada año que empieza todos perdemos nuestro tiempo en redactar mentalmente listas infinitas de propósitos nuevos, empeños a desarrollar, empresas imposibles y retos de titanes cojos. Todos en el mismo saco, todos con el mismo futuro incierto. Todos con el firme propósito de ser incumplidos y enterrados en el cajón de Asuntos Postergados sinedie.

Yo tengo la mía particular. Una para cada enero, una para cada inicio de ejercicio. Escrita entre restos de cansancio, decepciones, victorias, proyectos encauzados y otros miles hilvanados. Archivada para que no se pierda en la B de Buena Voluntad, con el epígrafe de Improbables.

Cada uno tenemos nuestros propósitos fijos en todas las listas, año a año. Hacer deporte, comer sano, ser más disciplinado, trabajar menos y vivir más, acordarme más de los míos y menos de los indeseables del camino, etc...

Entre mis favoritas está hacer ejercicio. He de reconocer que desde que vivo en Madrid tengo más disposición a estos temas. La cercanía de El Retiro, y de un gimnasio asequible y no excesivamente petardo lo facilitan. De momento he conseguido dos avances fundamentales, que antes no formaban parte de mis prioridades ni de las no tan prioritarias. Tengo ropa deportiva y pago religiosamente la cuota del Gym. El propósito de este año es darle uso a ambas con regularidad. He de decir que cuando lo hago me siento mejor y se convierte en mi tiempo personal e intransferible. Me falta cierto espíritu de sacrificio y esa disciplina que también figura como objetivo de las tareas a realizar.

Otro de mis propósitos es el de vivir Madrid como lo hacía hace 10 años. Bebérmelo a tragos largos, respirarlo hondo, devorarlo con las suelas de mis zapatos. Más arte, más pasear, más sociabilidad...descubrir miles de rincones escondidos  a la vuelta de la esquina. Crearme una ruta estable de galerías de arte y lugares de culto como una rutina formativa y liberadora de la atroz rutina laboral es el objetivo, junto con consumir más teatro, cine y ocio de manera constante. La misión es transformar mi rutina en más abierta, curiosa, experimental y algo más nocturna.

Ser consciente y abanderado de mis actos y mis logros en otra de las improbables tareas. Hacer carta de presentación de lo conseguido y de la capacidad de crear nuevas historias, imágenes y caminos. Ejercer sin vergüenza la paternidad de estos vástagos y defenderlos con la cara bien alta. Acompañar la actitud vital de una actitud física y mental. Yes, I can. Y creérmelo, coño. Y en singular.

Y el reto más complejo y el siempre más postergado es afrontar la reconciliación entre mi yo privado y mi yo público. Dedicarme a mí para poder abrirme a los demás. Quererme a mí para poder dejar que me quieran. Dejar que la vida juegue sus cartas y no robarle la mejor mano en pro de miedos absurdos y absurdas autoprotecciones.

Mientras la escribo la veo desvanecerse entre miedos, inseguridades, cobardía disfrazada de vagancia y constantes archivos en pa'luego. Pero el propósito de este año es testarudo. Es hacer firme y cierta esta lista. Y por eso la escribo. Como un contrato entre ustedes y yo de crecimiento...

Dentro de 365 días les contare las excusas y desastres que conlleven la incapacidad de obligarme a ser yo mismo

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