lunes, 17 de octubre de 2016

La dictadura de los neonatos

Acabo de desnudarme y meterme en la cama, casi como último acto consciente del día. A estas horas ya dejó de ser casi persona, y balbuceo cual bebé adormilado después de un atracón de teta.

Admiro de una manera desmesurada a todas/os que, cuando llegan este momento de la jornada, tienen que lidiar con tomas, pañales, llantos, dientes nuevos, fiebres imprevistas e irreconocibles, Dalcy Apiretal y otras terminologías propias del los padres en ejercicio reciente... Benditos protectores de la especie... Para una noche de fiesta, 1500 de insomnio.

No sé, ciertamente, si la paternidad, o peor aún la maternidad, están sobrevaloradas. Lo que sí se seguro es que los que las padecen están sometidos a una abducción impropia de las gentes normales y corrientes. De las personas humanas de todos los días.

Esto no quiere decir que sea contrario al hecho de la paternidad; aunque no me declaré fan confeso tampoco. Creo que es un asunto de necesidad biológica, y os puedo decir a ciencia cierta, que para este tema debo ser de letras. Los niños en los tebeos.

No soy un ogro gruñón cuando siento a esos pitufos a mi alrededor. Tampoco soy Fofo, para que nos vamos a engañar. Incluso por algunos de ellos que han pasado por mi vida tengo un aprecio considerable, incluso un amor bastante más desarrollado que el que siento por la mayoría de adultos que me rodean.

Lo que es totalmente cierto es que detesto, no puedo soportar la dictadura de los neonatos. Esa imposición despótica de una nueva generación de súper padres y súper madres que se piensan que son los primeros en criar en esta especie, y no solo eso, están empeñados en demostrarnos a todos las bondades de la súper protección y de la ausencia de educación activa sobre los niños. Esta actitud se traduce en la extensión a toda la sociedad de una paternidad subrogada, de un modo obligatorio y no consensuado.


Como sabéis, por mi trabajo trato con un público muy variopinto a lo largo del día. Unos más cordiales, otros más huraños, otros más educados y la peor de las sectas. Los súper papis molones que se empeñan en compartir sus retoños con el resto de la humanidad.

No. No me resulta divertido compartir mientras tomo un café los berridos de un bebé mientras su madre comparte un planazo ideal de chicas con carritos y bebés en una cafetería de moda. Y menos los de cuatro. No es un planazo para el resto de la gente que tú decidas invadir un espacio público, convirtiéndolo en parking de gran superficie, con los carros de tus súper amigas, súper grandes, súper de diseño, súper tapizados, con todos los súper accesorios necesarios para convertirlos en aptos para pasar con dignidad el París-Dakar. Súper invasión, súper egoísta.

No. Soportó al padre moderno y molón, que desayuna absorto en sus redes sociales, mientras su bebé de menos de un año destroza cual energúmeno un biberón buenísimo de toda la vida, ergonomico, súper mineralizado y tres veces homologado y una candidato a los Óscar, contra la mesa de un restaurante, ante la atónita mirada del resto de los usuarios del mismo, los cuales tienen que reprimir su malestar, para que súper papá no considere que están tensos u hostiles. Lo que está súper papá es hostiable.

No. No soporto a los papás que deciden cambiar el pañal de su niño en medio de un restaurante, compartiendo las primeras obras de sus niños con el resto de los comensales. En qué momento esta gente ha perdido la perspectiva de lo que supone el respeto del espacio común, del ocio ajeno, de la libertad de los demás, antes de su súper comodidad, y sus súper normas reinterpretadas de manuales escritos por solteras sin niños y blogueros inconscientes.

No. No soporto los padres que le preguntan a los niños... Verdad que la mamá se va ha comer ya sus huevos Benedict??. Ni los que les preguntan... Y que va ha beber el Papá?? Mientras el camarero espera absorto, ante los ojos inquisidores de las otras tres Mesas que le quedan por comandar. Como un día uno de esos bebes, que bastante tienen con mantenerse despiertos y cagarse las menos veces posibles encima, les contesten a una de sus súper absurdas preguntas, los que se van a cagar van a ser ellos.

Señores su per papis, generales de esta dictadura de los neonatos. No, sus hijos no son los reyes del mundo, no deciden el designio del resto de los mortales que les rodean. No son autosuficientes ni  tienen escala ética ni valores, ni vienen educados de serie. Es su obligación, y sobre todo su responsabilidad formarlos, educarlos en la convivencia, acotar sus actos y acciones. Es su trabajo como padres descubrirles el respeto por el espacio ajeno y las normas de convivencia. Sobre todo, queridos súper papis, buenísimas personas de familias buenísimas de toda la vida, con carritos buenísimos y enormísimos, sus hijos son suyos. Los demás posiblemente tenemos los nuestros, que son nuestra responsabilidad. O aún mejor, por responsabilidad, hemos decidido no tenerlos para no ser incapaz de educarlos sin convertirlos en un problema, en lugar de en una alegría.

Hay un refrán que dice que quien no tiene hijos, el diablo le da sobrinos. Y debería decir que y La Pena Negra te sienta en la mesa de al lado de unos súper papis, o en el vagón del tren, o en el autobús, o en el cine, o en un supermercado.......... O en la vida.

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