jueves, 20 de diciembre de 2012

El Fin del Mundo de este año

Pi, pi, pi, pi sonido penetrante en las últimas sombras de la noche. Las 7 y veinticinco y se acaba el mundo. Mierda, ya se me está haciendo tarde. Con todo lo que tengo que hacer antes de terminar el mundo.

Salgo de la cama dando un salto mortal, como si estuviera en una canción de los Hombres G. Miro desorientado hacia los cuatro puntos cardinales. Por donde se empieza un fin del mundo? Me pregunto. La habitación por recoger. Ayer no bajé la basura. Algún plato por fregar. Una montaña de ropa en el sofá descansa tras su paso por la secadora.

Hay alguna factura por mandar, no vaya a ser que esos se salven. Algún presupuesto por terminar y algunos proyectos por cerrar, no vaya a ser que me salve yo y haya que seguir comiendo.

¿Y qué se pone uno para un fin del mundo? Lo tengo casi todo por planchar. Es lo que tienen para mi las prenavidades, un sin parar. Yo soy más de sport. Unas converses y una sudadero cómoda. No muy abrigado por que supongo que se abrirá la tierra y saldrá magma ardiendo y lloverán meteoritos. Es que todo eso suena a calor. Y ademas, todos corriendo como las locas con los brazos en alto y sin destino fijo, venga que de sudar. Fijo. Zapatillas y sudadera.

Tendré que vaciar la nevera. O llenarla. No sé si ser optimista o pesimista en estas circunstancias, la verdad. Si soy pesimista me ahorro hacer compra y un montón de faena perdida. Puedo dejar los armarios como están. Incluso no poner esa lavadora de color que aun me falta.

Aunque creo que me apetece ser más optimista. Mis sobrinos están volando desde Toronto entero y me apetece verlos. Por que si fuera pesimista ellos, volando, podrían quedar en un limbo fatal. Por que mientras la tierra se destruye, los aviones que vuelan están a salvo, ¿No? Entonces aterrizarían en un mundo arrasado y sucísimo. Madre mía, con la alergia que tiene mi hermano. No, esta opción no me gusta tampoco.

Como los tremendistas lo mismo ya han llenado las despensas y esas cosas, hoy debe ser un buen día para hacer la compra. Eso si, antes del Fin del Mundo, que es a las 11. Es que luego, los cagetas saldrán de sus nidos fanfarroneando, diciendo, jaja, ves como no pasaba nada.... Y cierto tufillo a pañal por cambiar.

Ainss, de verdad, me estresa estos plazos de todo se acaba en tres horas. Menos mal que existe el whasap y los grupos. Así es mucho más fácil despedirse si vemos que en un rato la cosa se pone fea.

De momento, creo que me voy a dar una ducha y hacer fuerza para que la tierra colapse por la carrera de San Jerónimo y se lleve a los políticos los primeros. Así gestionaremos el caos de una manera más eficiente y solidaria

Feliz fin del mundo y prospero futuro nuevo.




lunes, 17 de diciembre de 2012

Mirar al mar

Me retuerzo bajo el edredón. Hace frío con desgana. En la radio llueve una cadente letanía de desgracias y desafortunadas decisiones gubernamentales. La Justicia le planta cara a los desalmados y le pone puertas al campo de los desmanes capitalistas.

Parece que el día amanece un poco mejor. Pero sin excesos. La mancha gris del pesimismo nos sigue aplanando el ánimo a todos.

Llevaba meses mudo de letras sobre este ciberpapel. No sé muy bien porqué en un momento dado perdí la palabra. Supongo que dejándome llevar por la marea de los acontecimientos y la vorágine de los tiempos me sumergí en otros mares más oscuros y amenos que los de mis relatos.

Me senté en una playa desierta a ver la vida pasar, las nubes, las noches, los días. No podía dejar de mirar sin moverme de la arena, con las manos entrelazadas por delante de mis rodillas. El tiempo también pasaba, la gente, las alegrías y tantas penas, que dejaron huella en mi rostro como el salitre de la brisa marina. Esa que te acaricia y te desgasta por igual.

Y una tarde me di cuenta que tenía frío. Mis Bermudas y esa camisa de lino azul desgastado que me encanta ya no son protección suficiente para estos tiempos. Enterré mis pies desnudos en la arena buscando calor mientras me envolvía en un pareo y seguía mirando el mar. Y este me recuerda que no se puede estar eternamente esperando que las olas te devuelvan la respuesta. En ocasiones, hay que darle la espalda al gran azul y buscarla tierra adentro.

Hoy me despierto en mi reino interior con ese frío disidente y anecdótico, con la luz que tamizan mis persianas de bambú. Huele a Navidad y abeto, a tintineo de bolas rojas de cristal increíblemente fino y bello, a pastas caseras y reencuentros. Pienso en las cosas que tocan en un día como hoy... Trabajo, amigos, cortinas, bancos y facturas.... Quiero perderme un rato en el mercado, y si me da tiempo también a mirar la vida desde mi balcón.

Hoy me he despertado, por fin, retorciendome bajo el edredón, en mi reino interior y mirando la vida pasar sin esperar que me la devuelva ninguna ola de cresta blanca y efímera.

He decidido levantarme y disolver el salitre que me cubre en una ducha caliente y reconfortante, mientras ordeno mi agenda mentalmente. Queda tanto que hacer, queda tanto por lo que levantarse y andar, aunque sea para decir no, aquí me paro.

Buenos días y no se olviden de mirar al mar, aunque sea de soslayo, para saber donde está la tierra que pisamos.