domingo, 30 de enero de 2011

Demasiada vela para tan poco santo

Domingo por la mañana. Final de la semana y antesala de la siguiente. El sol entra tímido por los balcones como si no quisiera molestar. La calle emite escasos ruidos, pocos coches y algún portal que se abre y cierra. El edificio se despereza sin ningún tipo de prisa. Yo también por primera vez en muchos días.

Se me hace extraño despertar dos días seguidos bajo mis vigas de madera. Había perdido la costumbre de mi monotonía en Alicante. El cansancio abandona lentamente mis extremidades dejando paso a la ausencia de deseo de actividad mientras vago por la nube de luz que invade mi casa.

Llevo días sin sentarme a escribir y sin tiempo para hacerlo. Frente a la ventana en blanco de mi blog no se muy bien por donde empezar. Ha sido una semana intensa. Demasiadas decisiones, demasiadas ciudades, demasiados cambios para siete días. Hoy me siento centrifugado, como si mi alma estuviera adherida a la pared interior de mi espalda después de haber girado a 2000 revoluciones por minuto  dentro de mi caja torácica durante infinitas horas.



A veces, la vida te empuja a estos toboganes de acontecimientos, en los cuales pierdes en algún momento no muy definido el control de la situación. Es como tirarse por las pistas blandas de un parque de agua. Sabes como sales con los brazos tras la nuca entrelazados y los tobillos tensos y cruzados. Pero los baches, el agua y la velocidad te convierten en ocasiones en objeto sin rumbo a su voluntad. Y cuando golpeas contra el agua de la piscina te hundes para salir a flote al instante, ciertamente desorientado.

Nunca me ha gustado dejarme llevar por los tópicos, pero he de reconocer que este año lo estoy clavando. Año nuevo, vida nueva. Puñetazo sobre la mesa desordenada de mi vida para darle un giro inmediato.

Tengo la necesidad de reorganizar mi caos interior. Volver a disfrutar de lo que hago. Recuperar mi capacidad creativa y la necesidad de contar algo más que lo que aquello que me obliga  la marea que me lleva sin remisión.

En lo personal, necesito cerrar ciertas heridas sangrantes que no me llevan a ningún sitio que no destile ese agridulce olor a dolor. Hay historias, que aunque uno se empeñe en demostrar lo contrario, son callejones sin salida. Nadie ha dicho que el amor sea grande por ser correspondido, si no que lo es por su capacidad de generar grandes dosis incontroladas de sentimientos, tanto dulces como dolorosos. Si estos fueran capaces de generar energía, sin duda, estallarían las bombillas por sobre cargas de tensión continuadas.

La distancia es el olvido es otro tópico recurrente. Quizás deba de estar de acuerdo con este por primera vez en mi vida. Aunque pienso que es más peligrosa la distancia anímica que la física. Hay verdaderos abismos en la misma cama, o en la misma mesa, completamente insalvables. Y lazos estrechos que aprisionan miles de kilómetros como si de una nube de golosina se tratase. Y es que las distancias sólo las vence el amor verdadero y el compromiso por un proyecto común. Toda esta victoria no esta exenta de sacrificio, altibajos y vacíos, evidentemente. Nadie dijo que esto fuese a ser un camino de rosas.

Mientras el sol se disuelve entre estas últimas nubes de enero, me descubro sereno y un tanto agotado por la presión de los últimos acontecimientos. Demasiada vela para tan poco santo. Nos dejaremos llevar por los designios del destino y los guionistas en los próximos días sin la necesidad de ser el mascarón de proa en todos los abordajes. Necesito ver un tiempo, aunque sea corto, los toros desde la barrera.

martes, 25 de enero de 2011

La luz tenue del Diurno

Suena Frank Sinatra mientras la luz atraviesa sigilosa los helechos de la pared. Cae como una suave lluvia desde el techo plateado sobre las mesas que sortean un laberinto de plantas y columnas de fundición. Me siento cómodo en este sitio, en un momento en el cúal no se reconocer el mio. Décimo día en Madrid y no quiero volver, aunque ya no hay nada que me ate a esta ciudad.

El Diurno es un local peculiar, entre las calles Libertad y San Marcos. La gente lo habita, sale, entra al son de su música suave que resbala por sus paredes blancas. La vida continua al otro lado de las cristaleras. El frio envuelve la cotidianidad de este martes de enero, Y yo intento descifrar mi crucigrama personal a través de estas líneas.

Soy un poco como este local. Versatil en mi actividad, aunque yo no alquile películas ni venda comida para llevar y esas deliciosas ensaladas de pasta con tomate seco y vinagre de Módena. La gente entra y sale de mi vida, consume lo que le interesa y deja los restos sobre la mesa. Y yo sigo aquí, en este cruce de caminos entre la fé y la libertad individual.

Me cuesta  cada día más creer en la buena fe de determinadas personas. Me cuesta creer en mi fe hacia un futuro feliz. Cada vez reconozco más mi necesidad de volver a ser libre como persona, como profesional, como yo mismo.

Mientras el jazz se disuelve en una taza de té en una mesa próxima, yo descubro, de un modo intuitivo y sin fundamentos matemáticos, que este año será un año de cambios en mi vida. Creo que ha llegado la hora de dejar de compadecerme frente a mi igual del otro lado del espejo y empezar a demostrarme a mí y al resto del mundo de lo que soy capaz. Ha llegado la hora de luchar por lo que siempre he querido y he anhelado, negandomelo durante años detrás de excusas, fantasmas y miedos, fruto de la falta de confianza en mi propia capacidad.


No es un buen momento para emprender aventuras personales, pero los abismos personales se presentan cuando se presentan y no hay muchas oportunidades de decir "Vaya, es que ahora no me viene bien, ¿lo dejamos para el 2012?" A mis 43 años, el tiempo y la experiencia tienen un valor diferente a cuando tenía 20 años. Hay una trayectoria que me avala, para bien o para mal, y se terminó el tiempo de ser la eterna promesa.

Aunque es cierto que nunca en la vida dejamos de aprender y que es fundamental tener esa necesidad, esa curiosidad, por seguir haciendolo como si fueramos niños pequeños descubriendo el mundo y el porqué nuestra sombra corre tras nosotros, ha llegado el momento de dar el fruto de todo ese bagaje, de demostrarme a mi mismo de lo que soy capaz y si todo este periplo ha merecido la pena.

Tengo la necesidad de volver a los origenes, a crear de un modo absolutamente personal, de recuperar el control de todo el proceso y no asumir las nefastas decisiones ajenas como propias ni ocultar caóticas gestiones carentes de agilidad creativa y personal. Quiero asumir mis propios riesgos al igual que los triunfos y derrotas. Responsabilizarme de mi trabajo y de la confianza depositada en mí. Volver a usar mis manos, mi mente y mis esfuerzos para generar cosas únicas, efímeras o no, de las cuales podamos disfrutar tanto el receptor como yo.

Hoy es 25 de enero, mi madre cumple 85 años y ni siquiera lo recuerda. Ha llegado el momento de dedicarle todo el tiempo posible para que su memoria no acabe diluyendose como una pastilla de sacarina en su café con leche matinal. Devolverle todo lo que nos ha dado estos años no es un favor, es una deuda que asumo con determinación y una sonrisa. Forma parte de este retorno a casa del que estamos hablando.

La luz se hace más tenue y la música más festiva. La vida fluye indiferente tras las cristaleras mientras el Diurno rebosa alegría, confidencias, lecturas y soledades tranquilas con aroma a buen café y pan de amapolas.

Hoy, en Madrid, a través de la tenue luz, he descubierto a dónde quiero ir. No es una retirada a los cuarteles de invierno ni el retorno del derrotado, si no un paso hacia adelante, un salto hacia mí. Ser yo mismo era el destino y no el camino.

domingo, 23 de enero de 2011

Gemma Mengual bucea bajo tierra

El frio congela el sudor de los leones de la Cibeles, mientras esta adopta un tono dorado al roce del nuevo sol, Madrid despierta otro día más, bella e inerte por unos minutos bajo el gélido aire de enero. Me gusto cuendo me pierdo en esta soledad.

Llevo 8 dias en esta ciudad, que cada vez es más mia. El trabajo, el mio y el de otros, no me ha permitido disfrutar mucho de ella. Este trabajo y la condena de la ausencia del compañerismo cercano te priva, a veces, de la sonrisa suave y del gozo del encanto intenso y cambiante de esta ciudad.

Las Ferias, como FITUR, acaban por convertirse en un micromundo social, político y publicitario, cuyo modelo cada día es más obsoleto y, en ocasiones, muy berlangiano. Es muy sorprendente escuchar una retaila de ruedas de prensas sin prensa, presentaciones sin nada que presentar y actos improvisados que sirven como excusa para justificar tres días en Madrid con cargo a algún maltrecho presupuesto municipal.

Lidiar con azafatas maleducadas, concejales intrigantes, técnicos poco precisos y escasamente preparados, políticos que solo les importa la foto y tener silla, siempre mejor situada que la de otro compañero, es agotador y te va cargando los hombros de ausencia de paciencia, al igual que la moqueta ferial te carga de electricidad estática y vas electrocutando a la gente, como si de la bruja Avería se tratase. Sencillamente agotador.

Degustaciones de siempre, productos caducos, propuestas casposas y las mismas canciones, más de lo mismo para no avanzar nada. Seguimos pensando que somos el centro del mundo mientras continuamos mirandonos el ombligo y el termómetro. Deberiamos alzar unos palmos nuestro punto de vista, y desde aquí entono mi parte de mea culpa, para revolucionar el discurso e innovar nuestra oferta y nuestro producto, excelente en esencia y caduco en apariencia. Debemos reinventar la tradición para ofrecer nuestra verdad. Abandonar las falsas imágenes idílicas para emocionar con las sensaciones, pequeños bocados de realidad veraz y honesta, capaces de parar el mundo y hacer feliz a quien nos descubre y hacerlo disfrutar.

Después de esta reflexión postferial, destriparemos las entretelas de esta semana loca para intentar reirnos de nuestros propios problemas y demonios. Esta ha sido una semana muy Gayfriendly. Una feria llena de Pink Corners, bares abiertamente ambiguos, Camareros que parecen haberse comido a Boris Izaguirre mientras desgranan la receta de un puré de patatas sin patata, reencarnaciones de Richard Clayderman, nadadores que evolucionan como Gemma Mengual, con una pandilla de malas amigas envidiosas, en un local subterráneo y sorprendente. Sorprendete las reacciones de quien se ha visto sumergido en este tobogán arcoiris de acontecimientos y situaciones, regados de buenas copas, vinos y viandas sorprendentes y enigmáticas.

No todo han sido acontecimientos y locales Orgullosos, tambien ha habido mucha caspa de cocina de los 70, casi tan mal elegida como la mezcla  en la compañia. Hay veces que la incapacidaz para saber cúal es nuestro sitio y la inexistencia de cintura, tanto física como mental, necesaría para ser diplomatico y no forzar situaciones incómodas o indeseables, genera tensiones en momentos donde solamente se requiere buen rollo y distensión.

En estas situaciones, la verdad, el roce hace el cariño cuando se conduce en la misma dirección. Al igual, que ese roce es capaz de generar acciones incendiarias cuando uno de los dos rozandos se convierte en rémora, caradura o hijo de la Gran...Bretaña. Estos días he decubierto, o confirmado mi intución sobre ellos, a gente que ha sido capaz de arrancarme una sonrisa en momentos imposibles.

Gracias a Cris por no dejar de sorprenderme y por creer, gracias a Carol por trabajar codo con codo y no perder la sonrisa ni los nervios ni en un ataque nuclear, a Guiller por estar siempre y confiar, a Judit por su medio menú de la Tasquita y la comprensión, a Marta y Antonio, compañeros de huidas en taxi, a Raúl por trabajar como se debe y por tantas cosas más, a Gema por creer siempre y a tantos otros que facilitan las cosas en este caos que es este mundo de lo efímero.

A otros, no merecen ni figurar en estas líneas. No hay peor desprecio que el no aprecio. Las secretarias silbadoras acabaran siendo presas de su propia trampa de ineptitud, vagancia y ausencia de buena fe y compañerismo. No es mejor aquel necesita hundir el trabajo de los demás para que no se note la inexistencia del suyo o su ausencia de coherencia o profesionalidad. El tiempo y determinadas situaciones demuestran la inmensidad, y nunca mejor dicho, del vacio conceptual, creativo y organizativo, imposible de llenar con ese exceso en la presencia física y de demostración autoritaria. Que lástima.

Y cuando se apagaba el pabellón llegaba la noche. Llegaba Madrid. Su luz. las risas, las noches eternas, las risas, los personajes y los personajillos, las risas, la tuya y la mía. las nuestras. Tambien aparecieron fantasmas del pasado con un aspecto muy real, pero que no dejar de ser nada más que absurdos espejismos, trampas de un corazón demasiado rápido en cicatrizar sus heridas  y una memoria empeñada en resetear enseñanzas y dar oportunidades no merecidas. Pero, a veces, el frio también congela los besos y las caricias cuando el destino no merece la pena. Y nunca es tarde para darse cuenta. Y vuelven las risas y la música, y más risas alrededor de una mesa politicamente correcta y de sabores fascinantes y originales. La tensión y la risa. Y el mercado de San Miguel, y un Late Tall en Starbucks. Y Madrid, siempre Madrid. Intensa hasta abrasarme en algún momento. Me fascina. Y más risas, aunque sean de uno mismo y por no llorar.

No lo malinterpretéis, pero me gustaría dejarme llevar, no volver, mientras sonrio viendo un absurdo ejercicio de natación sincronizada a los sones de Gloria Trevi. Y todos me miran, me miran, me miran....  en un sótano de Chueca que nunca decepciona. Aunque yo no mire nada más que hacia mi interior,

jueves, 13 de enero de 2011

El portugués errante

La vida, y sobre todo, mis guionistas se empeñan en hacerme extrañas piruetas del destino con el único fin de desconcertarme y conseguir que ponga esa cara de idiota con sonrisita dulce que se te queda cuando eres sorprendido de verdad.

Después de los años locos de La Destilería, ese local de la calle del Cid, decidí montar un negocio con los socios erróneos. Siempre en mi afán de darle una vuelta de rosca más lo habitual, decidimos abrir una brecha en la oferta comercial y de ocio de esta ciudad. En otras ciudades del mundo se comenzaba a hablar de las multilicencias, establecimientos que desarrollaban varias actividades comerciales y de servicios a la misma vez, algo muy común hoy en día. Desde luego, no lo era en el Alicante de 1993. Una ciudad en declive y a las puertas de una crisis. Mal momento y lugar para empezar nada.

Apostamos por una formula nueva que permitiera rentabilizar el máximo número de horas el local que habíamos elegido. El número 5 de la Plaza de Gabriel Miró. Y montamos una tienda de moda joven que se convertía en pub. La Provisional, Compañía de ropa y copas, casa fundada en 1993.

El Ayuntamiento no lo comprendía, mis padres tampoco y mucha gente dudo. Pero lo abrimos tras una larga sangría de dinero y meses. Un local peculiar para un público peculiar. Moda de calidad y diferente y Copas con otro punto de vista.

Desde estas líneas, un recuerdo a todos los que hicieron posible este proyecto y a los que confiaron en él.

Pero no era el tema de este post La Provisional, a la cual ya le dedicaremos su tiempo. Decíamos que mis guionistas se relamen haciendo cabriolas sorprendentes con los sucedidos de mi vida.

Una mañana de primavera, mientras estaba contemplando la plaza desde la puerta de mi tienda, apareció un chaval, de apenas 17 años, sucio, desaliñado, como perdido y asustado. Apenas era capaz de expresarse en español aunque pude entender que buscaba ayuda. Mi primera impresión fue desconcertante. Aquel chico de piel morena, rasgos muy marcados, extremadamente delgado y mirada penetrante temblaba como un animalillo acechado por un depredador.


Cuando conseguí reconstruir de una manera coherente su historia descubrí a un lusitano, menor de edad, que se había escapado de una granja de desintoxicación, de la cual contaba verdaderas barbaridades, sin un duro y con ganas de volver con su familia. Por aquel entonces yo todavía vivía en casa de mis padres. No se qué fue, pero algo abrió mi corazón. Algo golpeó mi intuición para despertarme. Solamente pedía ayuda y no me podía negar a dársela. Sabía que me podía meter en un follón importante. Extranjero, sin papeles, menor de edad y ex toxicómano. El perfil era como para fiarse. Pero yo me fié.

Lié a mis amigos, le dimos de comer, le dejamos ropa. Lo lleve a casa de mi hermano, con la colaboración de mi cuñada de entonces, y algo más que mi hermana siempre, Cuca. Lo duchamos, lo dejamos descansar y le organizamos un plan. Localizamos a su familia en Portugal y le ayudamos a volver hacia su casa al día siguiente. Esa noche dormimos en Castaños. A saber los días que hacía que no dormía en una cama y se duchaba.

Una vez camino de su casa, reflexionamos de nuestro exceso de vocación samaritana y de confianza. Podríamos haber sido victimas de un engaño, de un asalto y incluso de algo más fuerte y tétrico. Pero yo siempre me he fiado de mi primera impresión y de mi intuición. Nunca me ha fallado. Llegó a su destino y nuestra aventura concluyó, o así parecía.

A los meses regreso de visita, para agradecernos nuestra ayuda y pasar unos días en Alicante. Fue un periodo menos intenso y emocionante. Regresó a Portugal y nunca más supe de él.

Hoy , 17 años después, tras una jornada dura de trabajo y bien entrada ya la noche, me he sentado frente a mi portátil, mientras cenaba algo, a revisar mi correo personal. 23 mensajes. Publicidad, más publicidad, ofertas de vuelos, sugerencias de Facebook. Ricardo ----- quiere ser tu amigo. Me suena este nombre pero no lo encajo en ninguna de las carpetas de mi vida. ¿Amigo de amigos? ¿Trabajo? ¿Familia?... no consigo ubicarlo.

Hay algo que me dice acéptalo. Sigo fiándome de mi intuición. Pulso el botón de Agregar a mis amigos. Entro en su perfil y no me suena su historial pero en su mirada hay algo familiar. De pronto, se abre una ventana del chat. Ricardo ----- dice:
-Hola, ¿qué tal estás?
Yo contesto, intrigado:
-Te conozco, no te recuerdo....
Salta otra línea junto a su foto y dice:
-Claro que me conoces, soy un chico al que hace 17 años ayudaste a volver a casa....

Me quedo callado, casi petrificado. Pasan unos breves segundo que me parecen horas. Es cierto, recuerdo esa historia como si fuera hoy. Él, temblando, perdido. Yo, confiado, con la mano extendida.

Me responde a mi interés por saber como le ha ido todo en la vida:
- Todo bien, vivo en Lisboa, tengo una empresa de transportes y ya no hago tonterías...
- Me alegro mucho. Esto ha sido una gran sorpresa- Acierto a decir yo sin dejar de buscar mi sitio en esta conversación.

-Sólo quería darte de nuevo las gracias.

Gracias a ti, por la memoria. Por buscarme en el caralibro y recordarme. Gracias a mis guionistas por estas piruetas espectaculares de mi vida. Gracias por haberme devuelto la sonrisa en un día complicado. Gracias por haberme devuelto por un momento a mi mismo. O a ese yo que era entonces. Más confiado. Más idealista. Mejor persona.
Gracias

sábado, 8 de enero de 2011

Los túneles de las lágrimas negras

Hace una extraña mañana de enero, de las que son habituales junto a nuestro mar. Sol, una atípica temperatura y una brisa que arranca aromas de pino al Benacantil.


Cruzo hacia la estación del tranvía, soterrada en el monte, mientras manipulo mi Ipod. El chasquido de las vías hace acelerar mi paso por las escaleras mecánicas mientras selecciono un álbum de Diego el Cigala. Llegamos el tren y yo al andén al mismo tiempo y en sentido opuesto. Subo al vagón, abandonando el firme granítico y reluciente, mientras suenan los primeros acordes de Lagrimas Negras. El tren se sumerge en un túnel negro, al igual que yo lo hago en mi memoria.


Y AUNQUE TÚ ME HAS ECHADO EN EL ABANDONO 
Y AUNQUE TÚ HAS MUERTO MIS ILUSIONES 
EN VEZ DE MALDECIRTE CON JUSTO ENCONO 
Y EN MIS SUEÑOS TE COLMO, 
Y EN MIS SUEÑOS TE COLMO DE BENDICIONES 

SUFRO LA INMENSA PENA DE TU EXTRAVÍO 
SIENTO EL DOLOR PROFUNDO DE TU PARTIDA 
Y LLORO SIN QUE TÚ SEPAS QUE EL LLANTO MÍO 
TIENE LÁGRIMAS NEGRAS, 
TIENE LÁGRIMAS NEGRAS COMO MI VIDA



Los dedos prodigiosos de Bebo Valdés y la voz desgarrada y personalísima del Cigala me devuelven al pasado mientras recorro el túnel con los ojos cerrado y la memoria abierta de par en par. Esas palabras resumen perfectamente algunos momentos de mi vida. Momentos, que aunque nunca llegué a pensar que pudiera ocurrir, contemplo como un observador imparcial por primera vez. 



Me veo cayendo por un túnel negro, igual de negro que el que atraviesa el tren al ritmo de la música. Los acontecimientos se encadenan a la perfección con las estrofas de la copla. Justifico lo injustificable. Me sumerjo en la oscuridad buscando a quien no quiere ser encontrado. Intentando salvar a quien no busca la salvación, sino el abismo de la condena.

Vago, derrotado, por la estepa del abandono. Me duele mi condición de soledad entre caminos. Mi llanto se convierte en estrellas salinas que se clavan en la tierra yerma. Estrellas negras que brillan , misteriosamente, entre la niebla.

Se hace la luz al llegar a la primera estación, mientras centellean las lentejuelas de la rebeca de una de las viajeras al compás de las manos de Bebo. Esa música con sabor a papel amerilleado y aguardiente para olvidar parece que mueve los hilos de todo lo que sucede a mi alrededor, aunque sólo habita en mis oídos. Descargo mi cuerpo contra el vagón para disfrutarla, a la vez que me zambullo de espaldas, de nuevo, en mi propia historia.

Repaso las relaciones que han marcado mi vida, que han dejado huella, como deja la talla en el tronco virgen. Todas estas experiencias trasforman de un modo u otro nuestra forma de ser, nuestro carácter, nuestra predisposición al combate cuerpo a cuerpo. Las heridas que generan nos marcan con un extraño lenguaje de cicatrices en lo anímico que nos incapacita, poco a poco, para mostrarnos tal como somos ante el primero que osa llamar a nuestra puerta, al cruzarse nuestras órbitas vitales. 

Esta incapacidad puede llegar a provocar que no seamos capaces de abrir la puerta en el momento justo a esa persona cuya senda han decidido nuestros guionista hacer coincidir en el espacio-tiempo, con el beneplácito de los dioses griegos y egipcios. O que nos empeñemos en espantar al visitante con reiterados portazos, cuyo titulo de propiedad pertenece a anteriores causantes de cicatrices. 

A veces la talla de nuestro tronco tiene una lectura errónea para nosotros. La llegamos a venerar como imágenes sacras, olvidando casi que no son más que cortes, de hendiduras perpetradas por alguien que no supo modelar nuestro barro pero sí herir nuestra madera. La mitificación del pasado se convierte en una impertinente prueba de comparación para las futuras relaciones.  Solemos pensar que nadie es mejor que aquel que es capaz de abandonarnos sin volver la cabeza, en señal de indiferencia.

Este proceso nos hace perder la clara visión de aquel que aparece frente a nosotros, sin ninguna intención de modificar nuestra corteza ni dejar herida abierta en nuestra memoria, sin ninguna responsabilidad sobre nuestro pasado, por doloroso que este sea. Aquel que se muestra con la única proposición de compartir órbita, espacio y tiempo, evolucionando al unísono para transformar ambas  burdas tallas emocionales, producto de anteriores heridas, en un rico retablo experiencial

Si la ceguera de "Cualquier momento pasado fue mejor" nos impide romper las ataduras de la nostalgia y el abandono, perderemos la oportunidad de disfrutar de un presente esperanzador, de un futuro  reparador, en una trayectoria compartida, creadora de un tapiz de recuerdos trazados con miel y endrinas sobre nuestra propia piel, aliviando el dibujo y escozor de las antiguas cicatrices hasta disolverlas, convirtiéndolas en lejanas imágenes amarillentas que se quedan prendidas en algunas canciones de nuestra memoria y que nos devuelve nuestro Ipod en la oscura soledad de un túnel, mientras viajamos montados en nuestra sonrisa. entre dos estaciones subterráneas. Menos mal que ese viaje casi nunca supera los 2 minutos.



jueves, 6 de enero de 2011

La mañana de la ilusión

Despertarse un 6 de enero y no correr hacia el salón a ver qué ha aparecido debajo del árbol es una mala señal. No albergar ni siquiera la duda razonable de la posibilidad de encontrarte algo inesperado bajos las ramas, ya algo polvorientas, es todavía aún peor. La renuncia de la ilusión es sólo comparable a la de la esperanza, y como bien se ha dicho siempre, esta es lo último que se pierde.

Lo preocupante de todo esto es que la perdida de la ilusión no sea nada más que la constatación de la cruda realidad. Es sorprendente que hallamos construido una de las mayores ilusiones de este mundo nuestro sobre una mentira, y siga manteniéndose así durante siglos. Su descubrimiento es como el primer paso entre la inocencia del mundo de la infancia y el lúgubre laberinto de la edad adulta.

Durante años se nos educa dentro de un mundo en el que conviven a la perfección los planos reales e imaginarios. Un mundo donde la magia sirve para explicar todo aquello que resulta inexplicable o que no queremos que se sepa su verdadero origen. Es como un pacto tácito de nuestra sociedad para negar durante, más o menos, la primera década de nuestra existencia que la magia no existe, que nadie es capaz de hacer feliz a, prácticamente,  una generación entera de habitantes de este planeta en unas pocas horas. Que es imposible leerse, en menos de un mes, millones de cartas y satisfacerlas. Reconocerle esto a un niño sería renunciar desde el principio al concepto de bondad absoluta, de justicia universal y a la existencia de hechos inexplicablemente maravillosos y extraordinarios. Es una dosis de realidad que una personita necesita unos años de rodaje para poder asumir sin generar traumas, o los menos posibles.


Aunque tenga mis dudas sobre si este es el mejor formato, por las consecuencias que tiene en la percepción de la realidad de los niños cuando se convierten en adultos, reconozco que es una forma de protección, en esos primeros años, para evitar que sean victimas de la crudeza de esta carrera de lobos en que se ha convertido nuestra sociedad.

La magia de lo inexplicable envuelve todo lo que rodea a la infancia, dándole ese aire de "todo es posible" a cualquier planteamiento, por absurdo que sea, que florezca en esos diminutos cerebros, vírgenes aún de experiencias. Es increíble la capacidad de crear un mundo paralelo e irreal en esos terrenos inexplorados de las mentes infantiles. Cualquier cosa es factible: amigos imaginarios, animales mitológicos, personajes de dibujos animados convertidos en personajes de goma espuma y látex.. No es importante la escala ni el relleno, sólo la ilusión de lo que es visible para creer.

Por peregrino que sea el planteamiento, y aunque haga aguas por todos las costuras de la coherencia, un niño siempre está dispuesto a creer en todo aquello que a su imaginación le de por dibujar en rápidos trazos dictados por la narración de un mayor o por propia creación. Nada es tan fascinante como llevar a esos locos bajitos al cine, a una exposición de dinosaurios o a la cabalgata de los Reyes Magos, por absurda, cochambrosa y comercializada que sea la versión que hemos elegido. Su capacidad de fascinación es tan abrumadora que puede llegar a contagiarnos en algún momento, si nos pilla un poco desprevenidos en nuestro papel de adultos de vuelta de todo.

Creo que en ningún momento nadie llega a ser tan feliz como cuando un niño abre por primera vez los regalos que le han traído los Reyes, aunque con los años se convierta en un republicano confeso y militante. Nadie es capaz de superar la magia de esa sonrisa que causa un saludo Real durante la cabalgata, y nada es tan verdad como lo que siente ese niño durante ese cruce de miradas con Su Majestad, que es absolutamente suyo, de su propiedad. En ese momento, la magia le ha tocado con su varita para siempre. Y aún que con los años descubra el dobladillo de esta gran mentira, en su fuero interno seguirá creyendo que esa mirada fue verdad, que todo lo demás puede que fuera mentira, pero aquel momento será por siempre real.

Como para mí, que sigo pensando que en alguna de esas noches de mi infancia frente al Belén, en la casa de la calle Barcelona, mientras mi nariz se quedaba congelada contra el cristal de la ventana y observaba de puntillas la Araucaria del antiguo Hospital Provincial, tengo la certeza indiscutible de haber visto las luces del trineo de Santa Claus, mientras sobrevolaba el mar, rumbo de Tabarca.

martes, 4 de enero de 2011

La carrera sobre el abismo

¿Nunca os ha pasado que hay días que te apetece salir corriendo sin mirar atrás como los locos, sin dejar huella ni rastro, con el único objetivo de huir de tu jaula de oro? Que te importa un rábano el frío, si detrás de la niebla sólo hay vacío, un abismo en el que tus pies pierden contacto con el suelo firme pero sobre el que sigues corriendo sin pensar en qué catástrofe alberga el fondo del mismo. Esa sensación de mixtura de pánico, saturación y necesidad de cambio se adhiere a ti en los días grises como la pátina invisible del tiempo se adhiere a las obras de arte para robarles lentamente su belleza, sin que ninguno seamos capaces de evitarlo ni percibirlo.

Hay mañanas que deshacerse de las sábanas y recuperar la verticalidad se convierte en una tarea titánica frente a uno mismo, el espejo y nuestra resquebrajada voluntad. Antes de despertarse, tu propio organismo reacciona alterándose ante uno de estos días. Sudor frío, taquicardia, ojeras que se hunden bajo tus ojos entristecidos... Vamos, lo que se viene diciendo un buen rollo al levantarse...

Estas situaciones se suelen dar en periodos postvacacionales, comienzos de año, días tranquilos tras la tempestad, o los previos a la misma, que al final es realmente difícil reconocer si preceden  o culminan con la tormenta. Lo preocupante es que ocurren.

Y en el preciso momento en que te pones a reflexionar sobre la oportunidad de esta crisis mundial, la falta de autocontrol y la resignación ante el camino elegido se posan sobre nuestros hombros dos personajillos absurdos con tu propia cara e indumentaria teatrera de segunda de angelito y demonio, respectivamente. Uno de ellos, de retórica angelical y mirada compasiva, se apiada de tu situación y te invita a reflexionar. Su parlamento es un alegato a la conducta correcta, a sobreponerse en los malos momentos y saber, en cada uno de ellos, cual es nuestra obligación diaria. Debemos hacer oídos sordos a esos cantos de sirena que nos prometen nuevas tierras de libertad y autorrealización. Esta conducta nos haría obviar nuestras pretensiones por alcanzar la cumbre de la pirámide de Maslow que coincide con el fin del hombre o su felicidad, según la ética aristotélica. La resignación como camino hacia la santidad, o al borregismo.



Menos mal que ese diminuto demonio, que como no se sienta en el hombro izquierdo, al cual yo siempre he tenido más querencia, abofetea al angelito patudo para que deje de sermonearme y poder hacerlo él. La libertad del individuo y su lucha por alcanzar las metas de la propia realización como persona debe ser el único faro que te guíe en esta senda repleta de obstáculos y reclinatorios de resignación. Solamente podemos alcanzar la felicidad de modo pleno si nos desarrollamos, en todos los ámbitos de la personalidad, intentando alcanzar las metas que nos hayamos fijado de manera razonable y objetiva. La felicidad, muchas veces, no está en el hecho de alcanzar la meta, si no en ser capaz de luchar por ello, en el constante esfuerzo por mejorar, por desarrollarnos como personas de una manera coherente con nuestra escala de valores y aspiraciones.

Realizar este duro peregrinar tiene mucho de renunciar a parte de la convivencia con la colectividad. ¿Pero qué es primero el individuo o el colectivo? ¿Debe renunciar el individuo a su propia realización por no levantar las iras o envidias de otros miembros de la colectividad, que en muchos casos se creen dueños y señores de los designios de la misma?

Mientras estos dos diminutos personajes siguen discutiendo en mi azotea mental, yo veo cada vez más densa la niebla. Cada vez tengo más ganas de correr a través de ella, sin importarme si el suelo desaparecerá en algún momento y tendré que emprender un arriesgado vuelo, quizás sin retorno. Renunciare a mis armaduras para ser más ligero en la travesía, quizá seré yo por primera vez y así estaré más cerca de lograr mis metas. Me liberaré de esa presión que oprime mi pecho esos días grises que tanta desazón me generan.

Pero para emprender esta carrera sin vuelta atrás hay que ser capaz de no mirar hacia el origen con nostalgia y buscar la senda a recorrer con valentía e ímpetu. No sé si llegaré tarde para pedir dos paquetes de esto último a los Reyes Magos. Porque,¿nos lo he dicho? sigo creyendo en ellos.

domingo, 2 de enero de 2011

Propósitos para mi microcosmos

El sol baña la fachada verde y se descuelga insolente por las rejas de los balcones. Desde el mirador, el mundo parece aletargado disfrutando de sus rayos. El año ha comenzado con un inusual sosiego. No sé por qué presiento que es la calma que precede a la tempestad. Tanta paz me pone nervioso.

Si el último día del año nos empeñamos, de una manera inconsciente o no, en hacer balance del año agonizante como si tuviésemos que leer ante los asistentes a su funeral un sesudo epitafio, los primeros días del que nace emprendemos la loable e increíble labor de la lista de propósitos a cumplir. Esos propósitos que formulamos en voz alta para incumplir en voz baja.

No es que me declare abiertamente escéptico ante este tipo de listas de tareas a desempeñar, pero la experiencia, que es una de las pocas cosas buenas que te aportan los años, si eres capaz de aplicarla para no pegarte los mismos cabezazos en las mismas paredes, me dice que casi todos estos buenos propósitos, aparentemente escritos por Mafalda, se quedan en agua de borrajas.

Yo, aun así, estoy desarrollando la mía. Mientras hago borradores de la misma, intento ordenar cuales son mis prioridades para este 2011. Me voy dando cuenta que muchas de ellas son incompatibles entre si. Ser buena persona y acabar con determinados subseres, como si de un videojuego se tratase, creo que no compaginan muy bien, aunque yo pienso que sería de muy buena persona librar a esta sociedad de esas rémoras sociales, inútiles, egoístas, con mal fondo y peor fachada. No digo yo que quiera exterminarlas como a las cucarachas ( idea que reconozco haber valorado, pero no durante este proceso de buenos propósitos), sino alejarlos viajando por el espacio exterior, encarcelados en un espejo tridimensional como a los malos de Superman. Cuanto glamour tenía esa celda estelar.

Mi asignatura pendiente. Los idiomas. Creo que ya ha llegado la hora de afrontar ese gran abismo que me separa del mundo exterior. Siempre me he refugiado en esa excusa de segunda que es "Yo es que no tengo oído para los idiomas" ¿Y cómo coño aprendiste a hablar el Castellano? ¿Venía de serie, mamarracho? Más bien es una cosa como de vagancia vital. Lo que nos cuesta esfuerzo, nos da pereza. A no ser que la recompensa sea evidente y muy satisfactoria a corto plazo. Por ejemplo, tirarle los tejos a un monumento nacional, en un bar, sabiendo que tienes menos posibilidades de triunfar que Tamara la Mala en la Ópera de Milán. El esfuerzo es titánico, casi suicida, con muchas posibilidades de salir toreado, humillado, e incluso, abofeteado. Pero la recompensa, en caso de improbable triunfo, es rápida y muy, muy, muy satisfactoria. Y no por el hecho de la victoria en sí, si no por poder narrarla luego. Nuestra naturaleza de vacilones farfollas nos puede.



Volver a hacer deporte. Otra de esas incompatibilidades con mi vagancia vital. Es que mi horario me lo impide. No tengo  Tiempo. Ir solo me da palo. Será que no hay cosas que hago solo, a horarios incompresibles y sacando el tiempo de debajo de las piedras, como escribir este blog. Claro que el desgaste físico que me supone escribirlo es mínimo, no tengo que mostrarme vestido de forma ridícula delante de una pandilla de cuerpos pseudo perfectos y miradas demoledoras y el feedback con  el resto de mi mundo es casi inmediato. No tengo que escuchar "Ah, ¿es que estas yendo al gym? ¿Vas poco, no? Nadie te dice ¿Escribes pocas líneas, no? No se nota elasticidad en tus metáforas. ¿Puedes escribir 3 posts en la elíptica sin ahogarte?

Viajar más. Esto realmente no me cuesta gran esfuerzo, excepto el económico. Cambiaría de trabajo sólo por el hecho de recorrer más mundo, conocer sitios nuevos, vivir otras aventuras. Claro que esto suena a hacerme camionero de transporte internacional o azafata de vuelos intercontinentales y creo que ya no tengo edad, cuerpo ni status para ninguna de las dos actividades. Casi que me veo más como Personal shopper en una gran capital, como Cool hunter recorriendo y reconociendo las nuevas tendencias o vendiendo bonitos centros de flores en una pequeña tienda del SoHo, bien sea en Londres o en NYC. Soñar es gratis. Y entonces salta esa gran pregunta.¿Por qué no me veo aquí?

Cuidar más de los míos. Ya hemos definido en anteriores post el concepto de los míos. La familia de sangre y la electa. A veces damos por hecho que siempre van a estar ahí, que saben cuanto los necesitamos, lo importantes que son para nosotros. Que siempre estamos aunque ellos no lo perciban, y que no podemos estar siempre que se nos necesita, sobre todo si no somos conscientes de ello. Damos muchas cosas por supuestas en las relaciones humanas. A veces nos empeñamos en pensar que el resto del mundo gira a nuestro alrededor y no es así, giramos en órbitas paralelas que no siempre coinciden en el tiempo , la distancia y la dirección. Además, están esa otra serie de satélites o asteroides que se encargan de sabotear las órbitas ajenas ya que no soportan estar en una paralela o más alejada y no ser el eje central que mueve su mundo y el ajeno. Otro tipo de personaje para encerrar en el espejo tridimensional.

Aprender a decir que no. No a las injusticias. No a las humillaciones. No a la sinrazón. No a los ineptos prepotentes que tiene que aplastar a los demás para demostrar que son lo que son, ineptos y prepotentes. No a aquellos que arrugan las ilusiones y las guardan como un papel viejo en el bolsillo, por si otro día las pueden reutilizar. No a perder la sonrisa por algo o alguien que no merece la pena. No a perder la ilusión por muchas veces que te la hagan añicos. No a las cosas mal hechas por si cuelan. No a callarse ante el impertinente que se sale con la suya por tu educación. No a renunciar a tus metas por falta de respeto a uno mismo. No a desenterrar cadáveres en una tarde estúpida de nostalgia. No a mirar para otro lado para no asumir la responsabilidad. No a no ser uno mismo por si molesta. No a decir no por molestar.

Creo que, después de repasarla en varias ocasiones, la carga de tareas imposibles, improbables, necesarias e imprescindibles es numerosa y difícil de llevar a cabo en los próximos 363 días restantes de este 2011. La verdad es que me conformaría con que la situación de estos propósitos en mi conducta mejorara de una manera satisfactoria. Algo más de buen rollo, algo más de mundo, algún fichaje nuevo para los míos, más y mejor trabajo, de salud como estamos y un poquito menos de nostalgia sería un buen resumen de los objetivos a revisar el día 31 del próximo Diciembre.

¿Alguien tiene algo que apuntar?