jueves, 30 de junio de 2011

La capital

El traqueteo del tren me devuelve paulatinamente a la cruda realidad. Es difícil seccionar el cordón que une los recuerdos que apenas lo son aun de la realidad del viaje de vuelta. Y es que yo creo que nací para ser de capital. De hecho nací en una de ellas, Bogotá. Creo que mis ritmos vitales se compaginan mejor en ellas.

Me fascinan esas calles llenas de gentes independientemente diferentes. Gentes con personalidad propia hasta para pertenecer a un grupúsculo urbano autoimpuesto. Gente que transita, que vive la urbe sin pararse a pensar si hace lo debido o si su indumentaria es la correcta. Ansío esa necesidad de respirar de un modo intenso y casi peligroso la ciudad hasta que me ardan los pulmones.

Me encanta perderme en mis rincones secretos, que lo son de muchas más personas anónimas que los frecuentan también de un modo individual, casi formando parte de su religión personal. Ese café donde la música se desliza suavemente por sus paredes blancas. Esos mercados que se han reinventado para estar más cerca del mundo actual y convertirse en espacios balsámicos para esta vida loca. Vivir la democracia de la moda, dentro y fuera de los escaparates, cuando no es la variedad de economato la que dicta que se puede llevar si no la ley de la oferta y la demanda pasada por el tamiz de la democracia estética de la calle.

Me encanta perderme, ahogarme entre mareas de oferta cultural, de espacios para el ocio y la interacción entre personas. Espacios públicos donde parar el tiempo o simplemente coger aire para seguir sobreviviendo en la carrera loca de nuestra vida cotidiana.

Me encantan sus noches locas donde siempre hay un plan interesante. Desde una caipiroska en la Latina a las noches que nunca decepcionan en el Why not? La ciudad está viva 24 horas al día, siempre abierta a dar lo mejor y lo peor de si misma si tú lo quieres tomar. Tan lejos de la aburrida rutina de provincias, donde es difícil sorprenderse a uno mismo en horario laboral. Donde es complicado divertirse o resarciese de un mal día fuera del clásico fin de semana de camisa blanca y polvete.


La creatividad se cruza contigo en cada esquina, sin pedir permiso y con cierto descaro. La tendencia es una actitud y no un capricho extravagante de niñato venido a más y pretencioso. Descubrir algo nuevo es siempre la posibilidad y no la esperanza perdida. El ritmo frenético es una especie de bálsamo, de mantra espiritual para ser uno mismo en este hormiguero humano. Me reconozco más en este anonimato multitudinario que en mi ranchito conocido. Añoro esta libertad que te da ser uno más, sin historial y curriculum en las arcas de la crónica social de mi escueta y adormecida capital de provincias. No ser nadie para poder ser tú mismo sin la presión de no estar a la altura de lo que se espera de ti.

Vuelve el traqueteo del tren mientras mi trayecto quiebra en dos la noche manchega. Mi cuerpo se deja llevar por esta travesía. Mi mente vaga intentando escapar y desandar lo andado. Ella quiere ser y volar para encontrarse, de repente, conmigo en la noche cálida de las terrazas de Madrid, bajo la lluvia imperceptible de los vaporizadores y el aroma suave de una higuera que soñó algún día ser urbana

martes, 28 de junio de 2011

El mito de la caterva

En los tiempos de la Grecia Antígua, cuna del arte y el pensamiento de la época, desarrolló Platón, flamante filósofo y pensador, la teoría del Mito de la Caverna. En ella hablaba sobre la percepción de la realidad. Decía que viviamos dentro de una caverna y solamente podiamos percibir proyecciones sobre las paredes de la misma, emitidas por la mano del Gran Hacedor.

Después de esta semana de fiestas de Hogueras y de relación cercana con un mundo totalmente cavernícola, necesito realizar una reescritura de la teoría, desde el punto de vista de un sufridor y no de un filósofo. La familia fogueril cada día es más caverna y menos sociedad. Se ha convertido en una caterva de personajes casi de viñeta de Ibáñez, ninots que han cobrado vida, caricaturas de ellos mismos convertidos en sus propios personajes.

La Corte Oficial me recuerda más a los desfiles del Rey Sol que a la gente de la Huerta. Brocados imposibles, puntillas en exceso, bufones, cortesanas, pintarrajeados hasta la caricatura. Flotan en una extraña levitación autopropiciada, quizás más justificada por complejos físicos que por talla social o intelectual. Como en toda corte, a su alrededor, personajes pseudoculturetas, casposos, viejas glorias de no sé muy bien que pasado, amiguetes y cagabandurrias que emiten gracias, favores y juicios a cambio de un montadito de salazón y un bote de refresco.

Claro que un Rey no es más que reflejo de sus vasallos. Y el Reino de lo fogueril no es nada más que lo que se ve. Aristocracia de barrio. Gente que se erige voluntariamente, y en muchos casos sin que nadie se lo pida, en representantes de un distrito para gestionar sus fiestas, y los fondos asignados a las mismas, no olvidar este último detalle. Muchos han hecho de esto una profesión. Representantes de nada y gestores de la Fiesta. Extraña dualidad.



Y quien los capitanea suele ser alguien enfundado en una camiseta ridícula de la entidad festera en cuestión, acompañada de un sombrero de paja de propaganda y un bañador Meyba descatalogado. Ah! y bambas de rejilla con calcetines.Con esta indumentaria se suele autoproclamar en autoridad civil por unos días, con cargo superior al de presidente de escalera e inferior al de policia de barrio. Buscan prebendas y favores y los utilizan de modo personalista  y de dudosa ética. Gestionan la actividad festera del distrito como si de su ranchito se tratase.

Cada día veo más lejana la imagen del comisionado sacrificado que cobraba las cartillas de los colaboradores, vecinos, al fin, del barrio, y les llevaba la lotería semanal. Aquellos que repartían llibrets y obraban milagros para conseguir luces, banda de música y un monumento decente.

Ahora las comisiones, en muchos casos, acampan en distritos que no son el suyo, despliegan sus colas de pavo real para montar su fiesta y robar el sueño y el espacio a los vecinos titulares. Fiesta del pueblo o fiesta particular???

Estas catervas de indocumentados que han acampado en la única tradición que queda viva en esta ciudad, por lo menos en lo lúdico (aunque solo tenga 80 años) se creen la quintaesencia de la Ciudad y del Alicantinismo. La ignorancia y la prepotencia les empuja a dar lecciones al quien les rodea, sin conocer con quien hablan, en el caso de encontrarse hablando. Porque, en ocasiones, su condición de taberneros venidos a más, embutidos en esas ridiculas camisetas de algodón, les hace faltar al respeto y a las buenas formas al interlocutor que se encuentra enfrente, el cual en muchas ocasiones es el que le aporta los fondos para que se pegue su fiesta particular y cada vez menos participativa.

Es curioso que haya quedado en manos de empresarios privados, con meros intereses comerciales, la garantía para el pueblo llano de los espacios para el disfrute de las Hogueras. Caracteristica esta por la que eran popularmente conocidas dentro y fuera de los confines de este término municipal. Lástima para lo que ha quedado la Caverna Fogueril. Es la dictadura de la Caterva y en sus manos nos encontramos. No me extraña que cada vez más Alicantinos viajen en estas fechas.

sábado, 25 de junio de 2011

La Corniente

Hay veces en la vida que no todo es del color del cristal con que se mira, ni siquiera lo que parece en una primera impresión. Tendemos a atribuir patrones socialmente pre-establecidos a las situaciones de la vida. Nos empeñamos en resumirlo todo en blanco y negro. Resumirlo todo en buenos y malos.

Pero la vida no es tan sencilla ni tan meridiana. Como me enseñó un buen amigo mio hace muchos años, la vida, en esencia, se resume en tonalidades de grises, no existe el blanco y negro puros. Todos somos algo ángeles y diablos a la vez. En esta, como en todas las guerras, siempre hay dos perdedores.

Dicho esto, que nace de las costuras del dobladilllo de ese velo de Madre Teresa de Calcuta que todos nos colocamos en algún momento, en el que entran a jugar los remordimientos de nuestra educación como hijos de la Reserva Espiritual de Occidente, quiero romper una lanza por un personaje denostado por nuestra sociedad y poseedor de una inmensa leyenda negra en lo público y que genera riadas de envidia en lo privado.

Esta sociedad tiende a ser falsamente compasiva con los derrotados, los perdedores y los débiles. Esta condescendencia tiene mucho que ver con la celebración privada que hacen las hienas cuando ven caer otro rival en esta carrera de depredadores que es esta bella vida.

Ponerse del lado del perdedor te garantiza cierta posición de fuerza frente al débil, un aroma de altura altruista y dignidad social y te pone en alerta frente al vencedor. Desarrolla los instintos de defensa, encubiertos en unos falsos propósitos de venganza pública tintados de justicia reponedora de la dignidad ultrajada.

Por ejemplo, vamos a hablar del caso de La Cornuda y La Corniente.

En primer lugar quiero aclarar que utilizo el género femenino, no como un estigma discriminatorio, sino como un engrandecimiento de la tragédia poética. Suena más de Ópera italiana La Corniente que el género masculino, El Corniente, que sonaría a delantero centro de la selección Azurra.


La Corniente viene a ser la encarnación viva de esa gran copla que defendió tan bien, arriba y abajo de los escenarios, Isabel Pantoja. Yo soy esa. Es ese personaje que se lo juega todo, contra viento y marea, nadando contracorriente, con la ayuda del deseo como alimento único y sostén de esta titánica hazaña que supone la destrucción de esa sacrosanta institución del matrimonio. Por muy agonizante y putrefacta que se encuentre por dentro a causa de la monotonia y la desaparición del amor y la pasión, si es que algún día existieron.

La Cornuda, en el fondo ya había perdido antes de comenzar la batalla. Quizás incluso antes comenzar la guerra, cuando se equivocó al escoger aliado. Se quedó con el traidor. Ella se encierra  en la absurda idea de defender una plaza que ya no le pertenece. En muchos casos, estas posesiones no se pierden por el ataque de tropas externas, si no por la descomposición de las defensas de un modo gradual, la desaparición del deseo de convivencia ni de compartir un proyecto común.

En ese momento los ojos y anhelos vuelan más allá de las derruidas murallas en busca de nuevas colonias, o tierras vírgenes que devuelvan la ilusión por colonizar, construir la casa común o por el mero hecho de conquistar trofeos de guerra que devuelvan la fé en un ardor guerrero que se creía desaparecido.

Mientras tanto, La Corniente se lo juega todo. Su corazón y su reputación. Apuesta por la peor de las jugadas, llevando un mala mano en esta partida. Ella renuncia a la dignidad pública y la privada en pos de los dictados del corazón o del deseo más oscuro, según casos. Tiene todo que perder, desde la autoestima al respeto del contrario, que en ocasiones lo obvia con el único objetivo de presevar el caracter oculto de esta relación y poder disfrutar los beneficios de las dos luchadoras. La Cornuda y La Corniente.

La Cornuda, en muchas ocasiones, es culpable de su propia desgracia. Por dejadez en las labores del amor, desidia en el trabajo diario de una relación, al pensar que la boda en el objetivo y no el camino, y ceguera voluntaria para proteger la apariencia y el que diran. Al igual que lo es, en mayor medida, el que condecora con las cornamentas. Este último traiciona la confianza y el contrato tácito de lealtad que se espera de una relación de pareja, Juega de una manera descabellada y retorcida, en ocasiones cobarde, con ambas contendientes. Hace promesas imposibles de cumplir. Solapa compromisos inalcanzables con el único objetivo de ganar tiempo, silencio y trofeos de guerra en la alcoba o en la vida cotidiana.

Reconozco que la lealtad es un valor que no está de moda y que yo considero fundamental en mi escala de valores. Al final, Corniente y Cornuda no dejan de ser victimas del mismo depredador. La Cornuda como traicionada y abandonada, situación que la estigmatiza en esta sociedad como si por ello fuese defectuosa de fabrica. La Corniente como politicamente incorrecta, asesina de matrimonios modélicos y precursora del dictado del deseo oscuro frente al amor de tono rosa palo y sabor a algodón de feria.

Curiosamente, la sociedad salva al culpable de estas desgracias. Al único responsable de la degradación de la autoestima de sus victimas. Al autor intelectual de esta ausencia de ética y coherencia. Incluso se convierte en objeto de deseo para futuras cornientes. Quien a hierro mata, a hierro muero.

domingo, 19 de junio de 2011

La noche del eclipse

Hay noches que, aún siendo esperadas, no dejan a nadie indiferente. Desde hace siglos, por no decir milenios, los sucesos astronómicos se predicen con anticipación y siempre han generado en la población una dosís de curiosidad, al cincuenta por ciento entre la fascinación y el temor bíblico.

Antiguamente se les atribuía poder sobre las catástrofe, plagas y otras desgracias. En algunos casos sobre cambios históricos y sucesos que convulsionarían a la sociedad de la época. Por lo visto algo hay de cierto en todas estas teorias o supersticiones. Esta es una noche de eclipse.

Siempre hay algo bello en lo trágico, y si no que se lo digan a Shakespeare. Algo que emociona en esa tormenta de dolor y destrucción que desencadenan los hitos históricos.Nada será igual al día siguiente ni nadie será el mismo al segundo inmediato. Ni mejor ni peor, pero nunca más igual.

La proximidad a la política nunca me ha resultado algo indiferente. Al principio, cuando en la juventud descubres los conceptos utopía, ideales, sociedad, etc..., te fascina poder luchar por un mundo mejor en la defensa de unos principios y colaborando para alcanzar una sociedad mejor y más igualitaria donde se garanticen las oportunidades por igual y se proteja al más débil.

Luego cuando vas haciendote mayor y la vida te lleva a las cercanías de la vida política, realmente la decepción lo rodea todo, junto a un cierto tufo a podrido que en ocasiones resulta insoportable. Le pierdes el respeto y desaparece la idealización de la causa común y de la lucha altruista por la utopía.

Al contrario, te parecen más cercanos los bajos fondos de Gotham Town, rodeado de villanos, y gente oscura con oscuros objetivos y más oscuros intereses.Buscas a toda costa al super héroe de cuento que solucione esta inquietante viñeta en la que te ves sumerjido. 360 grados y nada. En este mundo no existen buenos y malos. Esa dualidad se encuentra directamente en cada uno de ellos, en cada uno de nosotros.

El aire se hace dificil de respirar. Está viciado, es denso y agridulce. Cuesta tragar.

También es cierto, que en estos ambientes, descubres personas que te permiten sobrevivir. Detrás de esa piel de balanza entre el bien y el mal, encuentras seres humanos de carne y hueso, con sus filias y sus fobias, con sus miedos y sus momentos de gloria. Gente que te tiende la mano y confia en ti. Que te da una oportunidad para demostrar lo que vales. Gente que te proteje en los momentos dificiles y que no vuelve la cara ante el primer revés.

Y por imposible que parezca nace el aprecio y, en ocasiones, la amistad. De este lodazal nacen extrañas y bellas flores. Flores que da lástima ver pisotear por los hombres oscuros, de más oscuras intenciones, borrachos de poder y de venganza, en una de esas noches en que la luna se torna negra por unos minutos.


Y esa noche te quedas ahí, mirando bajo el eclipse como agonizan los tallos quebarados del árbol que te protegió y te dió cobijo. Y ves como se cae esa armudura de roidos metales y pestilentes heridas, y por primera vez, ves a la persona, desnuda, derrotada y que de nuevo te tiende la mano. Esta vez no te ofrece ayuda ni confianza, pero la tiende. Y dejas caer la utopía y las ideas, y te encuentras, persona contra persona, y no eres capaz de mediar palabra. Solamente un abrazo o un apretón de manos que es una declaración de intenciones, y una mirada sincera que dice gracias en dos direcciones.

De pequeño me enseñaron que de bien nacido es ser agradecido. Nunca lo he olvidado. Es dificil porque la memoria para mí es un estilo de vida, y parte de mi escala ética. Para bien y para mal.

Y mientras la luna se torna oscura, veo partir un coche que destila aromas de viaje sin retorno. Mi mano derecha se alza diciendo adios, y en mis ojos asoma, sin saber muy bien por qué, un dolor liquido que dice gracias.

Aquí, en esta explanada nueva y solitaria que me depara la vida, he comprendido la grandeza de la tragedia y la sombra larga y tenebrosa que tienen los hechos acontecidos una noche de eclipse.

sábado, 11 de junio de 2011

El delicado encanto de la peonías

Su suave perfume ha invadido toda la casa. Su fragancia se ha colado entre las camisas, ordenadas por colores, del vestidor. Los primeros rayos del sol amplifican ese aroma dulce y elegante con su calor. Siempre me han gustado las peonías. Comedidas y perfectamente esféricas antes de abrir. Explosivamente espectaculares cuando estalla ese sinfín de petalos, que parecen recortados por las tijeras de un genio loco.

No sabría con cual de sus variedades quedarme. Las blancas, discretamente sofisticadas. Las rojas, exhuberantes y excesivas, casi rozando la lascívia. Las fucsia se debaten entre lo cool y lo chic. las rosa claro representa la delicadez y la sensibilidad sin rozar en ningún momento la cursilería. Me gustan todas y cada una dellas tiene su momento, como nosotros mismos.


Cada uno tenemos un aroma singular y despertamos diferentes sensaciones en los que nos perciben. Hay gente sútil, elegantemente discreta,que pasa desapercibida, aparentemente, pero que deja un gran vacío cuando desaparece su presencia. Son como las peonías blancas. Siempre embellecen el espacio en el que se encuentran.

La intensidad de las rojas roza la tonalidad sanguina de una tarde de toros. Emocionante, cruel, descarada, espectacular. Imposible dejar indiferente. Hay personas que se mueven con la misma cadencia provocadora de sus pétalos, que destilan el sabor peligroso y adictivo de lo prohibido. Emiten un canto similar al de las sirenas, irresistible aunque se tenga conciencia cierta de la imposibilidad de volver a cruzar esa frontera, una vez que las acaricias.

La elegancia de lo extremo siempre me ha llamado la atención. Solo aquel que es capaz de andar con soltura sobre la delicada maroma, que separa lo diferente de lo chabacano, demuestra estar tocado por ese dón que no se puede comprar ni aprender que se llama elegancia natural. Alguien que puede ser tan interesante con un tejano y una camisa blanca o con un diseño exclusivo de Galliano, sin dejar de ser uno mismo. Es ese tipo de personas que pasan por la vida como si esta estuviera pensada exclusivamente para ellas. Aquellas que se levantan sobre las puntas de sus pies sin aparentar esfuerzo alguno, incluso cierta desidia propia de un gesto natural. Tiene ese tono natural pero atractivo, similar a las peonías fucsia, que recuerdan la sofisticación de los grandes y de los pequeños momentos, cuando lucen solas en un austero recipiente de cristal.

Al igual que las peonías de color rosa palo, que parecen estar echas de finas láminas de algodón de azucar, o tejidas, sin nudo alguno, de la seda más suave del mundo, hay personas que endulzan la vida sin resultar en ningún momento empalagoso. Una mirada sencilla pero franca, una sonrisa permanente pero sin grandes artificios, como si las comisuras de los labios hubieran sido creadas para mantener esa posición por siempre. Un gesto corporal amable, sin aristas, que provoca la necesidad de abrazarlas en todo momento, para contagiarse de su paz y energía. Su belleza serena no raya, nunca, la frontera de la cursilería ni el edulcoramiento innecesario.

Son bellas por sí mismas, nunca necesitaron compañia ni comparsa para brillar más. Hay cosas que por si solas nos seducen, nos ganan y nos trasmiten paz desde su escueta sensillez y su sofisticada elegancia. Tanto visual como formal.

P.D. No nos engañemos, también existen los cardos borriqueros. Ellos también tienen su punto en su entorno y su lenguaje particular.

viernes, 10 de junio de 2011

El sueño

Las nubes envuelven la ciudad mientras me despierto sobresaltado. Quizá cené en exceso, cosa que dudo, Quizá me condicionaron los hechos acaecidos durante el día, lo cual no suele ser muy comúm. Quizá mi cerebro se ha despegado del cuerpo y tiene vida independiente, cosa que también me extraña, porque ya me cuesta llevar dos, la Pública y la Privada, como para tener una República independiente de mi mente.

Un extraño sueño me ha tenido ocupado toda la noche. Y cuando digo ocupado ha sido realmente ocupado. ¡Qué noche más movida! Realmente no recuerdo bien como comienza esta subyugante visión. Ni el tiempo que duró. Dicen que sólo duran segundos, pero sueños como este le darían, de sobra, a un guionista venezolano para un culebrón de centenares de capítulos.

Suenan trombones dorados y luminosos. Me rodean cientos de ellos. Sus portadores lucen extraños trajes de chaqueta, más bien ajustados, de tono metalizado y con castellanos de charol. Todo brilla al mirarlos menos su música. Una extraña partitura sin sentido pretende asemejarse a una fanfarria. Ellos balancean sus trombones de izquierda a derecha. Mientras tapo mis oidos con las manos, intento abrirme paso entre la manada musical.

En un momento concreto, sin saber reparar en cual ha sido, descubro mi indumentaria. Bemudas ajustadas y camisa de volantes. Un chaleco de Principe de Gales gris pretende darle un tono serio, acompañado de una hawaianas de charol negro. El sombrero me gusta. Un borsalino elegantemente discreto.

De repente, como si Moisés hubiera golpeado el suelo con su bastón, la marea metalizada de los músicos se abre en dos, silenciando su interpretación. Tras ellos aparece un altar ritual. Una gran mesa de piedra, de un grosor considerable, decorada con centenares de cabezas reducidas, como las que coleccionan los Jívaros, y rosas de color chicle. Centenares de velas rodean la escena, diría que millares. De esas que llevan una funda de plástico y una estampita de un santo. Reparo en estas imágenes y consigo reconocer al Sagrado Corazón, a alguna Virgen, de la cual no soy capaz de distingir la advocación, a Madonna, Gerard Piqué, Jorge Javier Vázquez, Leire Pajín y a la alta de las Mamma Chicho. Ah, y el Pozí.

En el centro de la escena, dispuestas en dos grupos simétricos, hay unas doscientas sillas doradas. De esas que se usan en los eventos americanos, con varillas torneadas y colchoneta de raso blanco. Al acercarme y tocarlas, descubro, horrorizado, el tacto plástico y aspero del que cuelga una etiqueta de papel de estraza que dice "Made in China". Nada es lo que parece en la distancia corta.



Tras de mí, avanza una legión de invitados pertrechados con grandes galas. Ellas, subidas a tacones de vértigo, parecen cigüeñas epilépticas con los ojos desencajados. Incluso juraría que sus movimientos, los de todas ellas, respondían a una coreografía antigua de Lady Gaga. Ellos con levita y bermudas. "Tampoco voy tan mal", pienso. De repente reparo en sus pies. Castellanos de Charol. ¡ No me lopuedo creer! Parece una conjura Judeomasónica. Se mueven todos al mismo ritmo, entre militar y cabaretero. No sé porque lo asocio a algún número musical de la Alemanía del Este, la del otro lado del Muro que ya no es Muro si no souvenir para turistas inacautos y crédulos. De fondo vuelven a sonar los trombones de forma descompasada.

En un momento dado, una extraña luz zenital nos invade y la música se torna reconocible y agradable. Mientras resuena, suave, eclesial, la letra que entonan los invitados...

Siempre me traiciona la razón
y me domina el corazón,
no se luchar contra el amor.
Siempre me voy a enamorar
de quien de mi no se enamora,
y es por eso que mi alma llora.
Y ya no puedo mas,...


Del cielo, rodeada de ángeles postmodernos y andróginos, desciende una sacerdotiza envuelta en una túnica de raso de seda negra repleta de bordados de azabache. Con los brazos en cruz, como una vedette mediática y de elegante gesto, comienza su discurso.

No entiendo porque se dirige siempre  mí. Me mira a los ojos con un aire entre paternal y protocolario. Siempre habla de vosotros. ¿Quién somos vosotros? Yo estoy solo, o así lo creo. De repente, algo me roza la mano y me sobresalto. A mi lado, con un estupendo vestido de escote drapeado en tono nude, está George Clooney. Me mira con ojos de cordero degollado y una sonrisa irresistible que, inmediatamente, me hace desear tomarme un Nespresso. Intenta colocarme una especie de anilla de bote de CocaCola, en oro blanco, en mi dedo anular mientras la oficiante recita, con tono solenme los articulos del Código Penal referentes a la privación de libertad.

Forzejeo con George, ante la aprobación  y regocijo de los invitados. Y la sacerdotiza detiene nuestra disputa posando su mano derecha sobre las nuestras y clama con aire adusto y tono grave." Por el poder que me otorga el Estado Español y Lola Flores...La niña no se casa...Si me quereís , irsee...."

Salgo corriendo entre una lluvia de frutas y hortalizas, eso sí, de primera calidad y con todos los controles sanitarios, buscando deseperadamente la salida. Al fondo de la escena hay una luz intensa hacia la que corro sin aliento. Me persigue George, los ángeles ambiguos y parte de los músicos con sus trombones dorados.

Entre la luz y yo, una silueta. Conforme me acerco a ella, reconozco la figura de un arquero que me apunta con su ballesta cargada. Y pienso "Guillermo Tell? ¿Qué coño hace aquí Guillermo Tell?" mientras escucho el silbido de su flecha aproximandose, certera, a mi frente.....

Abro mis ojos empapado en sudor mientras froto mi cabeza con mis manos. No hay flecha, no hay boda. Tampoco está George ni ese precioso vestido color nude en el suelo de mi habitación.Tan solo algo oprime mi dedo anular. NOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!

lunes, 6 de junio de 2011

El sabor de lo esencial

Lunes, maldito lunes. El despertador martillea mi cabeza con noticias de políticos corruptos, triunfos deportivos y toreros en decadencia librando su última faena entre la vida y la muerte. En fin, España. De nuevo ha llegado otro inicio de semana, adentrándonos en el final de la primavera, con olor a chiringito, especie en extinción y sabor a gazpacho andaluz, con pepino, ¡¡cojones!!

Mi fin de semana ha sido atípicamente social para la media de estos últimos tiempos. Cada día una reunión, un tipo de gentes, una gastronomía diferente. Todos amigos, todos los planes apetecibles.

Cada situación tiene su contexto, sus protagonistas, sus vinculos con historias remotas que nunca dejan de parecer cercanas. Cada una de ellas se refiere a una de mis múltiples caras de este poliedro que es mi vida social. El puzzle de mi Yo público entrelazado con mi Yo privado.

Viernes, jornada laboral extensa e intensa en la que siempre hay lugar para una sonrisa. Como ha cambiado el cuento. Tras ciertos coqueteos culturetas con una conferencía de Magía y ciencia, más interesante de lo que parecía a priori, retomamos la rutina de los viernes. Casa de amigos y pizza. Momento Friends a la alicantina. Un buen jamón  (que el señor tenga al cerdo en su gloria y haya dejado muchos herederos de ese sabor y textura), Coca Cola bien fría y una de esas combinaciones con todos los ingredientes posibles de la carta de Telepizza, que solo mi Maribel sabe conjugar, viernes tras viernes. Risas y amigos, sofá frente sofá. A menudo recuerdo la pizza del Home Slice, en Austin. Ninguna en el mundo sabrá mejor pero esta es la de los viernes, es el rito ineludible. Viene a ser, sin pretender ofender a nadie, nuestra comunión semanal. Nuestro auto de fé particular en la amistad a pesar de las pruebas del Demonio.

Sábado. Comunión de las de verdad. Amigos que nos volvemos a juntar alrededor de una mesa. Punto de unión de caminos  que el tiempo ha separado con la colaboración inestimable de guionistas, dioses griegos y  demás deidades egipcias. Entre Calamares a la plancha y arroz con All i oli redescubrimos el punto de inicio y todo aquello que tenemos en común. Todo por lo que aún se nos despierta una sonrisa cómplice y se abre, de un golpe de memoria, el albúm de los recuerdos, y pasan cientos de imágenes, un tanto ajadas por el tiempo que sin duda no vimos pasar. Risas tan frescas como las primeras, confesiones de admiración que reconfortan el desgaste del tiempo y amistad sincera, sin coste a cambio ni impuesto sobre la lealtad añadida. Sólo dar sin retribución a exigir.

Domingo. Siempre es tiempo para retornar a tus orígenes. Nunca hay que olvidar el camino que vuelve a casa. Allí siempre hay una puerta abierta, una silla lista y un plato con tu nombre. Nadie preguntará de donde vienes, como si lo hicieras todos los días. Nadie se asombrará de tu presencia porque allí siempre estará tu sitio. Te lo guardará la nostalgía y la ausencia, evitando que lo ocupe, impertinente, el olvido. Barbacoa y sangría de autor. Lujos cero en una calle con sabor a paella y a barrio. Con sabor a celebración sencilla, pero alegre en su esencia. No me cuesta reconocerme a pesar de no tener nada que ver ya con este mundo. La memoria es la virtud del humilde.



Tarde entre parras e higueras. Sabor de hierbabuena y té entre los coqueteos de los pavos reales con las juntas de las baldosas de barro del jardín. Los faroles flotan entre las ramas y el viento mece las buganvillas. Serenidad de sabor a miel y jengibre sobre cojines de rústica hermosura. El tiempo no habita entre los muros de este Carmen perdido. Escondido entre eriales, para darle esquinazo a la vulgaridad y al desasosiego. Sabor a canela en cristales dorados que descansan en los mármoles eternos de los veladores.

Tiempos distintos embadurnados de sabores antagónicos y extremos. Ritmos irreconocibles en su siguiente movimiento para hacer un discurso común. Nada es importante en el entorno, nada lo es en el complemento. Al pasar las horas y nacer las lunas, en nuestros labios y en nuestra retina tan solo queda prendido el sabor de lo esencial. Lo auténtico

viernes, 3 de junio de 2011

El extraño brillo de las latas de Coca Cola Light

Hay algo de fascinante en los productos que duermen, a la espera de su viaje final, en los lineales de los supermercados. Sin saber por qué, unos nos fascinan más que otros por su mera imagen exterior. ¿Qué nos hace elegir una lata de atún entre todas las marcas expuestas?¿Por qué estas tostadas para el paté y no las otras?, mismos ingredientes, misma forma. ¿Qué nos hace decidirnos por una botella de leche frente a otras botellas iguales y de similares dimensiones?

En teoria, cuando conocemos el producto, es el contenido lo que decanta nuestra decisión. Pero el problema surje cuando no tenemos información previa. ¿Qué es lo que nos hace sentirnos atraido por uno más que por otro?¿Qué nos empuja a decidir, abandonando las otras opciones, sin valorar lo que perdemos al quedarnos con una sola?

Muchas veces simplemente es el exterior, la etiqueta. Nos dejamos llevar por unas formas bonitas, un estuche elegante o una combinación de colores sofisticada. Aunque por ley todas deben llevar la información necesaría para no sentirnos engañados y saber lo que compramos, casi nunca nos paramos a leer detenidamente la misma y decidimos por factores meramente estéticos. Nos dejamos llevar por la primera impresión sin sumergirnos en nada más. Asi luego nos pasa lo que nos pasa. Llegan las decepciones o nos perdemos lo mejor pensando que nos llevamos el oro y el moro.

Cierto es que todos pasamos por ahí. A mí me fascina el brillo metálico de las latas de Coca Cola Light. Siendo un producto casí igual al de recipiente negro y rojo, de formas duras y mucho más masculinas que es la Zero, a mí me atrae la Light. Y la influencia de la forma es importante. ¿Por qué tuvo que masculinizarse este producto para alcanzar una cuota de mercado en un segmento de público que tras su masculinidad era incapaz de asumir los brillos, ciertas curvas o atracciones ocultas al observar ese anuncio de la parada de las 11,30?.



Tambien es cierto que esto lo extrapolamos a nuestras relaciones humanas. Nos dejamos influir por las apariencias sin llegar al fondo del individuo. Esto lo hacemos para bien y para mal. ¿Quién no ha machacado a alguien por su apariencia física o un modelito desafortunado en la boda de una prima?¿Quién no ha encumbrado a popular en su clase de instituto a Miss Pelo bonito, que iba siempre superestilosa, con todos los colores sacados de la paleta de endencias del Vogue Italia? Cierto es que ellas pueden hacer, en un ataque de envidia insana, una diana, objeto de sus más afilados dardos visuales y dialécticos, de la reina de belleza.

Tambien es cierto que los humanos utilizamos nuestra apariencia externa como declaración de intenciones y adscripción a una tribu urbana concreta. Por ejemplo, la choni choni, de piercing en el bigote, bota blanca y guante esclava con inicial no pretende que se le confunda con una "te lo juro por Snoopy". Deja leer en su uniforme que para ella el amor es un estribillo de Camela, con su cintura rodeada por el brazo de su tronco, que equilibra el peso y gesto con una litrona en la otra mano. Aunque a escondidas se emocione mazo con las canciones de la Sirenita, ella quiere ser Catalina de Sin Tetas no hay Paraiso.

Al igual, una cachorra de Genova nunca reconocerá, por lo menos publicamente, que puede emocionarle los retales de amor prendidos entre las estrofas de Paraules d'amor de Joan Manuel Serrat. Ella es más de coordinar Bimba y Lola con Etro y Jimmy Choo, más que de perderse en extraños laberintos lingüisticos , a su modo de pensar, obsoletos y sectarios. ¿Desde cuándo han tenido caducidad los sentimientos y las lenguas?

Yo, realmente, cuando paseo ente los lineales de mi Mercadona de cabecera sigo sintiendome atraido por el extraño brillo de los botes de Coca Cola Light, impidiendome mirar al resto de la oferta. También es cierto que tras una relación de años a tres, mi nevera, la lata y yo, me satisface tanto por dentro como por fuera. Cuando su contenido dulzón, gaseoso y con ese color indefinido pero tan atractivo atraviesa mi garganta, solo ese momento de satisfacción es similar al de la fascinación que me provoca ella, brillante y enigmatica, con sus sinuosas letras rojas.

Me encantaría llegar a sentir por algún humano, alguna vez, un grado de fascinación tal, en lo externo y en lo interno, como el que siento por mis latas brillantes y cilindricamente atractivas, al contraluz de mi nevera.