viernes, 15 de marzo de 2013

Las primeras impresiones

El hombre del tiempo hoy me ha engañado. Bajo a la calle con destino a Madrid, con mi trollie gris humo, mi jersey de lana gris amoroso, abrigo tres cuartos gris abrigado, pantalón pitillo gris elástico y cielo azul brillante. ¿No tenia que hacer mal tiempo?

Esperaba unas nubes gris plomizo, un viento afilado de un gris metálico y los reflejos grisáceos de los charcos en el asfalto y me he encontrado un sol verde primavera en las macetas de los balcones.

Arrastro la pequeña maleta entre sudores y maldiciones hacia la parada del tranvía. Es pronto y la mañana me ha cundido desde las 7. Agenda cubierta y camino al descanso de este fin de semana lejos de la rutina diaria. Mi cerebro repasa al ritmo ágil de mis pasos los trabajos realizados y a realizar y el estado de los mismos. Ganas de encontrar mi plaza en el tren y desconectar.

Cientos de proyectos y situaciones de mi entorno personal revolotean entre pasos, plazos, citas y pedidos. Un trimestre intenso para empezar un año. Un trimestre intenso para acabar un periodo excesivamente repleto de cambios.

Por fin llego al tren varado en una estación en eterna reforma con anhelos de acoger un AVE alguna vez. Y busco mi vagón.

De todos es conocido la fortuna que me reservan siempre mis Dioses Griegos y Egipcios en viajes y transbordos. Al buscar mi asiento descubro una marea rojas de chandals deportivos con la enseña patria en mi compartimento. Todos llevan bordado la palabra rugby en espaldas y maletas. Reconozco que el nerviosismo me invade ante la presencia de la selección nacional de rugby. El sueño sensual de los calendarios más mitificados del mundo. Esos cuerpos sudorosos y brillantes, que se cubren únicamente con ese melón de cuero en mi imaginación, van a compartir trayecto conmigo.

Algo no funciona bien, no son muy altos, tienen el pelo algo largo, su voz aflautada y ciertas curvas que no reconozco en mis tórridos sueños. ¡¡¡ Mierda!!! Es la selección femenina.... ¿Se puede tener más mala suerte???

Es lamentable sentirte, de repente, lo más femenino del vagón con esta barba repleta de canas y mi pelo rapado al dos.

Arranca el tren y me pierdo en la conversación de las jugadoras, entre una sensación de desilusión y de curiosidad a partes iguales. Reconozco que por segundos me ganan por su tratamiento serio y profesional de los asuntos y problemas de su disciplina deportiva. Minoritaria y desconocida. Asuntos internos, federativos y de estrategia personal y deportiva.

La influencia de la crisis y las personalidades fuertes e invasivas de las divas, que de esas en todas las casas hay, disuelven lentamente la imagen de cargadoras de muelle conjuntadas que me dió el primer golpe de vista. Descubro cierta feminidad diferente, un tratamiento coral y sosegado de los asuntos, en la que no solo comparten placajes, ensayos y melés. Intuyo cierta complicidad de pareja en algunas de las componentes. Descubro otra nueva realidad que nunca me había parado a pensar

Y he de reconocer que me parece más cercana, agradable e interesante que podría haber resultado una tormenta de testosterona masculina, embutida en cuerpos musculados sin fin, la selección masculina.

No siempre las primeras impresiones deben marcar como acercarnos a las situaciones nuevas, por mucha confianza que tengamos en nuestra intuición de gay cultureta y sagaz.


jueves, 7 de marzo de 2013

Los amantes pasajeros

Los medios nos bombardean estos días con el estreno de la última película de Almodovar. Loa amantes pasajeros. Su retorno a la comedia más descarnada y alocada.

Un buen titulo, sin duda, para resumir el curriculum sentimental de más de uno, entre que los que me incluyo. Hoy, como Paco Umbral, he venido a hablar de mi libro.

Cierto es que detrás de esta apariencia de eterno soltero, al margen del bien y del mal, hay un corazón, endurecido en mil derrotas e increíblemente capacitado para la reinvención y la memoria a partes iguales. A lo largo de los años, que ya comienzan a ser muchos, cierto es que han entrado y salido diversos personajes en mi vida sentimental, algunos con más reincidencia que la aconsejada por la OMS .

Hay dos constantes en este campo que he llevado a pies juntillas. Quedarme colgado de quien no toca y apostar por la opción más complicada. Cierta querencia a la distancia también se me puede achacar, como los toros bravos a las tablas. Esta se debe a la incapacidad de encontrar nada que cuadre en el perímetro provincial. No digo yo que no exista, si no que yo no lo encuentro. Porque para hablar de lo encontrado, ya tendremos tiempo en otro párrafo.

Estos condicionantes me han convertido en un claro poseedor de una nómina de amantes pasajeros. Pasajeros por efímeros, pasajeros por su procedencia, pasajeros por su constancia, o por la mía. Simplemente pasajeros

Y esto me hace plantearme muchas cosas, así a calzón quitado, frente a este espejo mediático. Se debe a mi propia inseguridad, a una inconformidad manifiesta con lo que la Vida y los Dioses griegos y egipcios me traen a la orilla del día a día o a una obstinada jugarreta del Destino para no estar nunca en el sitio justo.

Quizás sea yo el responsable de la inconsistencia de mis relaciones de pareja o de la fortaleza para no conformarme con lo primero que pase, por el mero hecho de no estar solo. Lo que sé seguro es que por una o por otra me he acostumbrado a la inconmensurable compañía de mi propia soledad, haciendome descubrir los verdaderos encantos de los amantes pasajeros, los cuales paso a enumerar a continuación:

1; el sexo siempre es deseado y no pactado, la rutina no se aloja entre las sabanas

2; los yogures son de la marca que me gusta y ocupan el espacio en el frigorífico que yo decido

3; la única limitación de espacio en mi armario es la que marca las dimensiones del mismo

4; nunca me equivoco de pasta de dientes ni de cepillo, cuando me levanto dormido

5; los únicos pies fríos que tengo que soportar son los míos, al igual que mis propios ronquidos, los cuales no suelo escuchar (gracias a Dios)

6; cocino como y cuando quiero, sin pactar menús ni puntos de sal ni pimienta. A los amantes pasajeros siempre les encanta la primera cena, y normalmente el desayuno, si es que llegan

7; el mando de la televisión es una propiedad única e intransferible, y solamente de mi generosidad dependerá el pacto de los contenidos

8; el contenido del frigorífico deberá cumplir el único objetivo de satisfacer mis gustos y mi sustento.

9; los electrodomésticos, como la lavadora y secadora, están a mi total servicio, y no de prendas intimas del contrario que me niego a recoger de los lugares más insospechados de mi casa

10; la cama es mía en todas sus dimensiones y complementos (almohadas, edredones, etc....)

Pero también es cierto que debe compensar todo esto saber que siempre hay donde refugiarse, en una noche de tormenta, ya sea en la inmensidad del desierto de esas sabanas, en el gélido polo del frigorífico vacío o en la penumbra extensa del sofá, cuando necesitas la seguridad de saber que el próximo desayuno, y mil más, serán compartidos.

Y es que el zumo de naranja sabe mejor cuando es el de casa, y no el de cualquier terminal de las que frecuentamos, cada vez más, nosotros y nuestros amantes pasajeros.


martes, 5 de marzo de 2013

El momento justo

Este año el invierno ha decidido hacerse pesado. Carece de la educación que se le supone a aquel que es capaz de adivinar el hastío que provoca su presencia en la mirada de los otros. Frío, lluvia y viento a primeros de marzo. Nieves cerca de la playa cuando los almendros ya han florecido. Evidentemente no ha sabido retirarse en un su momento justo.

Debe haberse convertido en una constante en nuestra sociedad actual. Ni los políticos, ni las parejas rotas, ni las amistades muertas saben retirarse en el momento justo para cerrar su libro y dar paso a un futuro incierto en otras aventuras u otros brazos.

En algunos casos supongo que el ansia de poder y control nos aferran al sillón, en otras la cobardía nos impide tomar decisiones valientes y quebrar la tabla y comenzar un nuevo retrato de la realidad. El egoísmo también puede ser el motivo para no renunciar a una realidad, tan confortable como carcomida, en busca de una nueva realidad, incierta y fascinante a partes iguales.

También es cierto que soy incapaz de asignar ninguna de estas razones a ningún caso concreto. ¿Por qué es diferente el político corrupto que se niega a renunciar a su situación privilegiada del amante que se refugia en el confortable hogar destrozado de la relación muerta? ¿Por egoísmo, por cobardía, por perder capacidad de control, por falta de ética?

Nunca me deja de sorprenderme la capacidad del ser humano, en las distintas facetas de su vida, para justificar lo injustificable, renunciar a la propia dignidad o aferrarse a un clavo ardiendo. Y no seré yo el que tire la primera piedra, puesto que en incontables ocasiones me he aferrado a relaciones muertas, a amistades inconvenientes o ideales traicionados.

Cierto es, que el género humano tiene desarrollada una capacidad increíble para ver y juzgar, con la misma velocidad, la paja en el ojo ajeno sentados, eso sí, en su propia viga. Y es que lo nuestro nunca es lo que parece y posiblemente el resto no sepan de la misa la media, ni que la procesión va por dentro. Por dentro de nuestro propio ateísmo ético, el cual no seremos capaces ni de reconocernos a nosotros mismos, esa mañana gris en la cual no podemos con la vida, al mirarnos, frente al espejo, a los ojos y sin disfraces.

Dicen que este mundo es de los valientes, pero seguramente no se referían a saltar d ningún puente con una goma elástica que nos oprima los genitales. Quizás se referían a saber en que momento cerrar determinadas puertas y no tener miedo a buscar nuevas ventanas. Solamente es cuestión de encontrar el momento justo.