lunes, 5 de abril de 2021

Abrir las ventanas

 La vida es vieja y caprichosa, pero a la vez, tremendamente sabia y paciente. A veces, nos espera sentada en una esquina o apoyada en la barandilla de un paseo, de cara al mar. Nos mira pasar, nos ve vivir y respirar, y busca el momento justo para cambiarnos las reglas de la partida o abrir de nuevo las ventanas y airearnos el alma.

El tiempo y el camino me habían dispuesto en una posición extraña. Empezaba a ser hoja que lleva el viento y no es capaz de reconocer dónde estaba su árbol, las raíces que la anclaban a la tierra. 

El ir y venir, la cadencia del viaje había desgastado la senda, o sencillamente empañado la memoria de la pertenecía. Comenzaba a ser un extraño en casa propia y a seguir siéndolo en tierra extraña. Dicen que uno es de donde pace, pero hay pastos y pastos. 

Cuando menos lo esperas, el aire fresco entra de golpe por la ventana para devolverte la luz azul y con aroma a salitre e higos. De repente te empuja a la tierra. A tu tierra para centrar la mirada, para expandir tus pulmones y redescubrir el camino a Ítaca, que uno pensaba olvidado, o quizás solamente declinado en sueños de utópica consistencia.

Y descubres que sabes respirar, que seguías respirando aunque lo hubieras olvidado. Que todavía recordabas sonreír e incluso extrañar el tacto furtivo de unos dedos en la curva de mi espalda. Y que el tiempo nada más quería ser un contenedor de miradas, silencios y caricias. Sin más pretensión que tenderlas al sol. El pequeño guardián de los tesoros más estimados


Y descubres que tu corazón siempre tuvo patria y solamente esperaba, en un éxodo imperceptible, que el aire fresco lo devolviera a tu tierra prometida. 

Y sin darme cuenta, la brisa te trajo a mi, para recordarme que el deseo y mis sentimientos solo conocen una filiación, la de tus ojos.

Y al ventilar la casa propia, he descubierto que solo me puedo sentir patriota en las curvas de tu cuerpo, que mi país es el valle de tu espalda. Que mi hogar se construirá en el brillo húmedo de tus pupilas y me sentaré a mirar la vida en la curva imperfecta de tus labios.

Gracias por romper los cristales viejos, que se habían clavado como estacas en mi pasado y no me dejaban ver la playa. Gracias por abrir las ventanas para empujarme a  mi Itaca particular. Con viento fresco y gesto honesto.Gracias por recordarme porque siempre merece la pena el viaje. Gracias por ser destino y puerto amable.

I amb el teu somriure, la revolta.