domingo, 31 de octubre de 2010

Willy Wonka y la tortilla de patatas de Bolsa

Me despierto con un cierto jet lag provocado por un viaje a lo desconocido más familiar. Abro los ojos, quedándome colgado en las vigas del techo, intentando reconstruir y encajar cada retazo del la fiesta de anoche. Todavía me duele la cabeza del Ponche de María. Con sus ojitos flotando y un color imposible de definir. Era una fiesta de Halloween, sin ningún lugar a duda.

Pertrechado con mi disfraz de emergencia, recorrí los más rápido posible la corta distancia entre mi casa y mi destino. Edificio de principios del XX  repleto de encanto y obras en la escalera. Me siento extraño llevando bastón y chistera, aunque tengo que decir que da un cierto aire distinguido. A pesar de la bolsa de hielo y los dos litros de Coca-Cola.

Toco el timbre. y descubro la casa de mi anfitriona, llena de telarañas, calaveras y viudas negras. Esto promete. Buena música, alcohol y algo de comer. Era como volver a los tiempos de Mecano y la Destilería. Conforme se desenvolvían las presentaciones fui constatando, de nuevo, que esta ciudad es un pañuelo. De una manera u otra todos nos conocíamos, nos sonábamos, o en algún caso no había ninguna necesidad de conocerse.



Comedidos como en un velatorio, alrededor de la mesa de las viandas, comenzaron a desgranarse bromas sobre arañas de chocolate y tortillas infumables. La tortilla española se llama así por algo. Y los experimentos con gaseosa. La rigidez del luto se fue aflojando entre canciones de Raphael y Brugal con cola. Hasta la bebida estaba clavada. Qué mejor ron para estos días.

La fiesta se animaba al mismo ritmo que nos descubríamos facetas desconocidas unos a otros, aunque llevásemos 20 años viéndonos y nos hubiésemos hecho un croquis equivocado de las personas. Risas, canciones, ahorcados y telarañas. Más risas, confesiones insospechadas, y subidones de moral. Guiris trasvasados de otra fiesta. El señor conejo, sin orejas ni reloj, ejerce de técnico de sonido y pincha discos. Muñecas zombies y señores bien de familia bien con chalecos bien.

Música, más música y la viuda moderada se convierte en la nueva Concha Piquer travestida de luto riguroso y sensual. Karaoke global, ante la cara de borderline de quien no entiende las letras de Alaska o Radio Futura. Bailar, bailar, entre telarañas y hormonados con necesidades fisiológicas sin ningún pudor para cambiar de objetivo , fracaso tras fracaso. Más Raphael, más risas. Pídeme de salir, y te digo que no. Porfa, 15 años después cerremos heridas de carpetas de colegio y viajes de esquí. Dos con gafas y muerta parecen ser parte de la decoración.

4,30 de la madrugada y suena Paloma San Basilio. Recupero mi chistera y la sensatez. Besos,más risas, promesas de comida y Facebook. ¿Desayunamos en el Gritti? Gran noche de descubrimientos y reencuentros. El espíritu de la Destilería volvió por Todos los Santos, a descansar entre nosotros y quitarnos lastres y años de encima. Gran fiesta, María. Nunca me hubiera perdonado perdérmela.

sábado, 30 de octubre de 2010

Buñuelos y calabazas

Me despierto con la presión de los días importantes. Hoy es 30 de octubre, mañana por la noche es Halloween. Y hoy cambia la hora. Hace 100 años que nació Miguel Hernández en Orihuela, tu pueblo y el mio.

Y yo sin disfraz y sin torrijas.

La tradición es una cosa inamovible en el tiempo, que se sigue por que sí y no para de evolucionar. Es como una carpeta de colegiala a la que no dejamos de pegarle cosas que nos gustan, a veces sin ninguna coherencia y a la que nos abrazamos cuando nos sentimos inseguros.Como si estuviéramos ante un nuevo curso de las cosas.

En la España de toda la vida, que no duró más allá de 50 años, la celebración del 1 de Noviembre era una fiesta religiosa, de recogimiento, de respeto a los difuntos. De Buñuelos y huesos de santo, para endulzar las lágrimas por nuestros muertos, apaciguar el desasosiego que generaban las múltiples velas en su memoria y suavizar esa extraña sensación de madrugar un día de fiesta. Esto último se hacía con un solo fin. Que las ánimas pudieran descansar en nuestros lechos, acomodados y preparados para la ocasión.

Los mexicanos, que tienen esa visión tan colorista y macabra de la vida, hacen del día de los muertos uno de sus momentos grandes. Calacas, flores y moles en tumbas multicolores resumen ese espíritu tragicofestivo que tanto me atrae desde pequeño. Nosotros, más sobrios y castellanos, hemos tirado más por el negro, rictus serio y manadas de visitantes a nuestras tumbas, pagando las flores a precio de oro.

La invasión anglosajona, hay que reconocer que por una vez, le ha quitado un pelín de caspa al evento. Sobre todo para los niños. No es lo mismo despertarte a las 7 de la mañana, un día de fiesta, en una casa con olor a cirio frente a fotos en blanco y negro que contabilizar los caramelos y anécdotas recogidos en tus visitas de casa en casa convertido en un vampiro de metro veinte. Sobre todo cuando se tiene 7 años.


Ni defiendo ni demonizo ninguna de las dos tradiciones. Creo que pueden convivir sin agredirse. El respeto y la memoria a los ausentes no esta reñido con la diversión y el desarrollo de la creatividad en los más pequeños. Y en los no tan pequeños.

Y ante esta tesitura, me veo aquí. 30 de Octubre. Sin disfraz y sin torrijas. Me tiro a la calle. La inercia me lleva, por tradición, a Seguí a comprar Panellets y Huesitos de Santo. Esto sí que es una verdadera catástrofe. La persiana verde manzana me devuelve a la cruda realidad. Hace años que nos dejó cerrando a traición. Con lo tradicionales que son las abuelitas de nuestra ciudad, no entiendo que no esté el quicio de la puerta lleno de velones rojos y lamparillas de aceite. También merecen nuestro recuerdo por todos los Días de todos los Santos que han endulzado, y miles de momentos hilvanados a mi memoria con milhojas, vasos de leche preparada y bocadillitos de queso.

Repuesto de tan duro golpe, y con el azúcar por los suelos, me arrastro a casa pensando en como arreglar el día. Abro el armario de las grandes ocasiones de par en par. Me han invitado a un baile de Halloween y no tengo disfraz. Miles de ideas brotan de mi cabeza como una bandada de ratones que dibujan figurines, trazan patrones, prueban desprueban, cosen descosen, en mi mente a la velocidad del rayo. Cuanto daño me ha hecho la Cenicienta y Ratatouille.

¿De qué podría disfrazarme? Ya está. De político corrupto. No. Nadie en esta ciudad reconocería el disfraz como tal. Hay tantos que lo único que podría pasar es que alguien me comentara "No sabía que estuvieras en política, ¿Podrías hacer algo por lo mio?". De Puta Zombie. A ver, no suena muy bien, me explico. De prostituta zombie, no es que tenga yo nada que despreciar a las zombies. Me refería como profesión y no como calificativo. Tampoco es afortunada la idea. De constructor. Corrupto por supuesto. No. Sería incomodo moverse por la fiesta con el yate y 11 jugadores de fútbol sin neuronas en la espalda. Me empiezo a agobiar. Mi mente parece la de un periodista de El País. Solo veo trajes y bolsos de Loewe. Y basura. Pero a ese olor creo que ya nos hemos acostumbrado.

Necesito algo original, cómodo y vistoso. Desechamos los estilismos de ciertas mamarrachas de esta ciudad con Putique y escasez de gusto. La cosa se pone difícil. Tim Burton siempre fue en mí una fuente de inspiración. Pero por cual decantarse. Eduardo Manostijeras. Incómodo para coger las copas y los canapes. El sombrerero loco de Alicia. Uff, algo estresante interpretar el papel. Me recuerda tanto a mi trabajo. Sobre todo por la Reina de Corazones. Willy  Wonka. Creo que sería una buena elección. Refinado, decadente, con cierto toque chic y sabor dulce de chocolate puro y arandanos. Lo único que tendría que bajar a locutorio del final de la calle y conseguir unos Oompa loompas.

Decidido. El terciopelo ajado siempre a tenido caché y una chistera viste mucho.Para celebrarlo haré unas torrijas de toña, como las que hacía mi madre.

Me enredo en la cocina entre cuencos con leche, huevos batidos, azúcar y canela mezcladas en un plato y sartenes. De repente, descubro que nunca presté la atención necesaria para descubrir el secreto e impregnarme del mimo que Maruja le daba a cada una de esos trozitos de cielo que nos prepara las mañanas importantes. Es otro de esos tesoros que insistió en regalarnos, aunque no los supiéramos valorar y que se han perdido en su mente en vacaciones. A veces bajaría la luna a las palmeras, que tanto cantó Miguel de joven y libre, con tal de desentrañar los misterios de sus hermosos ojos grises y escribir,letra a letra, punto a punto, una de las vidas más intensas y interesantes que he conocido. Sabor a canela y calabaza en la memoria de una mirada que, como las velas de los santos, danza triste en mi recuerdo.

martes, 26 de octubre de 2010

Thriller, versión Camela 2.0

Sigo reforzando mi teoría sobre la ciudad subterránea, poblada por chonys, mamarrachas, macarras y panchitos, que subyace bajo los adoquines de nuestras calles. Sus habitantes, como los seguidores del Conde Drácula, salen al anochecer a celebrar sus siniestros festines, con sus danzas malditas y sus indumentarias propias del Top Ten de perseguidos por la Inquisición y el Buen Gusto.

Realmente se pueden ver fantasmagóricas escenas, que pondrían los pelos de punta a todas esas señoras bien con el pelo a punto de nieve  y conjuntito de Gumersindo Iniesta, donde predominan las faldas cinturón, por no llamarlas ausencia de falda, las botas blancas, la bisutería barata y ordinaria, las prótesis de silicona, los depilados imposibles y los escotes con bigote.


Las tribus urbanas de los 80-90 han dado paso a una monotribu de escaso nivel neuronal y cultural, con culto al todo vale y la uniformidad tribal, sin valores éticos más allá de me mola el Jonathan y me lo calzo y con escaso o nulo interés por ser de otra manera.

Este sábado, salimos unos amigos a cenar. Un grupo bastante heterogéneo. Médicos, economistas, abogados, interiorístas, vamos un poquito de todo. Descubrimos un singular rincón para cenar, en  un pueblo a las afueras de la ciudad. Entre Sandwich de trufa y brie y Presa ibérica con puré de manzana desgranamos una estupenda velada trenzada de risas, complicidad y buen vino. Todo presagiaba que algo estaba cambiando en esta ciudad. Nada que envidiar a otros rincones donde todos los comensales estaban acostumbrados a disfrutar de noches similares.

Pero Alicante nunca deja de sorprender en el momento más inoportuno. Bajamos al Barrio pensando "hay vida después de los Chonys". No. Error de calculo y exceso de confianza. Manadas y manadas de Vanes y Joshuas deambulaban por la Rambla como en un congreso de Zombies de serie B. Su observación nos permitió descubrir determinadas circunstancias que nos obligaron a reflexionar. Las preguntas brotaban de una manera incontrolada.

¿Por qué hay bares que más que un pub al uso parecen locutorios?¿Qué hacen, le dicen al camarero "Cóbrate la copa y el cambio me lo envías a Ecuador"?¿Por qué parece que le han quitado las barras al futbolín?¿No se tomaron el ColaCao de pequeños?¿ Por qué todas las pandillas de gays llevan a una supergorda adoptada, como si fuera la cabra de la Legión?¿Les da suerte?¿Es necesario chillarle a alguien, como si te metieran el obelisco de la Concordía por el culo, que está a menos de 20 cm tuyos para decirle que te mola mazo un pavo pero que no se lo cuentes a nadie? Claro, a nadie que no este en cinco bares a la redonda.

Estas y mil preguntas más atormentan mi cabeza desde la noche del sábado, destrozando con sus taconazos de polipiel blanca los recuerdos de la fragancia de la trufa en mi paladar y despertando, de nuevo, esa especie de videoclip de Thriller versioneao por Camela que invadía la ciudad la noche de autos. No consigo arrancar de mi cabeza la imagen de una gogó de 157 kilos en canal, embutida en un corpiño (irónico nombre para lo que envolvía a semejante vacaburra) de Toile de Jouy azul y blanco y enredada en un tul azul turquesa a modo de tutú. Se balanceaba en un columpio, con ojos de lujuria y ausencia de ningún tipo de ritmo, como diciendo "cómetelo todo". Y yo pensaba "A mí no, por favor", mientras temblaba, sudoroso. Eso sí, nada que ver con los movimientos espasmódicos de las mariquichilis que reivindicaban su segundo de gloria en todo aquello que pudiera parecer una tarima.

A veces me pregunto por qué insisto en darle oportunidades a la Noche de esta ciudad. Si quiero pesadillas solo necesito cenar huevos fritos con chorizo a las once y media e irme a dormir, Me ahorro la resaca y la pasta de las copas. Por cierto,  ¿Por qué los camareros/as de esta ciudad no saben que el Plis Play se sirve con un hielo y hasta la mitad de vaso de Café Licor? Mamarrachas hasta para poner copas. ¿En manos de quién estamos?

viernes, 22 de octubre de 2010

Domani è un altre giorno

Suenan las teclas de un piano en Youtube y comienzan los acordes de un tema que he descubierto gracias al Facebook. Domani è un altre giorno de Ornella Vanoni. En esta canción, con tintes de festival de San Remo de los 70, he descubierto un himno para superar los días de bajón y las injusticias de la vida cotidiana. Es una especie de bálsamo para las piedras del camino. Una marcha heroica frente a las zancadillas de los hombres grises que tenemos que esquivar todas las mañanas.

Es cierto, que tras el impertinente sonido del despertador, las madrugadas se hacen más complicadas de vencer y se convierte en un esfuerzo sobrehumano afrontar el camino a la mina, como si cada día fuera una repetición absurda y  atormentadora del anterior.

Todos tenemos días buenos y días malos. La balanza de los mismos define, en gran parte, nuestro estado de ánimo y nuestro talante para superar las adversidades que la perra vida y los guionistas se empeñan en dejar caer en nuestra senda como las estúpidas trampas del Coyote.



En los días buenos, como si nos hubiera poseído el espíritu del Capitán Trueno, nos enfrentamos a todo sin perder pizca de nuestro buen color y sin despeinarnos. Todo enemigo parece pequeño y ninguna traba erosiona nuestro esplendido estado de ánimo y nuestra fuerza de voluntad para cambiar todo aquello que es imposible cambiar. A base de cabezazos tercos contra la misma pared, (esa maldita pared.. que cantaba el gran Bambino), vamos diluyendo nuestra sonrisa de gran figura del cómic de aventuras para ir adoptando la de Tristón, aquella hiena pesimista que acompañaba al pobre Leoncio cuando nosotros no podíamos intuir ni que existiera este catastrófico destino.

De los días malos ni hablamos. Compramos cuarto y mitad de tristeza a granel y dos pastillas de chocolate, del puro, para contrarrestarla. Cualquier obstáculo o enemigo, por pequeño que sea, se torna en gigante. Ya lo decía Alonso de Quijano en algún ratito de su extraña lucidez, Que no son molinos, que son gigantes, querido Sancho. Y conteniendo la respiración y  haciendo la barquita, nos dejamos llevar por el curso del río de la vida, dejando que los juncos y los manglares golpeen caprichosamente nuestro cuerpo hasta llegar a su desembocadura.

Vista esta desalentadora tesitura, encontrar esta canción ha despertado en mí una especie de declaración de intenciones. Es como una lamparita de Diógenes que va marcando la recta senda a seguir. Es como una revelación de autoestima y credibilidad en el propio proyecto, que a veces nos tiene a nosotros mismos como nuestro peor enemigo.

Nadie, por poderoso que sea o se crea, tiene la potestad para pisarnos, trabar nuestro avance ni menospreciar nuestra persona, el producto de nuestro trabajo ni nuestras ilusiones o proyectos de crecimiento. Esta es una parte de nuestro ser, y de nuestra entidad como persona, irrenunciable y que su desarrollo debe definirnos a nosotros mismos y a nuestro legado en este breve paso por la historia.

La libertad del individuo para disponer de su propio futuro y para encabezar la batalla por su propio crecimiento, personal, profesional o espiritual, no está en manos de nadie. Y si alguno, por estúpido o engreído que fuese, creyera tener capacidad para disponer de las personas que le rodean y de sus futuros, denotaría una de estas dos facetas, cada cual más deplorable. O un despotismo y carencia de respeto al igual totalmente reprobable o tal complejo de inferioridad que necesita de zancadillear a los demás para intentar mantener la cabeza por encima, o en su defecto seguir flotando en el río de la vida, cual excremento.

En el fondo, y volviendo a los dibujos animados, los gestores de nuestra historieta no podemos ser nada más que nosotros mismos. Porque si dejamos que un incapaz dibuje los trazos de nuestros movimientos, acabaremos siendo una burda caricatura del lerdo autor. Eso sí, sin duda el lerdo firmaría la misma, para que no quede ninguna duda que el único y gran creador de esa obra es él. Los cielos lo tengan en sus proyectos futuros y cercanos y eviten el mayor número de caricaturas a su imagen y semejanza posibles. Que, señores, de inútiles en este mundo ya vamos bien servidos.

martes, 19 de octubre de 2010

La vida Single, esa bendición

Cada mañana, al despertar, estiro mi brazo izquierdo dibujando una circunferencia hacia la parte posterior de mi cuerpo esperando no encontrar nada más que mi colchón, a lo sumo una almohada perdedora de la batalla de los sueños terminados. A veces me he llevado algún susto al encontrarse este gesto de autoconvencimiento del bienestar de la situación Single con un bulto sospechoso. He tropezado  con un libro, un móvil o un paquete de galletas. Sí, desde pequeño me gusta comer galletas en la cama. No se rasguen las vestiduras , que hay gente bastante más cochina en la cama.Hay quien fuma y todo, después.

Y es que la soltería, como estado de elevación hacia lo divino por propia decisión, tiene muchas ventajas. Si empezamos por la cama, nadie te da calor en verano ni patadas entre sueños, ni te pega los pies helados a las espinillas en enero. Y si en algún caso sucediese, la condición de bulto extraño y sospechoso del individuo que lo perpetrase, le costaría la expulsión de la misma y el vagar, de madrugada, en busca del propio lecho. Tampoco le molesta a nadie que escuches El Larguero o el programa de toros de Manolo Molés. Ni la luz de la lamparita se convierte en una tortura turca, si no en un acompañamiento indispensable en la lectura de edredón y pijama. Este es uno de los momentos de mayor elevación de la soltería. Poder leer sin que nadie considere que la estupidez que te va a contar te va interesar mucho más que tu libro de Kazuo Ishiguro.


Luego esta la nevera. La libertad de elegir la marca de tus yogures y sus sabores no la contempla la Constitución, pero es uno de esos valores inalienables a los que sólo se renuncian por amor.¡¡¡¡¡¡¡¡¡Error!!!!!!!!!! Se empieza por eso, y luego te quitan las cervezas, la Coca Cola aparece un día sin cafeína y el chocolate sin azúcar, ni chocolate ni nada que merezca la pena. La nevera es uno de los Santa Santorum de un soltero vocacional. Ese ejercicio de los sábados en el Mercado, donde sólo tú decides que va a habitar sus cajones iluminados como la nave de 2001,odisea en el espacio. Eso, eso es como la Master Card, no tiene precio. Y sí, se puede vivir sin pescado en la nevera. Y sin patatas. No me gustan, lo siento.

Otro de las piezas irrenunciables del poder Single es el mando de la tele y la manta del sofá. Quién, en situación de condena matrimonial, por muy abducido que esté por el amor o el sexo, no ha añorado decidir en todo momento que ver o no ver, zappeando indiscriminadamente como una criatura de 6 meses con el mando de la Wii. Y miente el que diga, de estas pobres personas, que no ha tenido tentaciones nunca de pegar un tirón de la manta en el sofá y hacerse un bicho bola, sin tener ningún tipo de contemplación con el resto de seres que habitaban en ese momento en el reino de ese elemento mobiliario, donde se cuecen las grandes historias y los grandes dramas de una pareja, como lo es el campo de batalla a la guerra.

De la discoteca del hogar ya ni hablamos, ni de la videoteca y su uso, ni del orden casi jeroglífico de los elementos de decoración, según quien lo estipule. La vida hogareña, tan afable y cordial como una fábula de Samaniego, encierra más trampas que un bosque de Tim Burton. La lavadora y la secadora, esos grandes enemigos del macho ibérico. Y la plancha, qué vamos a contar de la plancha, maquina del infierno. Evidentemente, la gestión  de la relación con estos obstáculos de la buena vida que hace un Single,  puede ser más caótica pero siempre menos traumante y belicosa que la de una pareja convencional. Entiéndase pareja convencional como hombre-mujer, hombre-hombre, animal-cosa, etc....

Vistos estos argumentos, la vida Single es ese estado de elevación del que hablábamos. Siempre y cuando sea por propia decisión, y no como consecuencia de la conjunción de los astros, la mala suerte y la incapacidad para formar una pareja estable del individuo en cuestión. Porque cuanto sucede esto, el brazo es el que busca ansioso al bulto sospechoso para sonreír cada mañana. La imagen del soltero frente a la nevera abierta da más miedo que la tele de Poltergeist y un sofá árido como un desierto, con un mando sin competidor estremece más que el peor de los tsunamis al corazón. Porque no hay nada más duro que una soledad no vocacional, y que un invierno que siempre soñó ser primavera.

domingo, 17 de octubre de 2010

El día de la boda

Dicen las malas lenguas que el día de la boda, posiblemente, sea uno de los días más felices de la vida. ¿De quién? Yo creo que de cualquiera menos de los contrayentes.

Analicemos uno por uno los protagonistas de una boda.

Los padres de los novios. Ellos seguramente si que disfrutan uno de sus mejores días. En primer lugar, se libran de esos chupócteros de más de 30 años que siguen desvalijando sus neveras, utilizando sus preservativos a punto de caducar, ensuciando su coche nuevo de Dios sabe que extrañas sustancias empalagosas y arruinando tu cuenta a base de facturas telefónicas. Claro que el coste debe ser alto. 150 euros por comensal. Barata libertad.

Los propietarios de restaurantes. Nunca, ni en la mejor de sus noches al frente de sus negocios, encontrarán 275 pringaos que se gasten 120 euros por barba por un cóctel de bogavante del Makro y un solomillo de bar de carretera. Posiblemente si pidieras esa comanda por libre nunca pasaría de los 35 euros, siendo generosos. Encima la celebración les garantiza un lleno completo y a sabiendas de la consumición de antemano. Sin desperdicios ni costes fijos sin utilizar. Y no hablemos de la barra libre. Si todos los comensales se bebieran los 15 euros, se debería poner el teléfono del SAMUR en el tarjetón de boda.

Los tarjetones. ¿Es necesario sacar el punto más hortera de nuestra recóndita vida privada y comunicárselo a todos tus familiares y conocidos? El único motivo comprensible es ir caldeando el ambiente para ese momento estelar de ver a una pareja de jóvenes convencionales, que pasarían desapercibidos en cualquier concierto de Melendi, disfrazados como actores porno de una película de piratas y mesoneras.

Las indumentarias. No puedo comprender que a la mayoría de la población le parezca caro invertir 190 euros en una americana negra de fondo de armario y no le resulte un atentado contra el sentido común invertir más de 3000 euros en que te tapicen como un puff de burdel, con brocados, puntillas y tules, cuando su cuerpo se parece más al de un barbapapá que al de una modelo rusa. Claro, que como han preparado el ambiente con ese papel tornasolado con dos osos troquelados y palomas, muchas palomas, no se puede bajar el nivel. Ni en su mejor sueño, el de la tienda, hubiera pensado sablearle esa cantidad de dinero a nadie que no fuera ciego o gitano. Recuerden a Farruquito y su boda.

Las flores. Que necesidad de rodearse de tan delicados seres vivos si el 90% de las novias/os son incapaces de distinguir si son de plástico o no. Y sí, es cierto, las velas de día son una catetada. De ahí el nombre velada para las celebraciones nocturnas.



La Tarta. Si la mitad de la población se pasa el día a régimen, que necesidad hay de gastarse un pastizal en una masa de merengue morado, perlas plateadas de anís y esos estúpidos muñequitos que parecen de Vudú. Puede que sea una especie de premonición al infierno que se avecina. Claro que, justifica la necesidad de esos trajes de pirata para cortarla con un sable toledano a los sones de Superman o, aun peor, Titanic.

Los regalitos. Quién no es capaz de recordar enseres de dudosa utilidad y más que dudoso buen gusto que te han entregado en una boda una suegra vengativa, embutida en una talla 58 en la que nunca creyó entrar ni con la ayuda de la Santa Faz, o una cuñada púber con la cara llena de granos y mangas de farol de organza. Con todo ese dinero, se podría construir una cárcel y una academia de arte para los felices propietarios de bazares de regalitos de boda.

Los novios. Esos dos pobres infelices que van a renunciar a tener la comida hecha y con un sabor aceptable, que no conseguirán lograr en los próximos 5 años, como mínimo. Tendrán que conciliar sus vidas y repartir de un modo equitativo las tareas domésticas, que hasta ahora eran como las meigas, que haberlas hailas... Que se someten a una sesión de besos con repetidora de abuelos, tíos, primos y amigos que no sabían ni que eran conocidos. Eso sí, cari, era un compromiso ineludible de tu suegra.

Aparte de todo lo que les espera tras ese túnel negro de la vida marital, ese día son el centro de las críticas de amigas que no lo son tanto, de exnovias despechadas y vecinas con hijos en edad de merecer que no consiguen colocar ni rezando. Y encima, ellos que van provocando. Claro, que lo de las criticas se multiplica de modo exponencial si el enlace se celebra en un ayuntamiento y los dos contrayentes se pelean por llevar el ramo y ninguno lleva falda. En alguno de estos casos, hay casas de apuestas británicas que han abierto líneas para averiguar cual de los dos contrayentes se ha cepillado a más invitados. Seguro que ha habido algún pleno al 15 ¿Qué más podemos esperar del día más feliz de la vida? Puñados de arroz que no hay quien saque de esa amalgama de postizos peruanos y laca que lleva la calva de la novia/o.


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sábado, 16 de octubre de 2010

Como zombie no tengo futuro en esta sociedad

Siempre se me dio mal aceptar los roles de la masa media. Nunca me gusto comulgar con ruedas de molino en cuanto a modas y lo que se debe hacer. Bueno, nunca me gustó comulgar en general. Nunca me creí capaz de extraerme una parte del cerebro, esa que se mostraba insistente y machacona con el hecho de no aceptar cosas por que sí. Vamos que como oveja de rebaño, se me pintaban las cosas negras. Debe venir de ahí lo de la vilipendiada y siempre maltratada oveja negra.

Cada vez es más común, sobre todo en las comunidades pequeñas, ver esas manchas grises de ausencia de personalidad ni criterio propio que se extienden entre nuestra estructura social. La gente renuncia a su capacidad de ser individuo, casi hasta llegar a perder el control de sus funciones vitales, para sentirse miembro de la tribu. Hacer lo que toca o lo que se lleva es su única religión, sin ningún tipo de proceso de raciocinio previo.

Vemos a nuestros jóvenes seguir los dictados de los tiempos para ser miembros de la aldea global, sin peligro de ser apartado por diferente.

No quiero que esto sea una oda gratuita a la diferencia, si no una reivindicación de la discrepancia y de la suma de diversas visiones para avanzar en el proyecto común. Si se discrepa como resultado de un autoproceso de reflexión sobre la opción mayoritaria, la suma de los distintos procesos personales enriquecerá la calidad de la opción común, siempre y cuando no sean rechazadas por minoritarias y diferentes, sin un proceso de escucha, estudio y maduración previo a esta decisión.



Desde el propio respeto a tu posibilidad de la diferencia como opción personal se tiene mayor capacidad para tender puentes y desarrollar diálogos constructivos que enriquezcan la opción global como una buena tabla de trabajo para el proyecto común.

Claro que la teoría está muy bien. Pero que hacemos cuando un sábado por la tarde sales a pasear a una calle céntrica o un centro comercial y ves manadas de zombies, unos presentables y otros verdaderos adefesios, que parecen caídos de los escaparates del emporio gallego de la moda en todas sus variedades. O esas piaras de pseudopijos haciendo de vallas publicitarias de marcas por las que pagan una fortuna para sentirse miembros exclusivos de una tribu que los excluye por horteras nada más se dan la vuelta.

Este fenómeno no sólo es exclusivo del mundo de la moda. Los fanatismos deportivos, religiosos o políticos, incluso determinados fenómenos culturales y artísticos, se impregnan de este chapapote de la imposición del pensamiento único bajo la amenaza de quedar segregado por remar contracorriente y defender la posibilidad de ponerlo en duda, de una forma razonada.

El tener capacidad de discutir la linea global no quieres decir que te vuelvas igual de fanático y renuncies, de un modo tajante e irracional, a participar del fenómeno de las modas o tendencias, en todos los campos de la vida. Si esta participación viene de la propia decisión, y no de la necesidad de asumirla como mal menor por sentirse miembro del grupo, no deja de ser una opción personal igualmente respetable.

Hay momentos, en los cuales estas manchas grises se agrupan por su nexo de unión mononeuronal, ya sea música, moda, religión o política, y a mí me da la impresión , al encontrarme con ellas, de zambullirme en un videoclip de Michael Jackson y me entran unas ganas, casi agónicas, de nadar hasta la inalcanzable superficie para dejar de ver esas legiones de muertos vivientes que se mueven al compás con golpes secos de talón.

Y es que lo dicho. Creo que como zombie no tengo futuro en esta sociedad.

viernes, 15 de octubre de 2010

La desesperante ausencia de la elegancia

Ayer, después de la supuesta jornada laboral, la misma, haciéndose la loca, continuó hasta hacerme caer casi de rebote en una premier cinematográfica que se celebro en mi ciudad. Ya suena temerario el concepto premier cinematográfica en Alicante. Sobre todo por que no tenemos un marco digno para celebrarlas. Pero bueno, esto es otra más de las carencias estructurales con las que contamos.

Realmente la vida social de esta ciudad es cada día mas provinciana y anodina. Es difícil encontrar citas medianamente interesantes, donde disfrutar de un evento bien preparado, con una selección de invitados acorde al mismo y con un feedback en cuanto a estilo y comportamiento entre los asistentes y la celebración.

Pero de lo que yo quiero hablar es de la incapacidad innata que tiene gran parte de la población de esta ciudad para acudir de una manera pseudopresentable a un evento de esta magnitud. Los organizadores tuvieron la ocurrencia de  reseñar en la invitación se ruega media etiqueta, frase no excesivamente difícil de comprender para el que esta habituado a este tipo de eventos.

La media etiqueta es un concepto que se utiliza en determinadas ocasiones para hacer referencia a un tipo de vestuario que se encuentra en el medio entre un traje de noche y un traje de chaqueta o vestuario formal.


¿En que momento pierde la noción de la verdadera realidad de sus invitados el organizador? ¿Qué extraños aires de grandeza, casi casposa, mueven a alguien a creer que tiene el rigor y la capacidad para pretender este tipo de indumentaria en un evento donde la gente se pelea por un trozo de pan para mojar en aceite, por muy bueno que sea este último?


Realmente, lo de la masa media de esta ciudad, a la hora de asistir a un evento es un poco como de quiero y no puedo. Evidentemente, después de ver a varias Tiparracas tapizadas como si de los Oscars se tratara y luciendo cascadas de pedrería barata y mal gusto de tamaño XXL, no se puede esperar mucho más que un patchwork totalmente ridículo al mezclarse con gente que va más conjuntada cuando va ha hacer footing. Los vaqueros nunca se podrán utilizar acompañados de una camiseta o camisa de cuello mao para un acto de este tipo. 



Normalmente, la gente con un poco de gusto, y no hablo de la gente que sale en las listas de los más elegantes, si no de aquellos que se esfuerzan en saber estar en cada momento sin pretender ser la muerta en el entierro, la novia en la boda y Beyonceé en la Alfombra Roja, procuran informarse de la pauta o estilo de acto al que se les invita. Y cuando no se sabe se pregunta, pandilla de Horteras de Bolera. Las nuevas tecnologías, aparte de para chatear en busca de aventuras sexuales, cotilleos frikies y descargas ilegales, sirven para recabar información sobre las cosas que desconocemos de una manera rápida y eficaz. No es difícil consultar en diversos portales como acudir a un acto de este tipo y cuales son las normas básicas de comportamiento.


Realmente es sorprendente ese hábito tan peculiar de esta ciudad de aprovechar los vestidos largos de las bodas de las hermanas para cualquier cosa a la que te inviten por la noche mediante una tarjeta impresa. El día menos pensado aparece más de una mamarracha con su traje de novia en un acto de inauguración o una entrega de premios, por el mero hecho de sacarle partido o airearlo, eso sí tuneado con un montón de baratijas que lo pueden hacer más inadecuado si todavía cabe la posibilidad. 


Los señores no se salvan de esta tara innata en nuestra población. La americana se puede utilizar en más ocasiones que en las bodas entierros y para ir a la oficina. Hay varios tipo de ellas. Las hay de sport, las hay informales, las hay de mañana y las hay de noche. Y les aseguro que no hay que tener el COU acabado para saber cual es el momento adecuado para utilizarlas. Al igual pasa con los trajes, panda de garrulos encorbatados sin motivo aparente en el momento más inadecuado.

Desde luego que en esta ciudad, muchos siguen deslumbrados por las luces de neón de los puticlubs y la fachada del Casino. Un poquito de trabajarse la propia imagen, a ver si consiguen, por lo menos, parecer lo que evidentemente no son.





miércoles, 13 de octubre de 2010

El papel dorado de la mantequilla

El transcurso de los años, las experiencias, buenas o malas, la vida en sí genera, en todos nosotros, una especie de corteza, trenzada a base de cicatrices, que complica cada vez más que el extraño pueda conocer nuestro verdadero interior. Viene a ser como el papel dorado de la mantequilla, que impide que cuando su contenido se reblandece, por el calor u otro tipo de ataque externo, se vierta sin consuelo ni control.

Y digo como la mantequilla porque luego están las margarinas y sucedáneos, que ni sufren ni padecen ni pueden tener sentimientos, ya que carecen de la verdadera alma y la esencia del producto auténtico. Aparte de parecer ser lo que no son, vienen en unos estúpidos recipientes de plástico que sólo sirven para contaminar, ser apilados en el lineal del Carrefour, molestar poco en el duro trance de la nevera de la vida y ser manejable durante el desayuno, en un mundo de sentimientos de usar y tirar.

Las mantequillas de verdad, envueltas meticulosamente en su papel dorado, nacen para disfrutar de su vida en una mantequillera de porcelana inglesa o de vidrio checo. Ser tratadas con delicadeza con un cubierto especial para estos menesteres, y no con un cuchillo de sierra de los que salen en los paquetes de magdalenas del súper. Formar parte de delicadas recetas que nos endulzan la vida o acompañar a exquisitas viandas, en perfecto matrimonio, como al caviar iraní o el salmón noruego. Y no como el Tulipán, que su máxima aspiración es engrasar un bocata de chopped en un patio de colegio.


Pero una verdadera mantequilla, por muy buena que sea, no es perceptible, por el extraño, detrás de su papel dorado. Como mucho el envoltorio puede despertar el interés, la curiosidad incluso, en extrañas ocasiones, el deseo. Pero es aquella, y su esencia, las que son capaces de emocionar a nuestros sentidos, emborrachar nuestro paladar, hacernos volar entre los pliegues de la memoria hasta un croissant de la infancia. Son culpables de despertar nuestra sonrisa, nuestra necesidad de hacerlas formar parte de nuestra dieta y desear experimentar momentos únicos, vividos en la intimidad de la relación entre uno y su mantequilla.

El éxito de las relaciones humanas tienen mucho que ver con la capacidad que tengamos para deshacernos, en la distancia corta, de nuestro papel dorado o de saber desenvolver al contrario del suyo con sutileza y mucho respeto. Esa corteza de cicatrices que desarrollamos durante nuestro viaje vital y que nos protege del peligro exterior, casi siempre formada por las heridas de experiencias vividas anteriormente, es, a veces, el peor de nuestros aliados. Cierto es, que con los años, la pátina dorada de nuestras cicatrices y nuestras canas nos confiere cierto aire de respetabilidad y nos hace un poco más inaccesibles. Creemos que, con todo ello, somos menos vulnerables, más inteligentes y deseables.

Pero nunca le hemos pedido a la mantequilla que fuera inteligente ni poco vulnerable. Le pedimos que sea dúctil, cremosa, un poco salada y que siempre deje un buen sabor de boca. Y sobre todo, que sea verdad. Que una vez que quitamos el envoltorio sea mantequilla, nada más que auténtica mantequilla. Inteligente podría ser una margarina que se hiciera pasar por mantequilla..,  pero en el último momento, en ese momento casi de comunión en el paladar, lo que queremos es que sea verdad, que no nos mientan siendo inteligentes. Queremos que se funda, despertando los más recónditos rincones de nuestros sentidos, para desear volver a sentir la necesidad de que sea nuestra una y otra vez.

Si realmente, en muchas ocasiones, nos dejásemos mostrar sin nuestras heridas inacabadas de cicatrizar, sin prejuicios y sin la necesidad de brillar más que el traje nuevo del emperador, conseguiríamos fluir de un modo honesto y veraz, mostrando, ante el calor de la relación humana, nuestras mejores virtudes y actitudes. Cuanto facilitaría las cosas si supiéramos desprendernos de nuestro dorado envoltorio para ser nosotros mismos.

lunes, 11 de octubre de 2010

La maternidad

Es curioso las extrañas reacciones de las mujeres en edad fértil, en cuanto lo que se refiere a la maternidad, en la actualidad. Como cambian las cosas.

Antes las mujeres, en su casi completa mayoría, asumían su papel de mula, arado y tierra de labranza. No es una afirmación machista, nada más lejos de mi intención. A la mujer se la educaba para cargar con el trabajo de la casa, hijos, enfermos (aunque estos no fueran de su sangre) y demás quehaceres de la perfecta esposa. Vamos, trabajar como una mula de sol a sol, incluso un poco más. También para ser tierra de labranza, por tratarlas como meras máquinas engendradoras de vástagos. Si eran machos mejor, y alguna hembra por si hay que cuidar a los abuelos y esas cosas. Y arado, por recaer en ellas el peso de la formación de los hijos, en todos los campos de la vida. Excepto si eran varones, que los machos de la familia ya se encargaban de llevárselos de putas.

Gracias a los avances sociales, que no a Dios ni a la Iglesia precisamente, la igualdad va ganando terreno y adeptos en nuestra sociedad. La corresponsabilidad en las funciones domésticas y de educación son casi un obligación tácita en las parejas actuales. Y los que no lo ven así, sean hombres o mujeres, casi mejor que no procreen, a ver si con un poquito de suerte se extinguen. La mujer se incorpora al mercado laboral y la conciliación laboral comienza a ser un hecho. Y además, se impone cada vez más la idea de la maternidad como un hecho responsable y voluntario del género femenino. Que para eso cargan con el bombo 9 meses, después de escasos 20 segundos de gloría, si se da el caso de haberlos disfrutado.

Y ante esta libertad de decisión de ellas, me sorprenden las distintas actitudes que adoptan las nuevas generaciones ante el pre, el embarazo y el post...

Hay mujeres, representantes de estas nuevas conquistas en el campo de lo paritario, que se plantean la maternidad como una amenaza a estos avances sociales. Sin duda, es comprensible que, visto lo visto durante generaciones, piensen que la victoria en la batalla del reparto equitativo del trabajo en la familia no sea más que una derrota en la guerra de cargar sola con los hijos, una vez paridos.


Antes de recibir la llamada de la jungla de la maternidad, ahora se calculan fechas, vacaciones, posicionamiento laboral, estrategias de crecimiento personal, todo esto para ver si engendrar un hijo entra o no en agenda. Se negocian movimientos personales y laborales con la pareja para poner fecha viable del proyecto Siguiente Generación. No tiene, este proceso, menos asperezas y conflictos que cualquier negociación de un convenio colectivo cualquiera. Incluso se dan casos de huelgas de bragas subidas para aflojar la presión del colectivo macho en el toma de decisión de fechas concretas y acuciantes.

Me parece muy correcta la decisión sobre la maternidad y el derecho de disposición sobre el propio cuerpo. Si no fuera porque una vez tomada la decisión de ser madre... se pierda la batalla de las hormonas.

La más agresiva de las ejecutivas, una vez que se convierte en recipiente gestante, se trasforma en un gatito siamés ronroneante, de lágrima fácil, ante una cenefa de ositos pintados o un body de ganchillo con un nombre bordado. Hace de la elección del ajuar prenatal un proyecto empresarial ambicioso y absorbente, casi tan apasionante como la fusión imposible de las cajas de ahorros.

La más cool de las hippijas se puede ver fascinada por el estampado Liberty en tonos rosas en vez de por el body de Los Ramones que siempre pensó ponerle a su futuro e improbable descendiente. Aprenderá términos imposibles como vainica, plumeti, faldón, piqué, organza y capotita..., sí, capotita. Y el nombre que las noquea a todas. Bugaboo.

La carga hormonal hace transformaciones casi vampíricas en las mujeres de hoy en día. La lactancia las transforma en animales de hábitos y costumbres que niegan los adelantos de la vida moderna, como el biberón, la nevera o el reciente descubrimiento de la capacidad neuronal del marido, y padre por igual, para darle una toma sin asesinar a la criatura. Menos mal que Zara ha sacado una colección Pre-mama, porque si no volverían a las pieles y las cavernas, protegiendo a sus crías, con el hacha de sílex, en vez de con el bolso de Louis Vuitton. Ah , me equivoco. Zara también a vuelto a las pieles. ¿Estarán embarazadas sus diseñadoras de culto?

Eso sí, todas coinciden, al liberarse de la sobredosis hormonal, que esa situación no es más que un trastorno mental transitorio, bañado de lagrimas, de absurdos bandazos de humor y ridículos cambios de voz cuando se dirigen, con las manitas puestas como las garras de un águila en el borde del moisés, a la criatura neonata emitiendo extraños sonidos guturales, como si hubiesen perdido realmente la razón. Ajo, ajo, chichichi, ayayayay....quien se va a comer esa barrigota...juhhhhuggggjuuguhtguug....ajo, ajo ajoooo!!! ¿¿Qué coño te está pasando en la voz??? Que es un niño y no la copia china de E.T.!!!!!!!

En este último punto, por ser justos con la verdad de las cosas, la transformación vocal no va ligada a las hormonas. La sufren por igual casi todos los adultos que, ante la presencia de un bebé e independientemente de su coeficiente intelectual, se les cortocircuitea el cerebro volviendo a ese idioma ininteligible para el resto de los mortales no afectos por ningún tipo de sentimiento o cariño hacia ese futuro destrozacabinas o chony consumebotellones.

Y es que el universo de la creación nos es tan desconocido como desconcertante a los mortales que nos hace decir Donde dije digo, digo Diego. ¿Serán las hormonas o la naturaleza humana en si?

domingo, 10 de octubre de 2010

La espera

Hay cosas que han evolucionado de una manera vertiginosa en los últimos tiempos. La democratización  de la Moda, gracias al imperio Inditex que permite que más de un muerto de hambre lo sea por su adicción compulsiva a los 18 cambios de temporada del emporio, es una de ellas. El acceso a la educación, que ha igualado a los licenciados con los operarios... Todos comparten cola del paro y los más jóvenes se Quedan tó locos ante la carencia de oportunidades a pesar de tu formación. La igualdad de sexo en el trabajo, los mileuristas lo son con indiferencia de su sexo. Pero si algo a cambiado en los últimos 30 años es el concepto de la espera.

Desde la aparición de esos extraños artilugios, que nos hacen hablar por la calle como las locas de las coplas de Marifé de Triana, osea, los teléfonos móviles, nuestro concepto del tiempo y la espera se han perturbado de una manera casi ridícula. Quien no ha ido a recoger a un amigo a su casa y lo llama para decirle "Baja"....¿Y el telefonillo, para que existe el telefonillo de toda la vida? Ha desaparecido ese momento mágico de la primera cita, en el que dudas si atreverte a tocar el timbre de casa de sus padres por si la voz de ogro de su progenitor, o en su defecto el hermano mayor, se transforma por la rejilla del altavoz en monstruo y te devora en el peldaño de mármol blanco sin compasión, como venganza por la osadía de pretender a la la joyita de la familia. Ahora todo lo arreglan con un llamacuelga  y no hay ni tensión ni emoción.

Las citas de todo tipo han evolucionado, por la aparición de los móviles, hasta ser generadoras de situaciones absurdas por doquier. Antes se quedaba en un sitio y no te ponías nervioso, impaciente o molesto hasta que no pasaba un cuarto de hora de espera o incluso más. Ahora tenemos el móvil cargado desde el segundo uno con un amenazante "¿Pero dónde estás?" o incluso antes, con un "Estoy llegando y no te veo..."

Estas serían las actitudes del que llama, pero aún pueden ser más ridículas las del que contesta. Si estás viendo a tu futuro interlocutor como desespera llamándote a 5 metros de ti, ¿Para que contestas? ¿Tamos tontos o qué? Y más desesperante es esa situación de ver a una fémina escarbando en uno de esos bolsos, que parecen hechos de la misma piel que el de SportBilly, mientras suena insistente un politono de Beyonceé y saca, y saca,y saca enseres extraños, que no sería capaz ni de explicar su presencia el propio Iker Jiménez, parada en medio de un paso de cebra interrumpiendo la caótica circulación de toda la ciudad. Mientras el que llama insiste, dos manzanas más allá, como si el mundo terminara por un retraso de 5 minutos. Y lo único que ha sucedido es un caos circulatorio de las dimensiones del Japón y una contaminación acústica de unos 5000 decibelios. y una serie de recuerdos a sus progenitores y antepasados....y todo tipo de agresiones verbales hacia su género mujer.


Absurdo es, sin duda alguna, el cambio experimentado cuando, después de conocer a alguien, se espera la primera llamada. Antes la procesión iba por dentro. Durante unos días se mantenía el tipo hasta, que no pudiendo resistir más, se preguntaba en casa, casi con desdén, "¿No me ha llamado nadie?" Si ya sabías la respuesta, ¿para qué coño preguntas? te decías a ti mismo. Habías levantado la liebre y todo el mundo intentaría coger esa llamada como un trofeo de guerra, con lo cual solo quedaba un camino. Correr como un poseso cada vez que sonaba el teléfono , derribando con el hombro a la abuela, saltando por encima de los sofás, sin apoyarte en los cubrebrazos de ganchillo de la tía Tere, y cogiendo, antes del sexto tono el auricular de ese modelo Gondola de color rojo, sin aparentar jadeos ni desesperación. Luego descubrimos que lo del tono daba igual, porque no teníamos contestador.

Ahora nos pasamos horas, a veces solo minutos mirando el móvil, como un inspector de la KGB intentando intimidarlo para que suene, antes de perpetrar el primer sms recordando lo bien que lo pasaste la noche de autos. Si no obtienes respuesta en lo que dura el track 3 de Malú, CD que has elegido para poner banda sonora desesperada a esta situación, empezaras a mandar smses de forma compulsiva sin plantearte que tu deseado interlocutor/a puede estar durmiendo, en una reunión , haciendo deporte, en la ducha o en el peor de los casos, tiene el mismo interés en contestar como el que tiene por que le cuelguen de los pulgares de los pies desde la terraza de la Torre Picasso.

Con ese glamour que tenían esas largas caminatas por el salón o el cuarto de estar, mirando de reojo el circulo perforado de los números, con aquel frenillo metálico para que el dedo no se pasara de largo. Se han sustituido por esa posición, casi de salida de carrera de 100 metros lisos, sentado en el borde del sofá mirando el Iphone personal, la Blackberry del trabajo, el Messenger y el Facebook  con más aspecto de videoclip de Lady Gaga que del final de Lo que el viento se llevó.

Evidentemente, los tiempos cambian. Y la percepción de la espera también lo ha hecho, para hacernos más ridículos y desesperados, si cabe. Contención, amigos, contención... que os habla la voz de la experiencia.

PD: Y a ver si coges el móvil de una p... vez!!!!!!!!!!!!!!!!!

viernes, 8 de octubre de 2010

La imprudencia

Es complicado encontrar un mejor aliado para la Ley de Murphy que la imprudencia. Esta combinación letal puede generar situaciones realmente complicadas de solucionar y como muestra  sirve un botón.

Ayer acudimos unos compañeros de trabajo a una conferencia de un reputadísimo publicista en Elx. Hay que reconocer que La Ciudad de las Palmeras, a la que tratamos los alicantinos como ese pueblo del Sur, nos lleva años dando sopas con onda. Su conservado centro, con un tejido comercial envidiable combinado con una serie de negocios de pequeña hostelería de alta calidad, sirve de marco para acoger una serie de espacios públicos y edificios singulares que componen un casco urbano mucho más que envidiable. El respeto a la propia identidad de la ciudad, sus edificaciones y su conservación y mejora sin renunciar a intervenciones modernas y de gran valor arquitectónico han dado unos frutos en los cuales más de un gobernante debería aprender. Un carril bici no sólo es pintarlo por en medio de algunas calles. La planificación y el concepto de ciudad no se compra en Mercadona ni lo suelen llevar los especuladores en sus oscuros maletines.

Llegamos sobre las 9 de la noche.Discretamente elegantes, cada uno en nuestro estilo, conseguimos unos escalones enmoquetados en la planta 1 como mejor opción para presenciar la conferencia. Menos mal que habíamos confirmado la asistencia. Un 10 para la oficina técnica. Hay accidentes aéreos menos catastróficos.


Una de las compañeras con quien compartía escalera decidió, antes de salir de casa, tomarse alguna pócima capaz de potenciar la imprudencia como vehículo para alegrarnos la noche. Es una mujer intensa y extrema con cierto punto angelical. Intensa en su indumentaria, extrema en las medidas de la misma, ya sean tacones o largos de falda, y angelical en el trato cercano y su quehacer profesional. Pero con una capacidad innata, y seguramente reforzada por la pócima diabólica, para decir algo inoportuno en el momento más inadecuado.

Antes de la conferencia había destrozado la carrera profesional del mejor publicista español de todos los tiempos. Al terminar la misma, mientras disfrutábamos de un agradable cóctel en el extraordinario jardín de un céntrico hotel, estuvo a punto de provocar la ruptura de nuestras relaciones profesionales con un competidor, al estar a un tris de comentarle su parecer, casi arrasador, sobre un evento organizado por este. Realmente fue una de esas situaciones en las que ves que se ralentiza tu entorno mientras retumba la voz de tu acompañante, combinando las palabras prohibidas. Milagrosamente, en el último segundo, y con un golpe de melena propio de un anuncio de champú de los 80, su mirada recaló en mis ojos, mezcla de asombro y cólera, leyendo un mensaje  escrito en el espacio que el aire ocupaba  entre nuestras pupilas y que decía más o menos "¿ Tendrías a bien cerrar tu boca hasta el fin de la eternidad, antes de que nos apaleen como a una familia de gitanos en un mitín de Sáenz de Ynestrillas?"

Este momentito de gloria había conseguido cortar mi digestión de los innumerables Huevos fritos de codorniz sobre Tosta de crema de Sobrasada que devoré, de forma compulsiva, desde nuestra llegada. Suspiré, aliviado, pensando que lo peor había pasado y me equivoqué. Hasta el rabo todo es toro. Y a mí estuvo a punto de cornearme, como a Paquirri, y morir de camino a la Enfermería.

Mientras conversaba en un corrillo, con uno de los anfitriones del acto, la Diosa de los Tacones Altos y Faldas cortas  me achuchaba para que tonteásemos con un Erasmus veinteañero de muy buen ver, eso sí, sin mediar palabra. 25 segundos antes, me habían presentado al efebo como el hijo de mi interlocutor y anfitrión, que atónito observaba las maniobras de acoso y derribo hacia las que me empujaba la ínclita Divinidad. En ese momento mis pies escarbaban la tierra, como las garras de un orco, con el objeto de atravesar el globo terráqueo por el camino más corto y aparecer en una playa de las antípodas, antes de que mi corazón se saliera por mi traquea como un flash de fresa en pleno agosto.

Recuperándome de este nuevo revolcón y saliendo de la fiesta con toda la dignidad posible, pensé:" Tú, que siempre has andado con soltura sobre la fina línea que separa lo políticamente correcto de lo imprudente, ¿¿cómo has caído en este túnel sin fondo de despropósitos, de la mano de la angelical de tu compañera??" Y es que a cada cerdo le llega su San Martín. Yo, que siempre me he sabido protegido por una estrella singular que me permitía cometer las imprudencias más peligrosas, convirtiéndome en una especie de gladiador de afilada lengua, amante del riesgo en el combate en corto y tramposo, por conocer mi inmunidad que me permite que nunca sea victima por este extraño y peligroso don.

Claro, que nunca pensé ser daño colateral de alguien tan cercano y no protegido de los efectos de su propia imprudencia. Bendita estrella que tantas noches de gloría me ha concedido en el Barrio,  a mi y a los míos, no me abandones en terribles momentos como el de ayer. Sentí el gélido aliento de la colleja voladora en mi cogote y horrorizado pensé " Vaya manera más tonta de terminar, con lo que he sido yo para el Reggaeton"

miércoles, 6 de octubre de 2010

El Efecto Envejecido

Regresaba a casa, después de la tediosa jornada laboral, cuando escuché una expresión en la radio que me sacó de mi letargo y nos va a dar mucha miga. El Efecto Envejecido.

Al mismo tiempo que retumbaba en mi cabeza, como uno de los enigmas míticos de la Grecia Antigua, mis guionistas pusieron en mi camino un personaje que era la clave que descifraría todo este sinsentido. Pelo tintado de color safanoria. Gafas de sol en el siguiente peldaño de lo vintage, que suele estar a la entrada de los museos. Falda escocesa entre la rodilla y la imprudencia. Camiseta de algodón blanca con estampado teenager y más años que la Cara del Moro. Y sobre la  cara ese nuevo concepto. O era una momia de las que se exponen en el MARQ que tenía la tarde libre, o estaba maquillada con el Efecto Envejecido.

Y es que a determinadas edades, ciertas mujeres y algunos hombres, caen presas de ese nuevo look. Tengo mis dudas si lo han aprendido a pintarse en un curso de maquillaje para invidentes, en algún racó de hoguera del extrarradio o en un taller de chapa y pintura de esos en que se tunean los Opel Corsa para parecer naves espaciales imperiales.

¿En qué momento se saltaron el concepto "el maquillaje sirve para embellecer"? ¿ O el de "a la elegancia por la sencillez"?¿Qué tiene el agua de esta provincia que propicia esta clase de trastornos estéticos que pueden acabar generando problemas serios de salud? Evidentemente, estos problemas los sufrirían los usuarios del Efecto Envejecido, por falta de transpiración y los que tienen que compartir con ellos espacios públicos, sean abiertos o cerrados, por salud coronaria.



Porque  imagínense. Tarde noche otoñal y desapacible de martes. Esta ciudad desierta como Tabarca en enero. Giras la esquina de Cortefiel y allí, parada, inmóvil, acechando a la futura presa, está ella. La Efecto Envejecido. Tu propio pánico te impide gritar. En cuestión de segundos hay que decidir. El tiempo apremia. ¿Hacia dónde huir? Si corres Gadea abajo, te puedes resbalar con esas suelas de material malo que llevas con la humedad del ambiente. Maldita humedad y malditos zapatos de Maripaz. Lo barato sale caro. Si corres hacia Reyes Católicos, el catálogo de bolardos, pivotes y obstáculos acumulados por la Alcaldesa en esta vía te hacen presa fácil. El corazón acelera su ritmo a la par que el semáforo de leds parpadea y los ojos de nuestra depredadora se inyectan en sangre. Giras la cabeza a este y oeste, sur y norte, de acá pá allá. Nadie. ya no quedan ni las mamás coñazo y los enanos reposesos del parque de las Palomas. Estás sola. Te separan 4 rayas pintadas en el asfalto y unos cuantos metros de ventaja. Huyes corriendo, sin pensar, hacia la calle San Francisco, o Sagasta como la llama mi madre. El semáforo se pone en verde zombie y sientes el aliento de la momia en tu cogote. Te preguntas por qué no hay ningún estúpido acto de Hogueras de esos que convocan a cuatro mataos y que te vendrían muy bien para perderte entre ellos.

Los pasos secos y rotundos que te siguen anuncian un final poco agradable de esta historia. Tus jadeos al correr se entremezclan con el difícil ejercicio de mover tus superposiciones de texturas en tonos neutros que has copiado del Telva de este mes y tus tacones de vértigo.Vuelves tu mirada aterrorizada para descubrir que esa mano blanquecina esta a punto de tocarte el hombro. Piensas que es el final. Que manera tan horrible de acabar, en el cruce con la calle Pascual Blasco, que nadie la conoce. Porque no es lo mismo morir asesinada por un esperpento en Maissonave, o en Oscar Esplá en la puerta de Torreblanca, que en el portal abandonado del antiguo Pollo Pancho.

De repente, una voz de ultratumba desencadena la pregunta final. Ves pasar tu infancia en Arniches, tus primeros Closed, una vespa verde Limón, las Hogueras en Pingüinos, tus primeros Tocame los Huevos en Tate Guate..., así hasta tus nocheviejas en el Club de Regatas y los pases de Bambola en el Tiro. Y esa voz, cavernosa, te saca  del túnel al decir "Nena, ¿Tú no sabes por que han cerrado La Tienda de Lolín? es que me he quedado en el desconsuelo". Y tú, aliviada, contestas a esa mujer, animal o cosa "Chica, si han cerrado Seguí, que se espera? Aquí no se respeta a nadie"

¿No es para morirse de un infarto? y viviremos día a día sin milhojas...

lunes, 4 de octubre de 2010

Xanadú y las puertas del tiempo

Ayer descubrí, a través de Facebook y gracias al gran Jimmy Trash, la versión de Sharleen Spiteri (una de las mejores voces del pop, solista de Texas) del tema central de la banda sonora de Xanadú. Con menos purpurina, sin patines y menos destellos de bola de espejo que la original, interpretada por Olivia Newton-John, esa viejecita adorable que si se pone una cola alta y unos calcetines parece 4 años menor que Britney Spears, y la Electric Light Orchestra (la ELO para los de la época), pero con una madurez musical y vocal que tiene la capacidad de arrancar toda sombra de ñoñería a nuestros recuerdos.


Es difícil no despertar en las comisuras de nuestros labios, dibujada, una sonrisa al escuchar los acordes de este Hit, como se les llamaba en los 80 a los temazos puntazo que molan mazo. Este último calificativo queda dedicado al alcoyano más universal que se ha retirado este fin de semana, con dos conciertos en Madrid, Camilo Sesto. Cuanto bien le hubiera hecho a este xic de poble quedarse mudo a principios de los 90 y haber desaparecido, envuelto entre un halo de misterio y carrascas, por los montes de la Font Roja. Que lastima no habernos quedado, sólo, con la imagen de Jesucristo Superstar (Quiero saber, quiero saber , Señor, en que momento se convirtió en uno de los esperpentos de nuestra galería de horrores) o con los recuerdos musicales de grandes temas como Vivir así es morir de amor (¿me habrá traicionado el subconsciente?) o ese Algo de mi, algo de mi se va muriendo...




La verdad es que puestos a rescatar canciones en momentos de bajón, parece que la SGAE en pleno, comandada por el Insigne Ramoncín, se han dedicado a preparar letras que se ciñen al pie de la letra y ahondan en la herida abierta y descarnada de casi todas las relaciones de los mortales nacidos en el ámbito de la Piel de Toro y aledaños. ¿¿Quién no ha dejado caer las lágrimas, mientras sorbía mocos en el sofá, tapado con una espantosa manta de crochet y un paquete de Filipinos (o una tarrína de helado tamaño antidepresivo), en una de esas tardes de lluvia en las que piensas que el mundo se va a partir en dos, como una naranja de zumo bajo el gélido filo del abandono y la ruptura, escuchando esas baladas que estas convencido que están escritas por un visionario que conocía tu destino y prefirió editar 15 millones de copias a contártelo al oído??.


Quién no ha sido viuda de España con la Pantoja o la Piquer, quien no se ha pegado a una ventana susurrando esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú..Cuantos no han sucumbido a Aquellas pequeñas cosas... o al primer disco de Shakira, que debió tener más desengaños en la adolescencia que el resto de la República de Colombia desde su independencia. Las coplas, los boleros, baladas y otro tipo de torturas chinas musicadas son totalmente contraproducentes en esos momentos en que a uno le encantaría ser protagonista de una novela de Jane Austin y, que creemos que son nuestra única tabla de salvación en nuestro propio naufragio emocional. Y mientras tanto Ramoncín, haciendo el bailecito de Mauricio Colmenero (Tititirititi Tititirititi.....) y suma y sigue derechos de autor que no se apiadan del mal ajeno, y en esos momentos, universal y catastrófico para el que lo padece.

Y es que la música esta asociada inevitablemente a nuestra linea vital. Las canciones de los payasos de la tele, Yuri, Bonie M y 300 millones, las Baccara, Eurythmics o Queen, Los Beatles y los Rollings, Enrique y Ana.(Vale, sí, lo de Enrique del Pozo no tiene nombre...pero es un daño colateral...), Julio Iglesias, Rocio Jurado, o Raphael, Los hombres G, Mecano o Los Pecos ( vaya par de moñas, por cierto....) Los Nikis, Siniestro Total o Complices.. Radio Futura, Alaska y Olé-Olé, El canto del Loco, Rosana, Loquilo o Nena Daconte. Seguro que cada uno de nosotros tiene un patchwork sentimental de nuestra vida cosido con trozitos de canciones, que de repente un día musitamos, sin venir a cuento, y nos devuelven a otro momento de nuestras vidas. Son como extrañas puertas en el tiempo, que nos llevan y nos traen,
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve

domingo, 3 de octubre de 2010

La marea negra de la decepción

En estos tiempos oscuros en los que estamos instalados, como si de las tierras de Mordor se tratase, la decepción es un valor en alza. Es decepcionante ver las noticias mientras comes o cenas. Es decepcionante desayunar mientras ojeas la prensa, que ha desarrollado la capacidad de cortar la leche en la garganta y separarla del café hasta provocarte arcadas.Es difícil pensar que la situación actual tiene solución posible o probable.

Los políticos han perdido la capacidad de generar ilusiones e ideas para generar beneficios de oscura procedencia y dudable reputación. Eso sí, generando decepción lo clavan. Primarias, candidatos a dedo, tránsfugas, apoltronados, presuntos e imputados. Nos podíamos ahorrar las papeletas y las urnas, que son una pasta y este año nos viene mal malgastar impuestos.

Del poder judicial mejor no mentarlo, como a las meigas. Sus acciones de dudosa imparcialidad, movidas por extrañas motivaciones, causan estupefacción entre la ciudadanía. Es más inmune el que compra a un consistorio o monta una cruzada contra su oponente político en el nombre de Dios que el que roba un pollo o no paga la hipoteca. Curiosa función peculiarmente interpretada. Debe ser eso que llaman interpretación de las leyes. A veces parece que las traduzca la Bruja Lola.

El mundo empresarial, la Sanidad o la Educación no quedan exentos de esta ola de debilidad en los principios éticos de solidaridad, lealtad, igualdad, transparencia y honradez.



En este estado en que se encuentra lo Público, la decepción avanza, como una mancha de crudo, lenta pero constante por la sociedad. Lo peor es que empieza a impregnar también la parcela de lo Privado. Las relaciones personales comienzan a sufrir el virus del "Todo Vale". La perdida de los valores afectan a todos los ámbitos de lo privado. Las relaciones de familia, amistad o pareja han perdido esa película de impermeabilidad que parecía conservarlas indemnes frente al deterioro de la ética que sufre nuestra sociedad.

Este oscuro panorama provoca dos tipos de reacción. Dejarse llevar por la negra marea y cerrar los ojos con resignación, o clavar los talones en el suelo y plantarle cara. La decisión viene marcada por la necesidad de dormir tranquilo que tenga cada uno al llegar la noche, después de la lucha diaria.

Yo, por ejemplo necesito, cada día más, poder mirar a los ojos a mi igual sin tener que ocultar oscuras decisiones o acciones de discutible catadura. Creo en la lealtad como un valor fundamental en las relaciones humanas. La necesidad de no jugar siempre al mejor postor y luchar por las cosas que merecen la pena, aunque el precio sea alto, siempre ha sido una constante en mi vida. Pero todo esto sin la tentación de caer en el fundamentalísmo ético. Es de humanos errar, no cabe duda y, como me enseñó hace muchos años mi buen amigo Mariano, el negro y el blanco absoluto no existe, todo son gamas de grises.

Lamentablemente, conforme pasan los años, los idealismos se diluyen como el color de las viejas fotografías y el escepticismo se apropia de nuestros actos e ilusiones. Las ausencias y decepciones minan la credibilidad en que "Todo es Posible" y "Todo el Mundo es Bueno" para dejarse llevar por la marea del "Todo Vale".

Yo me resisto, a pesar de verme sumergido en ocasiones en este lento pero constante río de decepción, a no clavar los pies en tierra. Quiero poder mirar al frente, sonreír al sol y seguir pensando que lo mejor está por llegar. Y aunque la negra mancha de la desilusión traiga, a veces, aromas de "Todo lo pasado fue mejor" y extrañas culpabilidades por los éxitos no natos, debemos pensar que todo en esta vida, por difícil  o negativo que parezca, tiene escondido una lectura positiva y alguna enseñanza para aliviar el camino futuro.

Quiero seguir creyendo en los Reyes Magos, en el Amigo Invisible pero siempre presente, en que las comedias de Hugh Grant están basadas en hechos reales y que todo roto tiene su descosido. Y sobre todo me gustaría pensar que quedan, aunque sea vivas, personas con la cabeza amueblada y que tengan agallas para seguir mirando al sol con una sonrisa, a pesar de los golpes del desencanto en nuestras rodillas.

PD Recuerdos a mis guionistas, que hacen que mi vida no sea aburrida y repleta de extrañas piruetas del destino.