sábado, 30 de abril de 2011

El apasionante mundo del Homo Cazador

Hay veces que en este mundo de relaciones personales, donde irremediablemente nos movemos, aparecen subespecies, no se si calificarlas de humanas o de animales, dignas de estudio, por no decir otras cosas más desagradables que me inspiran.

Estos individuos, casi siempre machos y muy poquitas hembras, desarrollan su actividad vital condicionados en su función de cazador que necesita trofeo de guerra en todo momento. Digamos, sin pretender caer en la vulgaridad, que tienen el hacha siempre en pie de guerra.

Es tremendamete curioso observar, si puedes dar dos pasos hacía atrás y alejarte de la escena, el modus operandi de este depredador moderno.

En primer lugar, otea el territorio en busca de la presa. Una vez localizada, comienza a segregar babas desde sus glándulas salivales de una forma incontrolada y emprende una especie de danza ritual entre sus iguales, si en ese momento le acompaña algún otro energumeno, golpeando su pecho con el puño cerrado y barruntando, entre dientes, frases  como "me la pido" o similares.



Mientras busca la forma de desempolvar sus alas de buitre polvoriento y repasa sus recursos de táctica basada en la estupidez más casposa, comienza un ritual de movimientos nerviosos, frotandose las manos y con los ojos desencajados que comienzan a estar levemente inyectados en sangre. Su ritmo cardiaco se acelera y comienza a soltar inconveniencias al resto de seres humanos que le rodean, que posiblemente estén desarrollando su actividad cotidiana y profesional. Actividad que él ha descuidado para centrarse en el objeto de la caza. Es uno de los inconvenientes de tener ubicado el cerebro en la entrepierna.

Claro que para este tipo de subespecies existe una variedad importante de presas fáciles, muchas veces dedicados sus individuos a distintos tipos de actividades congresuales o representativas, casi siempre de un modo amateur. No toda aquella que se pone un pañuelo al cuello y se sube a un tacón se puede calificar de azafata. Háganselo revisar si es su caso.

Y comienza el acecho. Y el baile ritual. Se aproxima a la presa, sonriente, recorriendo el espacio en trayectorias circulares, algo cargado de hombros hacia adelante y las piernas, ligeramente abiertas, para oxigenar su recalentada mente.

Se acerca, jadeante pero de un modo interior, a la presa, pintada como un mapache y subida a unos zapatos de salón imposibles. Despliega sus artes de machito gracioso de barra de bar de barrio para chonis en estado off permanente. Ella sonrie,o en el peor de los casos, rie con la boca abierta mostrando su reciente ortodoncia y emitiendo sonidos propios del rito del apareamiento, mientras junta las rodillas, entre haciendose la fina y aguantando las ganas de orinar. Esta parte del apareamiento puede durar horas, incluso días.

Cierto es que hay dos tipos de reacciones ante el acoso y derribo del Homo Cazador, versión arcaica del Hombre de Neandertal. Si la presa cae en sus redes facilmente, emitiendo antes de la tercera frase esos gruñidos rituales entre carcajada y jadeo porcino, el cazador puede llegar incluso a perder el interés, momentaneamente. Posiblemente este siga regodeandose, durante el baile ritual del apareamiento fácil, en su supuesta superioridad y facilidad para el arte de la caza.

El problema es cuando la victima tiene la cabeza minimamente amueblada y le resbala, incluso le repele, el ceremonial y las formas desplegadas por el baboso en cuestión. Contra todo pronostico, y ante les desprecio o desidia de la pretendida presa, el gañán se viene arriba y despliega su artillería de gracias sin gracia y chistes profesionales, misógenos y de dudoso buen gusto, acompañandolo a poder ser con una copa en la mano y un enrojecimiento facial que lo hace cada vez menos deseable.

En ese preciso momento, a mí me resulta insostenible la situación. Tengo dos opciones. O saco la escopeta y me cargo al cazador con un descerraje de balas dialécticas, cargadas de ironía y mala leche, en el centro de su cerebro, o directamente busco el aseo más cercano para aliviar las náuseas que me provocan este tipo de situaciones y personajes.

Creo que como estudioso de estas subespecies no tengo ningún futuro y no puedo expresar lo que me alegra encontrarme enesta situación.

jueves, 28 de abril de 2011

El derecho fundamental de lo gratuito

Si no existieran los derechos fundamentales del ser humano, nuestra sociedad, tal y como la conocemos, nunca habría llegado a existir. No existiría la clase média, ni la sanidad universal ni el acceso gratuito a la educación. Las mujeres seguirían en la caverna, cocinando y amamantando las presas de su hommo cazador o recolector. Los niños trabajarían como esclavos, aunque estos últimos serían, seguramente, de otras razas diferentes a la dominante.

No sería igual esta historia sin derechos fundamentales como la igualdad sin distinción de credo, raza u orientación sexual. No sería lo mismo sin la creciente integración de la mujer en busca de un equilibrio real o el derecho de los niños o los dependientes, aquellos miembros más debiles de nuestra sociedad.

La gente está en todo su derecho de reclamar el acceso a una vivienda digna, al trabajo y a la igualdad de oportunidades. Debemos buscar una sociedad paritaria, justa, solidaria con el más débil y fuerte en la lucha contra los atentados a los derehos fundamentales.

Toda esta parte de los derechos está muy bien, pero no es como diría Buzz Lightyear "hasta el infinito y más allá". La gente tiene, o suele tener, dos confusiones muy generalizadas con esta materia.



Primera, la posibilidad de disfrutar unos derechos conlleva el cumplimiento de unos deberes y esto en inseparable en ningún caso. Ahí está la primera confusión. La gente piensa que puede exigir cualquier clase de derecho sin responsabilizarse del cumplimiento de los deberes que conlleva pertenecer a una sociedad.

Segunda, la oportunidad de disfrutar de cosas gratuitas no conlleva la obligatoriedad para que nadie deba garantizar su disfrute a los más de 6000 millones de personas que habitan el planeta. Tampoco nadie tiene derecho a exigir la cabeza de aquel que facilita la opción de acceder a un enser o servicio de forma gratuita y que no le garantice su disfrute, por ser vos quien sois.

Lo gratuito no conlleva el concepto del obligatorio disfrute universal. No da derecho a tomarse la justicia por su mano si no se ha sido afotunado en la obtención o disfrute del bien o servicio puesto, en número finito casí siempre, al alcance de los primeros afortunados que sean capaz de alcanzarlo. Nadie tiene el derecho a exigir que se le satisfaga, de forma alguna, por no alcanzar dicho disfrute.

¿Cómo se puede satisfacer a alguién por la no obtención de un bien que no es de su propiedad o por el cual no ha hecho desembolso alguno?¿Cómo se puede porrear ua puerta como si te fueran a comer las alimañas por no poder acceder a un espectáculo de aforo limitdo y de acceso gratuito?¿Con qué derecho puedes exigir ser tú el que debes estar dentro y no uno de los que ha tenido la suerte  o la previsión para conseguir quedarse al otro lado de la puerta?

Son capaces de invocar a los derechos fundamentales para que se cambien los hechos y la historia reciente con el único fin de ser el afortunado que disfruta de lo gratuito en detrimento de otro igual. Hay quien se cree en posesión de la verdad absoluta y divina para poder afirmar que se tiene derecho por delante del resto de los seres vivos para el disfrute delo gratuito. ¿En qué momento se puede llegar a perder la perspectiva y la razón de tal forma para comenzar a levitar sobre el derecho fundamental de la igualdad?

Lo gratuito no deja de ser un regalo, algo que se puede llegar a disfrutar sin coste ni sacrificio alguno que no sea más alla de hacer una cola o tener que esperar un espacio de tiempo arrancado a nuestra apretada agenda vital. No olvidemos que la obtención de un bien o servicio gratuito pasa por la decisión voluntaria de entrar en el juego de consegirlo o no.

Nadie necesita para respirar o sobrevivir una prenda de merchandising promocional ni disfrutar de un concierto. No es un derecho fundamental el acceso universal a lo gratuito. Y sí es una obligación la educación y no faltar al respeto al semejante que facilita, en un número casí siempre finito, la obtención y disfrute de lo gratuito.

domingo, 24 de abril de 2011

La mañana de mona.

Domingo de Pascua. El sol ha decidido no celebrarlo. Se habrá vuelto ateo por estos lares, visto lo visto. El día se despereza lento, entre festivos, sin ninguna necesidad de correr hacía ninguna parte. Yo me despierto en el estado perfecto del ser humano. Domingo por la mañana sin nada que hacer y el mundo por delante.

Tal día como hoy, el año pasado me despertaba en TriBeCa y emprendía mi inmersión en la 5ª Avenida y Central Park. Museos maravillosos, mañana soleada, la ciudad por excelencia un domingo de Pascua. En New York la gente lo celebra haciendo un improvisado desfile de sombreros creativos inspirados en conejos, huevos de Pascua, monumentos de la ciudad y mucho humor blanco. Todo son sonrisas y Fair Play alrededor de la Catedral de San Patricio y el Rockefeller Center. Al fondo Central Park te espera, abierto al cielo entre rascacielos, para parar el tiempo con un libro, unas fresas o un Hot Dog. Todo es tan diferente a nuestra tradición.

Yo aún recuerdo mis Domingos de Mona, cuando era pequeño. En el Castillo de Santa Barbara, entre pinos y combas. Juegos infantiles y Tenis nuevos. Aquellas Tortola Azules que me iniciaron en el culto a las Converse. Sonido de huevos duros que se quiebran por sorpresa en una frente despistada. Nos bastaba con una cuerda, una goma, un pañuelo y poco más para pasar tardes infinitas de diversión.

A día de hoy, me resulta extraño que no haya parques de bolas infantiles que no organizen Domingos de Pascua con Monas envasadas y liofilizadas, juegos de ordenador, estúpidas mascotas de gomaespuma sucias y roidas y merienda con copas sobre menú para los adultos. Estos últimos tendrían su espacio para poder liberarse de sus pequeños diablos, una vez más.


¿En qué momento se ha perdido ese momento de parar el mundo, ponerte las zapatillas y unos vaqueros viejos y disfrutar de nosotros mismos, los nuestros y de lo nuestro? Sería necesario volver a ser capazes de disfrutar de nuestra tierra, nuestras tradiciones sin ninguna intencionalidad de reivindicar la diferencia pero sí de disfrutar de la singularidad, integrando al que no la reconoce como suya.

A veces somos tan modernos, o pretendemos serlo, que renunciamos, en un extraño ritual de limpieza de armarios, a todo aquello que luego conforma nuestra línea vital, aquello que nos une generación tras generación. Las tradiciones no son un lastre si no una seña identitaría. Últimamente sólo nos empeñamos en conservar aquellas que vienen patrocinadas por los centros comerciales o hábitos consumistas.¿O acaso el Día de Sant Jordi es una tradición nuestra? Me parece licito adoptar otras tradiciones y costumbres, sobre todo si estas consiguen que alguien porque sí, te regale un libro y una flor. Pero también es importante cultivar la relación de nuestros vastagos con su Medio Ambiente y su tradición, la relación intergeneracional y nuestra gastronomía, no envasada a poder ser.

Desde aquí, sin renunciar un ápice a mis paseos por Central Park, o el SoHo de Londres, reinvindico, en días como hoy, despertar a la familia con el olor a canela de unas torrijas o enseñar absurdas, pero divertidas, canciones para acompañar los saltos a la comba, entre un magro con tomate y una Mona de Pascua con forma de cocodrilo. Y a poder ser, regalada por el padrino.

sábado, 23 de abril de 2011

La cadencia de la música procesional

Sábado de Gloria. Olor a flores y a canela. El aire esta húmedo por unas lluvias inoportunas. El sol, tímido, se resiste a calentar el ambiente. La Semana Santa agoniza a la par que el viejo invierno, ya caducado hace semanas, se resiste a morir.

Por fin el tiempo se para por unos días, tras el ritmo infernal del último mes. Tiempo para el silencio, tiempo para la calma, tiempo para poner en valor los daños del huracan.

La última semana se ha desarrollado entre cubetas de flores, tronos a medio vestir, santos fuera de su lugar habitual, olor a incienso, cera y marchas procesionales. Un año más me he sumergido en el extraño mundo de dar vida y ornamentar algunos pasos de la Semana Santa. Llevo años haciendolo pero nunca había tenido tanto pánico al reto como este.

El reto no era solamente aderezarlos de flores, más o menos al tono, sin excesivas estridencias pero sin dejar de tener esa dósis de novedad que se presupone a mis arreglos florales. Era enfrentarse a otros fantasmas que eran nuevos en mí.

Ausencias más presentes que nunca, en cada clavel que pinchaba, en ese banco vacio donde siempre se iba mi mirada esperando equivocarse. El regreso a mis raices cerradas un jueves a cal y canto sin tenerlo previsto. Mirar a ese balcón que nunca más se abrirá. El miedo a disfrutar más de la cuenta haciendo aquello a lo que renuncie por sumergirme en este océano que me ahoga ahora. Miedo a ser incapaz de crear belleza cuando soy incapaz de mantener una sonrisa más de 15 minutos sin que parezca una mueca.

Ante esta tesitura y sin ninguna intención de darle oportunidad alguna al pánico escénico, dejo la mente en blanco, me desnudo por dentro de todo este equipaje anímico y me dejo caer al abismo de la creación en un maratón de tronos, espacios y santos de diversa índole y advocación.

La primera dificultad es abstraerte de tu mundo y de su ruido y ritmo diario para encerrarte en una nave, parada en el tiempo y varada en medio de un puerto, ante cinco pasos, cinco historias, cinco conceptos distintos del mismo dolor. Decidir su lenguaje, traducido a flores, diez días antes te impide vivir en la absoluta improvisación. Valor, para mí, fundamental en mi proceso creativo. Once traducciones para once tronos. Cada uno cuenta una episodio de la historia sacra. Es una especie de sucesión de imágenes en 3D que se desplaza por las calles para contar, sin excesiva literatura, a un público perdido en su vorágine de vida particular.

Mientras visten las imágenes de los tronos, descargamos millares de flores entre aromas de eucalipto y alhelí. Mi cabeza intenta optimizar recursos y tiempos para elaborar tan compleja tarea. Cada trono tiene una forma diferente de trabajarlo. Depende del tipo de historia o de imagen. Puede ser un trono de misterio, que recrea un suceso concreto del nuevo testamento, o un trono de pasión, donde se representa un Cristo. Puede ser una Virgen, cuyas flores suelen ser blancas o una imagen de una Santa, como la Santa Mujer Verónica, santa pero no virgen, entonces sus flores son de color. Escenas de campo, escenas de dolor, o de milagros. ¿Cómo trasladar todo esto a través de las flores?


Todo esto sería más fácil desde la fé, de la cual carezco desde hace muchos años, por lo menos tal y como la entiende la Iglesia Moderna ( lo de Moderna es totalmente irónico). Para mí no deja de ser un trabajo más cercano a la belleza plástica que la espiritual. Aun así, reconozco que no es lo mismo que crear un logotipo, o un anuncio. Es una manera de darle voz, de generar un lenguaje con el que te comunicas con el que observa los tronos en procesión, tanto desde la devoción como desde la posición de mero espectador de un fabuloso espectáculo de calle.  Música, vestuario, velas, incienso, interacción entre público y elenco, decorados móviles, emoción, sufrimiento y exaltación. ¿Qué más se puede pedir?

Con todos estos condicionantes, me dejo caer en ese abismo del que hablaba y, mientras el aire araña mi frente y mi alma cae a la merced del viento, mi mente empieza a esbozar los palimpsestos florales de cada trono. Campo de calas que se entrelazan frente a la Samaritana. Hortensias y tulipanes para la Oración en el huerto. Multitud de colores y variedades para el milagro de la Mujer Verónica. Etc... La música de las marchas procesionales se escapa de un coche en esta nave sucia y destartalada, mezclandose entre romeros y olivos plantados por unos días.

Después de la primera etapa y cinco tronos superados, uno de los grandes retos. El Cristo del Mar. Afrontarlo supone enfrentame a mi memoria, a los recuerdos, a tantos Martes Santos donde mi admiración por el arte se quedaba prendida en esa red que colgaba de su cruz. A mi madre le debo la cultura de la Semana Santa. Procesiones, rincones, templos y saetas. Torrijas, churros a la vera de San Nicolas de madrugada, Silencio en la calle Labradores. Fervor desatado de gritos y color en Santa Cruz. Contención y elegancia en Santa María prendido en las alas de las palomas del manto de la Virgen de los Dolores. Viernes Santo en la Explanada viendo a la Verónica flotar sobre sus ondas con mis zapatos nuevos.

Y me cuelgo de mi visión particular de la tradición. Mi tradición, como yo la entiendo. Clavel rojo que se transforma en sangre. Tulipán que brota como brotaba el drama en los poemas de Lorca. Volumen para sentir el tacto del dolor con la mirada. Tensión roja sobre musgo verde para entender la pasión convertida en belleza.

Tras tejer este tapiz de miles de claveles rojos, cambiamos el tercio para volver a los origenes. De nuevo el Plá, de nuevo nuestros primeros tronos. Donde aprendimos a pinchar claveles, a contar historias bíblicas mezclando aromas. Allí me falta el aliento, allí me falta el ánimo porque no debo buscar en los recuerdos sino sobrevivirlos en cada esquina. No había llegado y ya la echaba de menos en su banco de hierro blanco pinchando flores sin ninguna necesidad de hacerlo más allá que la de sentirse participe de la efímera belleza que me ayudo a descubrir desde pequeño. Tres tronos más, tres historias. Alguna no lleva mi firma porque no me pertenece. Desde hace años solamente lo tocan las manos prodigiosas de Adriana aunque yo marque la pauta. Yo no podría narrarlo mejor de lo que ella lo hace. Y mientras repasas las últimas flores de estos tapices más modestos pero iguales de descriptivos, la música deja flotar su cadencia entre los ficus centenarios del MARQ.

Y llega la noche y nos encerramos ante la prueba de fuego. Mi trono favorito desde que tengo uso de razón. Por primera vez solos, ellos y nosotros, en Santa María. Ellos, Dolores y Juan, tallas de Castillo Lastrucci que generan emoción cuando las observas, cara a cara, en la distancia corta. Nosotros, profanos que trabajamos las flores para intentar hacerlos más bellos si cabe. No es la primera vez que me enfrento a este trono, pero nunca ha significado tanto para mí como esta noche. Sé que hoy debo rozar la perfección. Sé que se lo debo. Que tengo que contar, a través de esos claveles blancos, todo lo que siento cuando veo una levantá, o lo que pasa por mi mirada cuando gira las Monjas, o cuando sube Villavieja agonizando la cera entre sones de habanera. Emoción  y belleza extrema. Es un sentimiento que, en mi caso por lo menos, no tiene nada que ver con la devoción pero sí con la tradicción y mi memoria personal. Es un patrimonio de mis sentimientos, tan respetables como el resto.

Y llegan las siete de la tarde y se abre el portón. Y por primera vez, en muchos años, estoy en la plaza de Santa María como cuando era níño para ver salir la procesión. Y tras las jambas barrocas suenan tambores que quiebran el bullicio anunciando al Cristo que sale estallando en color bajo el sol de la tarde. Y tras él, La Virgen de los Dolores y San Juan de la Palma se mecen, clonando la cadencia de las marchas, sobre los pasos cortos y disciplinados de sus costaleros. Y se adentran en el Barrio entre aromas de incienso, fresia y clavel. Y ante las Monjas, destilando su belleza extrema y contenida, se va al cielo por ella. Y en ese preciso momento entiendo que he ganado el reto. Que sido capaz de transmitir, a través de las alas de las orquideas blancas, la belleza del vuelo de nuestra memoria, flotando entre los sones de la música procesional.

jueves, 21 de abril de 2011

Momias y Patinadoras

Con la llegada de la primavera se ha disparado la actividad en esta ciudad, aletargada durante el frío y desapacible invierno. La semana pasada floreció la vida social con eventos culturales multitudinarios y otros de diversa índole con menos público y más caché.

Seleccionaremos tres selectas flores de este estupendo ramillete. Unos premios literarios colgados del Mediterráneo, una cita gastronómico-benéfica colgada del castillo y la inauguración de una exposición colgada de los misterios del pasado.   

En primer lugar hablaremos de la Gala de los Premios Azorín de novela. Queda demostrado, después de asistir a este evento, que se puede convocar a un amplio listado de pesos pesados de la culturay sociedad civil alicantina sin la necesidad de envolver los montaditos en servilletas.  

Una cena correcta y bien servida sirvió de marco para estos galardones literarios de amplia dotación económica. Ala luz de los libros de cera que iluminaban las mesas vimos departir a Lola Beccaría, Matilde Asensi, Ángeles Becerra, Vicente Magro, Carmen Galipienso, Moisés Jiménez, Margarita de la Vega y una infinidad de invitados ilustres y no tanto.   

Pepa Fernández condujo el acto con soltura, a pesar de la falta de educación de muchos de los invitados, que como mayor logro se les podía atribuir el de ignorar a la presentadora. El galardón recayó en Begoña Aranguren, conocida periodista y exmujer de aristócrata difunto.   

Aunque lo más divertido de la noche fue ver a ciertos periodistas de esta ciudad convertidos en patinadores. Uno por atribuir a la ganadora otros libros no escritos por ella(y es que Google no es siempre una fuente fiable) y otra porque no les dio tiempo a cambiarse de las Olimpiadas de Vancouver, donde debió realizar algún ejercicio, libre u obligatorio, en la modalidad de patinaje sobre

hielo.   

Respecto a la jornada gastronómica organizada por Dani Frías y La Ereta, sólo aplausos, oles, oles y oles. Causa benéfica por los menos favorecidos en Haiti, éxito de público y buen rollo en la cocina. Chicos,parece que es verdad lo de las islas verdes. No debemos perder la esperanza.   

Cierto es que los enigmas del antiguo Egipto son capaces de levantar a los vivos y a los muertos. El pasado viernes,más de 700 personas (calculen el amplio número de canaperos) se dieron cita en la inauguración de la esperada exposición sobre Seramon en el MARQ.   

Momias a un lado y otro de las vitrinas. Algunas de las que caminaban resultaban bastante más inquietantes que las traídas de los museos franceses. Entre la penumbra requerida para la conservación de las piezas no cabe duda que más de uno se llevaría un susto de muerte. Y sin embalsamar.   

Y mientras tanto, a ritmo de saetas y tambores, trompetas y olor a incienso, las calles de nuestra ciudad son un mar de pasos, capirotes y mantillas. No podemos negar que vivimos en una ciudad de contrastes. Al final, momias y patinadores.   

DE MODA
 

Se dejan ver las damas de esta ciudad, en los diversos eventos que proliferan, con unos curiosos y elegantes collares de piedras combinados con borlones de seda o plumas y flores de nácar. Habrá que seguirles la pista por que prometen ser los complementos chic de esta temporada.   

El look marinero triunfa de nuevo otra temporada spring-summer. Profusión de rayas horizontales americanas azules, y pantalones blancos. No olvidar una pincelada de rojo.   

DE MODÉ 

No se debe robar los centros de las mesas de un evento, a no ser que el anfitrión te invite a ello. No está bonito mancharse, con la esponja de las flores ni la cera de las velas, cuando uno se ha quitado el chandal para parecer una persona respetable. Otra cosa es si uno no se quita ni el chandal.   

Ver las procesiones desde el quicio de la puerta de un pub, en el casco antiguo, con el gintonic en la mano. Una cosa es la no creencia y la otra es el no respeto a las de los demás. Además seguro que dentro te ponen cacahuetes y se escucha la música, del pub, mejor,    

La honorable y denostada profesión del Canapero

Al igual que han comenzado a subir las temperaturas, el pulso de nuestra vida social ha comenzado a incrementar su ritmo. Cuanta necesidad de ver y dejarse ver tiene esta ciudad.

Entre otros actos, ha abierto sus puertas, en los últimos días,  un establecimiento superglamouroso de cocinas en la calle Pascual Blasco. Se acabará devolviendo, poco a poco, el empaque que nunca debió perder la Plaza de Correos para los alicantinos.

Hannibal Laguna ha desembarcado, de nuevo en la Cibeles Fashion Week, su glamour sofisticado y algo decadente inspirado en los 40, bajo el nombre de Gran Vía Swing, y con la presencia de famosas rubias del panorama nacional... y también del local.

En esta semana en que la actividad social de nuestra ciudad ha comenzado a despertar, no voy a dedicar la columna a nadie con nombres y apellidos “cotizados” si no a unos personajes de nuestra vida social sin los cuales los eventos no serían lo mismo.

En el infinito catálogo de actos sociales públicos, institucionales, culturales, o privados que se realizan en esta ciudad existe un, cada vez más, extenso grupo de personajes dedicados al estudio concienzudo de la trayectoria, composición y digestión del canapé. Los canaperos.



No es un oficio nuevo, nacido de las nuevas tecnologías. Ya recuerdo yo que por los años 80, cuando comenzaba a asistir a este tipo de eventos, existía una plantilla fija de canaperas en el Aula de Cultura de la CAM. Ataviadas con los últimos modelos de Saldos Arias y pintadas como un Seat Panda, controlaban perfectamente la trayectoria de cada una de las bandejas que aparecían por la sala de exposiciones, capturando toda pieza, viva o muerta, a su alcance.

Con el paso de los años, el aumento de salas de exposiciones y diversificación de actos, se han tenido que reciclar y profesionalizar. Un buen canapero compagina su profesión remunerada, por ejemplo, técnico de gestión de espacios comunes en inmuebles urbanos (véase portero), con su agenda, a veces más compleja que la de muchas primeras espadas de la beautiful people alicantina.

Es cierto que en esta sociedad alicantina, dividida entre las partidarias de los modelos de Roberto Cavalli y las de las chaquetas under-size de imposibles brocados, el canapero es un personaje fundamental para valorar el éxito de un evento social. Su número es directamente proporcional a la calidad del acto, tanto en la nómina de convocados como en la categoría de del ágape posterior. Un buen canapero es capaz de resistir una conferencia de hora y media sobre un plan estratégico provincial con el fin único de dar cuenta de las excelencias gastronómicas del catering del Papa Bueno.

Desde esta columna, quiero romper una lanza por estos abnegados profesionales y hacer una llamada a los responsables de la titulación de Relaciones Públicas y Protocolo de la UMH para que tengan en ellos un referente único para el estudio, la optimización y mejora del campo del catering de pequeño, medio y gran formato de nuestros eventos.

Y a los responsables de protocolo, tanto públicos como privados, les pido respeto hacia el ejercicio profesional concienzudo, entregado y casi siempre mal remunerado, del canapero. Cuanto pincho de tortilla precocinada de gran superficie y pan congelado con choppe han tenido que engullir hasta descubrir a Q-linaria.



DE MODA


Redescubrir los encantos culinarios de los 80 y 90 en la carta de La Barrita de Gabi. Especialmente para los nacidos en los 60.Vivan los grillos y las patatas flamingo.


DE MODÉ


Los trajes de chaqueta con camisa de manga corta. No es necesario parecer el encargado de un supermercado de tira cómica.

Las chaquetas under-size, o lo que se viene conociendo en el Campoamor como arrepretaita de más, Hace siglos que se inventó el corsé y las fajas para contener las exhuberancias de la carne.




Hay islas verdes en este mar triste y gris.


Por mis obligaciones profesionales, llevo toda la semana de punta a punta de la geografía nacional. Y tanto cambio en el paisaje me hace, irremisiblemente, caer en un feo vicio. La comparación.

La comparación es odiosa, sobre todo cuando uno sale mal parado. Los paseos matutinos por la Gran Vía de Madrid o por el Mercado de la Boquería de Barcelona la verdad que muy bien, muy bien no nos dejan. Las ciudades de las que hablo están vivas tremendamente vidas,terriblemente vivas..., para bien y para mal.

Miles de viandantes que se reflejan en cientos de escaparates donde las tendencias no se saben en que lado del cristal viven. Teatros, cines, salas de exposiciones, artistas callejeros.. un sinfín de propuestas inundan las arterias urbanas de la ciudad. 

¿ Pero de algunas de ellas se podría hablar en plural en nuestra ciudad? Como mucho podemos hablar de teatro, en singular, cine, en singular, exposiciones, a veces en ningular.... y si esto lo trasladamos a la vida social, la oferta gastronómica o la moda la goleada sería en lo único en que nos pareceríamos a Madrid o Barcelona. Digo la que nos caería...

En nuestra pequeña ciudad, aunque a veces se nos olvide, no somos el ombligo del mundo y  muchos se quedan en pelusilla de dentro del ombligo y, lo peor, sin darse cuenta.

Tenemos todo lo necesario para ser la sociedad puntera que nos corresponde. Un entramado social estructurado, espacio para el desarrollo de actividades culturales, lúdicas o gastronómicas y una actividad económica que permite el desarrollo y el mecenazgo de las mismas. Y nos ahogamos lentamente en un mar gris de desidia y muermo casposo.

Pero aún nos queda la esperanza. Hay algunas islas verdes en este charco en el que parece que sobrevivimos. Gente como Dani Frías y su equipo de la Ereta, que organizaron esta semana un encuentro culinario  al que asistieron destacados cocineros del panorama local y nacional. Un gran sabor de boca le quedo a los comensales que asistieron, colgados de una de las mejores vistas de nuestra ciudad.



También ha desembarcado el retrato de George Clooney rodeado de dósís de café chic en el centro de nuestra ciudad, muy cerca de la zona situada entre la calle del Teatro, Paseo de Gadea, y las calles Castaños  San Fernando, actual corazón de las islas verdes de nuestra ciudad.

En este corazón conviven Las Manolitas, La Barrita de Gabi, Bulthaup, Hugo Boss, Camper, Póete, Baby Underground, Azul Tierra, Trocadero y un montón de iniciativas de empresarios que se han cansado de tener que vivir escapadas dignas en otros mares urbanos. Un pulmón necesario para una ciudad enferma de aburrimiento.

Como haría alguna presidenta autonómica, llamo a la rebelión contra la caspa urbana, contra la dictadura de lo aburrido y lo que debe ser por que siempre ha sido así. Por que aprendamos a exigirnos más a nosotros mismos y ponernos el tacón a la primera de cambio. Tomemos nuestras terrazas a la par que lo hace el sol para darle glamour a nuestros mercados y pídanle a su frutero que ordene sus tomates y les de brillo, que nos alegrará la vida y la ciudad.

Una revolución con clase para desterrar ese mar gris de la indiferencia en el que nuestras islas verdes sueñas ser atalayas del cambio.

Más que guapa, guapa y guapa, que sea moderna, inquieta y con clase. Y viva, siempre viva.


DE MODA

Tomar el aperitivo en la Plaza de las Flores del Mercado Central. Lo chic no está reñido con lo tradicional.

Vuelve el retro calzado. El nuevo retorno viene de la mono de las míticas Paredes de la mano de los chicos de Fama... A bailar, viejas

DE MODÉ

Ser choni ya no está de moda. Se debería limitar por la Concejalía de Estética el uso de las botas blancas, el tirante de silicona y las esclavas en forma de guante con iniciales. ¿Hay alguna nesesidad?

De los coches tuneaos ni hablamos...Me quedo to loco

miércoles, 20 de abril de 2011

No es lo mismo

Se avecina tiempo de mantillas y torrijas. Clavel rojo y rosas blancas rozando las paredes del casco antiguo. Chirriar de ruedas sobre la cera de los hachones derramada en el asfalto. Caramelos para los niños. Llega la Semana Santa.

No es que vaya yo a hacer aquí el guión de un episodio del NO-DO, ni aunque lo recitara Matías Prats, ni mucho menos. Es cierto que en esta ciudad los desfiles procesionales son un acto social, sin lugar a duda. Aquí no hay apellido que se precie que no tenga vinculación a una hermandad, cofradía o similar, incluso en algunos casos, a un trono en concreto.

Nadie duda, por lo menos yo no, de la devoción que marcha detrás o delante de cada uno de los cofrades y damas de mantilla de estos desfiles. Pero hay un halo en todo el conjunto del ritual de las procesiones que tiene que mucho que ver con el ver y ser visto.

Evidentemente no es lo mismo procesionar delante de La Verónica o El Cristo del Mar que de la Sentencia. No es lo mismo bajar Santa Cruz que cargar Stabat Mater. Ni es lo mismo el Cristo de la buena Muerte que el de los Agustinos.

No es mejor ni peor. Pero no es lo mismo.

Algunas procesiones se asocian a colegios, a colectivos profesionales, a barrios e incluso, por que no decirlo, a clases sociales. Los que acuden a verlas también se podrían clasificar. Hay gente que no sabe que existe una procesión del Palamó, y sus arreglos florales distan delos que adornan otros pasos. Con lo cual, Dios, uno y trino, en estas fechas tiene públicos diversos, y gustos más diversos si cabe, dependiendo de la advocación a la que pertenezca su representación.

Digamos que hay Vírgenes y Cristos de Lefties y de Carolina Herrera, para que me entiendan los profanos. No todos los tronos son igual de ricos, ni van igual de ornamentados, ni mucho menos van igual de acompañados de apellidos o caras ilustres.



Es cierto que en las presidencias de las procesiones se ven por igual, indistintamente sea la procedencia de la misma, caras ilustres que acompañan a la misma. Pero lo que da caché ( y no se malinterprete esto, que no tiene que ver con la religión) es la nomina de rostros conocidos y apellidos que se entremezclan en los capuchinos, costaleros y damas de mantilla. Todos sabemos lo que son los Caturla para la noche del Jueves Santo. O que conseller carga el Cristo del Mar y la Verónica. A que familia le corresponde ser capataz del Cristo de la Buena Muerte.

Y ahí esta la diferencia.

No es mejor ni peor. Pero no es lo mismo.

Y al otro lado de las aceras tampoco es igual. No es lo mismo ver las procesiones que vienen de los barrios de la ciudad que las que vienen de Santa Maria o San Nicolás. No es lo mismo la silla a 3 euros de la carrera oficial que el balcón con torrijas y vino dulce. No es lo mismo el chándal, por muy negro que sea, que la chaqueta cruzada con corbata. En este caso tengo dudas sobre si es mejor o peor. Pero no es lo mismo.

Y tampoco es igual, hacer descanso en la barrita del Nou Manolin o del Jumillano que el puesto de churros con bombillas fundidas. Ni las manzanas de caramelo o los chuches que las añoradas milhojas de Seguí. Nunca podrá ser lo mismo.

Lo que siempre será igual es el estremecimiento al ver salir a San Juan de la Palma de rodillas en Santa María, o el mar silente de promesas tras el Cristo de la Buena Muerte, La Esperanza doblando esquinas imposibles en San Antón o el Cristo de los Gitanos que un día se va a coger a un balcón para no caerse por la calle San Rafael. Ante esos momentos, todos nos igualamos. No es mejor ni peor. Pero somos los mismos.

DE MODA


Tras la aparición de la primavera, con más timidez que otros años, se empieza a ver la moda de primavera en nuestras calles. Atención al color nude y a los grises.

Vuelven las Boutiques pequeñas y cuidadas. Volvemos a la diferencia frente  a la democracia del grupo Inditex.

DE MODÉ


No se deben comer pipas en las procesiones. Para eso ya ponen Ben-Hur en la tele, y Rey de Reyes o La Túnica Sagrada. Ni se cruza entre los capuchinos, que un día os tenia que pillar un paso, somagantos.

Recordarle a las damas de mantilla que son penitentes. Los escotes no son balcones, a poder ser se evitan, al igual que se debe ser generosa en el largo de mangas y falda. A la par, se agradece austeridad en joyas, brocados y bordados. Para eso ya está la gala de las Bellezas en el Puerto, pero un poquito más adelante.

martes, 12 de abril de 2011

Sí, me gusta el Barça. Y qué?

A veces me cuesta reconocerme en este mundo a 1.000 revoluciones por minuto. La gente se empeña en atribuirme o asignarme un estereotipo que me sienta como un traje de Carrefour. Me tira por todos lados. Cada día me cuesta más definirme con los términos tipo de los perfiles de las redes sociales. Cada día me cuesta reconocerme más con un colectivo social de cualquier tipo. Me cuesta asumir ideologías o credos a pies juntillas. Me cuesta más ser colectivo para dejar de ser uno. ¿Me estaré volviendo egoísta e individualista?



La verdad es que soy bastante atípico en mis filias y fobias. No soy fácilmente reconocible en ningún patrón establecido y, a ratos, soy bastante contradictorio. Creo que lo mejor será investigar en una lista alterna de cosas me gustan y detesto.

Me gusta la coca de mollitas aunque los forasteros piensen que es una especie de polvorón salado y asesino.

Detesto el olor de las sardinas y las anchoas en todas sus variedades.

Me gusta pasear por Madrid.

Detesto las colas de los supermercados.

Me encanta leer en la cama y en el tren.

No soporto ir al cine solo.

Me encanta alimentarme en verano de aspencat y gazpacho andaluz.

No soporto comer pescado, ni crudo, ni cocinado, ni en salazón.

Me gusta perder el tiempo en la cama los domingos.

No me gusta ir los lunes a trabajar después de un fin de semana duro.

Me gustan las políticas sociales que facilitan la vida a la gente que no lo tiene fácil, no las que buscan réditos electorales.

Detesto la gente que cree que el ranchito es suyo, independientemente del color de la bandera.

Me gusta la gente que se esfuerza en ser profesional y no en ser popular.

No soporto a los trepas, a los que todo les vale para conseguir la cumbre.

Me gusta la Coca Cola.

No soporto el Red Bull.

Me gusta el Barça.

No me gusta la filosofía del Real Madrid. Ni sus directivos ni sus jugadores.

Me gusta TriBeCaNew York City.

No soporto El Barrio Rojo de Amsterdam.

Me gustan las palomitas dulces.

Me aburren los Lacasitos.

Me gustan las letras de Dani Martín.

No aguanto a Celine Dion.

Me gusta perderme en Ibiza.

No me gusta Marbella.

Me gusta una tarde en Guadalest.

Me agobian los parques temáticos.

Me encantan las zapatillas con personalidad.

No me gustan los trajes de señor de 65 para jóvenes de 25.

Me gusta cantar e inventarme la letra.

No me gusta cuando te corrigen una letra en inglés en un bar del Barrio.

Me gusta mojar en el plato el aceite sobrante.

No me gusta la gente que le habla mal a los camareros.

Me gusta perderme viendo procesiones en Semana Santa.

No me gusta la Iglesia y su Curia.

Me gusta la fruta.

No soporto los zumos envasados.

Me gusta una tarde con amigos como si el mundo no siguiera mañana por la mañana.

No me gustan las cenas de compromiso.

Me gusta que me abracen.

No me gusta que me apuñalen por la espalda mientras lo hacen.

Me gusta la ropa buena sin que se note.

No soporto no saber combinar traje, camisa y corbata. Los zapatos menos aun.

Me gustan mis amigos.

No soporto los que dicen que somos super amigos y no sabrían decir tres frases de este post.

domingo, 10 de abril de 2011

De repente, un extraño

En un extraño ejercicio de videncia, en algún momento del mes pasado, le afirmé a alguien muy cercano que este año sería un año de cambios importantes en mi vida. Podemos decir que la misma tampoco es que sea excesivamente convencional. No ejerzo el funcionariado ni vivo alojado en El día de la marmota. No tengo una casa al uso ni uno de esos coches que te convierten en protagonista de un espacio comercial de 20 segundos con una vida envidiable e intensa. Una de esas vidas en las que abrir la nevera se puede convertir en la nueva entrega de Indiana Jones o subirte al coche es como tener un concierto acústico del grupo de moda en los asientos posteriores.

No creo que sea un hombre gris sin expectativas ni ilusiones. Más bien creo que soy un poco culo de mal asiento. Mi naturaleza de Géminis de libro me hace voluble, creativo, con habilidades sociales y una marcada diferencia entre mi Yo público y mi Yo privado. De hecho, en etapas tan convulsas como esta, me resulta complicado convivir con los dos al mismo tiempo en el pequeño espacio de mi estructura ósea.

Hace apenas cuatro meses no podría imaginar nada de lo que me ocurre en este momento. Mi Tsunamí laboral, mi nueva realidad familiar o la reconstrucción de mi escala de prioridades y objetivos a corto y medio plazo hacen que me resulte excitante y desconcertante, a la par, levantarme cada mañana sin saber muy bien como va a terminar cada día. Cada jornada es una pequeña montaña rusa.

Todo este maremoto me había obligado a abandonar un tanto mi vida personal. Supongo que pensaba que era demasiado jamón para tan poco cerdo. Después de unos años bastante inciertos en este campo, donde he ido dando bandazos de una historia compleja a otra que lo era más, si cabe, decidí aparcar esta parcela donde no es que haya cosechado yo muchos trofeos ni muchas puertas grandes. Como diría el gran Cagancho " Ni Dios que lo quiera". 





Quizás siempre me he refugiado en estas historias complejas con el objetivo de no dejarme ser cazado. Dicho así parece un tanto presuntuoso pero no es más que un arma de defensa. Una manera de protegerme de los dolores del corazón. Con los cambios de tiempo, todavía, son muchas las cicatrices que escuecen como consecuencia de errores y fracasos pasados.

Pero la Vida y los dioses griegos y egipcios, que no deben tener nada que hacer más que observar mi trayectoria a través de su estanque de los mortales, parecen estar alerta a mis bajadas de guardia. Cuando menos claro tengo plantearme ningún tipo de relación que complique, más si cabe, mi convulsa situación, estos se empeñan en hacerme emboscadas en el camino e intentar distraerme con cantos de sirena. Cantos que no negaré que me agradan y en algunos casos me encantaría llevar en mi Ipod como música de cabecera, en el bolsillo de mi americana, cerca del corazón.

Reconozco que hace mucho tiempo que nadie conseguía distraer mi mente de otros asuntos, ni esbozar una sonrisilla estúpida ante el tono de los sms de mi móvil personal. En este momento, en que mis defensas se concentrar en que no se derrumbe mi frágil estructura anímica interior, creo que descuide alguna pequeña brecha por la que se ha colado algún soplo de aire fresco que no se bien si me pone alerta o me despeja de ambiente viciado y con cierto olor a humedad que tienen todas las estancias cerradas y a oscuras.

No negaré que me asusta la idea de la ruptura paulatina y progresiva de esa pequeña brecha para convertirse en una ventana a algo más serio. Tampoco negaré que he vuelto a sentir el aleteo generoso y sutil de las mariposas de la primavera. Bendita brecha.

A veces me asusta mi condición de vidente incontrolable. Espero, con los años, poder dominar esta, con el fin de convertirla en una herramienta que me facilite el camino de la felicidad en este llano árido donde parecen despertar los brotes de futuros vergeles.

Esta tarde vi llover, vi gente correr....

Hay días en que toda vela se desinfla después del huracán. Que todo parece despoblarte por dentro después de sentirte rebosado por los acontecimientos y los sentimientos. Cuando la tempestad abandona nuestra costa aparece la calma y en ocasiones descubrimos los destrozos que resultan de la misma.

De repente, tras la vorágine de las obligaciones ineludibles que uno se busca para evitar pensar, llega el vacío al que inexorablemente te tienes que enfrentar. Ante la bóveda casi claustrofóbica de la soledad repentina no electa no queda otra elección que alzar el vuelo, sacando fuerzas de flaqueza y afrontando el difícil reto de convertir en añicos esa especie de corteza que nos recubre, tras la perdida cada día un poco más, compuesta de dolor, recuerdos y cosas que debimos hacer y nunca encontramos el momento.

Poco a poco, nuestras alas recobran el tono de la batida. Nuestro gesto recobra la línea y cierta elegancia. Nuestra mirada, no exenta de cierta nostalgia que por siempre permanecerá ahí, busca de nuevo un punto en el horizonte, cada día más lejano y deseado. Y nuestra sonrisa torna a existir, una vez más, venciendo a las marismas que la Vida antepone en nuestro camino. Cierto es que su dibujo nunca volverá a ser el mismo, ni mejor ni peor, pero nunca el mismo.

En este nuevo viaje la memoria se convierte en un amuleto en nuestro camino. A ratos amanece esa sensación que solo los nicaragüenses han sabido definir con una sola palabra. La cavanga.



La cavanga es esa sensación de nostalgia, de morriña de la felicidad absoluta. Ese anhelo por querer volver a los buenos tiempos pasados. No quiere decir que cualquier tiempo pasado fuese mejor, si no desear retornar a la felicidad plena, la añoranza de la sonrisa total, la externa y la interna. Es una especie de intento de volver atrás en la historia y detener el tiempo y la Vida en un estadio de alegría plena y estabilidad emocional casi perfecta.

Una mañana descubres que el sol sigue brillando tras de la cavanga ajeno a tus sentimientos de mundo inerte y absolutamente inmóvil por siempre, debido a tu dolor extremo. Que hay muchas cosas por descubrir y muchos proyectos por culminar. Que hay tanta gente a tu alrededor que se preocupa por ti que sería totalmente injusto obviar su presencia y no corresponderla.

En estos casos hay tantas formas de estar. Hay gente que hace de su presencia física un referente. Otras no las ves pero las sientes en todo momento. Otras esperan al otro lado de la línea por si en cualquier momento necesitas ejercitar una llamada desesperada de auxilio. Y hay también quien nunca pensaste que estaría y se convierte en un apoyo indispensable con una sonrisa, un buenos días o un cupcake para parar el tiovivo de los acontecimientos y los sentimientos desatados en barrena. Y miras a tu alrededor y descubres que tu mayor tesoro, tu mejor capital es el de la gente que te rodea, que te apoya en esta extraña travesía.

Descubres, al comenzar a cruzar ese desierto que tu mirada apesadumbrada atisbaba en el horizonte, que  a cada paso florece un vergel de personas que te dan sombra, alimento y sacian tu sed en este nuevo viaje. Ellos son la verdadera razón para seguir. Ellos son quien hacen la senda fácil, quienes se convierten en el descanso del guerrero en las diminutas derrotas en las batallas del alma que acontecen en esta odisea de tu nueva vida. Ellos son el consejo, el aliento y apoyo ahora en que uno se ha convertido en su propio referente y en gestor y obra de tu propio proyecto de futuro.

Descubres, que por duro que parezca el camino a veces, el horizonte siempre es luminoso y apetecible. Descubres el futuro y el deseo por convertirlo en el mejor presente posible. Recuperas la capacidad por ilusionarte por ti mismo. Porque ahora a quien no debes decepcionar es a ti.

Tus alas adultas y poderosas se han deshecho del esa cascarilla pétrea y dolorosa que recubría tu ánimo. Y alzas el vuelo sobrevolando las arenas extensas de la soledad y el desconsuelo para hacerte grande bajo un nuevo sol. Y al batir con fuerza las mismas te reconoces en aquellos que te acompañan y que reemprenden el vuelo contigo, después de rescatarte de la zozobra.

Y aunque a veces, al escuchar los acordes de algún bolero que te devuelve a la nostalgia por la ausencia cercana, las lágrimas se escapen furtivas por tu mejilla pon rumbo al sol y, alzando elegante el cuello hacia su calor, déjalas que se sequen lentamente mientras buscas de nuevo el horizonte, teniendo siempre presente la certeza de la presencia del ausente y que, seguramente, no esperaría otra cosa de ti.

Como me dijo alguien hace unos días a modo de testamento vital, " Estoy orgullosa de ellos, porque aunque a veces no hayan hecho lo que debían, han hecho lo querían. Viven como han querido vivir y eso me hace feliz"



Esta tarde vi llover
vi gente correr
y no estábas tú


La otra noche vi brillar 
un lucero azul
y no estabas tú


La otra tarde vi que un ave enamorada
daba besos a su amor ilusionada
y no estabas tú


Esta tarde vi llover
vi gente correr
y no estabas tú


El otoño vi llegar
al mar oí cantar
y no estabas tú


Yo no sé cuanto me quieres
si me extrañas o me engañas
solo sé que vi llover
vi gente correr
y no estabas tú