lunes, 30 de mayo de 2011

Mi Realismo mágico y particular

Desde pequeño siempre me fascinó la liteatura hispanoamericana y en especial García Márquez. Me sumergí por primera vez en su mundo de Macondo y los Buendía a través de su El coronel no tiene quien le escriba. Me drogué con su riada de palabras entre el calor insoportable del rio, los gallos de pelea y la ansiedad por esa carta que no llega. Descubrí la soledad en Relato de un naufrago y entendí como nunca más volví a comprender el amor verdadero en El Amor en los tiempos del cólera.

Llegué a él por la recomendación de mi madre, asidua lectora de Gabo. Quizá nuestra vida en Bogotá tuvo mucho que ver para que lo sintieramos tan cercano. Lo descubrí mientras descubría otras cosas de mi mundo de adolescente. Respiraba intensamente sus textos y masticaba escenas con gusto a papaya, dolor y resignación. Envueltas sus historias en una visión irreal de mundo crudamente real, me convertian en un invitado de papel que devoraba, negro sobre blanco, los acontecimientos que se desgranaban con la cadencia de una cumbia antigua con olor a café recien hecho.

Con los años descubrí mi fascinación por otros exponentes del Realismo Mágico. Como agua para chocolate me descubrió el maravilloso mundo de la poesía a través de la cocina mexicana y el amor. Almodóvar y su particular universo fueron un golpe de agua fresca en mi cara, me lo dieron un grupo de monjas yonkies y trastornadas que se encontraban con su tigre Entre Tinieblas. Luego vinieron tantas otras que sin tener ese componente de lo irreal y lo real no dejaban de destilar magía para mí en cada fotograma.

Y descubrí a Tim Burton, y sus maravillosas obras de orfebrería creativa. Nada me ha hecho llorar y reir a la vez como su Big fish, nadie me ha fascinado tanto retrotrayendome a una infancia perdida como él en Charlie y la Fábrica de chocolate y AliciaLa novia cadáver o Eduardo Manostijeras han cambiado la forma de soñar a más de una generación.

Todo esto me lleva a pensar que realmente el mundo real y cotidiano me gusta poco, o por lo menos, un poco menos que aquel que se permite un guiño a la locura, o a lo politicamente incorrecto o sencillamente a lo creativo por que sí, sin mediar euros de por medio.

Creo que por eso me fascina el carnaval, las calles increibles del SoHo neoyorquino, las vacas pastando de lado en cuestas imposibles de Caleao, los cupcakes de Las Manolitas, perderme en el Mercado sin pensar en qué cocinar, leer novelas de distintos autores a la vez, las exposiciones del Guggenheim de Bilbao, las noches en Madrid con Gonzalo y Lolita Versace, perder la tarde en la terraza imposible d un mercado en Chueca, comprar bolas de navidad en las Rebajas de Enero, en Londres.


Me gusta fotografiar lo cotidiano pero no convencional. Me gusta improvisar la cena en una cita importante, es como saltar sin red en un trapecio. Disfruto comiendo fresas debajo de un almendro mientras veo la vida pasar. Me gusta mirarle a los ojos sin que lo sepa. Me gusta que mis dedos hagan la travesia por el desierto infinito de la espalda deseada. Los besos con sabor a gominola de fresa. Andar despacio bajo la lluvia disfrutando de la ciudad en Donosti. El sabor de un arroz a banda en el jardin de casa de Gabi en Texas. El olor de las peonías cuando ya no estan. El sonido del primer mordisco a un tomate raff. Dormirme en el sofá como si no hubiera mañana. Las camisetas del Tintero que presuponen mi estado de ánimo. Despertarme a medianoche porque alguién piensa en ti y te lo hace saber. Me gusta pensar que sólo entendemos el sabor intenso y harinoso de una coca de mollitas unos pocos iniciados en este mundo global de locos.

Sé que en el fondo no pierdo la esperanza que un día llueva miles de flores liquidas mientras descubro un callejón sin salida a través del cual llegaré a donde, sin saberlo, espero llegar toda mi vida. Allí seguramente encontraré la correspondencia del Coronel, a los hijos de Pedro y Tita cocinando codornices con chocolate y rosas, la última función del circo de Big Fish, la sonrisa de Florentino Ariza y las últimas golosinas de Willy Wonka.

Allí no dudo que me rencontrare con quien nunca debí dejar partir, o con quien nunca supe que debía esperar. A quien espero no encontrarme es a todo aquel que no cree que los días no tienen porque ser consecutivos en el calendario, que los horarios no existen y que el dolor no es una moneda para satisfacer al que te demuestra amor. Todo aquel que se ha especializado en crear recuerdos en los demás a base de cicatrices indelebles e invisibles, no podrá atravesar ese muro nunca. Nunca sentirá los besos que se transforman delicias dulces y almendradas, ni el recorrido infinito de las caricias sentidas sin retorno ni posibilidad de clonación. Nunca podrán descubrir la magía de ese momento efímero e irreal en que Ewan Mcgregor y Nicole Kidman te susurran la receta desde un elefante de cristal de colores.

Espero que un día, a la vuelta de la esquina, me encuentre la puerta escondida de mi Realismo Mágico y particular.

jueves, 26 de mayo de 2011

No sé si seguirá saliendo el Sol

El agua de la ducha resbala insolente y tibia por mi espalda. Su sonido me despereza lentamente mientras enjabono rutinariamente mi torso. Una tímida sonrisa habita en mi rostro mietras hago balance de la noche de ayer. Madrid nunca me decepciona y aunque no siempre se salga por la puerta grande, esta plaza me gusta. En ella he tenido mis mejores tardes. Buenos amigos, sitios sorprendentes donde disfrutar de  buena comida, bebida y muchas risas. Gente interesante para momentos interesantes.

Salgo a la Gran Vía y respiro la vida profundamente. Todo se mueve a mi alrededor sin sentir dicho movimiento como una cadencia caótica y agobiante. Lo percibo como un soplo de vida. Frappuccino tall con caramelo para llevar mientras el sol me acaricia como un amante presuroso y novato. Mis pies ponen rumbo a Callao.

Bermudas y mi cámara para el camino. Mi objetivo es plasmar la realidad de la acampada del 15M para intentar comprenderla mejor. Quiero captar una mirada ajena al posicionamiento político. Quisiera captar la transformación del espacio y del formato reivindicativo a través de lo cotidiano del día a día.

Mientras me acerco por la calle Preciados descubro en el horizonte un extraño mar de plásticos azules a modo de enorme oasis sostenible y reciclado. Tras de esta escultura textil y caótica el reloj de la Puerta del Sol. Tradición e icono frente a la rebeldía de lo efímero.

Presencia policial tranquila entre cientos de hombres anuncio que compran oro disfrazados de conductores averiados y reflectantes. Entro en una plaza recubierta de reivindicación indignada y silenciosa. Nada es ajeno a la acampada y a sus mensajes. Ni las bocas de Metro, ni las fuentes, ni Carlos III.

La primera impresión me pone a la defensiva. ¿Realmente es necesario? Me introduzco en un laberinto de carpas, tiendas de campaña espacios creados con muebles y materiales de derribo. Bombardeo de mensajes y propuestas. Infinidad de acciones y un solo lema "no existe el dinero en este campamento"

La realidad del espacio, extenso y complejo, me desborda en un primer momento y me dejo llevar por el mero afán de observar, de respirar. El calor es sofocante en este zoco de la reivindicación. El ámbiente es denso pero limpio. Las consignas que se emiten a través de la megafonía de la organización recuerdan medidas para protegerse del sol y de los golpes de calor, el respeto y agradecimiento a los comerciantes que comparten su espacio cotidiano con los acampados, advierten a los visitantes sobre listos que pretenden sacar dinero a costa de la movilización. Recuerdan que aquí todo es gratuito y no se recogen fondos para la financiación ni mantenimiento del campamento.



Poco a poco voy comprendiendo la diversidad y la complejidad de su estructura, Espacios para la comida, para las propuestas, biblioteca, ludoteca para niños, espacios para el aseo, estructura y servicio de limpieza, talleres artiísticos y musicales. Equipo de gestíon de la comunicación, zona 2.0, emisora de radio en directo, etc... Esto no es el capricho de 4 perroflautas y antisistemas. Tampoco es que haya infindidad de engominados de los que clamaban en Genova el otro domingo por la carga policial y desalojo de la plaza, pero es gentes de diversas procedencias, edades y digamos que de distintas "tribus urbanas". Cierto es que también hay mucho turista y observador y una especie de brigada Lincon, compuesta por Erasmus y otros jóvenes extranjeros que han encontrado en esta concentración una excusa para vivir una de esas aventuras Hispanas que engrandecen nuestra leyenda allende los mares.

Cuanto más tiempo pasas en esta aldea plastificada, respiras con más profundidad la latente posibilidad de, que por una vez, la utopía se haga realidad.Albergas, en una leve sonrisa que se despierta en tu cara como la de la ducha matinal, la idea de posibilidad de otra vía, de otro sistema más justo y menos corrompido. Que realmente el ciudadano no tenga que soportar algunos espectáculos bochornosos como los de los últimos meses o años. Que creemos un nuevo código ético y refundemos la independencia de los poderes del Estado, pará así poder volver a creer en ellos. Y comienzas a sonreir abiertamente.

Pero al salir de la plaza de nuevo, al retornar a la claridad del astro rey, te golpea la cruda realidad. Descubres que el Corte Inglés sigue anunciando su Summertime particular y que los bancos siguen negando los prestamos a quien los necesitan para sobrevivir y garantizandoselos a quien los usan para fortalecer su poder. Recuerdas que España se ha vuelto azul y no por que la hallamos cubierto de plásticos como la plaza. Qué necesita este país para hacer pagar los excesos de los políticos? Unos por exceso y otros por defecto. Exceso de creer que el rancho es suyo y defecto de dignidad torera para abandonar cuando te pillan o demuestran ser unos ineptos de diploma y laurel.

Y mientras busco de nuevo la Gran Vía, me invade la duda que borra de nuevo mi sonrisa. No tengo la certeza de si dentro de unos días seguirá, cada mañana, saliendo el Sol. Aquí en Madrid y en otros cientos de plazas donde tanta gente ha vueto a sonreir, a creer en la utopía y a volver a aprender a decir Basta.

Ciento veinte días después

Las cristaleras del Diurno hoy me protegen de un sofocante calor que se ha empeñado en acabar con todo resquicio de primavera que quedara en este Madrid, cada día más vivo. Su música me envuelve suave y densa, Es como el relleno de las mascarillas antistress de gel. Agrabablemente Denso.

Pasta, guacamole y una Coca Cola light para parar elmundo por unas horas.

Cuatro meses separan mi última visita a este refugio. Como ha cambiado mi mundo es este corto espacio de tiempo. La última vez estaba totalmente sumido en un caos existencial a mitad de camino de ninguna parte y sin ninguna gana de continuar por el camino conocido.

Hoy todo es totalmente diferente. La música está ligeramente más alta, tanto en el volumén como en el tono anímico. La luz que atraviesa los cristales en intensa y veraniega. Me siento relativamente cómodo en mi nueva situación. Se abren nuevas opciones y caminos que yo tendré que elegir de una manera voluntaria y consciente. Por primera vez me siento libre y dueño de mi presente y con cierta autonomía para decidir mi fúturo inmediato. No negaré que el precio para alcanzar esta situación ha sido alto. Pero también es cierto que el destino nos pasa, a veces, estas cuentas para mejorar el balance en un futuro más o menos cercano.

Llevo 48 horas en Madrid y una vez más me siento como en casa. Algo me dice que debo saltar, tarde o temprano, para probar esta aventua de un modo continuado y serio. Hay algo que me atrae de esta ciudad de una manera incluso inquietante. Sé que aquí mi vida sería completamente diferente. Ni mejor ni peor pero sé que diferente.


No tengo claro que el destino sea transitar de un modo cotidiano por la Gran Vía o hacerlo por Hide Park o TriBeCa. Lo que tengo claro es que comienzo a dudar es que al proyecto en Alicante le queden muchos capítulos por escribir.

Es díficil de entender, pero ya casí nada me ata a la ciudad donde crecí, solamete el capital humano de mi familia electa, ya que la natural, de un modo u otro, ha desaparecido. También tiene cierta influencia sobre mi decisión de saltar, y la posibilidad de postergarla en el tiempo, alguno de mis retos profesionales actuales. La posibilidad de generar nuevas facetas creativas y laborales en un proyecto verdaderamente ilusionante es una pequeña ancla que lastra esta decisión. La cual soy consciente que he de tomar y para la que tampoco queda mucho plazo para aletargarla. Su retraso supondría su muerte definitiva.

Ciento veinte días después mi mundo ha girado vertiginosamente sobre el mismo punto. El banco de cuero beige del fondo del Diurno. Mientras tanto, como decía Alaska en una de sus canciones, miro la vida pasar y no sabes cuanto cuesta aceptar que no volverás

sábado, 21 de mayo de 2011

El día que dijimos no

El día se ha despertado luminoso, tras muchas mañanas feas. El enrarecido ambiente social creo que afectaba hasta a la climatología. Sumidos en una extraña campaña electoral sin propuestas y harta de reproches, donde las ideas han desaparecido para dejar paso al "y tú más...". Pero hoy el sol brilla más fuerte, como si quisiera hacer un alegato para recordar que tambien él tiene voz. No sé en que momento no se ha planteado la Junta Electoral cegar el sol para que no interfiera en nuestra reflexión y no nos distraiga en nuestra rutina de borregos alecionados.

No soy consciente en que momento se quebró la delgada línea que separaba la resignación contenida y la indignación manifiesta. Sólo sé que me encanta que haya saltado por los aires, como esas pilas de botes que se tumban con una pelota de tela en las casetas de feria. Tengo claro que la sensación de hastío entre la población ante esta situación de crisis que se alarga en demasía y la carencia de soluciones y de esperanzas para gran parte de la población, especialmente una generación de jóvenes que se sienten engañados y una de adultos en paro que se sienten abandonados, era insostenible en el tiempo.

Yo creo que la mecha que ha prendido la revuelta pacífica, no perdamos nunca este dato de vista, del 15M ha sido esta estúpida campaña electoral. En ella, unos se regodean, sin ningún rubor ni necesidad de ofrecer nada, de la obtención de la piel de un oso que no han cazado, pero que dificilmente se les escapará y otros apelan al fantasma de la derecha para ocultar su ineptitud y su incapacidad para la gestión del momento y la generación de programas y propuestas coherentes e ilusionantes.



La clase política, más alejada que nunca de la realidad social y del ciudadano, solamente se preocupa de no perder la renta vitalicia y el asiento bussines en los vuelos europeos. Han hecho oidos sordos al grito silencioso de una sociedad que se ahoga sumergida en una situación propiciada por la especulación feroz, los romances quinceañeros con la Banca y la incapacidad para aceptar el colapso de un modelo social y económico generado por los sucesivos gobiernos de diferente color.

Este pasado ficticio de lujo y desenfreno, acompañado por los tonteos corruptos de los políticos con un empresariado sin escrúpulos y una oscura percepción de "este ranchito nos pertenece a perpetuidad" ha generado en la población, sometida a una alta tasa de paro, recortes salariales y sociales y a la inexistencia de medidas que garanticen la posibilidad de acceso a financiación ni a la vivienda, un grado de indignación que ha estallado en las plazas de nuestras ciudades en medio de este periodo electoral.

Ha crecido como un tsunami pacífico y progresivo, alentado por las absurdas decisiones de la Junta electoral y de determinados ámbitos de la Justicia, más ciega que nunca, que intentan acallar el derecho de expresarse de un colectivo sin ningún color político, que no pretende modificar el sentido del voto ni hacerle el caldo gordo a ninguna formación política para mejorar sus réditos electorales.

Esta voz, uniforme en el discurso y plural en las ideas y las propuestas, no deja de ser un grito de Basta ya. Una demostración de libertad de expresión que reclama responsabilidades a los culpables de esta situación desesperada, que ha sido aletargada durante meses, incluso años, con la esperanza por parte de los políticos, con sueldo, dietas y coche oficial, de no sufrir la explosión de la misma en sus morros. Evidentemente entiendo esta preocupación porque es una de las partes de su fisonomía más desarrollada, casi hasta el esperpento propio de Goya.

Anoche regresé a casa, despues de realizar unas fotos en la concentración de mi ciudad, algo más vivo, algo más esperanzado y con la conciencia más limpia. Porque anoche yo también dije no. Dije no a que nos tomen más el pelo. Dije no a que se vuelvan a otro lado, rodeados de sus huestes entregadas y, creo que, lobotomizadas, y no escuchen a la calle. Dije no a callarme con rabía y renunciar a la voz. Dije no a que dejemos que se hunda el barco en un rio revuelto, que sólo da ganancias a oscuros pescadores.

Solamento espero que el Espíritu de Sol siga vivo el 23 por la mañana y no se quede en una pataleta que se pierda en las redes sociales y en las páginas amarilleadas de los periódicos.

martes, 17 de mayo de 2011

El 100

Hace unos meses, casi nueve ya, empujado por el calor y la desidia vacacional, comenzó la aventura temeraria e incierta de La Resaca del Champagne. No tenía ni idea de lo que era escribir un blog, ni del interés que podría tener para todos aquellos que se lo encontrasen al otro lado de la red. Nació del la necesidad de ordenar mis ideas, negro sobre blanco, de darle forma a mis pensamientos para poder conocerme un poco más a mi mismo y así comprenderme y, en ocasiones, soportarme.

Primero llegaron las cucharitas del helado, pasamos por las noches de marcha en el Barrio, las difíciles relaciones en el mundo laboral-personal, mis recuerdos colgados de una rama de mi árbol de Navidad o aquellos que descubrí en una cuartilla amarilleada por el tiempo y en lo más profundo de mi corazón.

También ha habido tiempo para la crítica ácida y descarnada de esta ciudad y sus zonas oscuras. Para la risa frívola y sin sentido pero tan necesaria en los tiempos que corren. Hemos formulado propósitos para el nuevo año y una nueva vida. He hablado de lo que me gusta y de lo que no. Le he dicho cosas a la Vida que nunca me atreví a decirle ni al oído.



Y este ejercicio de auto reconstrucción interior ha traído muchas sorpresas. Casi todas ellas agradables. He descubierto gente que no conocía y tremendamente cercana a mí. He llegado a interesarle a gente que ni siquiera conozco y quizás nunca conoceré. Los que creían conocerme han descubierto cosas de mí que hasta yo desconocía. He descubierto que tenía algo que contar y que podía hacerlo a través de un lenguaje, el cual desconocía poder utilizar, para llegar de una forma cercana, directa y sencilla más de 10000 veces a alguien que pinchaba, al otro lado de una pantalla, en un post para parar su mundo y leer lo que yo quería narrar.

A través de este blog se ha conocido gente que comparte opiniones, puntos de vista, acuerdos y desacuerdos sobre cada uno de los posts que se cuelgan en la Red. No deja de sorprenderme que determinadas personas a las que conozco les interese lo que cuento y lo sigan con cierta asiduidad.

Independientemente de la labor terapéutica que tiene la acción de escribir en mi organización personal, se ha creado un vinculo interesante, intenso, un nuevo formato de relación entre el lector y el blogero. Tanto con aquel que me conoce de toda la vida como con aquel que solo sabe de mí através de este centenar de puntos de vista sobre acciones o sucesos cotidianos de la vida mundana o de mi más estricta intimidad.

100 puntos de vista que se entrelazan para definir mi complejidad. Mis gustos y mis fobias. Mis fortalezas y mis fantasmas. Mis miedos y mis debilidades. Mis raíces y mis proyectos de futuro. Un bolero y una mirada perdida desde mi mirador. Sabor colgados en la retina  y sonidos prendidos en el tacto como una caricia sin destino.

Solo me queda, 100 desnudos interiores despues y tras 10000 caricias de unos ojos avidos de conocer que se esconde tras cada uno de ellos, dar las gracías por ayudarme a descubrir como soy yo mismo y permitir ver al mundo mi verdadero Yo Privado.

lunes, 16 de mayo de 2011

Desde Rusia con amor

Me enfrento a esta página en blanco intentando ordenar mis recuerdos, filias, fobias y emociones. Es difícil extraer en unas líneas un extracto realmente fidedigno de algo que te llega al corazón. Sea para bien o para mal.

No recuerdo mi primera imagen vinculada con las Hogueras porque no recuerdo casi ninguna de mi infancia que no lo estuviera. La fascinación que producía en mí el mundo de la Fiesta crecía paralélamente a mi cuerpo y a mi mente.

Aún recuerdo mi primer traje de saragüell, con 6 años, y la foto que nos hizo mi madre, en un estudio de la calle Altamira, a mi hermano y a mí. Él lo soportaba estóicamente, yo me sentía como si llevase el traje de Superman. Mis primeros pasacalles por el Pla-Hospital y ese olor a pólvora sobre el asfalto recalentado, al que soy totalmente adicto. El sabor de las brevas maduras y el Bimbó de Georgie Dann en la verbena callejera. No existían los Racós ni su extraña vocación mercantilista. Imágenes de cámara instamatic y tardofranquismo.

Poco a poco se despertó en mí la curiosidad por los monumentos y por todo aquello que conlleva esta fiesta a su alrededor. Recuerdo a las bellezas con sus ramos de claveles y paniculata, envueltos en papel de plata y celofán. No existía otra versión de la Fiesta para las mujeres. Los Foguerers, pertrechados con su traje de cucaracha, donde tintineaban aquellos botones dorados que colgaban de las mangas y del pecho, desfilaban orgullosos delante de la banda.

Y a los 10 años, comisionado. De ahí a Presidente Infantil en el año del Cincuentenario. Mi mano tuvo la suerte de extraer de una pecera, en el Salón Azul del Ayuntamiento una Dama del Foc Infantil. Pensé que nunca viviría un momento más intenso. Mi mejor amiga, Dama de Foc adulta y mi belleza, Dama del Foc infantil. Era la plenitud para un niño que apenas empezaba a vivir. Don Tomás Valcárcel creaba todo ese mundo mágico. Siempre será Don Tomás. Nadie después fue capaz de ganarse ese tratamiento de respeto por méritos propios.

Por aquella época existía Gastón, Ramón Marco y Remigio. Empezaba un joven Pedro Soriano. Se empezaron a enriquecer y cuidar las indumentarias con clase y mimo, sin la vocación de negocio y de ausencia de elegancia en la que se ha desembocado. No siempre más es mejor y el dinero no da la clase. La Fiesta, el Arte en mayúsculas y la Cultura iban de la mano para engrandecer la Tradición. Las bellezas eran eso, bellezas. Entonces la mujer no había accedido mayoritariamente a la Universidad, pero tampoco al botellón, ni al piercing ni el tatuaje. La que carecía de educación se esforzaba por  obtenerla, o en el peor de los casos por ocultar su ausencia. Nunca hacían del mal gusto una bandera ni su orgullo.


Hoy, 30 años después, en los que he recorrido en paralelo a mi carrera profesional casi todos los campos de la Fiesta, no la reconozco. Solamente el olor a pólvora en el asfalto, los sones del himno y el sabor de las brevas me retrotraen a aquel tiempo. No reconozco la relación entre el Arte y la misma. ¿En qué momento se perdió? ¿Por qué se renunció a la búsqueda de la modernidad de la mano de los artistas de verdad en vez de confiársela a cuatro artesanos de dudable gusto y oscuras intenciones mercantiles? ¿Dónde quedó la investigación a través de los proyectos experimentales? En los años 20 y 30 las tendencias más modernas invadían nuestras calles en junio. Hoy lo hacen las más casposas.

Las bellezas han dejado de serlo para convertirse en meras caricaturas, eso sí, con carrera y posibles para pagarse los gastos del cargo. Los Foguerers han dejado de tintinear sus botones dorados, orgullosos, por las calles de su barrio, por haber sido capaces de gestionar la voluntad y los fondos de los vecinos para conseguir una fiesta digna y para todos. Se han convertido en aprendices de políticos de 3ª regional. Urden conjuras y maniobras de oscura intencionalidad. Se utiliza a la Fiesta para fines personales y de dudosa ética. Se ha dejado de cuidar con mimo la indumentaria para convertirnos en extraños papagayos, llenos de bordados superfluos y pedrerías innecesarias, para mayor gloria de indumentaristas exentos de gusto y de criterio. De peluqueros y maquilladores no hablaremos. Nunca un mapache fue Reina delas Fiestas. Ni en el Bosque de Tallac.

La gente le ha dado la espalda a las comisiones que han hecho de este patrimonio cultural su ranchito particular, huyendo estos últimos en busca de patrocinadores empresariales que les garanticen sus oscuros fines, privando a la gente de su verdadero patrimonio. La Fiesta del Pueblo. No se puede llegar y crear microdistritos al antojo de una pandilla de niñatos orgullosos y enrabietados con sus antiguos amiguitos del alma. El despecho y la niñería no tienen cabida en esta historia.

No me reconozco en esta Fiesta. No es propiedad de nadie la misma, más allá del mismo pueblo de Alicante. Nadie debe creerse con potestad de juzgar quién es más alicantino y más Fester. He sufrido, en mis propias carnes, la critica voraz y malintencionada de paletos extremistas que desconocían mi trayectoria y mi capacidad para asumir determinados trabajos que he realizado para intentar, desde mi humilde aportación, mejorar las Hogueras. Los mismos que la alejan del Pueblo y de las fuentes de la Cultura. Los mismo que se saltan el rigor para vestirse de drag queen a costa de un traje del siglo XVIII. Los mismos que desconocen la Historia y se atreven a tirar la primera piedra contra aquel que no les ría la gracia. Ni me reconozco ni me quiero reconocer.

Año tras año, he dado pasos hacía atrás que me permiten tomar perspectiva. Y ahora, que me siento tan lejano como si viviera en Moscú, solamente conservo ese olor a pólvora, el sabor de las brevas y la mirada de satisfacción de mi madre al ver plantada una hoguera de su hijo en el Ayuntamiento. Era la misma mirada de aquel día de mayo en el fotógrafo de la calle Altamira. A ella le debo la Tradición y por ella y muchos como ella no perdono la traición.

domingo, 1 de mayo de 2011

Yo superé mi síndrome de Estocolmo

Me despierto sobresaltado. Hoy es domingo por la mañana. El sudor empapa las sábanas y mi pijama. Sería un hecho emocionante si no fuera porque he dormido solo. Las pesadillas han acompañado a la noche en su lento girar.

Me encontraba en una extreño edificio de forma circular, similar a un circo romano. Presenciaba un espectáculo estruendoso y sin sentido, pero tenía una sensación muy rara, como si yo estuviera protegido o separado de él. Era una secuencia similar al viaje de Ebenezer Scrooge a las Navidades del Futuro.

Sobrevolaba un escenario de madera y luces, que pretendia ser moderno y elegante a la vez que clásico. Cierto es que no lo consiguió en ningún momento. Era una exaltación al mal gusto. Una secuencia de mujeres extrañamente pertrechadas, pintadas como mapaches y peinadas con rocambolescos moños, que parecian obras de ingeniería freudiana. Su indumentaría, en muchas ocasiones de muy dudoso gusto y de discutible calidad, hacía poco por resaltar una belleza que se les presuponía, pero que difícilmente se podía constatar.

Desfilaban como zombies, con los hombros caidos hacia atrás y enseñando sus dientes blanqueados y sus encías a modo de sonrisa por una especie de laberinto. Mientras, tres individuos, que parecían replicantes de una película de ciencia ficción de Spielberg, asociaban sus nombres a calles o zonas geográficas de mi ciudad. Intentaba reconocer el espectáculo y mi memoria me llevaba a las ferias de ganado de Asturias. "Amorosa, 532 kilos, de Pola de Siero, 5 años...." Pero en esta ocasión la vacas iban tapizadas con extrañas telas y bordados...

Una música que no tenía nada que ver con lo que ocurría pretendía ser la banda sonora de esta pesadilla. Un público enfervorizado, bramaba gritos de apoyo, coreaba extraños nombres de mujer y lanzaba todo tipo de serpentinas, papelitos y aleluyas paganas. Reconozco que una cierta angustia recorría mi cuerpo y la estupefacción me mantenía inmóvil observando la escena.



En estas situaciones sabemos, de hecho, que todo puede ir a peor. Tampoco nos defraudó en esta ocasión. Oscuro en el escenario. Voz en off intentado desgranar un texto entre metafórico y pseudocultureta, de nula calidad literaria. Otro grupo de zombies, uniformados esta vez por igual, realizan una sucesión de movimientos, que pretenden ser acompasados y estéticos. Nada más lejos de la intención.

Mi memoria procesa, ante mi estado de congelación física, imágenes del ayer para intentar reconocer donde me encuentro. Todo me es familar, todo me es tan lejano. Tras el intento de danza, sale al escenario un grupo de mujeres, ataviadas con una indumentaria que me resulta conocida, pero que a la vez, al fijarme, me cuesta reconocer. Una de ellas, pintada como una puerta y con una tensión en la voz y las aletas nasales propia del que arenga a las masas antes de la batalla, desgrana un manifiesto bastante facilón y recurrente, en un tono de voz más cercano al grito que al discurso, y en ocasiones excesivamente edulcorado e impostado.

Alicante hueles a huerta
Alicante hueles a campo
Sabes a dulce y a salado
Sabes a seba y a tonyina
Sabes a ví de la Condomina....
(frase para la memoria histórica..)

De repente, como si de un puzzle se tratase, todas las infinitas piezas que me rodeaban se mueven vertiginosamente a la vez, ocupando cada una su lugar. Descubro en mi mano paralizada el mando del televisor. Es la pantalla del mismo la que me separa de este bochornoso espectáculo. A escasas fechas de Sant Joan, esto no puede ser otra cosa que lo que es y no me atrevo a nombrar.

Apago la televisión y me voy en silencio a la cama. No ha sido una pesadilla. Sucedió anoche en Punt 2 y en mi ciudad. Qué lejos queda todo esto de mi fascinación infantil por este mundo. Qué lejos me encuentro de la época en que estaba sumerjido en él. ¿En qué momento y por qué escapé a sus redes? Ya no siento ningún lazo que me ate. He superado esta adicción alienante. He superado mi Síndrome de Estocolmo particular mientras pienso en pasear descalzo en Central Park.