jueves, 26 de mayo de 2011

Ciento veinte días después

Las cristaleras del Diurno hoy me protegen de un sofocante calor que se ha empeñado en acabar con todo resquicio de primavera que quedara en este Madrid, cada día más vivo. Su música me envuelve suave y densa, Es como el relleno de las mascarillas antistress de gel. Agrabablemente Denso.

Pasta, guacamole y una Coca Cola light para parar elmundo por unas horas.

Cuatro meses separan mi última visita a este refugio. Como ha cambiado mi mundo es este corto espacio de tiempo. La última vez estaba totalmente sumido en un caos existencial a mitad de camino de ninguna parte y sin ninguna gana de continuar por el camino conocido.

Hoy todo es totalmente diferente. La música está ligeramente más alta, tanto en el volumén como en el tono anímico. La luz que atraviesa los cristales en intensa y veraniega. Me siento relativamente cómodo en mi nueva situación. Se abren nuevas opciones y caminos que yo tendré que elegir de una manera voluntaria y consciente. Por primera vez me siento libre y dueño de mi presente y con cierta autonomía para decidir mi fúturo inmediato. No negaré que el precio para alcanzar esta situación ha sido alto. Pero también es cierto que el destino nos pasa, a veces, estas cuentas para mejorar el balance en un futuro más o menos cercano.

Llevo 48 horas en Madrid y una vez más me siento como en casa. Algo me dice que debo saltar, tarde o temprano, para probar esta aventua de un modo continuado y serio. Hay algo que me atrae de esta ciudad de una manera incluso inquietante. Sé que aquí mi vida sería completamente diferente. Ni mejor ni peor pero sé que diferente.


No tengo claro que el destino sea transitar de un modo cotidiano por la Gran Vía o hacerlo por Hide Park o TriBeCa. Lo que tengo claro es que comienzo a dudar es que al proyecto en Alicante le queden muchos capítulos por escribir.

Es díficil de entender, pero ya casí nada me ata a la ciudad donde crecí, solamete el capital humano de mi familia electa, ya que la natural, de un modo u otro, ha desaparecido. También tiene cierta influencia sobre mi decisión de saltar, y la posibilidad de postergarla en el tiempo, alguno de mis retos profesionales actuales. La posibilidad de generar nuevas facetas creativas y laborales en un proyecto verdaderamente ilusionante es una pequeña ancla que lastra esta decisión. La cual soy consciente que he de tomar y para la que tampoco queda mucho plazo para aletargarla. Su retraso supondría su muerte definitiva.

Ciento veinte días después mi mundo ha girado vertiginosamente sobre el mismo punto. El banco de cuero beige del fondo del Diurno. Mientras tanto, como decía Alaska en una de sus canciones, miro la vida pasar y no sabes cuanto cuesta aceptar que no volverás

No hay comentarios:

Publicar un comentario