jueves, 26 de mayo de 2011

No sé si seguirá saliendo el Sol

El agua de la ducha resbala insolente y tibia por mi espalda. Su sonido me despereza lentamente mientras enjabono rutinariamente mi torso. Una tímida sonrisa habita en mi rostro mietras hago balance de la noche de ayer. Madrid nunca me decepciona y aunque no siempre se salga por la puerta grande, esta plaza me gusta. En ella he tenido mis mejores tardes. Buenos amigos, sitios sorprendentes donde disfrutar de  buena comida, bebida y muchas risas. Gente interesante para momentos interesantes.

Salgo a la Gran Vía y respiro la vida profundamente. Todo se mueve a mi alrededor sin sentir dicho movimiento como una cadencia caótica y agobiante. Lo percibo como un soplo de vida. Frappuccino tall con caramelo para llevar mientras el sol me acaricia como un amante presuroso y novato. Mis pies ponen rumbo a Callao.

Bermudas y mi cámara para el camino. Mi objetivo es plasmar la realidad de la acampada del 15M para intentar comprenderla mejor. Quiero captar una mirada ajena al posicionamiento político. Quisiera captar la transformación del espacio y del formato reivindicativo a través de lo cotidiano del día a día.

Mientras me acerco por la calle Preciados descubro en el horizonte un extraño mar de plásticos azules a modo de enorme oasis sostenible y reciclado. Tras de esta escultura textil y caótica el reloj de la Puerta del Sol. Tradición e icono frente a la rebeldía de lo efímero.

Presencia policial tranquila entre cientos de hombres anuncio que compran oro disfrazados de conductores averiados y reflectantes. Entro en una plaza recubierta de reivindicación indignada y silenciosa. Nada es ajeno a la acampada y a sus mensajes. Ni las bocas de Metro, ni las fuentes, ni Carlos III.

La primera impresión me pone a la defensiva. ¿Realmente es necesario? Me introduzco en un laberinto de carpas, tiendas de campaña espacios creados con muebles y materiales de derribo. Bombardeo de mensajes y propuestas. Infinidad de acciones y un solo lema "no existe el dinero en este campamento"

La realidad del espacio, extenso y complejo, me desborda en un primer momento y me dejo llevar por el mero afán de observar, de respirar. El calor es sofocante en este zoco de la reivindicación. El ámbiente es denso pero limpio. Las consignas que se emiten a través de la megafonía de la organización recuerdan medidas para protegerse del sol y de los golpes de calor, el respeto y agradecimiento a los comerciantes que comparten su espacio cotidiano con los acampados, advierten a los visitantes sobre listos que pretenden sacar dinero a costa de la movilización. Recuerdan que aquí todo es gratuito y no se recogen fondos para la financiación ni mantenimiento del campamento.



Poco a poco voy comprendiendo la diversidad y la complejidad de su estructura, Espacios para la comida, para las propuestas, biblioteca, ludoteca para niños, espacios para el aseo, estructura y servicio de limpieza, talleres artiísticos y musicales. Equipo de gestíon de la comunicación, zona 2.0, emisora de radio en directo, etc... Esto no es el capricho de 4 perroflautas y antisistemas. Tampoco es que haya infindidad de engominados de los que clamaban en Genova el otro domingo por la carga policial y desalojo de la plaza, pero es gentes de diversas procedencias, edades y digamos que de distintas "tribus urbanas". Cierto es que también hay mucho turista y observador y una especie de brigada Lincon, compuesta por Erasmus y otros jóvenes extranjeros que han encontrado en esta concentración una excusa para vivir una de esas aventuras Hispanas que engrandecen nuestra leyenda allende los mares.

Cuanto más tiempo pasas en esta aldea plastificada, respiras con más profundidad la latente posibilidad de, que por una vez, la utopía se haga realidad.Albergas, en una leve sonrisa que se despierta en tu cara como la de la ducha matinal, la idea de posibilidad de otra vía, de otro sistema más justo y menos corrompido. Que realmente el ciudadano no tenga que soportar algunos espectáculos bochornosos como los de los últimos meses o años. Que creemos un nuevo código ético y refundemos la independencia de los poderes del Estado, pará así poder volver a creer en ellos. Y comienzas a sonreir abiertamente.

Pero al salir de la plaza de nuevo, al retornar a la claridad del astro rey, te golpea la cruda realidad. Descubres que el Corte Inglés sigue anunciando su Summertime particular y que los bancos siguen negando los prestamos a quien los necesitan para sobrevivir y garantizandoselos a quien los usan para fortalecer su poder. Recuerdas que España se ha vuelto azul y no por que la hallamos cubierto de plásticos como la plaza. Qué necesita este país para hacer pagar los excesos de los políticos? Unos por exceso y otros por defecto. Exceso de creer que el rancho es suyo y defecto de dignidad torera para abandonar cuando te pillan o demuestran ser unos ineptos de diploma y laurel.

Y mientras busco de nuevo la Gran Vía, me invade la duda que borra de nuevo mi sonrisa. No tengo la certeza de si dentro de unos días seguirá, cada mañana, saliendo el Sol. Aquí en Madrid y en otros cientos de plazas donde tanta gente ha vueto a sonreir, a creer en la utopía y a volver a aprender a decir Basta.

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