lunes, 29 de noviembre de 2010

¡¡Arriba esas piernas, dámelo todo!!

Algo no funciona bien en este país cuando nuestros gustos musicales los dirigen los personal trainers de los gimnasios de moda. ¿En qué momento renunciamos a las radiofórmulas y a Joaquín Luqui, tu y yo lo sabiamos, a la hora de cultivar nuestras preferencias para dejarlas en manos de unos ciclados engreídos, embutidos en unos monos de lycra imposibles, que parece que no padecen mientras sonríen como una Barbie anoréxica dando saltitos al son de las piezas más macarras del universo?

No me imagino a ningún monitor de gym que se precie dando sus sesión de step al ritmo de ¿Y como es él?¿Y en qué lugar se enamoró de ti? de José Luis Supermoña Perales o de Jazmines en el pelo, rosas en la cara, Airosa caminaba, la Flor de la Canela... de Mª Dolores Pradera, por mucho que esta contoneara sus caderas al ritmo de tan famosa pieza. Aunque no estaría mal para que la gente se culturizara un poco y renunciara al culto sudoroso y carente de oxígeno en la respiración a Lady Gaga, Beyoncé y Christina Aguilera.


También me cuesta imaginarme a esas mujeres de hoy en día, madres, eficientes trabajadoras, esposas y que sacan el tiempo de debajo de las piedras para estar en forma, renunciando a todo su bagaje cultural y musical para convertirse en una chony más, embutida en un conjunto coordinado en lila y fucsia de Decathlon, y que suda como cochinillo en parrilla.

Y esos yuppies, ejecutivos agresivos, que han aprendido a combinar los cuadros y las rayas sin parecer el Payaso de Mimosín, que tienen más botes de crema que la fémina con la que comparten el mueble del baño y que saben distinguir el azul petroleo del azul turquesa sin perder un ápice de su masculinidad, ¿por qué se convierten en perros callejeros, de ojos saltones, de tic manual-genital y que mascan chicle aunque no lo lleven, al ritmo de Sonia y Selena, Black Eyed Peas o David Guetta?

Es peligroso, y no le damos la importancia que merece esta situación, el declive musical que han propiciado esas conductas y actitudes. Parecen bacanales del mal gusto y de imagen aterradora, al observar como evolucionan un grupo de personas que tienen como único nexo de unión los movimientos gimnásticos que reproducen al unísono y al ritmo de ese cd endemoniado, al que tantas horas de mimo y dedicación le a entregado el sesudo monitor.¡Ta quedao niquelao!

Al principio esas sesiones acústicas de culto al cuerpo no traspasaban las paredes de cristal de las aulas de los gimnasios, de donde nunca debían haber salido, incluso ni llegado. Pero el problema es la nueva moda entre los trainers de repartir copias de su creación como dj's aparte de como formador de horteras de bolera con cuerpos estupendos.

Después de una ducha reparadora, no podemos resistir la tentación de poner la banda sonora de nuestra clase de spinning o pilates en el reproductor de nuestro coche, sin darnos cuenta que esa música, hecha para soldadoras de trasatlánticos y eternos ocupantes de aulas de formación profesional con el coche tuneao, se mete por nuestras venas destrozando todo síntoma de buen gusto, incluso del simple gusto por la música como medio de disfrute y no de alteración de los ritmos cardíacos.

¿Dónde está Ramoncín cuando se le necesita? Deja en paz a las peluqueras y los bares de pueblo que amenizan la tarde contrarrestando el sonido de las fichas del dominó y lucha contra la verdadera bicha, cobarde. Como estos te pueden pegar más que a un palestino en una sinagoga ortodoxa, ahí no nos metemos. Vaya con el cruzado de los derechos de autor, seguro que tiene algo oscuro que esconder en esta trama. ¿No será el guía espiritual de estas recopilaciones musicales? De repente me ha venido su imagen como Rey del Pollo Frito y lo he entendido todo. Esto es una conspiración para la abducción de las masas ideada por la SGAE.

Dentro de unos meses esos cd's llevarán grabados, de forma subliminal, los temas de Ramoncín y un número de cuenta oculto para que le ingresemos una nueva forma de impuesto revolucionario para que este mamarracho siga viviendo de unos litros de alcohol que corrían por sus venas en el año ochentaypoco. ¡Boicot ya! Por la recuperación de la cultura musical.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Cosas que despiertan mi sonrisa

Ayer mientras veía esa maravillosa película  sobre los malos tratos, "Te doy mis ojos", descubrí unos de los motivos por los que comencé a escribir este blog. Esa necesidad de plasmar por escrito tu rabia, tus deseos, tus gustos, los sentimientos con el fin de canalizarlos de una forma positiva. Convertirlos en texto para mí era importante, como ventana en la que muestro lo que realmente soy y pienso, aunque a veces lo disfrace de dosis de ironía y acidez que se pueden malinterpretar.






Hoy me gustaría plasmar, en una lista casi absurda, todas aquellas cosas que me hacen sentir feliz o en paz o que son capaces de arrancar de mí una cara de buena persona de modo inconsciente.




Las milhojas de Seguí, sus cremas tostadas y la leche preparada.

Los ojos de mi madre, cuando observan el mundo con curiosidad a sus 85 años.

Los abrazos de mis sobrinos, que en algún caso sé que son presentes valiosos.

El atardecer conduciendo por la Mancha.

Pasear por Madrid. Tantas mañanas contigo, yo sí las echo de menos

Perderme en el Born de Barcelona

El sabor de las primeras mandarinas

Que mi hermano lea este blog aunque no lo comente

El arros amb costra de mi cuñada y nuestras compras y Starbucks

Acariciar lentamente la piel, tan lentamente como si estuviera hilvanado el tiempo a sus costuras.

Que me acaricien la cabeza y la espalda.

Mis botines de charol, me hacen sentirme fuerte.

La coca de mollitas.

Las pelis de Almodovar

Mirar, sin tiempo, el Ponoch, al atardecer, desde la carretera de Benimantell.

Los almendros en flor.

Las libretas de Muji

Londres

Las tardes de Fería en Constantina con los amigos. El tiempo se para con olor a hierbabuena

Un perrito caliente, unas fresas, un libro y Central Park.

Una noche en La Cavanga con Kiko. Managua siempre presente

Las canciones de Iván Ferreiro. Desde aquí desde mi casa, veo la playa vacía...

Los primeros discos de Shakira e Inma Serrano

La Semana Santa en los balcones de Castaños 44

Volar

Cenar en la terraza de la Rinascente en Milán

El paisaje del Teide

Los restaurantes pequeños como mis añorados Spoon y Arenal

Despertarme abrazado.

El jamón york recién cortado

las sudaderas de algodón

Mis converses

Las letras de El Canto del Loco

Las servilletas de papel de Ikea.

Hacer fotografías para congelar sentimientos

Leer en la cama.

Orgullo y Prejuicio y el señor Darcy. Keira Knightley me fascina

Los anuncios de televisión.

Perderme en un museo

Miquel Barceló y Tapies

Las Manolitas y perder la tarde con un amigo

No hacer nada

Los scouts

El paisaje imposible de Caleao

Mi abrigo de pata de gallo.

Arreglarse cuando toca, y cuando no por sentirte bien.

Concentré d'Orange verte de Hermes

Gonzalo y nuestras noches por Madrid. El Why not? nunca defrauda

El arroz al horno del Pachá

La Ensalada de asado de la señora Milagros

Mi infancia en la Aitana

Adriana y sus manos prodigiosas.

Cuca, siempre serás mi Cuca

Alba, Piku, Rita, Jan y las tarimas del Forat

Los tomates Raff con aceite, sal y vinagre de Modena

Los pasteles de Arroz con leche de Chantilly

Los 25 segundos después de colocar el remate de Mediterránea


Mi última fiesta de Halloween y sus descubrimintos

Las camisetas con mensaje

La fabada, el picadillo y la tarta de queso de Vivi

La Coca-Cola

Gabriel García Márquez y su mundo

Cocinar para mis amigos

Mi Matzinger-z

Las vigas de mi casa y poner el árbol de navidad

Alaska y esos miles de canciones cosidas al guión de mi vida

Mis guionistas, que sería yo sin ellos

Tomarme algo en el Noray y parar el mundo.

El tiempo inmediato a la compra de esa prenda que te sienta bien

Cerrar un libro que te ha gustado y dormir feliz

Crear, sobre el papel, con un lápiz de grafito

El olor de la pólvora al mediodía

Cantar las canciones en inglés sin saberme la letra ni que dice

El flan y sus incontables versiones personales

La primera vez con alguien a quien amas

La sensación de recién duchado

Mi manta de rayas del sofá

Viajar en tren

Conducir solo con la música alta

Las chirimoyas y los nísperos

La textura del aguacate

El pan de aceite del Mercado Central

Tener flores frescas en casa

Besar sin pensar en lo que sigue

Llorar una tarde de lluvia, oyendo mil veces la misma canción

Las cebollas en vinagre

La poesia, leida, cantada o sufrida

El olor de las velas y la danza serena de su llama

Dormirme en el sofá

Escuchar la radio en la cama

El traje con zapatillas

La mirada de pillo de George Clooney, y otras cosas

El Paciente Inglés y Sunset Boulevard

Las películas de dibujos animados con Pablo y Manuel y palomitas para tres

Pasear de noche por el barrio de Santa Cruz, en Sevilla. Olor a azahar y canto sublime de fuente

Las coplas. Más cerca de mi corazón que de mi cerebro

Emocionarte con un aria de ópera

Amor particular de Lluis Llach

Los vaqueros recién lavados

Andar por la hierba

Dormirme abrazado.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La mala de la película

Reconozco que siempre me ha gustado ir un poco contracorriente. Soy más afín a los perdedores que a los triunfadores, a los canallas que a los mojigatos, a la otra acera que al camino correcto. Desde pequeño me han fascinado las malas de la película, sobre todo si era fácilmente predecible una catástrofe final que desembocaría en su ruina y decadencia personal. Cada vez que veo El Crepúsculo de los Dioses sigo teniendo que empujar mi mandíbula inferior para que no se caiga mi baba mientras Gloria Swanson baja esa escalera mítica.

Esos personajes canallas, de ojos rasgados y escotes infinitos, aberturas de falda de vértigo, de nula moral y afilada inteligencia entrenada en el lado oscuro del mal, tienen una extraña y excitante capacidad para atraer mi atención. Cuando intento recordar el nombre de una de esas almas cándidas de película o culebrón americano me cuesta, incluso, recordar su casi siempre rostro angelical y adornado con un cabello rubio de bote perfectamente peinado. ¿Quién recuerda a Maggie Gioberti antes de recordar a Angela Chaning? De hecho no era nada más que una Guest Starring hasta que no se lió con el primo de su marido y se hizo pelín golfa. Cómo recordar el nombre de aquella rubia de raya en medio, pantalones de pata de elefante y lazadas imposibles en su gaznate que se empeñaba en hacer la vida imposible y arruinar los planes diabólicos de la grandísima Alexis Carrington. Que gran momento cuando la rubia se vuelve mala y arrastra de los pelos a su rival en su estudio de pintura.


Las malas siempre van tan estupendas, tan excesivas, tan apretadas, tan, tan..... fulanas, pisando fuerte hasta quebrar la linea de lo políticamente correcto, destrozando a su paso, con una fulminante mirada de reojo, los espejos de princesa de cuento donde se peinan con cepillo de plata, como Virgen en villancico, esas rubias monjiles y mantequillosas.

A mí me da más vidilla una mala de rompe y rasga que Julie Andrews en Sonrisas y Lágrimas. Si yo hubiera sido alemán, no sale vivo ni uno solo de la familia Von Trapp del escenario ese. Vaya pandilla de moñas, vestidos de tiroleses, tres tallas menos como si fueran gillipollitas, y cantado esas cursiladas de las notas musicales, las cabras y esas flores espantosas que nadie ha visto y cuyo nombre no se puede casi ni escribir ni pronunciar sin parecer disléxico.

Todavía recuerdo aquella tuerta que tuneaba su parche con un retal de la tela de sus vestido, en uno de esos culebrones sudamericanos de culto en los que cuando ella daba un portazo se movía todo el decorado, incluso la sombra de los micrófonos de ambiente que a veces se colaba por la parte superior de nuestra pantalla. La gran Catalina, de Cuna de Lobos,  siempre perfectamente peinada y con esos parches adhesivos tan chic y tan de mala de verdad, conseguía reafirmar en cada mirada monocular de odio que congelaban con esa música de tensión, más por el volumen que por su calidad, mi fascinación y entrega a la religión de las malas, malas.

Soy muy fans de las malas de verdad. Despiertan en mi ternura y comprensión. Debe ser tan duro ser tan mala todo el día. Mantener ese gesto como de constante oler a mierda de la Channig debe causar una serie de molestias físicas, soportadas por la misma con una férrea voluntad, que no denota en ningún momento la debilidad que permita hallar en su mirada ni pizca de necesidad de liberarse de esa carga. Esos golpes de cintura, como si de bata de cola se trataran, previos a un portazo o desaparición estelar, deben desgastar las caderas, viéndose condenadas a la postración cuando se conviertan en ancianitas, aunque dudo que venerables.

Y es que reconozco que a mí me pone ser un poco malo. Mejor dicho, me gustaría ser mucho más malo de lo que soy. No hacer lo correcto si no lo que me apetece. Ser yo y no quien se espera que sea. Pisar la mano del enemigo cuando cae con mis botines de charol en vez de poner la otra mejilla. Levantarme de la mesa con media sonrisa, después de un jaque mate, saliendo de la habitación arrastrando un abrigo envidiable y dejando un halo de desprecio insoportable hacia el perdedor. Asestar la puntilla de la crueldad verbal sin compasión cuando el rival, vencido y entregado, reconoce el error y y suplica perdón. Porque el malo compasivo es malo muerto. El malo debe ser malo hasta las últimas consecuencias. No tiene patria ni bandera. No conoce de filias. Sólo el mal es su religión. El dolor ajeno, su credo y la humillación, su leitmotiv.

De ahí que las malas sean personajes solitarios, solamente rodeados de rémoras que se pegan por el interés a sus faldas de exquisito y provocador corte y colorido. Sólo aquellos que veneran el mal como vehículo único de su realización personal son capaces de reconocer en el fondo de sus miradas el amargo poso de la soledad autoimpuesta, de la renuncia a la sonrisa que brota ante lo bello, de la ausencia de la alegría por el éxito de los tuyos, del calor del abrazo tras confesarte débil y cansado, la inexistencia de esa sensación de dulce estupidez que se siente al recordar una caricia o un beso deseado con pasión.

Desde aquí rompo una lanza por todos esas malas, aunque orinen de pie, que sacrifican todas estas cosas para que el resto parezcamos un poco más angelicales. Reivindiquemos a la mala de la película. Nos hará mejores personas sin duda.

sábado, 20 de noviembre de 2010

las Toustumizadas y las Falsificadictas

Esta sociedad global, que cada vez derriba más fronteras y allana determinado tipo de diferencias, padece curiosos fenómenos de retroceso a lo identitario tribal. Determinados miembros de la misma necesitan reforzar su identidad mediante su pertenencia a diversos tipos de tribus urbanas. Ya son casi míticos los Rockers, los Góticos, los Punks, los Skinheads, etc... Casi todas estas adscripciones esconde unas lagunas importantes de personalidad y autoestima, buscando obviarlas diluyéndose en el grupo como arma casi defensiva.

Hay todo tipo de forma para reafirmar la pertenencia a la tribu. La indumentaria, el peinado, los gustos musicales, los marcajes corporales, bien sean tatuajes o piercings u otros elementos de tortura similares. Estos últimos tienen un componente  de mayor compromiso con la tribu o de menor coeficiente intelectual, ya que la renuncia a los mismos, una vez superada la abducción por el colectivo para fortalecer al individuo, es un poco más complicada, incluso costosa.

Pero a mí de las tribus que más me apetece hablar y más me fascinan sin duda son aquellas que pretenden demostrar una diferencia social y económica con el resto o la pertenencia a un extracto social que no les corresponde por sus posibilidades, posición o herencia.

Especialmente a mi me atrae muchísimo la subclase de las Toustumizadas.

Estos seres vivos, a los cuales se les supone inteligencia, emociones, capacidad de raciocinio y otras virtudes del ser humano que a veces cuesta pensar que poseen, tienen la necesidad vital de colgarse, cual árbol de Navidad, la mayor cantidad de osos de Tous posibles y si pueden ser dorados, mejor. Bolsos repletos de osos, anillos repletos de osos, pendientes en forma de oso, camisetas con osos, sabrinas de osos, osos llenos de más osos. Pueden llegar a parecer la representación casi naïf de un bar de Chueca. Tanto oso, a mí, me impone.


Esa necesidad de decir yo me puedo permitir llevar más osos que el Canadá encima, busca reforzar su posición social, la diferencia con la plebe y un status reconocible, al cual se supone que se le atribuyen unos parámetros de gusto, elegancia y de posibles, de dudosa certeza. No existe nada más artificial que aquel que se empeña en parecer autentico. Y es que la elegancia y la clase son virtudes innatas y no enseñables o adquiribles. Hay personas que no tienen donde caerse muertas y destilan elegancia por los cuatro costados, en su forma de ser, de moverse, de mirar o de conjuntar dos trapos roídos por el tiempo y la mala suerte. En cambio, hay gente que pretende conseguirlo a fuerza de calcinar la banda magnética de su Visa y de dejar claro, cual valla de carretera, a que marcas es adicta gracias a su posición económica, o aún peor, a sacrificios realmente inconfesables que pondrían en duda su grado de enajenación mental. Evidentemente, en ningún momento les garantiza la obtención de ni una misera pizca, por pequeña que sea, de ese halo innato que hace que la gente se vuelva por la calle a tu paso con respeto y admiración. Eso sí, consiguen, sin duda, que la gente se vuelva al verlas, boquiabiertas, pero con otro sinfín de sentimientos menos apetecibles.

El fenómeno osezno es extrapolable a CH's, Pradas, Armanis, Versaces, Dolce Gabbanas, etc, etc, etc. Claro,  que se convierte en infinitamente más preocupante y lastimoso cuando se trata de las Falsificadictas.

Estas personas son aquellas que pretenden parecer miembros de esta absurda tribu anterior mediante la adquisición compulsiva de falsificaciones de Sudeste Asiático, intentando parecer lo que no se es. ¿En qué momento la mente humana pude llegar a renunciar a la propia realidad y a la autoestima para convertirse en una fantochada humillante y de burda calidad? La necesidad de parecer lo que uno no es denota cierta incomodidad consigo mismo y una carencia de verdad en la persona bastante preocupante, incluso sospechosa. ¿Cómo creer en alguien que se empeña en parecer lo que no es?¿Qué valores se le puede atribuir a una persona que recurre al engaño compulsivo a la hora de intentar mostrarse en el escaparate de la vida?¿A qué  factores se puede deber esa enfermiza adicción a intentar aparentar algo diferente a la cruda realidad?

A mí, personalmente, me tiran un paso para atrás este tipo de personas, tanto las de los Osos o las de las Copias. Creo que no hay nada más importante en la vida que ser de verdad, estés donde estés, te dediques a lo que te dediques y creas en lo que creas. Deberíamos revisar de vez en cuando el monólogo de Antonia Sanjuan en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodovar.

martes, 16 de noviembre de 2010

El parque de las princesas sin cuento

Cada mañana cruzo rápido y solitario la Plaza de Calvo Sotelo. Vacía, ligeramente decadente y romántica, callada y tranquila, escucha el ritmo de los pasos firmes que la atraviesan. Cada mañana apenas la puebla algún transeúnte distraído que intenta descifrar, recostado en uno de sus bancos de forja, el jeroglífico de las silentes ramas secas. O una operaria de limpieza que baldea,qué bonito termino en desuso, el granito lapidario que le incrustaron a esta plaza para darle una supuesta categoría innecesaria. Alguna paloma de las que le dan su nombre popular pasea altiva por la misma dejando claro donde está empadronada.

El paisaje de este espacio urbano ha visto pasar tantos otoños, ha vivido tantos marzos e incluso ha tenido durante años algún que otro inquilino de renombre. El mismo Eleuterio Maisonnave, sin ir más lejos, sufrió a las palomas durante años antes de mudarse a la sombra de el Corte Inglés.

Pero sobre todo ha visto pasar generaciones de madres y niños. De abuelas y niños. De niñas y niños. Niños que han jugado al balón, a pillar o a ser intrépidos aventureros escalando por los troncos de los árboles o andando por los precipicios circulares de sus bancos de piedra. Niñas que han dejado acariciar su melena por el viento mientras caían por un tobogán o han soñado ser princesas a lomos de una foca de madera.

Porque los niños siempre han sido héroes y las niñas princesas. Siempre nos han contado cuentos donde ellos triunfan en las guerras de la vida y las rescatan a ellas de las torres, donde esperan ansiosas a su príncipe azul. Y desde pequeños nos han reconducido los caminos a los roles de héroes amados y princesas amantes. Y la vida real, desde hace muchos años tiene que ver poco con los cuentos.



Cada tarde, al salir de trabajar, cruzo de nuevo la plaza. Entonces está totalmente llena de niños, abuelas y madres y algún padre que no tiene batalla esa tarde en la que ser el Capitán Trueno. Pero casi siempre veo sólo madres en los bancos, con su sexto sentido activado para controlar a los enanos que sobrevuelan los juegos como kamikazes en Pearl Habour, y la mirada perdida, más allá del tapiz de los árboles, entre melancólica y resignada.

Imagino como reescriben en sus cabezas, de nuevo, el cuento que escucharon de niñas, que terminaba en el momento de la llegada, a su torre, del príncipe libertador a lomos de un flamante corcel y el posterior banquete de las perdices. ¿Pero por qué nadie contó el día después, y el año después y la vida después? Esa vida en la que ellos, por norma general, parten a la conquista de nuevas glorías sin preocuparse de lo que dejan en una nueva torre con jardín, TDT, todoterreno recogeniñosdelcolegio, y una cocina grande, para que su princesa tenga libertad. ¿Y alguien les preguntó a ellas si solo querían ser amas de la torre, profesoras de los vástagos y amantes del guerrero? Nadie les dio la oportunidad de leerse un cuento de guerreros y aventuras, de querer ser astronautas o vaqueras. Ellas siempre tules rosas, trenzas rubias y a esperar que alguien las salve de su destino conventual sin tener la opción de salvar a nadie, incluso a ellas mismas.

¿Y por qué ellos no pueden ser salvados?¿Por qué no pueden ocuparse de la torre, mientras ellas lidian las batallas, seguramente con más dosis de humanidad y efectividad? Lo mismo algunos de esos niños, a los que les discriminaban las historias que debían leer, también esperaban un príncipe azul con el que recorrer el mundo en busca de aventuras y construir una torre donde hallar el descanso del guerrero.

Me pierdo en sus miradas perdidas intentando descubrir como transcriben sus sentimientos entre las líneas del cuento eterno. En el fondo, son princesas que siempre quisieron ser guerreras. Y lo son cada día, al luchar con la rutina, las cargas familiares, su propia identidad y  el siempre complejo crecimiento como personas. Y también saben templar los sables, mientras ausentan su mirada,  entre juegos infantiles y vuelos de palomas en los que en ocasiones han querido escapar. Son las princesas sin cuento que nunca le contarán a sus hijas la historia sin el día después.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El cálido olor de las castañeras

Me despierto enrollado en mi edredón, mientras suena grosero y reiterativo el despertador. Las noticias de la mañana lo cuentan. Yo lo dudo. Estiro mi pie desnudo entre las sabanas hasta tomar conciencia de mi error al contacto con el aire frío. Ya llegó.

Cuesta un poco más tomar esa decisión totalmente involuntaria y trágica de pasar del estado horizontal al vertical. Una peculiar y muy personal mezcla de agua caliente y fría me devuelven a la cruda y gélida realidad. Ha llegado y para quedarse.

Hago todos mis rituales matutinos con algo más de prisa y de puntillas. Visto desde fuera, debo parecer el Coyote de los dibujos animados, tramando una desafortunada venganza. Busco acicalarme rápidamente con el único fin de vestirme lo antes posible. Mientras me vaporizo la colonia como si fuese una flamenca en trance, pienso..."Mal momento para raparse este fin de semana, pero llegas tarde...melón"

Me lanzo a la calle y entre ráfagas de viento descubro una diferencia entre el resto de los transeúntes y yo. Todos llevan las manos en los bolsillos y la barbilla escondida entre los ropajes que envuelven su cuello. ¡Mierda! Intento esconder mi quijada,dando golpes al aire con la misma. Y es que he olvidado mi pasmina-foulard-bufanda. La nuca se pone como las alas amarillentas y desnudas de los pollos del Simago y vuelvo a recordar.. " Mal día para raparse..."



Conforme bajo las calles en dirección el mar, recuerdo la poca idoneidad del vaquero como prenda de abrigo en zonas húmedas. Cada vez está más acartonado y la piel en su contacto más a juego con la de mi nuca. De repente me asalta una imagen casi onírica. Todos los viandantes, con nuestras manos en los bolsillos y la piel de gallina, parecemos las víctimas del Pollo Pancho a la espera que nos ensarten un palo por donde la espalda pierde su honorable nombre y nos pongan a dar vueltas frente a una catalítica gigante. Y a sudar como pollos.

Algo ha cambiado en el paisaje. La luz ya no es la misma. El aire ya no huele a sal y a mar. Es un olor distinto. Cálido. A bosque. A maderas de leño en chimenea. Dulce como las tardes de merienda, como el chocolate caliente. Huele a chisporroteo de carbones y sartén agujereada. Huele a cartuchos de periódico y tintineo de euros. Huele a castañas asadas.

Improvisados kioskos pueblan las esquinas de nuestras aceras. Evoluciones en el tiempo y el espacio para mantener la esencia del sabor y del olor. No tendrían sentido las castañas embolsadas con precinto y plástico térmico. No sabrían igual sino pudiéramos ver las brasas naranjas por los espacios entre los frutos que se abren generosos por los cortes preventivos y sabios. Ese cartucho impreso donde vive el sabor, refugiado en el bolsillo de un abrigo, como si del mayor de los tesoros se tratase.

Recuerdo, de pequeño en mi casa, un recipiente hecho con la tapa de una lata, donde mi familia ha asado las castañas toda la vida. Sobre la mesa, envueltas en un trapo de cocina, limpio y de algodón, para que no se enfriaran. Carreras para comer más aunque te quemaras. Alineaciones de castañas peladas y ordenadas por tamaños y colores como si de la disección de un gran gourmet se tratara y no del caprichoso juego de un niño.

Y es que es cierto. Hoy, 15 de noviembre, ha llegado el frío. La lana gorda. Las bufandas. Las botas altas y los chalecos. Avisan ya los abrigos y los guantes, impacientes por lucirse. Llegan las hojas en el suelo y las tardes cortas. Las siluetas tristes de los árboles desnudos y los adornos navideños en los escaparates esperando dueño. El vaho en el cristal del autobús mientras la mirada se pierde en la ciudad. Sí, es cierto. Ha llegado el cálido olor de las castañeras.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El lugar equivocado

A veces, en momentos concretos, se abre la vida de par en par, como si de las puertas del Juicio Final se tratase, para preguntarnos de forma severa y altiva si estamos en el sitio adecuado y haciendo lo que debemos.

Nuestras piernas se reblandecen por dentro, como si los huesos se convirtieran en gelatina de frambuesa, haciéndonos perder nuestro equilibrio interior y poniendo en duda nuestra seguridad y nuestro éxito personal, tan valorado en esta absurda sociedad de títulos y metas predefinidas, como si de pantallas a superar de un estúpido videojuego se tratara.

Muchas veces, el lucido traje del triunfo personal y profesional esconde un tapiz de renuncias, ilusiones abandonadas, deseos inconfesables y virtudes desaprovechadas o desconocidas entrelazado por los hilos liosos de lo que debe ser y lo que es correcto. Cada vez me resulta más común descubrir, a poco que rasques tras la fulgurante coraza del triunfador, a personas que realmente están incómodos en sus vidas, que las rozaduras de su brillante armadura no se corresponden con las caricias que recibe el alma cuando uno hace lo que realmente le gusta o le realiza como persona, y no como corredor de fondo de esta carrera caníbal por el podium triunfal ante esta sociedad, que tan poco sabe de personas, sus deseos, sus miedos y sus anhelos.

A todos nos fascina el brillo del triunfo, los aplausos de la masa y los destellos de la aprobación pública. Incluso nos atrae generar envidias por los que ocupan los puestos postreros en la carrera de la vida, haciéndonos renunciar a nuestros verdaderos deseos y haciendo efectivo un precio que en muchas ocasiones, no nos perdonaremos nunca haber pagado.

Es difícil, casi imposible parar este Tiovivo. Menos aún hacerlo frenar con nuestros frágiles pies de huesos de gelatina, con el fin de reemprender de nuevo el camino, alejado de la feria de las vanidades, más guiados por el corazón y nuestros propios deseos que por la ambición y la necesidad de reconocimiento público.

Mientras veía un documental de la 2, donde un escultor desarrollaba sus proyectos a lo largo y ancho de este mundo, cada vez más global, las paredes se encogían a una velocidad de vértigo, como si de la casa de Alicia se tratara, hasta oprimirme de un modo angustioso. De repente, se abrió el cielo de mis vigas de madera para descender entre ellas el busto severo de la Voluntad. Dictó un par de frases ásperas como la lija y pesadas como el granito. A modo de lápida funeraria dejó una idea en mi cabeza. ¿Estoy dónde debería estar? Con desprecio, mientras abandonaba mi presencia entre los tablones de Mobila, asestó su ataque final a mi seguridad. " La comodidad y el triunfo fácil no son nada más que el bálsamo del cobarde, que no se atreve a enfrentarse a los verdaderos retos que le fascinan y a la complicada lucha por ser feliz siendo uno mismo"



Siempre he pensado que el Destino me desembarcó en el lugar equivocado. Que mi reino no es de estas tierras y que aquí nunca encontraré el traje vital en el que me sienta cómodo y realizado. Pero es tan fácil dejarse llevar por el canto de las sirenas, esquivando la obligación moral de jugársela por uno mismo y luchar por lo que realmente cree y desea. La comodidad y la falta de valor para saltar al vacío de lo posible, con los brazos en cruz y total convencimiento, emborrachan la claridad  y lucidez que solamente aparecen en momentos puntuales, desgarrando la grisácea franela de la vida convencional y gritándonos de un modo silencioso y atronador con el objetivo único de despertarnos del estúpido sueño de los conformistas.

Mientras repaso de una manera acelerada mis logros y mis deseos, pasando miles de imágenes por mi cabeza como si fuese una de esas películas sin guión pero sin necesidad del mismo, mi ser se disocia en corazón y razón, enmarañándose como fluidos inmiscibles. Se genera, de nuevo, la lucha inconclusa y eterna por el deber y el querer, por la realidad y los sueños, por la felicidad y el conformismo cómodo pero castrador.

Y me siento frente la pantalla blanca y desnuda del ordenador, con el recóndito deseo de conseguir descifrar el enigma de mi voluntad al verlo convertido en texto. ¿Podré traducir el mapa de mi linea vital a través de estas líneas de enmarañados sentimientos y compleja arquitectura anímica?¿Seré capaz de afrontar, de una vez por todas, el reto de ser yo mismo, aunque esto suponga la renuncia de lo conocido y de la comodidad estable del status refrendado socialmente?

De nuevo se cierran los cielos y me quedo observando la fuga casi infinita de las vigas como un pentagrama donde la música no ha sido creada. La gloria que no existe no es nada más que vacío inerte y la creación no nacida no es más que frustración y autonegación de nuestra capacidad. Y es que no hay peor enemigo de uno mismo que nuestro propio miedo a afrontar la cruda realidad del lugar equivocado.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El dobladillo de la alta costura

Todo lo bello tiene una cara oculta.Siempre, en todo pase de Alta Costura  donde todo es glamour, existe un backstage repleto de nervios, tranquimazines, alfileres y arreglos de última hora para falsear la cruda realidad. Peluqueras histéricas, divas cocainómanas y modelos anoréxicas con ausencia de gusto alguno se convierten en templos de lo cool cuando cambian las luces fluorescentes del probador por los focos de la pasarela.

Este fenómeno se extrapola a todos los acontecimientos de nuestra sociedad. De aquí el porqué de este post.

Ayer me fui a la cama con una sensación empalagosa de mi visión sobre Lo Mejor de la Gastronomía 2010, demasiado políticamente correcta para mí. Necesitaba plasmar ese aroma a especias fuertes y deconstrucciones arriesgadas que esconde las entretelas de esta feria de las vanidades y los sabores.

Detrás de este espectáculo gastronómico, capitaneado por un personaje que tiene la capacidad de suscitar los amores y odios de una manera innata y con un extraño concepto de la estética en el vestir, más cercana a la de una hija de los Rolling Stones que a la del clásico vasco elegante, se esconden anécdotas, sucedidos y perplejidades a las que me negaba a renunciar.



Estos días hemos podido ver a cocineros que dan talleres de cocina sin cocinar y sin mancharse las manos. Difícil empresa y dudable calidad personal y profesional. La cocina parte de la humildad de la materia prima y la genialidad de su transformación. ¿¿Cómo demostrar esto con una copa de más y carencia de respeto al que asiste al taller?? Para ver documentales ya pagamos la 2.

Hemos podido comprobar que no todo el mundo puede crear. Es un camino reservado para los elegidos. Para muestra el concurso de pintxos y tapas. ¿Qué necesidad de intentar camuflar nuestra mediocridad como cocineros poniendo un pajarraco disecado en la mesa del jurado?¿Era para acojonarlos? Y para más INRI, va otro y repite el numerito.... Debe ser típico de alguna comarca nuestra...

La carencia de cultura gastronómica de muchos de los visitantes les convertía en una especie de analfabetos gustativos, con más miedo que vergüenza, a la hora de experimentar con nuevos sabores y experiencias. La ignorancia los hace atrevidos a la hora de descalificar las nuevas visiones o elaboraciones que se proponen en este tipo de eventos. Menos mal que la cafetería seguía vendiendo pinchos de tortilla congelada y empanadillas industriales. No está hecha la miel para la boca del asno.

No todo en una feria puede ser un espectáculo, y menos, digno. No había ninguna necesidad de destrozar el virtuosismo del guitarrista de Casa Julián con ese mamarracho, al cual odia hasta su peluquera, que era una mezcla entre Lauren Castigo, Nati Mistral y un practicante de vudú en trance, fascinado por la cadencia de la veta del jamón ibérico. Tiene más facilidad de emocionar un plato sobrio de jamón y lomo de Joselito servido por las piernas interminables de La Rubia, que puede hacerte flotar en el éxtasis gustativo, que la pantomima absurda, artificial e impostada del cortaor.

La calidad del producto y el concepto de popular no lo justifican todo. No se puede ser el municipio anfitrión y cascarse ese pseudostand. Ikea está en Murcia, a menos de 50 kilómetros, y si eres un hortera de bolera , ellos hasta te distribuyen el espacio y te escogen las piezas, y por cuatro duros más hasta te lo montan... Aunque más vale montar un sinsentido que obviar a tus empresarios, a tus ciudadanos y a uno de los eventos con más repercusión mediática de esta provincia. Es inconcebible que no existiera representación institucional de la capital. A ver si aparte de Guapa, Guapa, Guapa a veces somos, también, Lista.

Siempre se agradece una organización versátil y adaptable a la continua evolución del evento, pero también se agradece una solidez de criterios en cuanto a horarios, transportes, etc... No se puede marear ni al que trabaja ni al que visita en función de la tasa alcohólica en sangre de los que adoptan las decisiones.

Al final, todos estos detalles, no son más que alfileres en un gran vestido. Puntadas erradas en un trabajo casi perfecto. Motivos de carcajadas distendidas en los momentos de asueto, cuando se apagan los focos y dejan de atronar los aplausos y vemos como se escapan, entre los dedos, esos minutos, horas, donde hemos rozado el Olimpo de los paladares, hemos descubierto maravillas efímeras e inolvidables y hemos sido grandes. A pesar del dobladillo, hoy nos sentimos como una pieza de Alta Costura. Únicos, irrepetibles y deseados

P.D. Carmen, de ASAJA, borra mi móvil y cómprate la Guía del Congreso el año que viene, que me tienes taladraito.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Joselito, panetone y foie del caro, What's crisis??

Nunca vino más a cuenta el nombre de este blog. Nada en este mundo es eterno y casi todo lo bueno deja resaca incluso cierta depresión.

Durante varios días hemos vivido sumergidos en una burbuja de cristal y aromas culinarios que nos ha permitido abstraernos del mundo real. Lo mejor de la Gastronomía, la mejor de nuestras sonrisas.

4 días y sus noches intensos y extensos, salpicados de milhojas de Torreblanca, sucesoras de diseño de las de Seguí, talleres de grandes cocineros, degustaciones impensables y una dieta sofisticada e insoportable en la vida real por nuestro estómago y nuestro bolsillo.

Y como decía una poesía popular que aprendí en mi infancia "A un panal de rica miel, cien mil moscas acudieron..." y las moscas grises se convirtieron en maravillosas libélulas al adentrarse en la Ciudad de la Gastronomía. Si algo ha sido la tónica general de este evento ha sido la sonrisa de todos los participantes. Organizadores, visitantes, ponentes, currantes, políticos y votantes. Lo mismo asistes atento a una sofisticada cata de aceites como te unes a la conga de celebración por la clausura, descubriendo que compartes ilusión en el mismo metro cuadrado con Martín Berasategui  y con Presidentes de Instituciones mientras todos cantamos "no estamos locos..." Todo esto adornado por raciones de presa ibérica con chutney de mango, vinos de denominación de origen, crujientes de dátil mermelada de granada y jamón de Joselito, el único cerdo que puede hacer llorar de emoción sin que lo travista Disney.


Hemos recuperados rostros extinguidos como los dinosaurios, hemos perdido la capa casposa y gris que estaba adoptando nuestro terruño, nos hemos divertido como hacía años. Hemos descubierto que una copa de vino de Alicante, o una tapa de nuestros bares le sirve igual a los de la generación de los 60, 70 y los 80. Hemos elevado la autoestima por lo nuestro, destrozando la imagen de cocina chiringuitera y sin calidad.

Y es que por unas jornadas hemos disfrutado de una fantasía muy real. Donde todos estábamos allí para disfrutar, descubrir, aprender, compartir los valores de la alta cocina como una metáfora de que la ilusión es posible. El trabajo de mucha gente ha hecho posible que estas libélulas, más de cien mil, hayan podido tener motivos para sonreír, hayan generado negocio, mucho trabajo y riqueza anímica y física.

Todos nos sentimos algo mejor después de haber vivido esta experiencia. Intensa, aromática,de ejercitado paladar,con gemelos resentidos y una sonrisa en la cara. No han faltado anécdotas ni momentos de diversión y de sorpresa. Como la de descubrir que los pijos de esta ciudad no habían muerto en un  holocausto nuclear ocultado en su momento por el Información. Que a los Habitantes de la ciudad subterránea de las Chonys sólo les interesa el termino gourmet en las bolsas negras de Lays. Que la gente sabe distinguir entre el arroz de Hacendado y y el de Casa Pepa. Que la Pericana ha dejado de ser una tapa de pueblo para rozar los altares culinarios. Que una buena mesa y mantel alivia asperezas, rivalidades y se distiende el debate para llegar a remar todos en la misma dirección. Y es que no hay peor crisis que la que no sabemos de donde viene y a donde nos lleva. Pero después de una Costra del Huerto del Cura, unos Gazpachos de Yecla y unos petit fours de Totel, What´s crisis?

martes, 2 de noviembre de 2010

Siempre serás mi luz y mi camino

Hace unos años, de un modo casual, mientras rebuscaba en unos cajones de casa de mis padres, cayó en mis manos una cuartilla de papel vieja y plegada en 4 partes casi iguales. Era la letra peculiar y elegantemente moderna de mi madre.

Camino sola
por un desierto
sin agua
¡que frío!
Miro al mar
y ya no es bello
ya no encuentro tu sol,
tu rostro en él
¡está vacío!
..........

Las lágrimas brotaron sin querer e intente no mojar aquel trozo de corazón amarilleado por el tiempo. Lo había escrito el día que murió su madre. Recuerdo perfectamente aquella mañana de Junio. Es mi primer recuerdo, y casi único, de mi madre llorando desconsolada. Mi abuela, su madre, yacía serena en su pequeño dormitorio y su hija, mi madre, no podía de dejar de llorar. En aquel momento, mis 7 años no me permitieron comprender nada más allá del cabreo porque mi abuelita se había ido casi sin conocerla, abrazarla y sin saber apenas quien había sido.

Casi treinta años después, al descubrir este papel, me encontré ante otra persona totalmente diferente a la que yo adoraba, aunque sin saberlo. Mi madre también había sido hija, sin duda mejor hija que yo.Y también joven. Y también moderna. Y valiente. Descubrí a mi heroína de carne y hueso. Segundos antes de abrir ese cajón ni siquiera sabía que mi madre escribiera, quizás nunca me había molestado en saberlo.

Hoy alguien me dijo "deberías escribir un post sobre tu madre" y mientras volvía a casa con la cabeza llena de planos, fotos y logotipos la idea no dejaba de revolotear por mi estómago. Realmente, conozco muy pocas personas con una vida más interesante e intensa que mi madre y nunca me he detenido a hacer balance de ella y ponerla en valor, como es debido.

He vuelto a leer esa cuartilla ajada y las lágrimas de nuevo han aflorado en mis ojos. Nunca vi a nadie capaz de dar tanto amor a cambio de nada. Nunca fui capaz de agradecérselo lo suficiente mientras su mente pudo comprenderlo.

Nació en los años convulsos previos a la 2ª República. Hija de un obrero anarquista y de una bordadora que dejó su vista para que los suyos comieran. Vivió cambios, conoció al Negre Ioma, presenció quemas de conventos, se encaró, de niña en el Mercado, contra las saqueadoras de  los mismos, allí mismo se salvó del bombardeo del 25 de Mayo y en la Finca del Pino vió pasar camiones repletos de muertos que dejaban un infernal reguero de sangre, de la mano de su hermano Pepito, esperando a sus padres. Huyó en el último tren de La República a Carcaixent, donde estudió, cuando las mujeres no estudiaban, y trabajó al mismo tiempo.


Volvió a su Alicante natal, donde siempre han vuelto sus ojos grises y su sonrisa, aun sin saberlo. En la Explanada, tardes de franquismo y horchata, ramilletes de jazmines en la solapa  y su mirada. Trabajo y amistades mejores que la propia sangre. Polop y la Aitana. Después el amor.

Cruzó el océano en busca de un mundo mejor. Una mujer sola, y suficiente. Cuanto tendríamos que aprender muchos y muchas de esa generación de supervivientes natos. Allí formó nuestra familia, nos dió una vida casi perfecta a costa de mucho trabajo y sin que nos faltase su sonrisa. Con un solo objetivo. Volver.

Y volvió. Para devolver a sus padres todo lo que estuvo en su mano. Para cuidarlos y verlos morir con sus hijos a su lado.Para darnos una vida mejor.  No siempre le resulto fácil esto último. No siempre estuvo acompañada en el camino como le hubiera gustado. Pero siempre enderezó el mismo para que no nos resultara duro. Esa parte la asumió ella y su sonrisa eterna. Nada en sus ojos grises dejaba leer sus sacrificios.

Trabajadora incansable hasta la obstinación. Personal en sus métodos y eficaz en sus logros y siempre menos valorada por propios que por extraños. Castigada por una vida, de la cual siempre ha salido victoriosa. Un día nos dejó volar, generosamente, sin pedir nada a cambio. Sintiéndose orgullosa, en el silencio, de nuestros éxitos. Curando nuestras heridas, sonriendo, en nuestros fracasos.

Siempre ha estado ahí, hasta cuando no la hemos querido ver. Nunca ha dejado de estar al otro lado del teléfono esperando una llamada diaria que no siempre hemos sido capaces de recordar. Siempre, hasta hoy que le cuesta recordar quién es en todo momento, sigue estando ahí para preguntarte "¿Has comido?¿Te falta trabajo? los nenes,¿Están bien?" Siempre los demás antes que ella. Por eso pienso que se ha olvidado antes de si misma que de nosotros.

Nunca ha sido una carga ni cuando tiene derecho a serla. Independiente, única, generosa e ingeniosa, con carácter y una agilidad verbal que no me resulta nada extraña conforme voy creciendo más y más. Sin duda, para mí, es la mejor madre del mundo. Y no la cambiaría, aunque no se lo haya dicho nunca.

A ella le debo mi amor al Mercado, mis frases en valenciano, el gusto por el arte, la gelatina, poner el árbol de navidad aunque no haya nada que celebrar, la pasión por las Hogueras, Peret y la coca de mollitas, el culto a Seguí, mirar al mar y pasear entre almendros por su Aitana, el arroz de verduras y el ajedrez, la pasión por viajar y leer, mirar a la vida de frente y la sinceridad (aunque a veces duela), el agua cebada y María Dolores Pradera.

A veces me pierdo en sus ojos perdidos, buceando con la única intención de encontrarlos, y sin mediar palabra, como casi nunca nos ha hecho falta, decirle todo lo que nunca he sido capaz, no he tenido tiempo o le he negado de una forma absurda y egoísta. Gracias por ser tú. Este mundo sería peor sin ti. Mi mundo no tendría sentido si no fuera para que tú te sientas orgullosa, aunque no sepas si lo eres un martes o un jueves.

Y te robo unas palabras de esta cuartilla amarilla y minuciosamente plegada

Has ganado.
Te lo tenías muy
pero que muy merecido...
Siempre serás mi luz
y mi camino.