martes, 19 de octubre de 2010

La vida Single, esa bendición

Cada mañana, al despertar, estiro mi brazo izquierdo dibujando una circunferencia hacia la parte posterior de mi cuerpo esperando no encontrar nada más que mi colchón, a lo sumo una almohada perdedora de la batalla de los sueños terminados. A veces me he llevado algún susto al encontrarse este gesto de autoconvencimiento del bienestar de la situación Single con un bulto sospechoso. He tropezado  con un libro, un móvil o un paquete de galletas. Sí, desde pequeño me gusta comer galletas en la cama. No se rasguen las vestiduras , que hay gente bastante más cochina en la cama.Hay quien fuma y todo, después.

Y es que la soltería, como estado de elevación hacia lo divino por propia decisión, tiene muchas ventajas. Si empezamos por la cama, nadie te da calor en verano ni patadas entre sueños, ni te pega los pies helados a las espinillas en enero. Y si en algún caso sucediese, la condición de bulto extraño y sospechoso del individuo que lo perpetrase, le costaría la expulsión de la misma y el vagar, de madrugada, en busca del propio lecho. Tampoco le molesta a nadie que escuches El Larguero o el programa de toros de Manolo Molés. Ni la luz de la lamparita se convierte en una tortura turca, si no en un acompañamiento indispensable en la lectura de edredón y pijama. Este es uno de los momentos de mayor elevación de la soltería. Poder leer sin que nadie considere que la estupidez que te va a contar te va interesar mucho más que tu libro de Kazuo Ishiguro.


Luego esta la nevera. La libertad de elegir la marca de tus yogures y sus sabores no la contempla la Constitución, pero es uno de esos valores inalienables a los que sólo se renuncian por amor.¡¡¡¡¡¡¡¡¡Error!!!!!!!!!! Se empieza por eso, y luego te quitan las cervezas, la Coca Cola aparece un día sin cafeína y el chocolate sin azúcar, ni chocolate ni nada que merezca la pena. La nevera es uno de los Santa Santorum de un soltero vocacional. Ese ejercicio de los sábados en el Mercado, donde sólo tú decides que va a habitar sus cajones iluminados como la nave de 2001,odisea en el espacio. Eso, eso es como la Master Card, no tiene precio. Y sí, se puede vivir sin pescado en la nevera. Y sin patatas. No me gustan, lo siento.

Otro de las piezas irrenunciables del poder Single es el mando de la tele y la manta del sofá. Quién, en situación de condena matrimonial, por muy abducido que esté por el amor o el sexo, no ha añorado decidir en todo momento que ver o no ver, zappeando indiscriminadamente como una criatura de 6 meses con el mando de la Wii. Y miente el que diga, de estas pobres personas, que no ha tenido tentaciones nunca de pegar un tirón de la manta en el sofá y hacerse un bicho bola, sin tener ningún tipo de contemplación con el resto de seres que habitaban en ese momento en el reino de ese elemento mobiliario, donde se cuecen las grandes historias y los grandes dramas de una pareja, como lo es el campo de batalla a la guerra.

De la discoteca del hogar ya ni hablamos, ni de la videoteca y su uso, ni del orden casi jeroglífico de los elementos de decoración, según quien lo estipule. La vida hogareña, tan afable y cordial como una fábula de Samaniego, encierra más trampas que un bosque de Tim Burton. La lavadora y la secadora, esos grandes enemigos del macho ibérico. Y la plancha, qué vamos a contar de la plancha, maquina del infierno. Evidentemente, la gestión  de la relación con estos obstáculos de la buena vida que hace un Single,  puede ser más caótica pero siempre menos traumante y belicosa que la de una pareja convencional. Entiéndase pareja convencional como hombre-mujer, hombre-hombre, animal-cosa, etc....

Vistos estos argumentos, la vida Single es ese estado de elevación del que hablábamos. Siempre y cuando sea por propia decisión, y no como consecuencia de la conjunción de los astros, la mala suerte y la incapacidad para formar una pareja estable del individuo en cuestión. Porque cuanto sucede esto, el brazo es el que busca ansioso al bulto sospechoso para sonreír cada mañana. La imagen del soltero frente a la nevera abierta da más miedo que la tele de Poltergeist y un sofá árido como un desierto, con un mando sin competidor estremece más que el peor de los tsunamis al corazón. Porque no hay nada más duro que una soledad no vocacional, y que un invierno que siempre soñó ser primavera.

1 comentario:

  1. Ya somos varios revalorando la solteria, me cuesta creer en su autencidad,pero la creo.

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