domingo, 23 de enero de 2011

Gemma Mengual bucea bajo tierra

El frio congela el sudor de los leones de la Cibeles, mientras esta adopta un tono dorado al roce del nuevo sol, Madrid despierta otro día más, bella e inerte por unos minutos bajo el gélido aire de enero. Me gusto cuendo me pierdo en esta soledad.

Llevo 8 dias en esta ciudad, que cada vez es más mia. El trabajo, el mio y el de otros, no me ha permitido disfrutar mucho de ella. Este trabajo y la condena de la ausencia del compañerismo cercano te priva, a veces, de la sonrisa suave y del gozo del encanto intenso y cambiante de esta ciudad.

Las Ferias, como FITUR, acaban por convertirse en un micromundo social, político y publicitario, cuyo modelo cada día es más obsoleto y, en ocasiones, muy berlangiano. Es muy sorprendente escuchar una retaila de ruedas de prensas sin prensa, presentaciones sin nada que presentar y actos improvisados que sirven como excusa para justificar tres días en Madrid con cargo a algún maltrecho presupuesto municipal.

Lidiar con azafatas maleducadas, concejales intrigantes, técnicos poco precisos y escasamente preparados, políticos que solo les importa la foto y tener silla, siempre mejor situada que la de otro compañero, es agotador y te va cargando los hombros de ausencia de paciencia, al igual que la moqueta ferial te carga de electricidad estática y vas electrocutando a la gente, como si de la bruja Avería se tratase. Sencillamente agotador.

Degustaciones de siempre, productos caducos, propuestas casposas y las mismas canciones, más de lo mismo para no avanzar nada. Seguimos pensando que somos el centro del mundo mientras continuamos mirandonos el ombligo y el termómetro. Deberiamos alzar unos palmos nuestro punto de vista, y desde aquí entono mi parte de mea culpa, para revolucionar el discurso e innovar nuestra oferta y nuestro producto, excelente en esencia y caduco en apariencia. Debemos reinventar la tradición para ofrecer nuestra verdad. Abandonar las falsas imágenes idílicas para emocionar con las sensaciones, pequeños bocados de realidad veraz y honesta, capaces de parar el mundo y hacer feliz a quien nos descubre y hacerlo disfrutar.

Después de esta reflexión postferial, destriparemos las entretelas de esta semana loca para intentar reirnos de nuestros propios problemas y demonios. Esta ha sido una semana muy Gayfriendly. Una feria llena de Pink Corners, bares abiertamente ambiguos, Camareros que parecen haberse comido a Boris Izaguirre mientras desgranan la receta de un puré de patatas sin patata, reencarnaciones de Richard Clayderman, nadadores que evolucionan como Gemma Mengual, con una pandilla de malas amigas envidiosas, en un local subterráneo y sorprendente. Sorprendete las reacciones de quien se ha visto sumergido en este tobogán arcoiris de acontecimientos y situaciones, regados de buenas copas, vinos y viandas sorprendentes y enigmáticas.

No todo han sido acontecimientos y locales Orgullosos, tambien ha habido mucha caspa de cocina de los 70, casi tan mal elegida como la mezcla  en la compañia. Hay veces que la incapacidaz para saber cúal es nuestro sitio y la inexistencia de cintura, tanto física como mental, necesaría para ser diplomatico y no forzar situaciones incómodas o indeseables, genera tensiones en momentos donde solamente se requiere buen rollo y distensión.

En estas situaciones, la verdad, el roce hace el cariño cuando se conduce en la misma dirección. Al igual, que ese roce es capaz de generar acciones incendiarias cuando uno de los dos rozandos se convierte en rémora, caradura o hijo de la Gran...Bretaña. Estos días he decubierto, o confirmado mi intución sobre ellos, a gente que ha sido capaz de arrancarme una sonrisa en momentos imposibles.

Gracias a Cris por no dejar de sorprenderme y por creer, gracias a Carol por trabajar codo con codo y no perder la sonrisa ni los nervios ni en un ataque nuclear, a Guiller por estar siempre y confiar, a Judit por su medio menú de la Tasquita y la comprensión, a Marta y Antonio, compañeros de huidas en taxi, a Raúl por trabajar como se debe y por tantas cosas más, a Gema por creer siempre y a tantos otros que facilitan las cosas en este caos que es este mundo de lo efímero.

A otros, no merecen ni figurar en estas líneas. No hay peor desprecio que el no aprecio. Las secretarias silbadoras acabaran siendo presas de su propia trampa de ineptitud, vagancia y ausencia de buena fe y compañerismo. No es mejor aquel necesita hundir el trabajo de los demás para que no se note la inexistencia del suyo o su ausencia de coherencia o profesionalidad. El tiempo y determinadas situaciones demuestran la inmensidad, y nunca mejor dicho, del vacio conceptual, creativo y organizativo, imposible de llenar con ese exceso en la presencia física y de demostración autoritaria. Que lástima.

Y cuando se apagaba el pabellón llegaba la noche. Llegaba Madrid. Su luz. las risas, las noches eternas, las risas, los personajes y los personajillos, las risas, la tuya y la mía. las nuestras. Tambien aparecieron fantasmas del pasado con un aspecto muy real, pero que no dejar de ser nada más que absurdos espejismos, trampas de un corazón demasiado rápido en cicatrizar sus heridas  y una memoria empeñada en resetear enseñanzas y dar oportunidades no merecidas. Pero, a veces, el frio también congela los besos y las caricias cuando el destino no merece la pena. Y nunca es tarde para darse cuenta. Y vuelven las risas y la música, y más risas alrededor de una mesa politicamente correcta y de sabores fascinantes y originales. La tensión y la risa. Y el mercado de San Miguel, y un Late Tall en Starbucks. Y Madrid, siempre Madrid. Intensa hasta abrasarme en algún momento. Me fascina. Y más risas, aunque sean de uno mismo y por no llorar.

No lo malinterpretéis, pero me gustaría dejarme llevar, no volver, mientras sonrio viendo un absurdo ejercicio de natación sincronizada a los sones de Gloria Trevi. Y todos me miran, me miran, me miran....  en un sótano de Chueca que nunca decepciona. Aunque yo no mire nada más que hacia mi interior,

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