martes, 25 de enero de 2011

La luz tenue del Diurno

Suena Frank Sinatra mientras la luz atraviesa sigilosa los helechos de la pared. Cae como una suave lluvia desde el techo plateado sobre las mesas que sortean un laberinto de plantas y columnas de fundición. Me siento cómodo en este sitio, en un momento en el cúal no se reconocer el mio. Décimo día en Madrid y no quiero volver, aunque ya no hay nada que me ate a esta ciudad.

El Diurno es un local peculiar, entre las calles Libertad y San Marcos. La gente lo habita, sale, entra al son de su música suave que resbala por sus paredes blancas. La vida continua al otro lado de las cristaleras. El frio envuelve la cotidianidad de este martes de enero, Y yo intento descifrar mi crucigrama personal a través de estas líneas.

Soy un poco como este local. Versatil en mi actividad, aunque yo no alquile películas ni venda comida para llevar y esas deliciosas ensaladas de pasta con tomate seco y vinagre de Módena. La gente entra y sale de mi vida, consume lo que le interesa y deja los restos sobre la mesa. Y yo sigo aquí, en este cruce de caminos entre la fé y la libertad individual.

Me cuesta  cada día más creer en la buena fe de determinadas personas. Me cuesta creer en mi fe hacia un futuro feliz. Cada vez reconozco más mi necesidad de volver a ser libre como persona, como profesional, como yo mismo.

Mientras el jazz se disuelve en una taza de té en una mesa próxima, yo descubro, de un modo intuitivo y sin fundamentos matemáticos, que este año será un año de cambios en mi vida. Creo que ha llegado la hora de dejar de compadecerme frente a mi igual del otro lado del espejo y empezar a demostrarme a mí y al resto del mundo de lo que soy capaz. Ha llegado la hora de luchar por lo que siempre he querido y he anhelado, negandomelo durante años detrás de excusas, fantasmas y miedos, fruto de la falta de confianza en mi propia capacidad.


No es un buen momento para emprender aventuras personales, pero los abismos personales se presentan cuando se presentan y no hay muchas oportunidades de decir "Vaya, es que ahora no me viene bien, ¿lo dejamos para el 2012?" A mis 43 años, el tiempo y la experiencia tienen un valor diferente a cuando tenía 20 años. Hay una trayectoria que me avala, para bien o para mal, y se terminó el tiempo de ser la eterna promesa.

Aunque es cierto que nunca en la vida dejamos de aprender y que es fundamental tener esa necesidad, esa curiosidad, por seguir haciendolo como si fueramos niños pequeños descubriendo el mundo y el porqué nuestra sombra corre tras nosotros, ha llegado el momento de dar el fruto de todo ese bagaje, de demostrarme a mi mismo de lo que soy capaz y si todo este periplo ha merecido la pena.

Tengo la necesidad de volver a los origenes, a crear de un modo absolutamente personal, de recuperar el control de todo el proceso y no asumir las nefastas decisiones ajenas como propias ni ocultar caóticas gestiones carentes de agilidad creativa y personal. Quiero asumir mis propios riesgos al igual que los triunfos y derrotas. Responsabilizarme de mi trabajo y de la confianza depositada en mí. Volver a usar mis manos, mi mente y mis esfuerzos para generar cosas únicas, efímeras o no, de las cuales podamos disfrutar tanto el receptor como yo.

Hoy es 25 de enero, mi madre cumple 85 años y ni siquiera lo recuerda. Ha llegado el momento de dedicarle todo el tiempo posible para que su memoria no acabe diluyendose como una pastilla de sacarina en su café con leche matinal. Devolverle todo lo que nos ha dado estos años no es un favor, es una deuda que asumo con determinación y una sonrisa. Forma parte de este retorno a casa del que estamos hablando.

La luz se hace más tenue y la música más festiva. La vida fluye indiferente tras las cristaleras mientras el Diurno rebosa alegría, confidencias, lecturas y soledades tranquilas con aroma a buen café y pan de amapolas.

Hoy, en Madrid, a través de la tenue luz, he descubierto a dónde quiero ir. No es una retirada a los cuarteles de invierno ni el retorno del derrotado, si no un paso hacia adelante, un salto hacia mí. Ser yo mismo era el destino y no el camino.

1 comentario:

  1. Ser uno mismo tendría que ser la meta de cada uno y llegar siempre y no quedarse en el intento.
    Me ha sentado fenomenal leerte,,,ha sido casi como mirarme dentro de mi misma,,,creeme si te digo que entiendo como te sientes.
    Yo estoy viviendo algo muy parecido, es como si las cosas de cuando tenia 20 años que hasta ahora han sido las que daba por buenas, ahora con mis 37 de la noche a la mañana se me quedan pequeñas.
    Me ha gustado mucho tu entrada,,,mucha suerte con lo que sea que emprendas...
    Un saludo

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