jueves, 8 de diciembre de 2016

Verdes navideños, olor a bosque


Verdes navideños, olor a bosque, humedad de tierra nasal, musgo mullido e irregular, piñas recolectadas en sacos como si fuesen naranjas... mi universo es vegetal en estos días.


Siempre que se aproxima la Navidad mi vida se resumen en una cuenta atrás contrarejol para crear toda la belleza posible antes de que sea tarde para ser desafortunado y después de que sea muy pronto para no ser un snob. 


Mis manos se resienten día tras día, al igual que mi cuerpo que ya no tiene el aguante y descaro de los años mozos. Me encanta montar en la calle decorados casi irreales por estas fechas, colgados de la nada, donde se esconde el truco para incrementar el efecto. Donde se desafía la rutina y la sobriedad del otoño triste y sombrío, que pierde luz a cada golpe de respiración. Y no sólo en la calle. Transformar el hábitat corriente en espacio pseudomagico, templo de la eterna sonrisa infantil que nos despierta estas fechas, decorado de gnomos, estrellas de infinitas formas,unicornios y ángeles de papel mache de doradas cabelleras.


La Navidad me parece un tiempo de reencuentro con nosotros, al margen de las creencias religiosas. Un tiempo en que creamos un ambiente irreal, ajeno a la rutina y a la realidad, donde casi todos intentamos ser un poco mejores, un poco más simpáticas, un poco menos intolerantes y más cercanos, un poco más personas.

Me encantar crear decorados para esa catarsis, escenarios para La Paz en la más terrible de las guerras, la relación humana. 

Los conflictos familiares, los laborales, los encuentros semiobligados con gente que no ves en todo el año. Paisajes para ser mejores personas.


Nuestra vida cotidiana nos hace más huraños, más egoístas, más solitarios. Yo intento realizar con estos trabajos irreales terapia para el corazón y los sentidos. 


Cuando una vez que has terminado de realizar una capota de verdes navideños en una ventana, y consigues parar a alguien que va peleándose con su teléfono móvil y la Vida y arrancarle una sonrisa, entonces has creado Navidad. 


Cuando consigues reunir entorno a una mesa llena de abeto, manzanas rojas, musgo, y velas infinitas a intereses enfrentados, rencillas eternas y envidias y odios enquistados para cenar por una noche y arrancas gestos de cariño sincero y suavizas gestos y conductas, ahí hay Navidad.


No creo en seres superiores ni en leyendas milenarias que justifican lo injustificable, hoy al este y mañana al oeste. Creo en las personas, en las actitudes y en la buena voluntad. 


Si con mis manos soy capaz de crear escenarios para ello, si mis paisajes irreales y vegetales pueden potenciar ese buenrollismo, bienvenidas sean mis manos y mi cansancio.


Si mis manos crean Navidad, son mi mejor regalo.

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