miércoles, 12 de junio de 2013

En Toronto no huele a pólvora



Pic, pic, pic... Suena la alarma del móvil. 6 y media de la mañana. 20 de mayo. Hoy es Victoria's Day. Fiesta grande aquí en Toronto. Celebran el cumpleaños de la Reina Victoria. Y es que estos sajones son muy de la tradición.

Cuando digo fiesta grande es que no hay colegio, no abre nada en un país donde las tiendas permanecen abiertas a todas horas, 7 días a la semana. Ondean banderas blancas y rojas con la eterna hoja de Arce, suenas gaitas a ritmos militares, pero no huele a pólvora. Ni hay música en la calle, ni luces de colores en las calles.

Y desde aquí, a 7000 km. de la calle Barcelona , bajo la sombra de las hojas de los arces del jardín, echo de menos ese olor para sentir que es fiesta.

Es difícil describir las diferencias y los puntos de unión entre dos ciudades que no tienen nada que ver. Entre una metrópolis de 8 millones de habitantes, llena de rascacielos y mezclada hasta la médula de razas, sabores, colores y costumbres, y una pequeña ciudad, a orillas del Mediterráneo, con olor a sal y palmeras, con dos edificios de mas de 20 plantas que afean y dan carácter a nuestro skyline y donde sólo se habla ingles para intentar engañar a un guiri con un plato de paella precongelada a las diez de la noche.

Es difícil encontrarlos, los puntos de unión, aquí debajo de los pasos acelerados de las ardillas por encima de mi cabeza.... Y me levanto del banco de madera del porche para buscarlos. Y sin querer me encuentro el primero en el banco de la cocina. Mi cuñada hizo anoche coca de mollitas. Esa especialidad repostera que solo comprendemos los alicantinos, esa especie de polvorón salado que es capaz de ahogar al foráneo y que nos devuelve a la infancia a su contacto con nuestro paladar. A la señora Eufemia, o al horno de Garcia Gutiérrez, a al de la señora Lupe en san Carlos.

Y de repente mi memoria vuela más rápido que el jumbo que me llevará de nuevo esta noche a casa. Y en su viaje entrelaza recuerdos con miradas de fiesta, tintineo de lentejuelas en los delantales de tul de las niñas en los pasacalles, el batir de los abanicos a ritmo de pasodobles que borran el olor presente a primavera canadiense para traer ese penetrante olor a sal, que algunos días, sube por la cuesta del castillo desde el Postiguet. Como las noches que bajábamos de pequeños, con nuestra banda, a los desfiles por el Raval Roig, a ritmo de tambor y ganas de fiesta grande, o a ver los fuegos desde Virgen del Socorro.

Sin saber bien como ni por qué me encuentro vestido de saragüell visitando en pasacalles el antiguo Hospital Provincial, para llevar sonrisas y un poquito de alegría a aquellas interminables salas llenas de camas blancas y transitadas por monjitas de cofia blanca y sonrisa eterna. Un refresco para mitigar el calor en la visita a alguna barraca amiga, a ritmo de marcha Mora y más batir de abanicos que borran de repente, como una explosión de mariposas estas imágenes de mi memoria para volver a este papel rallado, de la pantalla de mi IPad.

De repente, me ha devuelto este juego caprichos de los recuerdos a las tardes de cobrar cartillas o repartir la lotería semanal, a las tardes de Racó.... A los primeros desfiles del Ninot, o el olor a zurra, o el sabor intenso a paloma del interior de Felipe, y a Angelito tirando tracas con su eterna sonrisa socarrona y el Emosionat y su tabalet. Y me acuerdo entonces de la manía que le tenia yo al traje de foguerer y a que se me engancharan las borlas doradas en los flecos de los mantones. Porque antes los mantones llevaban flecos. Y no tantos oropeles ni fantasías.... Era todo más de andar por casa.

Y vuelvo a apoyarme en el batir de los abanicos para volar por los olores y las imágenes de mi memoria, tan rápido que no puedo plasmar todas las imágenes en estas líneas, y me viene a la memoria un soniquete que viene desde el pasado y que me envuelve..... Que bulliciosa es mi hoguera, es el máximo esplendor... Entre todas la primera y su gente es la mejor.... Y se dispara una sonrisa con olor a pólvora y a banda de música, a coca amb Tonyina y Paloma, a cartón piedra y llibret nuevo recién sacado de la imprenta de los hermanos Ambit, a horchata de Benita o vermut de Paco Gambin... A batir de banderitas de plástico... A olor de espardenyas nuevas... A la textura frasca e intensa de las brevas en la noche de la Plantá

Y de repente ya no importa encontrar o no las diferencias entre Toronto y Alicante, mi mente habita ya en la fiesta, en las calles de asfalto gris manchadas de traca y envueltas de ese humo embriagador.... Y es que aquí no huele a pólvora. Aquí realmente no es Fiesta.

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