lunes, 6 de febrero de 2017

La Fila 0

Hace unos días me noqueó la noticia de la muerte repentina de un amigo. Ñasco, que era el nombre por el que todos le conocíamos, me enseñó los secretos de la impresión tradicional y fue el principal artífice de hacer reales, junto a su hermana Loli, mis delirios de diseñador gráfico principiante e inconformista de hace ya muchos años. 

Desde ese día, en que volví de repente 25 años atrás, no dejo de pensar en cómo ha cambiado el cuento. Cuanta gente de aquel tiempo ya no está. Como ha cambiado el paisaje. Ya no vivo en el Plá, aunque siempre sigue presente por muchas razones. Ya no estoy ni en Alicante. Ni casi recuerdo cómo era vivir allí.

Todo esto lo veo, casi en blanco y negro, desde mi Madrid actual. Y descubro que ya hace 25 años que tenía 25, parafraseando al gran Serrat. Y ya no somos ni principiantes ni inconformistas. Que ya no nos quedan amigos por casar, como no sea en segunda o tercera vuelta, salvo extrañas excepciones como yo. Que casi ya no nos quedan ni bautizos ni comuniones donde encontrase con la familia y los amigos. Que ya solo nos quedan los tanatorios, que tienen mucha menos gracia.

Y lo peor de esto último es que nos quedan pocos mayores por delante que velar. Lo peor de todo es que estamos a punto de ser la fila 0 de esta historia. Que las bajas ya se acercan generacionalmente hablando. Y que estamos a punto de decir eso que decían nuestras abuelas, ante nuestro asombro incrédulo. Se ha muerto un chico, un chaval.... De 59 años



Hemos entrando sin darnos cuenta en la cuesta abajo de esta montaña rusa, sin apenas darnos cuenta que el trenecito cada día va más deprisa, y los meses son semanas, y los años caen volando, como las hojas de los calendarios en las comedias de Billie Wilder. Y nuestras responsabilidades, obligaciones y rutinas nos encadenan a las barras de seguridad de esta cruel atracción para dejarnos caer sumisos a esta última pendiente.

Peor al igual que haría en una montaña rusa, las cuales detesto, al sentir esa sensación de caída libre, a mí me da por gritar. Por rebelarme, aunque salga mal en la foto de recuerdo. No quiero pensar en que hemos consumido medía vida, ni en las bajas del camino, ni en las que tienen que venir. Solo quiero disfrutar de todo lo que nos queda aún por disfrutar y descubrir. Creo que tos años han sido un perfecto entrenamiento para disfrutar de lo que nos viene ahora. La Vida real, sentados en primera fila.

A partir de ahora, casi ya nos quedan padres que nos lleven de la mano, ya no nos quedan maestros, más allá de lo que la misma Vida nos siga enseñando hasta el último día que abramos los ojos. Ahora somos los protagonistas principales de nuestra propia historia. El faro y guía para los que nos siguen y, en muchas ocasiones, nos rodean. Ahora somos aquellos que siempre mirábamos entre admiración y rebeldía. Los mayores.

Y no me pesa la edad, o menos que me pesan las ausencias. Me pesa la responsabilidad de jugar ya sin red. De ser responsable único de mis actos y de las consecuencias venideras en el entorno. De dejar la senda escrita para los que nos siguen, igual que yo la encontré, aunque a veces me empeñara  de salirme de la vereda testada.

Y reconozco que no me hace especial gracia jugar ya en la Fila 0, pero también significa ser titular indiscutible en lo que nos queda de partido. Y de nosotros depende ahora el resultado del mismo. Y eso sí es cierto que me gusta. Si protagonizar la mejor parte de lo que queda de película supone hacerlo en una butaca al frente del patio de butacas. Bienvenida sea la Fila 0

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