martes, 31 de agosto de 2010

El poder del mimetismo

Afronto, desolado, mi último día de vacaciones. 31 de agosto. Suena triste. Suena a final de película de los años 30. Suena a pasos de chanclas sobre una escalera, como la de Lo que el viento se llevó, mientras negros nubarrones acechan el Castillo. Y alguien dice "Realmente, cariño, me importa un bledo lo que te pase". Desolador, eh? Pues a joderse, es la cruda realidad.

En días así, me gustaría transformarme lentamente como en La Metamorfosis de Kafka, pero mejor en palmera, junto al Peret, para alimentarme de brisa de mar y Blanco y negro de mantecado. Lo de convertirme en insecto ya viene dado cuando te reincorporas al mundo laboral, en el que algunos son reinonas, otros ejercemos de obreros y se soporta a mucho zángano.

Que maravilloso seria poder transformarse en lo que uno deseara para sentirse libre. O evolucionar como los Pokémon, si eso satisface nuestras ansias de libertad. Es este bien la posesión más importante del ser humano y a la que, en muchos casos, renunciamos con más facilidad.

Renunciamos a nuestra libertad cuando decidimos meternos en la vorágine del mundo laboral. Renunciamos a proyectos, a sueños, a gran parte de nuestras posibilidades presentes y futuras, que aunque inciertas son prometedoras y excitantes. Todo en pos de una estabilidad económica y social, la cual te permitirá ser respetado por tus iguales, tan cautivos como tú. Y nos convertimos casi todos en prometedores hombres de gris. Gris tristeza, gris renuncia.



Renunciamos a nuestra libertad cuando emprendemos, como definiría Corín Tellado, "la maravillosa aventura de la vida en pareja". Abandonamos nuestros gustos en beneficio de la convivencia.Cedemos nuestra marca de yogures preferida en el difícil arte de la compra en el supermercado. Nos ponemos ropa interior que nos incomoda, pero eso sí, con una sonrisa.

Las parejas tienen la capacidad, en algunos casos, de fagocitar a su compañero/oponente. Eso sí, por amor. Como si de una canción de Abba se tratase, algunos personajes acaban siendo travestidos física e intelectualmente por sus parejas. Así, embelesado en el oscuro bálsamo del amor, el marido de una médico forense puede terminar pareciendo un muerto más de la agenda laboral de su esposa, por muy brillante que pudiera haber sido como individuo. O una prometedora mujer de negocios morir profesionalmente bajo el insoportable peso del disfraz de señora de...

Al final, volvemos siempre al principio de los tiempos. A la selva. a la estúpida ley del más fuerte. El débil, ya sea física, laboral o anímicamente, acaba mimetizándose  con el entorno hostil para sobrevivir, renunciando a su libertad de ser él mismo.

Yo, entre lianas, me debato entre la conveniencia de renunciar a parte de mi preciada libertad en favor de la supravalorada estabilidad o convertirme, de nuevo, en un salvaje social, ajeno a valores tan contrarios a la libertad del individuo. ¿¿Es licito renunciar al respeto por tu propia individualidad por una cuenta corriente estable, o una cama que no parezca un desierto las noches de invierno??¿¿ O acaso, es el precio ineludible que pagamos los mortales por poder creernos dioses en determinados momentos de nuestra carrera personal, ya sea profesional o sentimental?? ya os digo, liado entre lianas.

En el fondo, yo también sueño en mimetizarme, poder escapar de la opción de que sea otro el que elija mi disfraz. Libre o estable, esta vida nunca dejará de ser un absurdo baile de mascaras. Con lo cual, solamente nos queda disfrutar de la música mientras dure y procurar llevar un calzado cómodo que nos permita seguir en pie, danzando, sin sufrir más de la cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario