domingo, 9 de octubre de 2011

Sexo y la ciudad

He pasado la tarde del sábado sumergido entre capítulos de una de mis series favoritas "Sexo en NY". Llamarme pijo, o simplemente moña o incluso fashion victim, pero esos guiones tienen algo que engancha, aunque se refieran a 4 treinteñeras neoyorquinas un tanto histéricas, un tanto histrionicas. Un tanto espejo de todos nosotros/as.

En las múltiples historias que retratan en sus capítulos me veo reflejado, yo y mucha de la gente que me rodea en este mundo. Sobre todo he descubierto lo a través de esta serie que hablamos poco de sexo para lo importante que es en nuestras vidas. Le tenemos miedo al sexo en público, por lo menos a verbalizarlo. Por lo menos en nuestra generación y en las anteriores. De puertas para dentro cada uno sabe de sus perversiones, deseos y de sus fantasías, pero cara a la galería somos ángeles asexuados y de conducta políticamente correcta y verbo comedido, aunque nuestro cerebro sea un burdel.

Todos tenemos vida sexual, y quien lo niegue miente. Otra cosa es que sea participada o individual. Que en esa participación entre más o menos gente depende de cada uno. Bigamia, monogamia, poligamia u onanismo son situaciones que se escogen o a las que te ves abocado en este extraño y oculto mundo del sexo. El límite está donde cada uno sea capaz de ponerlo o incluso más allá.

Cierto es, que como alguien dijo, el sexo mueve el mundo. Ha propiciado guerras y alianzas, ha derribado gobiernos, es una de las industrias más fructíferas del mundo... Porque esto es como Tele5, que nadie la ve. Pero todo el mundo sabe quien es Belen Esteban, Fran y Aida Nizar y se siguen más sus declaraciones que las del portavoz del Gobierno.


Entonces a qué se debe tanta doble moral. Por qué no aceptamos o renegamos de nuestra vida sexual en público? No digo con esto que hagamos con ella centro de nuestras conversaciones ni de nuestras vida personal, como hacen determinados machitos en sus reuniones de rebaño, casi siempre acompañados alcohol y tabaco. Me como una y cuento veinte. A lo que me refiero es a normalizar las conversaciones sobre estos temas como si de otros se tratara.

¿Qué nos impide afrontarlo con naturalidad? Posiblemente tenga que ver nuestra cultura católica castrante, que siempre se ha referido al sexo como pecado y permitiendo su único uso como fuente de procreación. Como si en conventos y sacristías se pensara en engrandecer la población mundial. Todo seer humano, por el hecho de ser ser y no por ser humano, tiene instinto sexuales y satisfacerlos, sin menosprecio ni maltrato a sus semejantes, no es una abominación. Es más, es una necesidad para el equilibrio físico y psíquico.

Cuantas situaciones ridículas se os ocurren en vuestra vida cotidiana generadas por la ocultación del sexo o por esquivar una conversación, que puede ser incómoda por nuestros propios absurdos tabúes y castraciones morales. Por qué la gente se niega a negar la realidad de la masturbación como un acto sexual de práctica común y extendida. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, y que antes se limpie la mano.

Y esto es más exagerado si hablamos de las mujeres. Un macho sexual es un gallito, una hembra es una zorra. ¿La necesidad no es igual en los dos sexos? ¿O no esta igual vista? ¿Qué hace que un mujer sea peor que un hombre por tener las mismas necesidades o gustos? ¿Será que los dirigentes públicos y religiosos han sido tradicionalmente hombres, que garantizaban el ranchito castrador? Por esto será que esta bien visto ir de putas, pero no las mismas.

Creo que a estas alturas del cuento habrá que empezar a quitarse las caretas y liberalizar de falsas condenas determinados temas. Somos humanos y con una carga animal que demostramos más desagradable en nuestra faceta de depredadores que en la de sexuados, aunque esta moleste mas a ciertos sectores reprimidos y acomplejados. Estoy seguro que estos ni se tocan ni se excitan. ¿Verdad?

Creo que hay que realizar una verdadera revolución sexual. Soportada sobre los pilares de la igualdad, la tolerancia, el respeto y la educación, esta úlima acompañada de transparencia e información. Y da igual como decida cada uno disfrutar de su sexualidad, y sobre todo con quien. Lo verdaderamente importante es disfrutarla con respeto y sin inhibiciones innecesarias y caducas. Y quien diga que no lo necesita o no lo siente, que se lo haga mirar. Creo que ese si que es un problema a solucionar.

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