sábado, 11 de diciembre de 2010

El amigo invisible y la conjura china.

Con la cercanía de las fiestas navideñas vuelve a nuestro entorno, como El Almendro vuelve a casa, uno de los personajes más instaurados en la iconografía navideña. No es el Caganet, ni el Cartero Real, ni siquiera Papa Nöel. Tampoco es la cajera de Juguetilandia ni la promotora de perfumes de el Corte Inglés. No es la carnicera sonrosada y con delantal de puntillas que prepara el pavo familiar desde tiempos inmemoriales, donde ella era una buena moza y gastaba 22 tallas menos. Es un personaje que, para bien o para mal, se ha metido en nuestras vidas para cambiarlas por siempre jamás.

Estoy hablando del Amigo Invisible. Esa creación casi demoníaca, no sabemos si por gracia de un tacaño o de un sinposibles ingenioso.

Cuando llegan estas fechas sobrevuela sobre nosotros el fantasma del Amigo Invisible. Con el grupo de amigos del colegio, 25 años después. Con los compañeros de oficina, de los cuales odias a un 60 por ciento por que estamos en Navidad, sino sería un porcentaje entre el 80 y 85 por ciento. Con los amigos de toda la vida, a los cuales ya no sabes que regalarles ni te apetece hacerlo, sobre todo porque las tres últimas navidades te han cascado unos regalos ante los cuales te planteas la gran duda existencial, ¿Se lo ha encontrado en la calle o lo ha elegido al azar? El grupo de las mamas que desayunan juntas después de dejar a los niños en el colegio, que día que te pierdes de tostada y cortado, día que te acribillan viva. Con tu familia, bien sea de sangre, política, política de alguien de tu sangre o sangrante porque no es ni política ni familia ni nada que se le parezca. Y así todas las combinaciones que se puedan establecer entre grupos de gente que se sonríen en algún momento del año y cruzan más de 50 palabras mensuales.

Imaginémonos, la clase de aquagym de tu centro deportivo, anteriormente conocido como Gimnasio, le pasa como a Prince que se les cambia el nombre para seguir pareciendo lo mismo. 25 personas con la que compartes una hora de tu vida, tres veces por semana, enfundado en un ridículo bañador y un aún más ridículo gorro de baño. Si se planteara hacer un amigo invisible entre los alumnos, ¿qué porcentaje de gorros de baño de colores absurdos se intercambiarían como presente? Sobre todo porque metidos en el agua, lo único que conocemos de esos seres húmedos y sufridos es su gorro de baño, que nos suele espantar. Como es normal, este fenómeno les sucede a los otros 24 con nuestro gorro de baño, que es el único que no observamos evolucionar en las rutinas de ejercicio.


No me imagino a los componentes de esas reuniones de autoafirmación de los valores del macho ibérico y del chascarrillo fácil, burdo y genital, que son los partidos de futbito de los jueves por la noche, intercambiándose de modo anónimo y cómplice nuevos modelos de espinilleras, suspensorios o cintas del pelo para que no te moleste el flequillo, a quien a esas alturas del cuento lo conserve. Realmente se asemeja más al linea argumental de un vídeo porno gay que a la demostración de un sentimiento navideño.

Tampoco me imagino realizando un sorteo de Amigo Invisible entre todos esos pasajeros que comparte el 23 todas las mañanas a las 8 entre dormidos, asqueados y cierto tinte de resignación. Pasan a veces más tiempo juntos que con miembros de su familia, pero apenas conocen únicamente el color de su mirada perdida tras el cristal en movimiento que los traslada cada día a su soporífera rutina. Si así se hiciera, intercambiarían bonobuses, funditas de los chinos para la tarjeta de trasporte o un marcapáginas para ese libro que nunca terminas de leer y que te acompaña fiel cada día en tu bolso de polipiel.

Y es que este sistema de regalo a traición, esconde más peligros que ventajas. Como buena aplicación de la Ley de Murphy, siempre te toca el que peor te cae y siempre le tocas al que peor te conoce. Con lo cual se puede convertir más en un suplicio que en una celebración. Para más INRI, con la crisis llegaron las limitaciones económicas. No más de 6 euros. ¿Quién puede comprar un regalo decente a alguien que ni soporta por esa cantidad? Evidentemente solo las buenas personas de corazón, entre las cuales pues va ser que no me incluyo, por lo menos en este asunto de los Amigos Invisibles.

Todo apunta a que esto viene marcado por una extraña y maquiavélica estrategia de marketing del gigante asiático. La culpa, sin lugar a duda, es de los Chinos. Solo ellos, con su red de comercios de Todo a 1 euro, pueden satisfacer las necesidades generadas por este tipo de conductas compulsivas y navideñas. En este tipo de bazares, de culto al plástico y el objeto inútil e inservible que todos adquirimos, podemos solucionar nuestro pequeño gran caos generado por la necesidad de comprar un regalo a alguien que apenas conoces y con un presupuesto imposible. Claro, que todo esto, sin valorar las consecuencias que puede llegar a tener perpetrar regalos de este tipo y ser descubierto como ideólogo y brazo ejecutor del mismo.

Aparte, me aterroriza pensar en la posibilidad de la utilización del Gigante Chino de esta conducta para dominar el mundo. Si introdujeran un microchip que emitiera ondas que atrofiaran nuestra capacidad consciente en cada producto de sus tiendas, podrían dominar el mundo en la primera semana de Enero, pasado el día de Reyes, cuando todos los ceremoniales de amigos invisibles hubieran tenido lugar. No convertiríamos en las nuevas victimas del colonialismo amarillo, de la nueva Revolución Cultural. La de la victima del Todo a 100.

Suena realmente escalofriante. ¿Verdad? Feliz Amigo Invisible

1 comentario:

  1. que ilusión cuando he visto el blog jajajaja me he reído como hacia tiempo .....gracias besos

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