martes, 28 de diciembre de 2010

¿¿¿Quién dijo lo de dulce Navidad???

Nunca he podido con los tópicos, excepto los que son demostrables físicamente, como que las rubias van justitas, y los futbolistas tampoco dan para más. Tenemos la fea costumbre de asociar cualidades a determinadas fechas del año como la Dulce Navidad y la Nochevieja Divertida. Falso, totalmente falso.

El concepto de Dulce Navidad sólo puede venir de dos orígenes muy distintos. Como estrategia comercial de los turroneros de Xixona, que vistos de cerca dudo mucho que así sea, ya que no creo que ninguno tenga la capacidad de expandir por el mundo un mensaje tan subliminal, o de algún compositor moña de EEUU, de los que le escribían villancicos a Bing Crosby, como aquel Blanca Navidad, totalmente localista y sectario, si no que se lo pregunten a los de Angola, o a los Argentinos, que celebran la Nochebuena en un jardín, comiendo asado y con esas espantosas camisetas de la selección que no se quitan en los días grandes.

Lo de Dulce solamente se podría comprender por ese abuso desmesurado de las pastas tradicionales, postres y similares que se hace en estas fechas. Durante todo el año nos sometemos a una estricta disciplina, propia de los cuerpos de élite de los ejércitos judíos, negándonos a nosotros mismos el consumo de productos ricos en azúcares y demás materias primas que nos elevan sobre el suelo al contacto con el paladar. ¿Por qué quien puede ser capaz de afirmar que le gusta más el tofu que el chocolate?,¡¡¡ Y una mierda!!! No se lo cree ni Carmen Lomana, que mataría por anunciar los Bombones dorados y esféricos que no pueden faltar en las casas de las pijas de medio pelo, con tal de comerse la caja a puñados, como una chonny depresiva y ansiosa.

En estas fechas renunciamos a esa austeridad culinaria y equilibrada para invadir cualquier superficie horizontal de más de 25 centímetros cuadrados, sea cómoda, mesita de centro o cisterna, con una absurda bandejita dorada con blonda de papel llena de mantecados, almendrados, suspiros, manchegos, rollitos, peladillas, turrones, clásicos o de sabores imposibles, que nos producirían arcadas el resto del año. Y lo que ocurre es que hecha la tentación, hecho el peligro. Como en estos días se está ocioso y casi siempre acompañado de la familia, pues pasa lo que pasa. Que no sabes que hacer, rollito a la boca. Que estás viendo por n-esima vez Qué bello es vivir, lágrimas y mantecados, gran combinación. Que ves a esa cuñada que detestas como se acerca por el pasillo embutida en un chándal imposible, polvorón que evita la conversación.

Y no sólo dulce en lo de la alimentación, si no dulce en el trato nos hacen estas fechas. Ejercemos una tregua temporal, como si de un grupúsculo terrorista se tratase, para contraatacar de nuevo tras la digestión del cocido, pavo y pelotas. Casi siempre se levanta la tregua en el momento que se desenvuelven los regalos. Hay gente que se empeña en pensar que los Santos Inocentes se celebran el 25 de Diciembre, o su mala leche les impide pensar en los demás a la hora de escribir la carta a los Reyes Magos y Papa Noel, que visto lo que traen, como mediadores de paz no tienen precio. Así esta Belén desde el Año Cero, más o menos, ellos llegaron y empezaron los romanos a matar niños.


Con lo cual, lo de Dulce lo dejaremos en barbecho. Y lo de Divertido de la Nochevieja, permítanme, queridos lectores, que lo ponga en duda. ¿Alguno recuerda alguna  que supere a todos los días estupendos, que sin fecha marcada en el calendario, hemos vivido a lo largo de nuestra vida? Yo recuerdo trajes imposibles, bebida de garrafón, estafas consumadas, frío y borracheras de campeonato, abrigos perdidos, amigos golpeando barras con botellas y bebiendo champagne malo en zapatos sudados, colas para una copa pagada a precio de oro y entrada previo pago donde nadie quiere entrar el resto del año.

Nunca me ha gustado divertirme porque toca. Hoy es 31 y es divertido. Pues no. Puede que lo fuera a los 15 años cuando jugábamos a ser mayores y glamourosos. Puede que lo sea cuando te reúnes con gente a la que quieres, sin ninguna pretensión más que la de celebrar que termina un año donde todo ha ido bien, o enterrar uno donde los guionistas se han cebado con nosotros. Puede que nos juntemos para brindar por nuevos proyectos, o porque Madrecita, que me quede como estoy, visto lo visto.

También me parece valida la formula de envolverse en una manta en el sofá y hacer balance del año, de los logros y fracasos, de las nuevas ilusiones y de las que dejaron de serlo para convertirse en cicatrices que duelen con el cambio de estación, mientras la mamarracha de turno intenta explicarnos el funcionamiento del Carrillón de la Puerta del Sol, cuando es incapaz de decir del tirón su nombre y apellidos sin parecer deficiente mental. Esto puede ser, en algún caso gratificante, pero tampoco es que sea divertido.

Divertido es, cuando sin fecha en el calendario ni obligación institucional, te juntas con tu familia electa y, en algunos casos, con la de sangre y decides quemar el Mundo como si no existiera mañana. Paras el tiempo. No existen agendas. Lo que más cuenta es la risa y los abrazos. Cantar esas canciones que nadie se sabe la letra y a nadie le importa saberla. Ejecutar bailes imposibles al son de las palmas entregadas de los compañeros de farra y terminar, mirando al sol con una sonrisa casi infantil, brindando por que nunca se termine lo nuestro. No es necesario Smoking de Armani ni taconazo de Jimmy Choo. Solamente las ganas de vivir con los tuyos algo importantemente absurdo, imprecindiblemente banal,  sin más pretensiones que la felicidad. Qué difícil ¿verdad?

Para los que no creemos mucho en esto de la religión, la última quincena del año solamente puede tener un sentido. Que un año más hemos vencido a nuestros guionistas, que le hemos hecho más o menos gracia a los dioses, sean egipcios o griegos y que todavía nos apetece parar el mundo para perder un tiempo valiosísimo en lo único que de verdad importa. Nosotros y los nuestros.

Y el resto del año, Coca Cola light, la agenda del Iphone y la nostalgia por brindar al sol.

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