martes, 3 de enero de 2012

Balance para un microcosmos en caos

Hoy, 3 de enero de 2012, no bajan las temperaturas y sí las defensas emocionales. Nos ataca de nuevo la nostalgia, la que abre los libros del debe y del haber de final de año para hacer recuento de presencias y ausencias, de propósitos cumplidos y eternos imposibles. Nos puede esa absurda de necesidad de hacer balance ante las últimas hojas del calendario.

A principios de aquel anciano ejercicio, que acaba de fallecer, puse negro sobre blanco en este blog mis propósitos para él. Y hoy, haciendo balance, digamos que no he salido muy bien parado, la verdad. De lo que me propuse creo que solo he aprendido a decir NO, y no me ha traído grandes alegrías, aunque sí más horas de sueño tranquilo, sintiéndome en paz con mi pretendida coherencia. Ni he viajado más, ni he mejorado mi inglés ni tantas otras cosas. Y en el que nos quedáramos como estábamos... pues tampoco nos hemos quedado muy así.


A veces la vida hace cierto ese refrán que dice: " El hombre propone, y Dios dispone" En este caso, el Destino, la Vida, los Dioses Griegos y Egipcios y los Guionistas se han dedicado a fondo en conseguir llevarme la contra. Aunque realmente creo que soy yo mismo el que se empeña en llevarme la contra.

Ahora que empieza un nuevo año, que encima pinta mal desde los tiempos de los Mayas, no tengo claro si formular propósitos, prorrogar los anteriores como si de unos presupuestos nacionales en crisis se tratase o, realmente, salir corriendo como las locas sin mirar atrás.

No es fácil asumir los propios fracasos, ni hay, a pesar de la tormenta, que buscar culpables en los elementos. El daño está hecho y es lo que hay. Ahora toca reordenar las alforjas y seguir el viaje. En ellas abunda, a menudo, equipaje surpefluo y prescindible, recuerdos que lastran e infinidad de historias inconclusas que almacenamos durante una vida y que e convierten en una espesa tela de araña que nos impide avanzar. Esto hace necesaria una limpieza a fondo, renunciar a lo que pudo haber sido y no fue y cerrar heridas y curar cicatrices que todavía supuran los días de lluvia.

El sol no deja de brillar, lo cual es de agradecer en esta extraña primavera navideña. Los rayos inundan la estancia en la que escribo como si de una terapia de animo se tratase. Rotundos, balsámicos, cicatrizantes...
Miro buscando su origen mas allá de los tejados cuajados de antenas y nostalgias y me reafirmo en mi creencia que el cielo no es una bóveda estanca si no una metáfora de liberta azul

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