sábado, 18 de septiembre de 2010

Celebrities y Anonimities

Mientras miro las vigas color tabaco del techo de mi casa, tumbado haciendo lo que más me gusta, que es nada, me descubro pensando en si compensa ser famoso. No es que yo lo sea, válgame Dios. Me refiero al precio que paga la gente que triunfa, pero que triunfa mucho, por hacerlo bien.

Por mi trabajo, y por otras extrañas circunstancias de la vida, me he cruzado con alguno de estos personajes. Algunos famosos a escala local, otros nacional y alguno, megastar master del universo y todas las reverencias posibles. Y tienen todos un factor común. Un reflejo de añoranza de libertad en la mirada, cuando nadie los mira.




No debe ser fácil no poder entrar en un bar, y pedirte un bocadillo de tortilla francesa con tomate, sin que pase a ser el acto más importante de la vida del negocio, sin que un chorrete de mayonesa por la comisura de los labios sea la escena cumbre de la semana o algún mitómano mate por llevarse la servilleta con la que lo has limpiado.

Realmente, todos, de una manera u otra, cambiamos nuestra conducta ante un famoso. Algunos sacan lo peor de ellos mismos. Pierden la vergüenza para rozar el ridículo, desplegando su cola de pavo real, que lo único que consigue es despertar estornudos al tocar las narices con sus plumas.Otros sobrepasan las barreras de lo políticamente para invadir la intimidad con cámaras o móviles como quien fotografía a una alimaña o un bicho raro. Nunca se debe olvidar que son personas, con filias y fobias, como cualquier mortal.

Y lo que es cierto, es que el verdadero espectáculo de un famoso es lo que le rodea. Manadas de trajeaos cocainomanos pegados a un móvil, con cara de San Bernardo, fans que descubren su cara patética, llena de carencias vitales y de una escala de lo realmente importante, clientes satisfechos, empleados estresados y muy poco tiempo, siempre muy poco tiempo,para seguir,  para llegar al siguiente muy poco tiempo de su agenda.

Y cuando nadie los mira, ellos miran extasiados a ese niño que se le derrite el cucurucho en la mano, sin que sea un acontecimiento para la posteridad, pensando en que se cambiarían, a veces,por él. O por la gota de helado, que se desplaza firme e indiferente por el barquillo de galleta, que no tiene más pretensión que endulzar un segundo de vida sin cambiarsela a nadie.

Alguien se pregunta si realmente es una bendición o solo un precio anexo a pagar. A veces pienso que merece la pena hacer las cosas bien y que nadie lo sepa.

Desde luego teniendo claro quien son las victimas, nos queda sentenciar a los verdugos. Los Anonimities... Esas legiones de impresentables desconocidos cercanos al famoso, o no, que le hacen la vida más complicada, como si no lo fuera ya. Para empezar debe ser complicado no saber en que gastar tanto dinero, por que encima casi todo lo que quieres te lo regalan. ¿Por qué se tienen que poner esa ropa de los patrocinadores que les sienta tan mal?¿Realmente Rafa Nadal elige esos piratas...?

Para más inri, todos los que los rodean se empeñan en no dejar un espacio, más allá de los 25 centímetros, entre la realidad, el coñazo y el famoso. ¿ Y si el famoso tiene necesidades peosas, que no penosas? Un mortal levanta ligeramente la cadera, en un movimiento combinado con arreglarse la ropa, para dar libertad a los presos gaseosos. El famoso corre el riesgo de, dependiendo el Anonimitie que le rodee, que sus presos acaben envasados y comercializados por algún road manager, team manager o chupón manager, o en la vitrina del salón de un piso de protección oficial con una foto suya pegada a un bote de cristal de los garbanzos, si de un fans se tratase ("y es que yo soy muy fans" gran frase donde las haya).

Y esos días en los que a uno no lo apetece hacer nada, y te pones esa camiseta con agujeros, que toda la humanidad odia menos tú, y esos pantalones de chándal cagao, por los que pareces haber hipotecado tu culo en la banca telefónica.  Y bajas, desafiando al mundo, a por el pan y la prensa (si el incauto en cuestión lee, demasiadas coincidencias) mientras entablas una feroz lucha con los elásticos de la parte trasera de tu ropa interior. Esto es un privilegio del anónimo. ¿¿Cuanto valdría esa foto al peso entre los buitres de la prensa amarilla si fuese de Shakira??

En el fondo somos unos afortunados por nadar en el remanso de paz y anonimato de nuestro valle de lágrimas. Voto por seguir tomándome mi medio de atún con mayonesa y tomate  en el Buenco sin que el mundo que me rodea sufra un efecto mariposa.

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