viernes, 3 de septiembre de 2010

el coche de Nino Bravo

32 grados centígrados.15,15 de la tarde.3 de Septiembre. Después de 8 horas de trabajo, mientras ascendía desde la cota 0 del nivel del mar hasta mi casa, una frase perpetrada a bocajarro, por una niñata de no más de 9 años, me ha devuelto a la cruda realidad."Abuela, tienes un michelín en la espalda". " Ya lo sé, nena, ya me lo quitaré". El declive de nuestra sociedad se encierra en este escueto cruce de sinceridad y mentira.

Sinceridad innecesaria e incomprensible por parte de la nieta.

Primer punto. ¿Que necesidad tiene una niña, de esa edad, de preocuparse de la presencia impertinente de tejido adiposo en zonas concretas del cuerpo? Una niña debe preocuparse, a estas alturas del año, del color con el que forrará sus libros, de en que ha evolucionado su Pokémon favorito, o si Barbie, por fin, ha presentado la demanda de divorcio del moñas de Ken.

Segundo punto. En que momento del cuento se ha perdido el respeto a nuestros mayores (en este caso la abuela está bastante más cerca de mi edad que la nieta), y se permite que una niña pisotee la autoestima de la madre de su progenitor, con esa impunidad y sin ninguna consideración, sin que una legión de dedos se transformen en calvote corrector y oportuno juez y sentencia. Este punto es casi una defensa personal por lo que se nos viene encima.


Mentira ahogada en resignación, por parte de la abuela.

Tercer punto. Por que esa abuela miente a la niña, deformando su inocencia angelical, diciéndole ese "ya me lo quitaré". MENTIRA. A esa edad, la grasa ni se crea ni se destruye, se transforma. Y se acumula, para más INRI. Toda mujer, y que coño, los hombres también, debe saber que, pasados los 30, el declive físico es inevitable por medios naturales. El sedentarismo, la gravedad, las depresiones sin motivo apagadas en chocolate, el sentirse seguro por haber pillao cacho y haber pasado por la vicaría y el cruel destino en si mismo, que se ceba en nosotros, nos conducen a la destrucción paulatina de todo aquello que en nuestra juventud parecía cumplir los cánones griegos.

Siempre nos quedan dos recursos. Envejecer con dignidad como Pilar Bardem, Ángela Molina o Paco Martínez Soria o caer en el bucle lúgubre del Botox y la cirugía, como Tita Cervera, María Patiño, Carmen de Mairena o Andrés Pajares.¿A que dan ganas de salir corriendo y subirse al coche de Nino Bravo?

Esta sociedad se debate entre la perdida del respeto a nuestros mayores y semejantes y la perdida de respeto a nosotros mismo para que nos respeten los demás.Ya no se ve a ningún joven ayudando a cruzar a una anciana, ni llevándole la compra sin que los lazos sanguíneos medien. Ya no se cede el asiento en el autobús ni el paso en las puertas. Ya no se habla de Usted. Tampoco se respeta la persona a si misma cuando va adquiriendo, con el paso de los años, el carácter de respetable.

O nos empeñamos en ser las reinas de la eterna juventud, convirtiéndose, en muchos casos, en mamarrachas esperpénticas, eso sí, con la infumable talla 38 embutiendo un cuerpo de la 46, o abandonamos nuestro cuerpo y alma, abocándose ellos mismos al estercolero, previo disfraz con nombres como, curva de la felicidad, strees facial, he tenido una mala noche... No has tenido una mala noche, tienes bolsas y no de Mercadona, precisamente. Y lo de la curva de la felicidad es un mito.. y el fenómeno se llama panza cervecera o jodida dejadez.

No sé si el respeto que se tenia antiguamente era una especie de compasión encubierta, un tanto corporativa, ya que por ahí pasaremos todos. Y el que no lo haga es que se habrá subido antes al coche de Nino Bravo. O también es posible que realmente valorásemos la experiencia como fuente de sabiduría y no de belleza, absurda y hueca como los razonamientos de París Hillton. Creo que mantengo la esperanza de la segunda opción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario