sábado, 4 de septiembre de 2010

Raros. Especie en extinción, YA!

Sábado. Como no, me he perdido en mi rutina del Mercado. Se nota que la vida vuelve lentamente a la ciudad, que lentamente caen las temperaturas y la luz se hace menos intensa y más interesante.

Hoy he madrugado, dentro de esta extraña costumbre que he adoptado de ocupar las horas nocturnas en dormir y las diurnas en hacer cosas. Que será de mi cuando anochezca a las 5 de la tarde. Estoy perdido. Mi mundo vivido por un lirón. Bueno,eso será otra historia. Ya los alrededores de la Plaza del 25 de Mayo respiraban bullicio. Dentro, el mercado, como si de un órgano vital se tratase, abarrotaba sus arterias de gentes heterogéneas. Mayoritariamente hombres.

Parece extraño, ¿verdad? La mayoría de los clientes que acuden al Mercado son jóvenes (entre veintitantos y cuarentaytantos) y de ellos una gran cantidad de hombres. Que gran descubrimiento, el Mercado como exponente de la cultura paritaria.

Nos demuestra, esta constatación, que no hay ninguna deficiencia genética en el hombre, género masculino, macho de nuestra especie que le impida realizar tareas domésticas. Claro que es muy fácil asumirlo en funciones tan gratas como la compra de los sábados en el Mercado. Relación social, intercambio de chascarrillos, aperitivo, caprichos culinarios y autoexaltación del género varón como victima de la igualdad social.




He escuchado una conversación, en el puesto del companaje, en el que el propietario le contaba, a modo de anécdota graciosa, a un cliente, muy macho en su conducta pero de distraída orientación sexual para su actitud, lo nervioso que se ponía cuando su mujer andaba delante de él, y no tres pasos atrás como lo hacen las portadoras de burka. En ese momento, he deseado que la escena se ralentizara, como si de Matrix se tratara. Mi loncha de jamón york permaneciera suspendida minutos en el espacio que separa la cuchilla de corte y el papel encerado. La mujer del impresentable orador, y compañera de trabajo (paritaria), comenzase un movimiento de cualquier disciplina oriental, ante la mirada atónita de los jamones de Teruel. Y, desplazando sus ágiles manos por el espacio/tiempo congelados, asestase un certero golpe en la nuca del patán, dejándole el cuello como a los pollos del Simago. Pero no, simplemente fue una colleja cómplice como diciendo "Ay,ay ay, no seas malote u hoy no tendrás tu cuarto y mitad de lomo empujao"

La verdad es que los tiempos han cambiado. Antes el cachete hubiera sido impensable. Y la conversación con el gay machista tampoco. En el fondo, me da la sensación que era más una válvula de escape de los residuos de una educación trasnochada y machista que una realidad tangible y peligrosa.

Realmente, en los 30 últimos años, nos hemos dado cuenta que los raros no son los que permiten que su mujer trabaje, ni los que deciden concluir una relación, del tipo que sea, sin aguantar por el que dirán y el mandato divino, la que antepone su desarrollo como individuo a su condena ancestral a ser recolectora, cocinera y coneja lanzacrios, ni los que deciden vivir su vida según sus deseos y no los de la sociedad,o la falsa moral judeocristiana. Todavía estamos esperando la lluvia de fuego y plagas bíblicas que se anunció por la aprobación del matrimonio homosexual. Sí, matrimonio, porque lo son todas aquellas personas que, de dos en dos, deciden emprender un proyecto común en la vida basado en el amor. Dejemos de absurdos matices trasnochados.

¿Quién son los raros? Aparte de los alienígenas chonis, que de esos ya hemos hablado y más o menos todos somos capaces de reconocerlos. Yo creo que los raros son todos aquellos que se creen superiores a sus semejantes por su condición sexual, género, raza, creencias religiosas o políticas. Todos aquellos que son tan cortos de miras y tan incapaces, intelectualmente hablando,  como para no poder aceptar que la riqueza está en la diferencia. Que 1 más 1 siempre son 2 y no la aniquilación de uno de los sumandos. Y espero que pronto sean, los raros, una especie en extinción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario