domingo, 28 de agosto de 2011

Chanquete ha muerto, Chanquete ha muerto!!!

Corre Pancho, casi sin respiración, un verano más por la playa. Su cara desencajada no anuncia buenas noticias. Chanquete ha muerto, y con él otro verano. Suena de nuevo la lacónica canción del Duo Dinámico. El final del verano llegó y tú partirás...

Siempre pensamos que el tiempo se parará y las cosas no terminaran este año como en los anteriores. Pero lamentablemente esto no ocurrirá, por lo menos este. El anciano marinero fallece, de nuevo, en La Dorada como un rito de extinción de la estación. Los calores excesivos y las rutinas improvisadas en tiempo de vacaciones van abandonandonos, entre lutos y llantos interiores. Una vez más, arrastrada por la marea, vuelve la normalidad.

Tirado en el sofá, en el último domingo de agosto, agoto sus nubladas horas. Mientras tanto, todo el mundo está pendiente de ver como "Irene" arrasa New York. La gente fallece en las carreteras en esta triste romería de retorno a la normalidad, desde el santuario estival de cada cual. Y la lluvia, otra vez la lluvia, cae escribiendo metáforas de despedida.

Ayer, 27 de Agosto, hizo un año que comenzó el camino de este blog. Más de un centenar de posts después, el sabor de estas letras es radicalmente distinto. Mi vida y mi mundo se han transformado de una manera rotunda y perceptibles, desde dentro y desde fuera. Nada tiene que ver con hace trescientos sesenta y cinco días. Ni mi corazón, ni mis referentes, ni mi presente ni mi futuro están alojados y amueblados del mismo modo.


Hace un año las letras fluían, negro sobre blanco, como un grito de libertad, como una necesidad de contar para no morir en aquel intento absurdo de vivir callado. Hoy, digamos, que han sosegado el tono para desnudar el alma. Lo que en un principio era una manera de enfrentarme a todo aquello que me rodeaba y no me gustaba, o detestaba, se ha convertido en una herramienta, casi quirúrgica, para mostrar al mundo, mi particular mundo interior.

Durante estos doce meses, he construido una galería de retratos de las múltiples caras de mis Yos privado y público. Una visión casi caleidoscópica de mí mismo, que me ha ayudado a conocerme mejor y a permitir que los demás, extraños y cercanos, me conozcan realmente. Unos retales han sido livianos y banales, casi como los dobladillos de una falda de moda, tan deseada como olvidada varios meses después. Otros se han desgarrado de mi tejido cardiaco, destilando dolor y pena intensa e infinita. Otros desgranan análisis de mi mundo cercano, con la estructuración de criterios públicos sobre situaciones que acontecen, en lo político, lo social o todo aquello que conllevan las relaciones humanas.

Mientras escribo este post, el mundo sigue pendiente de una ciudad que nunca duerme, aterrada por la amenaza de un huracán. Y yo hago balance del año del huracán, de mi alma de ciudad y de las cosas que me quitan el sueño. Reconstruyo lentamente mi nuevo yo y mi hoja de ruta, a base de cientos de pasos erróneos, decisiones indecisas y deseos claros que me da pánico afrontar.

Las cortinas del mirador se despliegan insolentes en el salón, anunciando, casi por sorpresa un final predecible, aunque cada año nos empeñemos en creer que por un verano ganaran los Moros en Benilloba, se parará el tiempo en Caleao, los higos frescos duraran hasta febrero y Chanquete será el padrino del primer niño de Bea y Javi. La luz se tamiza con la ayuda de las nubes, color gris uniforme de colegio de monjas, como si de un bando de anuncio otoñal se tratase.

El olor a asfalto húmedo se apropia de mi salón. Respiro hondo, como con nostalgia de algo que aun no se ha ido, mientras los visillos continúan su danza. Y tengo la certeza, no sé si por primera vez, que nada será igual a partir de ahora, excepto la muerte de Chanquete, que volverá a nosotros, una y otra vez, como una letanía omnipresente cada final de verano. Descanse en paz, que ahora ya solo queda guerra de aquí en adelante.

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