lunes, 8 de agosto de 2011

Él siempre fue aquel

Las ocho. Mierda. Ya se me ha hecho tarde. Corro sobre el suelo de cemento envuelto en una toalla blanca que milagrosamente no cae, víctima de las prisas y la gravedad. Vaporizo mi cuerpo con mi colonia favorita, mezclandose con la humedad que se ha quedado prendida en mi piel tras la ducha. Casi a la vez, me enfundo en unos vaqueros y una camisa de popelin, tratando de sobrellevar el calor con cierta dignidad. No llego.

Abro la puerta de la calle, a la vez que el calor húmedo de esta ciudad me abofetea. Tras estas desagradable sensación me espera María. Lleva una gran cartulina blanca que llama poderosamente mi atención. Pienso "y eso?" Ella, con esa agilidad mental que le caracteriza y que la ha convertido en gurú y faro, dijo "vamos a hacer un cartel que diga TEMAZO". Mi cara era un poema. Un cartel en un concierto de Raphael? Estamos locos? Comenze a reirme de un modo que no recordaba. Era absolutamente genial. Un Todo a 100 y dos rotuladores facilitaron el proyecto.

Mientras nos dirigíamos al punto de encuentro en el tranvía, confeccionamos el cartel ante una mezcla de estupor y sonrisa maliciosa del resto del pasaje. Por una cara rezaba el mensaje consensuado. TEMAZO. Por la otra un tópico. I love Raphael. Jejeje. Me sentía como ese niño que prepara un travesura con la esperanza de escribir una página dorada en su curriculum de pequeño demonio. Todo pintaba bien. Hoy puede ser mi gran noche, tarareábamos como un mantra festivo.

Tras juntarnos todos y picar algo, rumbo a las ruinas de Lucentum. Se puede interpretar como una ironía. Raphael en Lucentum. Contemporáneos? Siempre tuve, de pequeño, cierta repulsión hacia el personaje. Su modo de cantar, sus aspavientos, su declamación casi circense. Me generaba un rechazo próximo a la vergüenza ajena. Con los años fui acostumbrandome a escucharlo sin verlo y descubrí sus letras y ciertos temas de culto que se alojaron en mi fonoteca emocional.

Ahora aquí sentado, donde se supone que nació esta ciudad, veo como va desgranando una a una las canciones de su repertorio. Nuestra motivación y el cartel nos dieron mucha cancha durante el recital. El público, entre molesto y cómplice, soportaba nuestra efusividad próxima a los gropies de los 70. Perdimos la cuenta de los temazos interpretados en un viaje entre sus clásicos, los del tango, el bolero y la ranchera. Viaje interpretado bajo su personalísima visión, que se podría definir con aquel titular que la prensa americana le dedicó a la gran Lola Flores. Ni sabe cantar ni sabe baile , pero no se la pierdan.

En este caso, no es que el señor Martos no sepa cantar. Su voz es un torrente explosivo y sorprendente, que encauza, a veces, de un modo poco ortodoxo rozando el gallo de corral. Sus filigranas y cabriolas vocales superan en mucho las que le atribuyen sus imitadores. Él mismo parece su propia copia encima del escenario. Sus idas y venidas, entre el despecho y la divinidad, arengan a las masas de seguidores, provocando en nosotros mismos la elevación a los cielos, por enésima vez, de nuestra demostración de devoción en forma de cartulina de proporciones importantes.

Claro está, que dada su edad y su género, sus ejércitos bastante tienen con aplaudir. La edad media se alejaba bastante de la nuestra, acercándose más a nuestra esperanza de vida, creo yo. Sus fans pasan verdaderos apuros para cantar sus hits, a requerimiento del artista, sin que corra peligro de extravío la dentadura postiza, así como otro tipo de prótesis o intervenciones de restauración y contrachapado.

Tras dos horas y media de entrega total en doble dirección, suenan los acordes del tema que le llevó a Eurovisión, en tiempos del tio Paco y la tele en blanco y negro. Yo soy aquel.

Yo soy aquel que cada noche te persigue
Yo soy aquel que por quererte ya no vive,
El que te espera, el que te sueña
El que quisiera ser el dueño de tu amor...

Y desde la grada, en un éxtasis propio del celo conventual, a una sola voz, el publico responde

Y estoy aquí, aquí para quererte,
Estoy aquí, aquí para adorarte,
Yo estoy aquí, aquí para decirte,
Que como yo, nadie te amoooooo........

Nunca pensé que perdería la voz en un sitio así. Ni en el planteamiento más rocambolesco. Y aquí estamos, seis que parecemos pegados con fixo al reparto de la clac, disfrutando de cartel y de esta comunión con una España en la que no veo retratado, de la que no me siento ni parte ni contra.

Por fin esta noche he comprendido esa extraña fascinación que siempre sintió Alaska.



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